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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ischirione Della Bordella Miér Mayo 24, 2023 9:19 am

"Eres joven y hermosa, amada y respetada.
Mientras yo, hundido en la abyección y en el desprecio de mis nobles,
me refugio en mi mente lacónica
como la única liberación posible."
Ischirione Della Bordella


Las celebraciones habían terminado, para el alivio de Ischirione. La mañana posterior al festín de los Wittelsbach había amanecido calma y prometedora. Ni rastro en el paisaje del escándalo que había tenido lugar la noche anterior, pero sin duda ya estaba causando estragos en las lenguas más indiscretas de París. Los rumores llegarían eventualmente a otras cortes de Europa, sin duda. Roma no sería la excepción, y era agotador imaginarlo. El solo viaje de vuelta a Italia era cansador; el carruaje podría estar empastado en almohadones de la más óptima calidad y seguiría pareciendo un aparato de tortura.

Ischirione recargó el cuello contra el respaldo de su silla, emitiendo un somnoliento suspiro. No le gustaba que la Corte se distrajera con asuntos banales y que llamaban al mal.

Humildemente le sugiero que lo vea por el lado positivo, Majestad. Uno que otros chismesillo no hace daño si ayuda a desviar las mentes de hacer el mal.

Ischirione miró sin ganas a su consejero. Bajo su punto de vista, la hipótesis de Gioverti confiaba de sobremanera en la suerte, dando por hecho meras eventualidades.

«El problema es que difícilmente divulgar la vergüenza de una persona puede impulsar a hacer el bien — pensó Ischirione repasando sus viejas lecciones de teología —. El chisme llama a la intromisión, y los entrometidos son indignos de confianza. A veces basta un segundo de distracción para perderse a sí mismo.»

Anoche se lo había permitido. Un instante que podría haberle costado caro. De no haber sido por Gioverti, Ischirione sospechaba, no hubiera fortalecido ni la mitad de las redes en las que invirtió su energía. Se hubiera dedicado, en cambio, a seguir sus emociones. Le habría dedicado la noche completa a quien estuvo a poco de convertirse en su prometida.

Ya estaban cruzando los límites de la ciudad cuando por la ventana del carruaje irrumpió una inusual imagen. Ischirione asomó la cabeza hacia afuera y descubrió un carruaje un poco más modesto que el suyo, pero lujoso de todas maneras. Estaba detenido junto a la sombra de un sauce, en una posición levemente torcida. Se dio cuenta de que una de las ruedas delanteras estaba atascada en una zanja. ¿Debían intervenir?

Estaba por volver a reposar cuando distinguió una conocida silueta bajar del accidentado vehículo: Lilith d'Vandières.

Gioverti, detén el carro inmediatamente — ordenó Ischirione con tono firme. No dio luces de haber estado a punto de quedarse dormido hacía sólo unos momentos.

Intrigado, pero sin averiguar la razón, el consejero dio la orden a los hombres que los transportaban.  

Son los Duques de Bretaña. Los reconozco — explicó el monarca sin que le preguntaran —. Es preciso ayudarles antes de que los alcance la puesta del sol, o se exponen a los bandidos. Aunque tengan hombres, sin nosotros tardarán más.

Nadie le había pedido que fundamentara su decisión, pero de todas maneras él sintió la necesidad de deshacerse en justificaciones. Estaba huyendo dentro de sí mismo.

Intentando no abrumarse con las necesidades emocionales que sin duda encontraría en el exterior, Ischirione dio un paso fuera de su carro y se encaminó hacia sitio del supuesto accidente. Con la mayor solemnidad posible, buscó los rostros de los Duques de Bretaña. No hubiera sido apropiado haber saludado a Lilith primero.

¿Se encuentran bien, Altezas? Lamento el infortunio que les aqueja. Permítannos auxiliarles en lo que sea que les haga falta.


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Mensaje por Lilith d'Vandières Sáb Mayo 27, 2023 8:49 pm




Afueras de la ciudad de París, Francia.
Otoño, 1842.
14:00
23 °C





No es posible, no es justo que deba unirme en matrimonio con ese joven. Lo que ha hecho su familia el día de ayer es reprobable, totalmente inaceptable ―mencionaba la joven rubia, ligeramente alterada, también lo estaba su respiración y los latidos de su corazón. Aún no concebía la idea de haber sido notificada de su compromiso de aquella manera tan abrupta, y luego presenciar aquel acto deleznable que había protagonizado la familia de su prometido, contra otro miembro de la nobleza ―Pronto aprenderás a que no debes intervenir en las riñas de casas nobles, cariño. No sabemos el contexto de la situación, por lo que, es nuestro deber mantenernos al margen ―mencionaba la duquesa, quién se encontraba frente a su persona. La mujer evidenció en su rostro una expresión de fastidio. Ya habían tenido esa conversación en varias oportunidades en menos de veinticuatro horas  ― ¿Y qué hay de mí, acaso yo no importo? ¿Mi felicidad es indiferente para vuestras mercedes? ¿Por qué me tratan como a una esclava? ― La voz de la muchacha se escuchaba afectada por la situación. Incomprensión total era lo que percibía la renesa de sus padres ― ¡Basta, jovencita! ― El duque alzó la voz, mientras dirigió una mirada severa hacia su hija. Se encontraba sentado al lado izquierdo de la muchacha ―No permitiré vuestra insolencia ni una sola vez más. Hemos tomado una decisión y no hay vuelta atrás, irás al altar con el joven Roderick de Wittelsbach porque así debe ser y así se hará, pase lo que pase. Fin del asunto― agregó su padre, manteniendo aquella mirada severa sobre la joven rubia

La muchacha dirigió su mirada hacia la ventana del carruaje y suspiró con evidente decepción e impotencia, mordió sus labios y contuvo el llanto. No obstante, un par de lágrimas se escaparon sigilosamente de sus ojos y se deslizaron rápidamente a través de sus tersas mejillas. Era el día siguiente de la celebración de la Fiesta de la Cosecha, día festivo para el pueblo germano y cuya celebración se había llevado a cabo en la residencia parisina de los duques de Baviera, el Château d’Aubermont, en las afueras de la capital francesa. Ahora se encontraban de camino hacia Bretaña, específicamente la ciudad de Rennes, capital del ducado y donde mayormente residían los duques y su hija. La renesa se cruzó de brazos y se recostó ligeramente y de lado, contra la ventana. Se sentía totalmente devastada y de manos atadas, era consciente de que la última palabra de aquella situación la tenían sus padres. Y solo ellos podrían romper su compromiso, nadie más. Aunque evidentemente, aquello sería imposible, y lo acababa de comprobar. Ya no había nada que hacer al respecto.

La francesa se sumergió entre sus pensamientos, imaginando los pros y los contras de aquella unión que habían pactado sus padres con los duques de Baviera, y no lograba captar nada positivo de aquella idea descabellada. De pronto, y de manera abrupta mientras se encontraba distraía, el carruaje se frenó estrepitosamente, y con ello también le acompañaron un sonido extraño, así como también una fuerte sacudida que perturbó a quienes se transportaban dentro del carruaje. Se asomaron los duques a través de las ventanas y pudieron visualizar que una de las ruedas del carruaje, se había averiado, además había caído sobre una zanja. De inmediato, y con ayuda de sus hombres quiénes viajaban en otros carruajes, bajaron uno a uno. La muchacha fue la última, quién se tomó su tiempo, intentando reponerse de la discusión que había tenido con sus progenitores minutos atrás. Al bajar del carruaje, pudo visualizar al resto de la caravana detenida y apersonándose hasta el carruaje de los nobles para intentar remediar la situación. La renesa hizo uso de su abanico y caminó unos pocos metros en dirección hacia un gran roble, cuyas ramas brindaban una sombra cómoda. Quedando a espaldas de la escena, no quería que fuese evidente para los trabajadores los rojizos que se encontraban sus ojos durante aquellos momentos.

Pero cuando creía que mantendría la calma, una voz masculina e inolvidable ―aunque a lo lejos― para la futura duquesa fue captada por sus oídos. Haciendo que su cuerpo entrara en tensión inmediatamente. «Ischirione» Pensó la muchacha, mientras su cuerpo se estremecía con un gran escalofrío en ese instante. Tomó uno de sus pañuelos y lo llevó rápidamente hasta sus ojos, intentando retirar aquellas molestas lágrimas de impotencia que la habían traicionado minutos atrás. Se giró con ensayada naturalidad y fue entonces cuando le vio, una vez más, en menos de veinticuatro horas. Tan imponente y tan apuesto como de costumbre. La muchacha se quedó petrificada y en silencio, su mirada nerviosa se paseaba sobre sus padres y sobre el monarca, quiénes intercambiaban palabras que no pudo escuchar debido a la distancia entre ellos y su persona. Su nerviosismo le decía que no se moviera, que se mantuviera alejada de él. Pero su corazón le ordenaba que se acercara, un intenso debate se generaba en el interior de la rubia. La razón contra el sentimiento ¿Cuál debía primar y cuál debía suprimirse?

Luego de unos segundos, sus pasos lentamente fueron acercándose hasta ellos, con actitud estoica y recatada. Su interior era todo un torbellino de emociones, pero de nuevo su habitual máscara de tranquilidad y cordura hizo presencia en el rostro de la bretona ―La rueda se ha averiado en su totalidad. Es necesario regresar a París y hacerse con una nueva a la brevedad posible. No tengo otra alternativa que ir personalmente con algunos criados, solo así me aseguraré de que sea reemplazada por una adecuada ―logró escuchar la rubia, a su padre, quién conversaba con su esposa y con el monarca italiano ―. Iré con vuestra merced, esposo mío. Olvidé recoger un encargo personalmente en casa del Cardenal ―mencionó su madre, mientras la muchacha se acercaba cada vez más hacia ellos. No pudo evitar observar solapadamente a Ischirione, quién con una actitud afable, parecía conversar con sus padres ― ¿Y quién supervisará a los demás mientras partimos? No demoraremos menos de una hora o quizás dos ―respondía Thierry, el duque de Bretaña a su esposa.

Para ese entonces, la rubia finalmente se había apersonado en la escena y había escuchado todo con detalle ―Yo lo haré, padre. Pueden partir ambos sin problemas. Esperaré con los criados, y los escoltas. Nada ocurrirá mientras regresan París y vienen de vuelta ―mencionó la renesa con una sonrisa taimada en su rostro. Finalmente, dirigió sus azulados ojos en dirección a Ischirione, quién a una distancia más cercana, lucía mucho más apuesto que el día anterior. Sus ojos se iluminaron en ese momento, y una sonrisa sincera y natural se asomó en su rostro ― Majestad… ― La francesa reverenció al rey, con aquella elegancia que le caracterizaba. Sin retirar su mirada de este ―Grande es el Altísimo por habernos honrado con su presencia durante este día ―y el destino, pero aquella palabra se la guardaría para sí misma. Estaba nerviosa, desde luego, no obstante, no lo exteriorizaba de ninguna manera. Ischirione se había apersonado en ese momento como una refrescante brisa en medio de un avasallador calor veraniego, su estado de ánimo había cambiado drásticamente apenas escuchó su voz poco antes de apersonarse hasta él.

Estaré bien ―se dirigió ahora a sus padres, quiénes dubitativos, también habían dirigido sus miradas hacia su persona. La muchacha, con su postura erguida, mantenía su mirada hacia sus padres ―Me temo que si no nos apresuramos, demoraremos más de lo pautado. No hay tiempo que perder ―continuó, convenciendo a sus progenitores para ello. El destino, caprichoso, parecía querer juntar a los dos luego de tanto tiempo. El momento, aunque totalmente inesperado, parecía el idóneo para reencontrarlos una vez más, lo presentía. De nuevo, e inevitablemente, sus ojos se encontraron una vez más con los del rey.


Última edición por Lilith d'Vandières el Lun Jul 17, 2023 3:17 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Mar Jul 04, 2023 3:18 pm

Para su alivio, Ischirione encontró a los ocupantes del carruaje a salvo, aunque visiblemente sacudidos. Aplicando lo aprendido en sus lecciones de la adolescencia, extendió una mano al Duque de Bretaña, estrechándola firmemente.

Altezas, estoy inmensamente aliviado de ver que todos ustedes están a salvo e ilesos. Es una luz de esperanza en medio de este desafortunado accidente — expresó con solemnidad, pero no por eso con menos gentileza. Los Duques de Bretaña ocupaban un lugar especial en su corazón —. No desesperen. Un puñado de mis hombres se quedará aquí para supervisar lo que es urgente y daré la orden de que otro grupo acompañe al Duque con sus caballos para asegurar un expedito reemplazo de la rueda. Así garantizamos su seguridad tanto como una pronta solución. Cuanto antes mejor.

Una sensación vertiginosa lo embargó cuando sus ojos se elevaron por sobre los hombros del Duque y se encontraron con los de Lilith, en una muy obvia intención de hacerlo pasar por un accidente. Sobraron los deseos de apartarlo todo y desvanecerlo en la insignificancia.

Me trae un gran consuelo verla ilesa, señorita Lilith — confesó Ischirione, rompiendo con la pared invisible que los había mantenido cautivos hacía instantes. Había una rara vulnerabilidad en su mirada que muy pocos lograban ver.

Tras asegurarse de que su tesoro más preciado estuviera en buenas manos, los Duque de Bretaña se marcharon con el fin de llevar a cabo las diligencias necesarias para volver a ponerse en marcha.

Ischirione se encontró repentinamente solo con Lilith, un escenario que añoraba casi con la misma pasión con la que le temía, tal vez porque su encuentro anterior no había sido más que un fugaz e incumplido capítulo en sus vidas o porque no podía pretender que los años no hubieran pasado. Bastaba con ver esa cara impoluta para darse cuenta.

Con una respiración profunda, Ischirione reunió los restos de su compostura, decidido a ser el rey Lilith necesitaba en ese apremiante momento.

Por favor, tenga la bondad de tomar asiento a mi lado. Aseguraré su comodidad hasta que llegue la ayuda — ofreció, señalando hacia un par de sillas que sus sirvientes ubicaron en las cercanías.

Quizás no era correcto que un monarca pidiera por favor, pero aunque Ischirione había sido educado con miras de convertirse en monarca, no había recibido la crianza convencional de un príncipe heredero, sino la de un bastardo con un padre importante, pero desconocido.

Ischirione aguardó a que ella se sentara primero, siguiendo sus gráciles movimientos con disimulo. No quería incomodarla de más en una situación de por sí incómoda, cargada de palabras no dichas y el peso palpable de lo que podría haber sido.

Anhelaba contarle sobre esto, hacerle saber de que no le era indiferente. Sin embargo, el peso de su posición lo detuvo. Era lo típico; las responsabilidades de la corona ensombreciendo rutinariamente su individualidad.

Señorita Lilith — rompió con el silencio, cosa que odiaba hacer — Parece que la divina providencia ha conspirado una vez más y no puedo evitar preguntarme si existe un trasfondo. Intuyo que esta puede ser la oportunidad de explorar lo que intentamos no decir.

Podía ser su última oportunidad.


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Mensaje por Lilith d'Vandières Lun Jul 17, 2023 3:28 pm




Para la renesa, encontrarse una vez más con Ischirione, era tanto una gran alegría como también motivo de gran ansiedad. Pues antes del rompimiento de aquel compromiso que jamás se llegó a anunciar a la sociedad, la relación y la cercanía entre ambos era verdaderamente estrecha. Cabe destacar que el mayor, como parte de su educación en Londres, compartía estrechamente con Louie, el hijo mayor de los duques de Bretaña y de allí, luego se conocieron el italiano y la francesa. Cartas iban y venían entre Rennes y Roma, el mayor ni siquiera había ascendido al trono, pero sus padres aceptaron la petición de compromiso de un joven Ischirione en compañía de sus tutores para desposar a la jovencita Lilith cuando el momento indicado llegase, pues aunque no se conocían a sus padres, los duques intuyeron que el italiano provenía de una muy buena familia debido al lugar al que acudía para educarse e instruirse. Bastaba además con conocerle un poco más para descubrir lo encantador, caballero, educado y amable que era este.

Pero aquel fatídico día llegó, en el que la vida de la muchacha cambió drásticamente y se tomó la decisión de romper, unilateralmente, aquel compromiso que se había pactado, puesto a que la muchacha ya no era una señorita, su humanidad había sido raptada de la manera más vil y cobarde. Pero las apariencias pesaban en la sociedad y la reputación de la casa d’Vandières no podía mancharse con un escándalo de esa índole, por lo que no hubo otra opción que fingir una enfermedad terrible para la muchacha y desaparecerla de la vista pública durante un largo periodo. El tiempo pasó, y jamás habían intercambiado cartas nuevamente, ni siquiera se habían visto en algún evento, hasta el día del Erntedankfest, y luego durante ese mismo día. Por lo que la tensión era latente, y evidentemente, había palabras que nunca se expresaron, explicaciones que jamás se verbalizaron, y desde luego, heridas que no han sanado. La renesa lo sabía, y estaba segura de que Ischirione también, por lo que no podía evitar sentirse un tanto ansiosa.  

Sus padres finalmente se fueron, después de debatirse muy bien qué hacer y aceptar la ayuda del monarca, y partieron nuevamente hacia la capital francesa. Se demorarían un largo rato debido a la lejanía del incidente, pero por otro lado, se sentía segura y bien acompañada por el mayor y su gente, no había nada que temer mientras estuviese junto a él. La muchacha asintió con una sonrisa afable, no sin sentirse un tanto nerviosa internamente, cuando este le pidió tomar asiento con su persona ―Es un honor y un placer acompañarle. Permítame, además, agradecerle por vuestra generosidad y disposición en ayudarnos ―asintió nuevamente y tomó su mano con delicadeza cuando esta fue ofrecida, y caminaron hacia las sillas que habían dispuesto para ellos. Una vez allí, agradeció al otro luego de sentarse —de forma educada y elegante, propia de su persona—  y le siguió con la mirada cuando este lo hizo también.

El momento había llegado, Ischirione había tomado la iniciativa, y el rostro de la muchacha cambió drásticamente. No le incomodaba la presencia de este, le incomodaba recordar el terrible incidente que acabó con lo que pudo haber sido el inicio de una maravillosa historia junto a él. Le pesaba terriblemente ―El trasfondo existe, Majestad. Ambos lo sabemos, y he de ser honesta con vuestra persona, muchas veces esperaba este momento. Se lo debía, nos lo debíamos ―comentó con sinceridad, mientras suspiraba nostálgica. Le dolía mucho más de lo que imaginaba, y no lo había advertido hasta ese momento.

Coincido con las palabras que ha mencionado, pues ciertamente, es una excelente oportunidad para enmendar, o al menos aclarar, muchas incógnitas y posibles malos entendidos ―mencionó, a su vez que hacía uso de su abanico, refrescando ligeramente su lozano rostro. Era surreal hasta cierto punto, haber tenido una oportunidad como esa en la que era finalmente posible estar a solas con él, y aunque habían hombres de su familia y de la casa real italiana a la redonda, se mantenían todos a una distancia prudente y que les permitía conversar tranquilamente sin la preocupación de ser escuchados ―Hay tantas palabras que no se han dicho ―vocalizó, más como un pensamiento en voz alta que una confesión.  

Una mirada suya, cargada de evidente tristeza, se posó sobre la mirada ajena. El tiempo había pasado, pero la confianza y la intimidad entre ambos parecían mantenerse intactas a pesar del tiempo. Con Ischirione, Lilith sentía que podía ser ella misma —desde luego, con recato—, sin máscaras, sin aquellas falsedades y apariencias que era tan típicas de la aristocracia, añoraba aquellas largas charlas entre ambos cuando coincidían personalmente, y así mismo aquellas largas e interminables cartas que ambos se enviaban de manera constante, contándose anécdotas diarias y expresando sus deseos de verse nuevamente. Evidentemente todo había cambiado, pero para Lilith, aunque ahora Ischirione era el rey de Italia, seguía siendo el rey de su corazón.


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Mar Oct 17, 2023 8:56 am

Ischirione asintió. El peso de años de palabras no dichas finalmente debía aliviarse. Más aún ahora, que Lilith estaba por cerrar la etapa de la joven casadera para volverse la mujer de otro. Dolía detenerse en ese aspecto, pero era la realidad. Si no la asumía como tal, peor para él.

Sin duda, es una excelente oportunidad para enmendar, o al menos aclarar, muchas incógnitas y posibles malentendidos.

La mirada de Ischirione pasó a posarse sobre el abanico que Lilith agitaba, en un intento por no verla a los ojos y dejarse atrapar por ellos. No estaba hecho de hierro, aunque se desvivía cada maldito día para que la sociedad, sobre todo la alta sociedad italiana, lo viese de ese modo. Había tanta melancolía como anhelo, y una determinación a aprovechar al máximo esta oportunidad.

Señorita Lilith — comenzó, con voz suave pero llena de emoción —. Tenga la bondad de perdonar mi osadía, porque temo que no volvamos a estar así. Quiero que sepa que, independiente de los infortunios que impidieron nuestra unión, mi deseo fue perseverar en ella. Hasta el día de hoy mantengo que sus cualidades y virtudes la hacen digna de convertirse en la reina de cualquier nación. No cabe duda de que por qué los Wittelsbach anunciaron su compromiso con el esmero que desplegaron anoche. De haber estado en su lugar, yo…

No podía decir que hubiese montado una especie de festival, o que hubiese repartido invitaciones por toda Europa para asistir a un festín que durase semanas. Había aspectos que el tiempo no atenuaba, entre ellos su reticencia a la ostentación; entre ellos, la creciente sospecha de que el Consejo se había equivocado en dejar ir a Lilith. Nada de eso quitaba que el mayor responsable fuese él mismo. ¿No era, acaso, el rey?

Un pesado silencio flotaba en el aire, el peso de sus emociones presionándolos. El mundo que los rodeaba pareció desdibujarse, suspendiendo a las figuras presentes en una bruma de vulnerabilidad. Que nadie los viese así.

En un acto arrebatado y sin reflexión, porque de haber reflexionado no hubiese movido un músculo, Ischirione extendió la mano y tomó suavemente la mano de Lilith entre las suyas, un gesto tierno que lo decía todo.

Esta vez la miró directamente, sin excusas ni distracciones.

Puede que lo que estoy por decir sea un pecado contra Dios, una afrenta contra Italia, y una ofensa contra usted, Lilith, pero callarlo sería atentar contra la verdad que se le debe y que merece escuchar: me pregunto constantemente, aunque haya perdido el derecho a hacerlo, qué hubiese sido de nuestras vidas si hubiera perseverado en desposar a su merced.

El agarre de Ischirione sobre su mano se hizo más fuerte mientras luchaba por procesar lo que acababa de hacer. Él tenía un deber para con su pueblo, y ella tenía un deber para con su dinastía. Se habían reencontrado fortuitamente, pero sus caminos se estaban distanciando cada vez más. Difícilmente volverían a tocarse. Imposible.


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Mensaje por Lilith d'Vandières Vie Oct 20, 2023 6:16 pm




El destino obraba muchas veces de manera misteriosa, y estaba segura la rubia de que aquello no había sido una coincidencia cualquiera. Durante mucho tiempo, soñaba con tener un momento a solas donde poder conversar abiertamente con Ischirione acerca de todas aquellas palabras que jamás se habían dicho. Aquellas cartas que no se escribieron, y aquellas miradas que no se dedicaron en tanto tiempo. Era la primera vez que se encontraban después de tantos años, y aunque la noche anterior fue una pesadilla para su persona, el monarca italiano trajo un rayo de luz y esperanza a su destrozado corazón. Era Ischirione como un bálsamo reparador que todo lo enmendaba, aunque sea por un momento en el que ambos intercambiaban miradas. Desearía que su compañía fuese más extensa, pero sabía que no era así. Kilómetros y kilómetros de tierras los separaban, pero más aún las obligaciones y las realidades de ambos. Ya no era una señorita soltera, y desgraciadamente, tampoco era su prometida.

Suspiraba profundamente, ahora al escuchar a Ischirione dirigir su mirada hacia su persona, y principalmente tomar la palabra. No se sentía incómoda a solas con él, todo lo contrario, pero sí que le pesaba el tiempo que estuvo alejada de él y todas las cosas que evidentemente no sucedieron, y que muy probablemente no sucederían. Sentía que su corazón se rompía en mil pedazos con cada palabra que salía de los labios del honorable caballero frente a su persona, no porque fuesen pueriles, groseras o fuera de lugar, todo lo contrario. Comentaba ahora y le confesaba lo que durante mucho tiempo ella quiso escuchar. No pudo evitar la muchacha temblar ligeramente, al mismo tiempo en el que sus ojos se humedecían con algunas lágrimas que no habían caído, aún.

Siempre lo supe, Majestad. Y he de confesar que mis deseos siempre fueron afines a los vuestros. Sé que lo sabe, pero nunca es suficiente cuando de expresar los deseos del corazón, se trata. No obstante, y aunque evidentemente lo sabe, siempre he sido y aún sigo siendo, prisionera de la voluntad de mis padres ―comentó, con una inmensa tristeza, nada más que la verdad. Y aunque muy probablemente él lo supiera, ella sentía la necesidad de recordárselo o aclarárselo. Después de todo, ¿El rey de su corazón no merecía saberlo? Por supuesto que sí. Y hubiera deseado tener la valentía de finalmente comentarle el verdadero motivo del rompimiento de aquel añorado compromiso. Pero su vergüenza, su humanidad, y principalmente su dolor, se lo impedían férreamente. Una parte de su ser sentía que lo engañaba, pero otra parte de su razonamiento, sentía que de esa manera le protegía.

Hubo un breve silencio en el ambiente, uno más que justificado si se tomaba en cuenta el peso de las palabras que estaban siendo verbalizadas en ese momento, pero evidentemente quería la bretona poder decirle muchas cosas más. Sólo estaba buscando la manera de abordar la situación. Ciertamente Lilith era alguien bastante ágil y elocuente cuando de abordar temas complicados se trataba, pero en ese momento simplemente era una humana, una adolescente de dieciséis años enamorada que se encontraba frente al único hombre que había despertado un interés —más allá de la amistad— en su vida. Le tomó por sorpresa el hecho de que el italiano tomara una de sus manos, pero lejos de desagradarle, le maravilló el gesto del otro. La azulada mirada de la renesa, se dirigió hacia las suaves manos de Ischirione que cubrían una de las suyas, y con un gran suspiro, hizo contacto visual con este cuando sus palabras volvieron a escucharse.

Es muy probable de que haya perdido el derecho frente a las leyes del hombre o del propio Altísimo, sin embargo, tenga la plena certeza de que… No las perdió, no las ha perdido y muy probablemente nunca las perderá en mi corazón ― con una voz suave, y trémula, a medida que un par de lágrimas caían a través de sus tersas mejillas, Lilith se abría por primera vez en mucho tiempo acerca de algo tan importante que sentía la necesidad de comunicarle a Ischirione. Su cuerpo temblaba ligeramente por la emoción del momento, pero continuó de todas formas ―. Nuestras vidas habrían sido muy diferentes, quizá no a ojos de terceros. Pero de una cosa estoy muy segura, habrían sido muy felices y mucho más sencillas de sobrellevar ― con su mano libre, recogió ligeramente un par de sus cabellos que caprichosamente habían caído sobre su rostro. Su otra mano, se aferraba a las ajenas con la misma fuerza que estas ejercían sobre la suya. No quería separarse de él.

La suave brisa de aquella tarde, refrescaba a ambos mientras que el resto de los hombres del Rey y de los Duques, se mantenían alejados y ocupados en el carruaje averiado propiedad de estos últimos. Cualquiera que les hubiera visto allí, pensarían inmediatamente de que se trataba de una joven pareja de enamorados. Y no es que estuviesen equivocados, pero desde luego no era correcto. Afortunadamente, la atención no estaba centrada en ellos y la privacidad que sus estatus les privilegiaban, les permitían mantenerse alejados del resto en ese momento tan especial.

Quizá sea osado de mi parte, pero quiero que me prometa algo ― La voz de la muchacha continuaba trémula, a pesar de su tono de voz bajo. Con su mano libre, retiraba de sus mejillas aquellas lágrimas que habían descendido a través de su rostro ―. Prométame que, a pesar de las circunstancias y todo lo que se ha puesto en nuestra contra, jamás me olvidará. Y principalmente, que nos volveremos a encontrar. Es lo que mi corazón desea más que nada en este mundo ― Y por primera vez en mucho tiempo, se estaba permitiendo ser una simple humana.

Prométame que nunca dejará de ser ese Ischirione que conocí en Londres hace años atrás, cuando era solo una niña. Sólo así, mantendréis vivo el recuerdo de lo que he sentido por vuestra persona durante todos estos años. Y lamento mi osadía, no es propio de mi persona ni mucho menos de mi condición, pero creo que es necesario que lo supiera, en persona ― agachó su mirada y respiró hondo. Lilith sentía en su interior, un gran huracán que acababa con todo a su paso. No sabía cómo manejar aquella situación, sí, precisamente ella quién tanto se aseguraba de manejar cuidadosamente cada acción que hacía y cada paso que daba. Sólo esperaba que el otro no cambiara su percepción que tenía acerca de su persona, pues cualquier otro, pensaría que estaba fuera de sí en ese instante.

Ese día, más que nunca, le pesaba el rompimiento de su compromiso con él, pero principalmente le pesaba no poder verbalizar el motivo real, ese motivo tan oscuro y retorcido que había matado parte de su humanidad y su integridad como persona y como mujer.


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Lun Nov 27, 2023 9:36 am

Apenas procesó la petición de Lilith, supo Ischirione que, sin importar la dificultad de las circunstancias, debía dar su palabra. Había un dolor que persistía. Y dolía porque algo los mantenía unidos.

Como percibiendo aquel dolor en su propia piel, Ischirione empezó a acariciar la mano de Lilith con suavidad, sin dejarla ir. Era su manera de decirle que la entendía y que empatizaba con la añoranza de aquellos años, cuando parecía que engañarían al destino y por fin eligirían sus propios rumbos, sin pedir permiso ni perdón a nadie. Esa humanidad expuesta por Lilith resonaba con sus propias luchas y deseos. Avivaba en el monarca la necesidad de protegerla, porque a pesar de su aplomo externo, era igualmente susceptible a las complejidades del amor y el deber.

¡Por amor a Cristo, qué patente era que la valentía de Lilith triplicaba la suya! Hacía que todo lo demás se viera minúsculo; el carruaje roto, la suave brisa y los murmullos distantes de los hombres.

Ischirione, manteniendo su exterior tranquilo, encontró la mirada de Lilith con profunda comprensión. El peso de sus palabras no dichas lo presionó y, por un momento, las limitaciones de sus posiciones como rey y mujer noble parecieron disiparse.

Señorita Lilith — habló Ischirione con una melodía tranquilizadora en medio de la turbulencia emocional —. Su audacia no está fuera de lugar ni es una imposición. Detrás de toda investidura o título, somos meros hombres a los ojos de Dios. Simplemente dos almas lidiando con las complejidades del corazón que por alguna razón se nos dio. No hay vergüenza en ello; sólo realidad, aunque… nuestras responsabilidades quisieran que fuese mentira.

Continuó sosteniendo su mano, un ancla firme en la tormenta. Su respiración se hizo más pesada, como si reuniera la fuerza emocional para afrontar el intenso intercambio.

Su petición, aunque audaz, es una que honraré. Le prometo que el Ischirione que conoció en Londres hace años, el que provocó una conexión más allá del barniz de títulos y normas sociales con una Lilith demasiado grande para este plano, perdurará. Cualquier recuerdo que su merced haya albergado para mí, el que sea, quedará grabado en lo más recóndito de mi ser. Lo prometo con certeza de que cumpliré con la palabra empeñada, porque me temo que, aunque quisiera, no podría olvidar. No soy capaz.

Por alguna razón, olvidar era tarea sencilla para algunos, gente que no necesitaba plazos ni duelos para borrar un rostro, un gesto, una memoria construida entre dos. Ischirione no les entendía, así como ellos serían capaces de entender lo que significaba hallar un alma auténtica en un mar de máscaras. Pronto aquella promesa enfrentaría la dura realidad, comprobando su fuerza. Pero Ischirione estaba decidido a preservar la esencia de esta conexión, por lo menos hasta que Lilith lo reemplazara con la familia que algún día formaría, como debía ser.

El semblante de Ischirione cambió. Ahora que Lilith le hacía saber, de manera correcta y sutil, que también pensaba en él, era el momento de aclarar una duda que no dejaba de acosarle. Era posible que lo lastimase, pero esta vez no sería un cobarde.

Dígame la verdad, señorita; no importa qué tan funesta sea. No me enfadaré con usted por ser honesta ni me retractaré de lo dicho. Nadie nos oirá — dijo Ischirione. Su labio inferior tambaleó —. ¿Hubiera deseado que yo hubiese actuado de otra manera? ¿Debería haber ignorado a mis consejeros y atrevido de una vez por todas a hacernos felices?


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Mensaje por Lilith d'Vandières Vie Ene 05, 2024 11:10 pm




Muchas veces se dice que el tiempo sana las heridas, o que sirve para poder organizar las ideas y seguir adelante a pesar de las adversidades. Sin embargo, hay situaciones en las que se podría haber hecho mucho más en diferentes ámbitos. En el caso de la joven Lilith, no era demasiado lo que podría hacer para evitar la catástrofe que se le vino encima en su vida sentimental. Era bastante joven y su voluntad estaba totalmente a merced de sus progenitores. No obstante, aunque su presente no es muy diferente, ahora tiene una idea mucho más clara acerca de la vida y de lo que le rodea. Probablemente siga siendo una adolescente, pero las circunstancias de la vida la han hecho convertirse en una mujer de la manera más brusca posible. Por otro lado, Ischirione no podía hacer nada sin la aprobación de los duques de Bretaña. Pues aunque ya se había pactado una unión entre su persona y la hija de los nobles, estos últimos tendrían siempre la última palabra con respecto al destino de su descendiente.

Aquello le amargaba, pues aunque era frecuente que los padres emparentaran y organizaran uniones matrimoniales de manera bastante arbitraria, había una gran conexión entre él y ella. Y aunque había una diferencia de edad notable entre ambos —algo bastante común para la época—, lo cierto es que Ischirione siempre se comportó como lo que era; un gran caballero respetuoso y educado. Bastaba con intercambiar palabras con él para saber el tipo de persona que era. Algo que desde luego siempre maravilló a Lilith. Pero ahora todo se había desvanecido, y de aquello solamente habían quedado recuerdos. Dolorosos recuerdos que anhelaba pero que también le lastimaban. Recuerdos que perdurarían en la mente de la rubia durante mucho tiempo pues, no había otra persona que le interesase más que Ischirione.

Las palabras del monarca parecían ser recíprocas con los sentimientos de la renesa, ella lo sentía, lo percibía, y podía leerlo en los ojos ajenos. Aquella mirada tan pura y noble que siempre le había deslumbrado desde hacía bastante tiempo atrás, se lo confirmaba. Seguía siendo el italiano aquel hombre de buen comportamiento y de gran educación. En medio de la situación, una sonrisa espontánea se asomó en el rostro de la bretona, sabiendo que su corazón le seguía perteneciendo al hombre correcto. Asintió levemente aliviada a medida que seguía escuchando las palabras del italiano, pues afortunadamente, ambos compartían las mismas opiniones en base a la situación acontecida. Pero principalmente, él había tomado de buena manera sus palabras ―. No tan grande como vuestra bondad, Majestad. Ese ha sido probablemente uno de sus rasgos más resaltantes, y mi corazón se llena gozo al saber que sigue manteniéndose fiel a su esencia. Pero que principalmente, haga cumplir vuestra palabra, porque sé que lo hará ― ampliaba su sonrisa, y sostenía con más fuerza su mano. Respiró hondo, embriagada por las emociones del momento, y exhaló levemente, manteniendo contacto visual con su interlocutor ―. Yo tampoco podría olvidar nada de lo acontecido. Y es por ello, que este tema ha salido a relucir. No es algo que deseaba tratar a través de cartas, no lo merece. Creo que solo el Altísimo ha sido partícipe en este encuentro, a pesar de las adversidades ― la muchacha dirigió levemente su mirada hacia el carruaje —y el infortunio acontecido— que se encontraba a unos cuantos metros de distancia de ellos. De qué maneras sucedían las cosas.

Por noches enteras llegó a fantasear con la idea de poder hablar con Ischirione acerca de la situación. Y aunque no era capaz de decirle propiamente el verdadero motivo que destrozó las ilusiones de ambos, le reconfortaba de cierta manera hacerle saber que sus sentimientos se mantenían intactos a pesar de lo acontecido. Y más le reconfortaba saber que la situación no era ajena para el monarca. No obstante, sabía que su inminente matrimonio con el primogénito de los de Wittelsbach, cambiaba absolutamente todo. Sin embargo, las palabras del italiano eran esperanzadoras para ella, y quería creer que no sería la última vez que le vería o que al menos tendrían la intimidad de hablar acerca de temas como el que estaban tratando, a futuro. Cualquier excusa era más que suficiente para poder volver a verle.

Momentos más tarde, la situación volvió a tornarse ligeramente tensa. Era difícil para ella —aunque necesario—, tratar esos temas. No obstante, y debido a las limitadas oportunidades que tenía de encontrarse con él, debía hacerlo. Suspiró hondo al escuchar la última pregunta que había verbalizado el monarca, y fueron lo suficiente para hacer temblar el menudo cuerpo de la bretona. Su mirada, aunque fija en él, se encontraba perdida y llena de dolor. De pronto, y como no podría ser de otra manera, algunas lágrimas volvieron a descender a través de las pálidas mejillas de la muchacha. Asintió en silencio, mientras intentaba recomponerse un poco. Su llanto era sutil, aun estando en confianza con él, se reprimía a sí misma de dar rienda suelta a sus emociones. Su vasta educación y sus rigurosas normas de etiqueta, se lo impedían. Relamió ligeramente sus labios, mientras con su mano libre, se deshacía levemente de aquellas traviesas lágrimas ―. Me temo que sí, Majestad. Quizás las cosas se desarrollarían de alguna manera diferente si vuestra persona abordaba la situación. Sin embargo, mis padres también representaban un gran obstáculo que, por más empeño que se invirtiera, de cualquier modo el resultado no tendría un desenlace diferente. La decisión fue de ellos ―podía notarse el gran pesar en la mirada de la muchacha. No obstante, quería asegurarse de hacerle saber que la responsabilidad no era del italiano, ni tampoco de sus consejeros. De cualquier modo y luego de los verdaderos motivos —que no deseaba revelarle—, no habían más alternativas. Las apariencias habían ganado esta vez. Y eso motivó a los d’Vandières a tomar tal decisión, muy a pesar de la muchacha.

Si tan solo tuviera el don de retroceder el tiempo, tenga la plena certeza de que, habría huido de casa y hubiera ido en búsqueda de vuestra persona ― ¿Pero qué decía? Aquello no era propio de una señorita de su edad y de su estatus social. Sin embargo, ya lo había perdido todo después de ser comprometida con el hijo de los de Wittelsbach. ¿Qué más podría perder a esas alturas? Sólo quiso ser muy honesta con Ischirione, después del malestar que, estaba segura que le ocasionó el rompimiento del compromiso, se sentía en deuda con él. Y lo más correcto era decirle todo lo que sentía por su persona, a pesar de no tener el valor de sincerarse tanto como quisiera.


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Lun Ene 29, 2024 5:33 pm

Miró el paisaje idílico, un lienzo pintado de colinas y prados serenos, un marcado contraste con el tumultuoso viaje en el que se estaban embarcando sus corazones.

En aquel momento, Ischirione encontró consuelo en el entendimiento compartido de que sus corazones no han olvidado la conexión forjada de aquellos días. Pero el destino, bien sabía el bastardo legitimado, tenía una manera de dirigir el curso de sus vidas, a menudo trazando caminos más allá de su entendimiento.

Ischirione, el epítome de la compostura regia, primero sintió una oleada de empatía por la doncella bretona en cuyo corazón resonaban los dolores del amor insatisfecho. Luego, sintió vergüenza. Era indigno de un hombre exponer a una mujer a la deshonra, y más aún por su inacción, su falta de coraje. Tal vez no merecía siquiera esta mínima y aun íntima interacción con Lilith. Ella era mucho más osada que él.

Su mano, todavía sosteniendo la de ella, fue como un mástil en medio de la tempestad de emociones. Ischirione, siempre el rey cargado por el yugo de la responsabilidad, miró a Lilith a los ojos con una intensidad que delataba que estaba por quebrar un límite.

Su deseo de haber huido a mi lado, un anhelo que revolotea por los pasillos del tiempo como un fantasma esquivo, es un eco de una realidad que no pudimos captar. El tapiz del destino, una vez tejido, se resiste a desmoronarse. Por un lado, odio haber permitido que esto pasara; por otro, me alegra no haber manchado su nombre, así como lo está mi derecho a la corona que cargo.

Sin embargo, bajo el barniz real y el peso del deber, una chispa brilló en los ojos de Ischirione: un deseo tácito de ser un hombre valiente que desafiara las corrientes de lo convencional. La idea de sacar a Lilith de las garras de las expectativas sociales y convertirla en su reina resonaba en lo más profundo de su ser. La llama indómita del anhelo se encendió en su corazón, un anhelo silencioso por una realidad en la que pudiera ser dueño de su destino.

Lilith — susurró. El señorita había desaparecido y todavía no se daba cuenta —. Es ahora mismo, mientras el sol se eleva sobre nuestras cabezas, que debo corresponder lo que ha arriesgado contándome la verdad. Cualquier otra postura sería ofenderla. El deber puede atarme, pero es el impulso hacia mis propios deseos lo que ahora debo reconocer.

Con una mirada firme, continuó:

Deseo ser un hombre valiente, Lilith. Un hombre que desafía el curso predeterminado de las expectativas de un dios y las consecuencias de ser sólo un hombre. No puede ser que las limitaciones que nos atan sean invencibles, las cadenas invisibles del deber y el decoro, deben ceder ante la supremacía de la verdad. Quiero liberarla de las garras de un destino que no ha elegido. He estado ahí,  usted lo sospecha, y ambos sabemos que no es el lugar donde será feliz.

Una mezcla de esperanza y temor apareció en sus ojos. ¿Qué era exactamente lo que le estaba proponiendo? Un destino repleto de peligros, porque no había otro fin para quien sigue los ardorosos deseos del corazón. Sólo la misma Lilith podía detenerlo.


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Mensaje por Lilith d'Vandières Mar Mar 05, 2024 10:07 pm

Aquel encuentro entre ambos, estaba siendo bastante duro. Y no precisamente porque las palabras de algunos de estos fuesen pueriles o malintencionadas, todo lo contrario, pues parecía que finalmente y después de tanto tiempo, se podían abrir y comentar acerca de parte de lo acontecido entre ambos. Y esta vez sin cartas y sin miles de kilómetros de distancia. Una oportunidad como esa no podía ser desaprovechada de ninguna manera, Lilith lo sabía, y estaba segura de que Ischirione también. Eran las heridas del tiempo las que estaban haciendo todo más complicado, pero principalmente, aquella sombra de lo que pudo haber sido era la que hacía todo más difícil, y desde luego, mucho más doloroso.

Y aunque el destino de la joven rubia ya había sido sellado por sus padres, de manera sorpresiva y hasta cobarde a ojos de la muchacha, ver nuevamente a Ischirione era motivo de alegría para su persona. Su corazón le pertenecía, sólo a él y nadie más, por lo que a pesar de sus pesares, era grato volver a verle en cada oportunidad. Sonrisas espontáneas, a pesar de la dificultad de aquella charla, se asomaban en el refinado rostro de la muchacha cuando hacía contacto visual con el monarca. Aquellos ojos azules profundos siempre le robaban el aliento, y en esa oportunidad no era la excepción. Su mirada era esta vez mucho más profunda y cargada de sentimiento, una mirada que la joven muchacha estaba conociendo en esa oportunidad y con la que conectaba a la perfección. Fue entonces, cuando el titular del Reino de Italia volvía a tomar la palabra y a dejar con un gran sinsabor a la rubia. Si había alguien quién estaba verdaderamente manchada, era ella por los motivos que le atormentaban desde aquel fatídico día. Él no lo sabía, y ella no estaba interesada en hablar sobre ello, pero le dolía que él mismo se sintiera culpable por no haber insistido. ¿Cómo podría explicarle que no era su culpa? No podía revelarle la verdad, por mucho que quisiera.

No es justo que se desmerezca de esa manera, Alteza. Si ha usted heredado la corona de su reino, es porque así el Altísimo lo ha destinado para vuestra persona. Además, ha hecho una labor impecable y eso es algo que he podido escuchar en muchas ocasiones. Inclusive de otras cortes extranjeras ― la muchacha intentaba liberar la tensión del momento, con una sonrisa natural en su rostro, mientras uno de sus dedos rozaba con ternura la mano ajena que sujetaba la suya. Suspiró un poco más y continuó ― Por otro lado, he de decir que quizá mi nombre no esté manchado, pero sí que se ha extinto mi deseo de formar un hogar... Principalmente con alguien a quién mi corazón no pertenece ― su voz fue un poco más suave, y sus palabras más pausadas, intentando contener sus emociones. Desvió su mirada azulada hacia la mano ajena y luego hacia el horizonte. En ocasiones, envidaba a todos aquellos quiénes les servían. Quizá tenían obligaciones con su familia y su persona, pero por otro lado eran libres de amar y estar junto a sus seres amados sin restricciones. Después de todo, ellos no eran unas fichas en el tablero de ajedrez que movía a la aristocracia.

Pero cuando creyó que todo estaba perdido, el rey de su corazón, quién estaba sentado al lado de su persona, parecía querer encender un rayo de luz y esperanza en el que, como no podría ser de otra manera, comenzó a invadir a la renesa. A medida que escuchaba cada palabra que este mencionaba, una sonrisa más amplia parecía dibujarse en su rostro. Parecía algo descabellado, ¿Pero no era acaso más descabellada la locura que habían hecho sus padres la noche anterior? Algunas lágrimas volvieron a descender a través de las pálidas mejillas de la muchacha, pero no eran de tristeza, todo lo contrario  ― ¿Es en serio, Majestad? ― preguntó impresionada, pero verdaderamente feliz ante las palabras del monarca. Su cuerpo, aunque menudo, comenzó a temblar ligeramente ― ¿De verdad haría eso por mí? ¿Estaría dispuesto a sacarme de aquí? ― con la voz trémula, la muchacha preguntaba verdaderamente esperanzada a su interlocutor.

Sabía que aquello era una verdadera locura, pero a esas alturas, estaba verdaderamente desesperada. Se encontraba desesperada porque veía como se iba alejando cada vez más de aquellos sueños que tenía en los que podía vivir feliz. Y en compañía de él, del mismo hombre que parecía ofrecerle ahora una vía de escape a esa nube gris que siempre la seguía a donde quiera que se dirigiera ―. Es bastante valiente. Saber que está dispuesto a tomar el riesgo que implica sacarme de esta pesadilla, reafirma aún más todo lo que he comentado en esta oportunidad. Es usted un hombre honorable, pero principalmente justo y bondadoso ― la muchacha, miraba con una intensa ternura al hombre de aquellos ojos azules que le habían arrebatado el aliento desde hace mucho tiempo atrás.

Tenga la plena certeza de que, a donde quiera que vuestra persona decida enviarme, aceptaré con orgullo y firmeza. No tiene idea del gran alivio que trae a mi corazón escuchar vuestras palabras. Mi mente y mi corazón no han tenido paz ni tranquilidad desde ese preciso momento en el que mis padres, delante de la familia de Wittelsbach, me revelaban que me encontraba frente a mi prometido ― hizo énfasis particular, y con cierto desprecio, a esa última palabra. Después de todo, no quería estar relacionada a Roderick de Wittelsbach de ninguna manera.

Quizás no sea hoy, ni mañana, ni el próximo mes. Pero sepa que, apenas reciba vuestra misiva o informante con las instrucciones a seguir, estaré lista y atenta. Cuando digo que estoy lista, no tenga ni la más mínima duda de ello, Majestad ― sus palabras, cargadas de seguridad y decisión, sentenciaban y encendían en su corazón nuevamente aquel deseo de libertad. Un deseo que en muchas oportunidades, había sido pisoteado, degradado y saboteado por su familia y la misma sociedad.


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Dom Mar 10, 2024 3:06 pm

Jamás se había expuesto de ese modo ante nadie. Paradójicamente, estaba lejos de sentirse en peligro. A pesar de todo, Lilith confiaba en él.

Entendía demasiado bien las implicaciones de lo que estaban contemplando, las posibles repercusiones que les esperaban si optaban por desafiar la convención y perseguir sus afanes contra viento y marea. Sin embargo, en ese momento, al contemplar a la mujer que sostenía su corazón en sus manos, supo que no podría llamarse un hombre si la defraudaba esta vez.

Lilith… — susurró Ischirione como si pronunciar ese nombre aligerase el peso que llevaba sobre sus hombros — sería deshonesto si no reconociera los desafíos que le esperan a quienes optan por esto. Pero sabe esto: deja que tu carga sea la mía, no importa de qué se trate. Puede que tambalee, pero permaneceré inquebrantable en mi palabra. Ya no estás sola. No desposarás a ese hombre, ¿me has oído? No permitiré que te aten a nadie contra tu voluntad.

Y su agarre sobre la mano ajena se aflojó para pasar a la mejilla de Lilith, buscando que lo mirase a él y sólo a él.

Bebió de aquella visión, de los ojos mozos y de la piel peligrosamente suave, incólume. ¿Era este el rostro a quien pretendían entregar como mercancía, como si no resintiera las decisiones que otros tomasen por ella? Parecía sencillo direccionar cada uno de los aspectos de la vida de alguien cuando no se tenía que vivir con las consecuencias.

Esta maldita corona tenía que servir para algo.

Se oyó el crujir de la vegetación a la distancia, junto a un coro de voces. Se les acaba el tiempo otra vez. Esta debía ser la despedida más difícil que habían vivido, con la esperanza en lo más alto, de la mano con la angustia.

Cepilló suavemente un mechón suelto de aquel rostro, su tacto tierno y reconfortante. Hablaría con su padre, negociaría con los Wittelsbach, y pagaría el silencio de cuántas lenguas fuesen necesarias.

Déjalo en mis manos. Para cuando nos volvamos a ver, serás libre de unirte o no a quien tú desees.

Con este paso, Ischirione desafiaba las expectativas de su posición real. Sin pretenderlo, comenzaba a comprender que seguir su propio corazón no siempre obedecía a un mero capricho, sino también a un sentido de justicia, y que actuar según sus convicciones personales, incluso cuando eso significaba ir en contra de la corriente, era esencial para cualquier líder. Jamás se convertiría en un gobernante respetable si no demostraba altura para tomar decisiones difíciles, en lugar de simplemente seguir el camino más fácil.

Se apartó de Lilith sin desviar su vista y se puso de pié volviendo a ubicar sus manos en su posición habitual. Tanto los hombres que había enviado como los padres de Lilith volvieron a hacerles aquella mal llamada compañía que en realidad era vigilancia. Las reparaciones empezaron de inmediato; había un viaje que retomar.

Volvía a su faz la máscara del monarca, la misma faz que el mundo conocía de él.

El resto era secreto. El resto se quedaba con ella.


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Mensaje por Lilith d'Vandières Dom Abr 07, 2024 11:01 pm

Había añorado como la que más el tan solo tener un momento a solas con Ischirione, tal y como estaba aconteciendo en ese preciso instante. Había fantaseado muchas veces con la idea de hacerlo, verbalizarse sus inquietudes, confesarle lo mucho que le echaba de menos, y entre otras cosas, hacerle saber que deseaba verle nuevamente. Ese encuentro en particular no se había pactado previamente ni mucho menos habían indicios de ello, pues el infortunio que parecía haber causado retraso en la partida de los d’Vandières hacia Bretaña, había sido una bendición que le permitía reencontrarse, una vez más, con el monarca italiano. No fue aquel encuentro tal y como lo esperaba, pero sí que fue bastante útil, y a ojos de la renesa, perfecto a pesar de la difícil conversación que estaban manteniendo.

La cálida, delicada, pero varonil mano de Ischirione, se posaba sobre su pálido rostro con una caricia inusual y detenida. Cerró sus ojos, algo que había añorado en tanto tiempo estaba aconteciendo. El tacto de este bastaba para alivianar toda carga y el resto de males que aquejaban a la futura duquesa. Y conforme pasaban los segundos, escuchó la voz de su interlocutor mientras se iba dibujando una sonrisa en su rostro. Abrió nuevamente sus ojos e hizo contacto visual, de manera prolongada, con el castaño. Asentía en silencio, mientras algunas lágrimas aún se encontraban  sobre sus mejillas, pero manteniendo aquella sonrisa producto de la promesa que él le hacía en ese preciso instante ―. Siempre supe que podía contar con vuestra persona ― respondía en voz baja, y sin retirar la mirada de los ojos ajenos, como si se encontrase bajo una profunda sesión de hipnosis.

Los labios de la renesa, hicieron contacto con las manos de este, cuando en un rápido movimiento, la muchacha las tomó con sus aguantadas manos. Lo hizo con devoción, y con agradecimiento. Por primera vez en mucho tiempo, sentía Lilith que alguien se preocupaba por su bienestar, por sus males, por todo aquello que le aquejaba, pero principalmente por ella como ser humano, como mujer, y como una más. Suspiró con profundidad luego de hacerlo, y acarició estas levemente antes de liberarlas. Deseaba que aquel momento no acabase, pero el relinchar de algunos caballos en la lejanía, indicaban que pronto volvería a la normalidad y que volvería a separarse de él. Maldito el destino que se empeñaba en separarles a cualquier costo. Suspiró con impotencia y asintió en silencio, debía despedirse de él, una vez más.

Volvía a sonreír cuando por última vez, la mano de Ischirione acariciaba un mechón de sus dorados cabellos ―. Sólo hay una persona con quién deseo unirme por el resto de mi vida ― su voz trémula, respondía a las palabras del monarca. Tomó una ligera pausa, mientras nuevamente sus ojos dejaban caer unas lágrimas, era difícil despedirse de él, pero más difícil era alejarse por tanto tiempo y fingir ante el resto de los mortales lo que en su corazón habitaba ―. Mi corazón sigue siendo vuestro. No lo dude ni mucho menos lo olvide. Si lo logramos, estaré honrada de ser vuestra esposa ― su cuerpo menudo, tembló con ligereza por la emoción del momento. El tiempo se agotaba, sus azulados orbes, observaron a sus padres descender del carruaje.

Le vio ponerse de pie y tomar su posición habitual. Era Ischirione un hombre imponente a pesar de su humildad, su bondad y su dulzura. Le admiraba y le amaba con la misma intensidad, pero principalmente, le agradecía internamente por ser la única persona que le hacía mantenerse con vida, pues desde aquel fatídico día, Lilith sentía que su humanidad y que la vida misma le pesaba con demasía. Era él quién cada vez que se colaba entre sus pensamientos, traían un poco de respiro y paz a su alma.

Ahora todo volvía a la normalidad, él seguiría siendo el mejor amigo de su fallecido hermano, el pretendiente que no se hizo con su mano, el rey de Italia. Y ella… ella solo era una prisionera de la voluntad de sus padres y del desprecio del Altísimo. Una señorita más, de las tantas a quiénes no se les permitía pensar, actuar, o vivir de manera contraria a los estándares de la sociedad. En pocas palabras, una esclava del destino cruel que regía su vida.


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Mensaje por Ischirione Della Bordella Jue Abr 18, 2024 11:57 pm

Después de oír aquel deseo, Ischirione sólo quiso quedarse junto a Lilith y besar cada porción de piel que componía su delicado rostro. Estos impulsos de mozo egoísta, de descerebrado desbordado por la pasión. Eso eran. Amar era otra cosa, según lo entendía. Amar era poner en primer lugar el bienestar del otro, y sabía que faltarle el respeto a Lilith, máxime frente a su padre, no era más que el camino hacia la condena.

Con paso decidido, Ischirione se dirigió hacia donde se encontraban sus hombres, quienes ya estaban trabajando diligentemente para reparar el carruaje averiado. Frente a los hombres, el padre de Lilith observaba la escena con gesto serio, aunque no exento de cierta admiración por la determinación del monarca italiano.

¡Apresúrense, necesitamos partir cuanto antes! — ordenó Ischirione, su voz resonando con autoridad mientras se acercaban los sirvientes.

Los criados asintieron con diligencia, redoblando sus esfuerzos para reparar los daños lo más rápido posible. Sabían que no había tiempo que perder, que cada segundo contaba en esa carrera contra el reloj. Con habilidad y destreza, trabajaron en equipo, cambiando ruedas, reparando ejes y ajustando los arneses con una precisión que solo la práctica y la experiencia podían otorgar.

Mientras tanto, el padre de Lilith se acercó a Ischirione, su mirada llena de curiosidad y respeto.

Majestad — dijo con cortesía —, quiero darle las gracias por su generosidad y su dedicación hacia mi familia. No tengo palabras para expresar mi gratitud por todo lo que está haciendo.

Ischirione asintió con humildad, sintiéndose abrumado por las palabras de agradecimiento del Duque.

No hay necesidad de agradecimientos, señor — respondió con sinceridad—. Lo hago porque han sido infinitamente generosos conmigo desde antes de que hubiera una corona sobre mis hombros. Haré todo lo que esté en mi poder para asegurar su felicidad y su bienestar. Y si algo llegara a pasarles, Dios no lo quiera, velaría por el futuro de su hija también.

El padre de Lilith asintió con gratitud.

Confío en que los Wittelsbach cuidarán de mi hija como se merece — dijo con solemnidad —. Y espero algún día verla sonreír de felicidad. No es fácil, como sabe. En este mundo nada lo es.

Ischirione asintió con placer culpable, sabiendo que tenía una responsabilidad sagrada hacia Lilith y hacia su padre. La miró solapadamente por sobre el hombro del Duque. No estaba bien, pero al mismo tiempo quería que lo estuviese. Él debía hacerla feliz, no ese crío. Lo cierto era que no se sentía capaz de hacer feliz a nadie, pero quería lograrlo.

Con el carruaje finalmente reparado, Ischirione y el padre de Lilith observaron cómo los sirvientes ajustaban los últimos detalles antes de partir. Sabían que el camino por delante sería difícil y lleno de peligros, pero también sabían que estaban unidos por un vínculo más fuerte que cualquier adversidad.

Como un gesto de despedida, Ischirione ayudó a Lilith a subir al carruaje, reteniendo el contacto lo más que pudo hasta la separación.

La dejaría ir sólo un momento. Nada más.


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