The rain has brought you | Privado

por **Alain Joubert** Sáb Dic 22, 2018 8:13 pm

Hacía dos días que no dormía. Estar en relativa paz, en su casa y sin ninguna inminente misión, le era tan extraño que no lograba calmar su mente. Sabía que eso podía cambiar de un momento a otro, que debía estar preparado para partir en cuanto le llegase algún telegrama donde se lo requiriera. A Alain le había pasado antes eso de estar recién llegado a su casa y que al otro día le llegase una paloma con el mensaje urgente para llegar a la base inquisitorial de París, pero también había vivido el otro extremo y recordaba como dolorosos los tres meses que había pasado –hacía dos años- sin ser asignado a misión alguna. ¿Qué hacía un hombre como él con tanto tiempo libre? Era espantoso.

Cerró el libro sin haber leído siquiera un párrafo. El ama de llaves le había asegurado que tomar un brandy frente a la chimenea, en el estudio, con un libro en la mano, le relajaría, pero no era así. Ni siquiera la tormenta que azotaba Niza esa noche lograba hacerlo conectar con el tiempo de descanso que le había llegado, pese a que dormir en noches de tormenta era una de las pocas cosas que Alain en verdad disfrutaba.

También le gustaba volar con tormenta.

Dejó todo encendido allí, pues sabría que no podría dormir y acabaría regresando a su estudio, y se dirigió a su dormitorio ubicado en la segunda planta de la casa. Estando allí no encendió ninguna luz, pero sí abrió una hoja de la puertaventana que daba al balconcillo. Alain se desnudó junto a la cama y allí mismo tomó forma de halcón sacre para salir volando a la noche.

Tomó altura mientras las gotas de lluvia le empapaban las plumas, desde allí observó su casa y la sintió tan ajena… era poco tiempo al año el que pasaba allí. Voló alejándose del lugar, siguiendo las correntadas del viento, esquivando las nubes que más cargadas se veían.

No había volado mucho cuando algo abajo, en el camino, llamó su atención. Un solitario jinete corría como si lo persiguiesen, aunque Alain no veía a nadie más. Curioso, y con sus sentidos de espía bien alertas, comenzó a seguirle y poco a poco perdió altura para acercarse y escoltarle, pese a no saber a dónde se dirigía. Siguiendo ese camino solo se iba a su casa, porque la de sus vecinos, los Gaurot, estaba a unos quince kilómetros desviando a la derecha.

Supo que la persona se dirigía a su hogar cuando aminoró la marcha al divisar la edificación en medio de la cortina de lluvia. Alain remontó vuelo y no tardó más de dos minutos en llegar al balcón de su habitación y de ahí directo al costado de la cama donde su ropa había quedado. Se vistió de prisa, lleno de interrogantes, y buscó una de sus armas –la que dejaba en la mesilla de noche- antes de bajar.

Justo cuando se encaminaba a la puerta de entrada oyó que alguien la golpeaba. Apuró el paso y se calzó la pistola en el cinturón. Pero cuando abrió la puerta la imagen de una muchacha, exhausta y empapada lo sorprendió. Definitivamente no era lo que esperaba encontrar.

-Buenas noches –saludó, algo confundido-. ¿Se encuentra bien?