Tiempos convulsos- privado- Ilja

Realmente la mansión se sentía extremadamente vacía y fría. Desde la desaparición de su primo, Anna se había vuelto en extremo desconfiada, melancólica, taciturna. Hasta el extremo de casi no dormir. Se pasaba las noche escribiendo cartas a su primo, reprochado su abandono, pero esquelas que luego tiraba al fuego del hogar, ya que no había manera de comunicarse con él o saber en qué lugar se escondía.

Una noche se presentó en su hogar, aquel hombre que su primo le presentó, exigiendo el paradero de Ilja, como Anna no lo sabía,  aquel monstruo descargó  su ira en ella, golpeando el delicado cuerpo con el bastón que portaba. Anna por el dolor se desvaneció, pensó  que ese sería su fin. Más al paso de las horas el amanecer la encontró  tirada en la alfombra del salón en donde había recibido a su agresor. Intento levantarse pero el dolor era insoportable.  Se arrastró como pudo hasta el llamador de la servidumbre,  pero ésta  no respondió. Anna entró en pánico, - ¿Y si como en aquel tiempo en que perdiera a sus padres, ella era la única sobreviviente?- lloró amargamente, hasta que se acabaron las lágrimas. Le llevó mucho esfuerzo y dolor, poder moverse y usando los muebles como apoyo, dejó el salón y se dirigió a la cocina. Allí  encontró un infierno, todos estaban muertos. Su rodillas temblaron, haciendo que perdiera las fuerzas y se cayera al suelo.

Como pudo se dirigió a sus aposentos, se limpió el rostro que aún mostraba los rastros de sangre y moretones, cambió  su vestido, por uno sencillo y salió  de su mansión, por los callejones posteriores. Tomó un carruaje u se dirigió  hasta una parte de la ciudad a la que nunca pensó en llegar. Pero la tarjeta de presentación que recibiera de ese hombre asiatico, era lo único que podía usar como salvación.  Al llegar, bajó  con dificultad del carruaje y se acercó a los soldados que custodiaban el lugar, solo pudo mostrar la tarjeta y nombrar al caballero - Señor Nam Yoo... por favor-, apenas sus palabras salieron de su garganta, se desplomó.

Cuando despertó, se encontraba en una elegante habitación. Allí, pasó varias semanas recuperando su cuerpo, mientras que el secretario del Embajador, pasaba noche y día buscando el paradero de su querido Ilja. Fue en una de esas noche, cuando el caballero le comentó  que había encontrado a su primo, pero que por el bien de ambos, lo mejor seria partir de París y de Francia. Ella asintió a las palabras, en pocos días el viaje se haría realidad, solo necesitaba acompañar al señor Nam Yoo, al puerto, él  se encargaría de todo.

Al llegar al puerto, el carruaje que los llevaba, se detuvo frente a un grupo de embarcaciones de mediano tamaño, una de esa poseía dos banderas, la inglesa y la coreana, No debe temer, toda la tripulación es parte de nuestra gente- el asiatico le sonrió, no sabia porqué, aquel hombre parecía estar ansioso, en especial cuando un grupo de personas se fue acercando a donde ellos estaban. Una suave y dulce sonrisa se creó en el rostro de aquel caballero,- Ilja- susurró. Anna, emocionada y sin poder creerlo, giró con dificultad su cuerpo y allí pudo reconocer a su única familia. No pudo controlarse, lloró con desconsuelo, estirando sus delgados brazos, intentando acortar la distancia, y el tiempo que los había mantenido separado.