Escondites de seda (Libre)

por **Theresa Breckenridge** Mar Jun 19, 2018 7:08 pm

- ¡NO! ¡No he hecho nada malo!

Despertada estaba repentinamente sobre la cama de su habitación. Theresa soñó al parecer con alguna pesadilla que le atormentaba todas las noches. Así mismo ya el día asomaba por la ventana. A su lado, su hermanastro quien ahora le creía más inocente, podría decirse que habían hecho una tregua de paz y dormían…solamente dormían juntos debido a que la de su hermanastro estaba en reformas. Su camisón estaba revuelto, abierto. Tocándose su parte inferior supo que sus bragas estaban en su sitio, que no habían sido movidas pero si su parte del camisón.

- Pervertido – Pensó para sí misma mientras observaba a su hermanastro dormir la mona incluso con el día rozándole el rostro pero este ni se inmutaba en absoluto. Theresa se levantó de la cama, aquel día los sirvientes tenían el día libre entero para sus tonterías y a Theresa le tocaba cada dos martes cocinar y hacer todo tipo de tareas. No le desagradaba, es más, se sentía completamente útil. Luego en su tiempo libre siempre se ponía a dibujar diseños, jugaba con trozos de retales que había rebajados en las tiendas de telas y creaba sus propias creaciones.

- Theresa… - Escucho su nombre viniendo cerca de ella, levanto su mirada hacia el frente y observó cómo su hermanastro le comía con la mirada – Ayer gritabas de placer como nunca lo habías hecho…. –Tras decir eso, Theresa le planto un bofetón a su hermanastro y se fue tan pancha aguantando las lágrimas hacia su habitación. Cuando se calmó, acabó por vestirse y salir por la puerta principal hasta ir al centro, sobre todo a la tienda de retales que había en la zona sur de París, era su favorita porque siempre traían cosas de afuera del país o algún nuevo libro con nuevas ideas o diseños por crear o inspirarse. También conocía al sastre que vendía los retales. Era un hombre de avanzada edad al que siempre le encantaba contar historias de la realeza, Theresa siempre hablaba con él ya que para ella era desde que llegó un padre para ella.

Cuando ya había llegado hasta su destino, se encontró al bajar una moneda de oro. ¡Vaya! Al parecer iba a tener suerte y se la guardo en el bolso que llevaba aquel día. Se dirigió hacia la tienda de retales y vio que estaba cerrado. Vaya, probablemente estaba llegando tarde aunque el hombre de por sí ya era mayor y lo mismo no tenía las mismas ganas que antes. Theresa se fue a un café que había cerca de la tienda a esperar mientras tomaba un café.