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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Charles Moncrieff Dom Abr 01, 2018 12:18 pm

Los pies van repitiéndose en pasos cortos llevando a la figura masculina entre callejuelas y transformando los lugares más oscuros en su avance, hasta que la luz se acentúa y es parte del medio ambiente. Se avanza con ritmo relajado, una vez llegando a la plaza, el reloj de la iglesia más cercana anuncia que la noche ha caído desde hace ya cuatro horas. Un poco tarde para seguir avanzando entre adoquines y caminos empedrados. Los carruajes van y vienen por la calle transitada, los caballos de todos tipos pueden apreciarse engalanados o bien, tan faltos de comida que es un esfuerzo titánico avanzar con la carreta a cuestas.

Y como los corceles, los hombres y mujeres son variados, de una sola mirada puede saberse su procedencia, pasado, presente y futuro. Quiénes vivirán mucho más y los que no. Quiénes son felices y los infelices... falso, es ahí donde se rompe la línea. Donde todos los esquemas se desquebrajan. La ausencia de felicidad no depende del dinero que se tenga en los bolsillos, en el banco o bien, debajo de la cama. Si no de hacer todas las actividades que agradan y obtener la satisfacción anímica necesaria para continuar en movimiento.

Los labios de Charles se ensanchan en lo que pudiera ser un intento de sonrisa y termina en una mueca. ¿Cuándo fue feliz? En el real sentido de la palabra. ¿Cuando estuvo en Irlanda y doblegó las voluntades de los personajes que alguna vez se impusieron ante él y terminaron de rodillas, no en un concepto romántico, si no tangible? ¿Cuando regresó a Londres y readquirió la casa de su infancia, la que fuera de sus padres? Entrar al enorme lugar donde sólo el sonido de los tacones de sus zapatos resonaba, no le devolvió el sonido de la risa de su hermana más pequeña, ni la visión de su hermano mayor.

¿Cuando empezó a forjar un imperio de sangre, decadente, tóxico para quienes preparaban el espectáculo, quienes eran los inocentes acribillados e igual para sus ejecutores? La verdad sobre la felicidad es tan vacía como el estómago del hombre que lo medita. Los secretos de la vida son en ocasiones inexpugnables. La música de un violín de baja categoría serpentea contra su oído, las notas son aprendidas de memoria, es una conclusión de quien reconoce la melodía y distingue un la y un laM. Imperceptible para oídos no educados. A pesar de ello, los dedos son mágicos, propios de un prodigio.

Los pies vuelven a su trabajo, se mueven hasta donde inicia el manantial de dulzura. Y la última palabra tiene sentido al ver a la niña de aproximadamente ocho años interpretando la melodía que es de mediana complejidad en su ejecución. La calificación sería apenas aprobatoria de no ser porque a esa edad, su dominio del instrumento la cataloga como un ser excepcional. A sus pies, un sombrero dado vuelta es el único testigo de su muda súplica. Dinero. Ella necesita felicidad metálica, pero en tanto sus manos siguen apretando las cuerdas del violín, su expresión es de total felicidad y ensueño.

El cinismo se ha introducido en la mente de Charles como la raíz de un árbol en la tierra. Ha germinado y dado forma a un tronco de incredulidad absoluta en las bondades de la humanidad que ni siquiera una pequeña puede tornar la realidad hasta su inicio. Sólo piensa en ella por lo que puede redituarle. ¿Cuándo fue que se plantó esta semilla de ignorancia por el mundo y preocupación por el interés? Ni siquiera él puede recordarlo. La lógica indicaría que se dio en el momento que fue separado de sus padres y, a sus nueve años, obligado a encarar la amarga y cruel realidad.

El evolucionar de la manera en que Charles lo hizo y salir del medio en que se encontraba era imposible a ojos vista de la sociedad despreocupada de los necesitados, pero él lo logró. La doble moral existe en todo momento y lugar: mujeres que fingen ayudar en obras de caridad en tanto matan a golpes a sus empleadas por arruinarles un vestido. Hombres que utilizan sus medios para conseguir un campo de cultivo para dar de comer al mundo al tiempo que matan de hambre a sus colaboradores. Charles jamás ha sido un benefactor.

Y no desea serlo.

A pesar de ello, entiende que hay necesidades que deben satisfacerse. - Tu interpretación es muy buena. ¿Querrías ir a casa de mi madre para complacerle? Está enferma y a ella le gusta esa canción en particular. Soy muy malo tocando el violín. Te pagaré 100 francos - la duda en los ojos de la pequeña se instala como parte inherente de su instinto primario, la supervivencia. - Allá seguro que mi madre podría darte algo rico de comer, quizá panecillos, queso y carne, por cierto ¿Cómo te llamas? - la pequeña baja la cabeza.

Ha dado en la diana, el sonido que se percibe es el de un estómago falto de comida, pero eso va a cambiar. Ya no sufrirá por ello. - Soy Angelique. ¿Tardaremos mucho? Tengo que regresar a con mi madre - la voz infantil describe la realidad que Charles imaginó - está con mi padre esperándome, vivimos en Saint German y Saint Louis - el mayor se acuclilla para estar a la altura de los ojos de la niña - prometo que tu familia recibirá el dinero e inclusive, comida para todos. Mi madre está enferma y quiero darle una alegría con tu presencia y tu violín - eso es suficiente para que la pequeña asienta, tome el sombrero y le ofrezca la mano.

Por supuesto que no la va a tocar, no al menos con la piel desnuda. Cuando desliza su diestra para tomarla y conducirla, el guante blanco es el que recibe toda la suciedad. El camino inicial es deshecho, la luz se vuelve oscuridad a cada paso. La pequeña da un pequeño salto al escuchar un sonido sospechoso cerca de ella. Los callejones son más abundantes en esta zona, al internarse en la parte más profunda y solitaria, antes de que la infante pueda pronunciar algo, su cuerpo es impulsado por una fuerza mayor contra la pared.

El primer golpe le aturde. El segundo que le propinan contra la cabeza, le abre la frente y la hace perder la conciencia. El tercero, cuarto y quinto, le desprenden de la vida. Charles deja caer el tubo ensangrentado cuidando de que sus ropas no estén manchadas del líquido carmesí para abandonar el lugar - mañana tu familia tendrá tus 100 francos y la comida -promete antes de dar media vuelta.

Sus pies sólo dan seis pasos antes de detenerse y voltear por encima de su hombro derecho - ¿Y usted qué va a querer para tener la boca cerrada? - había escuchado un sonido y no le prestó atención, pero ahora que se repitió, sabe que alguien está ahí. Sólo quiere saber cuál es la cantidad a desembolsar. Todos quieren eso, al menos de forma inicial. Su propia felicidad pesada en metálico.


Última edición por Charles Moncrieff el Mar Abr 24, 2018 11:54 am, editado 1 vez


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Mensaje por Sabah Jue Abr 05, 2018 9:54 am

Hacía varias semanas que había decidido abandonar Roma para trasladarme hasta la capital francesa, decían que París últimamente se había convertido en un hervidero donde los sobrenaturales luchaban por mantenerse con vida perseguidos ya no solo por cazadores, sino porque la Inquisición había aumentado considerablemente y tenía a más fieles en sus filas dispuestos a cazar a lo que ellos llamaban “herejes”, “hijos del demonio”. En Roma la actividad también había sido bastante considerable y debías de llevar cuidado, la ciudad guardaba muchos secretos cuando la noche caía pero me había cansado de estar en aquella ciudad, decían que París era algo más liberal y quería saber si lo que decían sobre ella era cierto. Se podría decir que era una nómada, no tenía un lugar fijo donde asentarme y siempre me movía de un lugar a otro, tenía el tiempo necesario para disfrutar de cada ciudad hasta cansarme y aburrirme de esta, y sobre todo, el dinero suficiente como para comprar mansiones a lo largo de todo el mundo donde poder residir cuando quisiera, sin tener que preocuparme ya que pagaba una buena suma de dinero porque me conservaran los lugares y los dejaran siempre impecables... nunca sabía dónde sería mi siguiente destino y me gustaba que todo estuviera en su sitio, limpio y ordenado. No era la primera vez que pisaba París, para una vampira que contaba con más de tres milenios a sus espaldas se podría decir que había visto todos los rincones del mundo, pero sí era cierto que este cambiaba constantemente. Había visto construirse imperios al mismo tiempo que luego los había visto caer derrocados, cómo evolucionaba el mundo y yo me adaptaba a este para no acabar sumida en el aburrimiento... para un inmortal no había nada peor como quedarse estancado, solo nos tocaba evolucionar y adaptarnos a las nuevas épocas que nos tocaban vivir. En mi llegada a París nada más pisar la ciudad pude ver lo que esta había cambiado, la humanidad parecía evolucionar favorablemente y atrás habían quedado los tiempos en los que se vivía de forma más inmundicia, por una parte me alegraba que eso sucediera. No se podía comparar con Roma, algo más avanzada que París, pero de la última vez que estuve había mejorado bastante y al menos era un buen síntoma para quedarme por un tiempo, de alguna forma quería revolucionar un poco la ciudad y ver ese “hervidero” del que tanto había oído hablar, estaba deseando que París también sucumbiera ante los demonios.

Mi mansión estaba más que preparada desde hacía ya un par de días y antes incluso de mi llegada a la capital francesa se sucediera, todo estaba tal y como yo lo había previsto, la mansión perfecta con los detalles que había pedido que tuviera con un enorme salón y un hall donde se podría dar fiestas más adelante, un jardín enorme plagado de árboles y de sitios donde poder disfrutar de la naturaleza, unas vistas privilegiadas de la ciudad puesto que la mansión estaba en la cima de una de las colinas y desde el jardín, apoyada en la barandilla del balcón que había, se podía tener una panorámica perfecta de la ciudad como si fuera un símil al control que siempre me gustaba tener entorno a mi vida, y entorno a los demás que me rodeaban. Estatuas de mármol por el jardín, fuentes donde podías sentarte, algunos bancos, el césped... era el lugar perfecto y sin duda la persona que había hecho los arreglos me conocía demasiado bien, aquella mansión la tenía desde hacía décadas pero como siempre estaba viajando alrededor del mundo nunca tenía un sitio oficial donde quedarme permanentemente, me gustaba ir moviéndome y apreciar el cambio que hacía la evolución humana, me fascinaba ver cómo iban mejorando siglo tras siglo y las cosas que se les iban ocurriendo. Había estado un par de días recorriendo la ciudad y me había topado con que las cosas habían cambiado desde la última vez que estuve, no solo la estructura mejorada de la ciudad con sus edificios y con sus casas mejoradas, sino que además había acudido en una época en la que el libertinaje estaba a la orden del día, en donde el sexo primaba y ya no era un tabú como hacía años ocurría. De hecho había comprobado que habían muchos más burdeles, como ahora los llamaban, donde los hombres pagaban por una noche de placer... incluso las drogas estaban a la orden del día también, sabía de la existencia de un fumadero de opio donde iba a colocarse la gente. Ah, en mi época también teníamos nuestros métodos para lo que ellos hacían, aunque no de igual forma, pero los sacerdotes lo utilizaban sobre todo en sus templos y por ello las sacerdotisas también lo hacíamos. Yo en mi época humana fui sacerdotisa en Dendera, rendíamos culto a la diosa Hathor hasta que la guerra estalló en nuestras tierras y nos vimos obligadas a escondernos. Cerré los ojos recordando aquellos momentos, rememorando al vampiro que nos encontró ocultas y lo que hizo con nosotras... cómo bebía de nuestra sangre y luego mi conversión a vampira, para luego con el paso de los siglos matarlo sin contemplación alguna.

Por esa noche quería disfrutar de lo que me ofrecía el ambiente nocturno de la ciudad, en esas estaba paseando por sus calles contemplando lo mucho que había cambiado desde la última vez que había estado pisando aquella misma calle abarrotada de gente cuando hubo algo que, de entre todo lo que había en aquel lugar, llegó a captar mi atención. Mis ojos tan agudos por mi conversión a vampira podían ver, desde aquella distancia, al hombre que se había acercado a la joven niña que tocaba el violín en la calle con la intención de ganar algo de dinero, una limosna a cambio de enseñar su talento con tal instrumento que amenizaba en esos momentos el centro de la ciudad pero sobre todo la calle en la que ella misma se encontraba. Aquel hombre como los que había en aquel lugar podría ser como cualquier otro, de hecho, nada en su aura me indicaba que era diferente ni lo hacía especial ante mis ojos... más fue su aspecto lo que, sin duda alguna, captó mi atención por encima de todo lo demás. Me mordí el labio observándolo mientras lo analizaba detenidamente, un rostro que me era familiar y que me recordaba a un humano que había conocido en épocas pasadas, uno con el que había disfrutado de muchas cosas y al que le había enseñado los placeres más ocultos y oscuros de la noche. No me resistí y no quise hacerlo tampoco cuando mis pasos lo siguieron adentrándome en aquel callejón mientras él guiaba a la niña quien, algo asustada, no sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo... oh sí, porque podía leer la mente de aquel hombre y sabía que sus palabras eran una falacia, algo que ella con tanta ingenuidad no sabía y eso acabaría siendo su perdición. Me escondí entre las sombras resguardándome como muchas otras veces había hecho a contemplar la escena que, macabra para muchos, se desarrolló frente a mis ojos que tomaron un matiz rojizo al ver como aquel hombre arrebataba la vida a esa niña. ¿Si me excité? Por supuesto que lo hice, me deleité en la forma en la que sin contemplación acabó con ella y cómo ni siquiera se manchó dejando su ropa limpia y pulcra... ah, aquel hombre me recordaba tantísimo a él, a mi compañero, a mi confidente... uno con el que había hecho barbaridades y atrocidades, uno que acabé matando en parte por traición. Contemplé con una sonrisa ladina, y malévola, cómo se alejaba con la intención de comenzar un nuevo juego que arrancaría aquella noche con aquel hombre, siempre me había gustado divertirme y parecía que en París estaba encontrando esa diversión que por tiempo me había faltado. No supe cómo pero se había dado cuenta de mi presencia, sin girarse del todo solamente ladeando su rostro me preguntó cuál era mi precio... ah, qué ingenuo era el humano si pensaba que yo tenía un precio para silenciarme, ¿no era eso maravilloso? Saber que por mucho que hiciera, en mil vidas, jamás podría hacerlo.


-Os aseguro que ni con cien francos tiene usted ni para empezar con lo que realmente deseo para, ¿cómo ha dicho? Ah sí, “mantener la boca cerrada” –comenté con tono mordaz porque esa había sido la cantidad que había anunciado a la pobre e ingenua niña que le pagaría por tocar para él, no había por qué seguir escondiéndome y salí a la luz para que pudiera observarme bien mientras mis ojos lo repasaban andando con paso firme hacia donde se encontraba. A un lado el cuerpo de la niña yacía muerto con su sangre manchando los adoquines del suelo y la barra de hierro que había utilizado como arma homicida quedaron en un segundo plano cuando los verdaderos jugadores empezaron a mover ficha- cree firmemente que todos tienen un precio, ¿no es así? Como esa pobre niña... ¿ese era el precio que merecía para su muerte? –Ladeé ligeramente el rostro contemplándolo sopesando cómo hacer los primeros movimientos, quería disfrutar de aquello- ¿y si le dijera que no preciso de oro, ni joyas para silenciarme? ¿Aceptaría cualquier trato, aunque eso pudiera significar su... muerte? –Sonreí de forma ladina, oh, por supuesto que no iba a matarlo cuando había encontrado un espécimen tan interesante, seguí andando hasta colocarme frente a él repasándolo mejor con mis ojos que, bajo la luz de la farola, se iluminaban- no creo que lleve encima nada con lo que pueda silenciarme y, de hecho, me gusta demasiado saber que conozco este pequeño secretito vuestro y que de alguna forma puedo utilizarlo en mi favor. Tranquilo, no pretendo contarlo –volví a sonreír- déjeme decirle que he disfrutado con el espectáculo que he presenciado, ha sido perfectamente magnífico, oscuro y letal –mi voz tomó un matiz algo más bajo, como más oscuro- y ni siquiera se ha manchado cuando lo ha hecho –no llevaba ni una sola mancha de sangre, mis ojos se fijaron en los suyos- dígame, ¿qué ha sentido exactamente cuando daba golpes y arrebataba la vida a esa niña? Quizá, por fin, haya encontrado algo tan sumamente interesante como yo en esta concurrida ciudad.
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Mensaje por Charles Moncrieff Jue Abr 05, 2018 11:43 am

La oscuridad se cierne sobre la ciudad, entre calles y callejuelas hasta el lugar donde incorporado en toda su soberbia y altivez, espera Charles a que se descubran ante él. La presencia se torna visible, ni siquiera la luna ocultándose es capaz de dar la cara cuando el viento aullante se desplaza por arriba de sus cabezas creando una atmósfera sobrenatural. Los vellos de los brazos del inglés se despiertan erizándose al unísono. El estómago se contrae formando un hueco cual centro de huracán. La garganta se seca y, como impulsado por un resorte, el instinto exige salir de ahí a toda velocidad. No es algo que el hombre vaya a satisfacer, por lo que da media vuelta para ponerse de frente a la presencia femenina, llevando el bastón que como espada, coloca ante él y apoya ambas manos sobre la cabeza aleonada del objeto.

Toda su postura es un signo de defensa y ataque simultáneo. La espalda se ha estirado y los hombros se alinean en horizontal. La altura del hombre parece crecer más allá del metro ochenta y cinco. La voz femenina le provoca un estremecimiento en las extremidades inferiores. La vista no se despega del claroscuro que se dibuja en el cuerpo y las paredes. Es esa voz la que le obliga a mantener la firme presencia. No va a doblegarse. No está acostumbrado a ello y ni siquiera por el timbre que le provoca... sí, provocativo y seductor a pesar de la propia sorna y altivez que se detecta en su portadora. No es cualquier persona. No es alguien a quien deba desestimarse.

No se ha encontrado Charles en una situación así más que, quizá, su primer encuentro con un sobrenatural. Contra aquél oso que encontrase en el bosque de Irlanda y que por poco ciega su vida de un solo garrazo, pero ella es diferente. No logra detectar el qué, mas su propio cuerpo y los cabellos de su nuca que parecen jalarle en dirección contraria a ella, lo indican. - Si cien francos no son suficientes, de seguro que hay algo que busca. Todos tienen sus necesidades, no hay quien se escape de este defecto - su voz suena más estable de lo que su garganta agarrotada podría prever. Eso le alivia. Todavía tiene la posibilidad de salir airoso.

Y si de juegos mentales y verbales se trata, Charles es todo un experto. Ella se descubre, la luz de la luna le muestra un instante antes de, temerosa, volver a esconderse. Lo primero que Charles piensa es en que tiene un cuerpo que desearía poseer, como todos los hombres. Lo segundo, es en lo indefensa de apariencia aunque hay algo más macabro en su condición. Lo tercero, en las marcas visibles de su entrenamiento. Esta mujer no es una más de las cortesanas que puede encontrar dispuestas a entregarse y obtener un precio irrisorio por sus atenciones. Lo cuarto,... los ojos de la mujer gritan sin pudor. El inglés es experto en identificar peligros y ella tiene marcado en su frente que es la parca vestida de mujer.

Una súcubo, que sabe que lo es y lo utiliza para su conveniencia. Son esos orbes lo que la delatan como una sobrenatural y no sólo la atmósfera que se ha enfriado con sólo su presencia. La barba del hombre se alza dos centímetros beligerante. Tiene miedo. No lo negará jamás. Siempre ha dicho que el miedo es parte integrante del ser humano. Negarlo es una estupidez. Destrozarlo es lo único que le guía en esta existencia y que le convierte en un ganador. - Se equivoca, ya dije que todos tienen un precio. Sin embargo, sólo algunos humanos son tan formidables para ser inmortalizados. Ella estuvo de acuerdo con el dinero y la comida para darme lo que quería. Inmortalizar su existencia, el dulce sonido de su violín plasmado en mi memoria por y para siempre y a cambio, evitar que se pudra en la inmundicia. De unos padres que no la merecen. Y si lo hacían, debieron buscarle un mejor sino que sólo tocar su violín en la Plaza - el viento levanta el bajo de su abrigo y remueve su cabello.

Al tiempo, crea remolinos alrededor de la fémina dándole un aire fantástico. Las prendas de la mujer son observadas por Charles que descarta armas. Son las uñas de ésta la que le indican que no necesita un objeto para ser letal. Las siguientes palabras le obligan a estirar los labios formando lo que parecería ser una sonrisa que termina en una mueca irónica - ¿Me cree tan estúpido como para negociar con Caronte un viaje sin retorno sabiendo que no tengo un óbolo? No me subestime, madame. No soy como los hombres que ha encontrado en su camino, que seguro se han dejado llevar por su belleza intoxicante y sus ojos que arrebatan las almas de los incautos. Sé que mientras más hermoso sea el espécimen, más mortífera suele ser su mordida - paso a paso llega hasta que sólo centímetros le separan.

Sus orbes azul acero se plantan con los de la fémina. Su postura no ha cambiado, firmes las manos contra el bastón, las piernas sólo se abren imperceptiblemente, para aguantar cualquier carga que pudiera realizar. No la cree capaz de un combate cuerpo a cuerpo, si no de movimientos más mortíferos y finos. Las explicaciones le incordian. La sensación de estar en desventaja es detestable - haga con la información lo que quiera. Haga de ésto un escándalo. Dudo que alguien pueda creerle, madame. Y me gustaría verla parada en la estación de policía explicándoles a los hombres que se quedarán babeantes ante su presencia, que he matado a una cría. Ni siquiera sabe mi nombre - los ojos se tornan altaneros, buscando un duelo de voluntades.

Uno que se disuelve en el transcurso del siguiente diálogo. La peligrosidad de la mujer no se esfuma al conocer que, en su interior, es tan sádica como el propio Charles cuando da rienda suelta a sus deseos más bajos, pero le da a todo un cariz diferente. Mientras la tenga ocupada puede gozar de los instantes de vida que pueda alargar. Y vaya que lo hará. - Ya veo... si desea escucharlo, tendrá que seguirme. No pienso quedarme en este sitio. Que una persona como usted me haya descubierto es válido, pero que un humano lo haga, sería imperdonable. Voy a retirarme unas cuantas cuadras, está invitada a acompañarme - el énfasis en "humano" no era necesario, a pesar de ello, Charles está dispuesto a hacerle ver a su acompañante involuntario -involuntario para él- que reconoce en su naturaleza un brillo letal y que en su intención de irse no hay más que eso: evitar más miradas indiscretas.

Le ofrece el brazo como todo caballero para caminar por las callejuelas llegando a lugares más visibles y menos probables de ser relacionados con el asesinato perpetrado. Una vez ahí, el inglés obtiene de una caja pequeña guardada en uno de los bolsillos de su abrigo, un cilindro de papel que contiene tabaco y lo enciende. El fuego carcome la superficie emitiendo un olor característico para después, unirse el humo blanco que se desprende de la nariz de Charles. Sosteniéndolo con la diestra, la siniestra juguetea con el bastón - la respuesta a su pregunta sobre qué sentí al hacerlo fue liberación. La mía y la de la infante, por supuesto. Ambos destrozamos las cadenas que nos ataban. Su ida a con Caronte es un futuro glorioso comparado con el que tendría de permanecer en París. ¿Por qué? Sencillo. Si sus progenitores no pueden cuidarla y la mandan a trabajar mientras ellos permanecen en casa, significa que jamás van a protegerla como los románticos exigen. Los padres están para proveer a sus hijos de todos los elementos para que crezcan felices y satisfechos, rezan en las iglesias. ¿Qué le deparaba el futuro? Hoy mendiga. Mañana ladrona. Pasado, prostituta muerta en algún callejón. Sólo aceleré su futuro evitándole todos los sufrimientos extra. Lo que los padres hagan con las cien monedas y la comida me es indiferente. Yo salvé a la niña de un padecimiento mayor. Soy tan humano como cualquier otro, sólo que no tengo doble moral - da otra calada.

Sus pasos se acercan a la fémina hasta estar frente a ella - ahora, ¿Qué hará conmigo? No soy un ente que se deje doblegar con facilidad. No me caracterizo por ello y no me agrada que me pongan un pie en el cuello. Quien decide mi futuro soy yo, si decide exterminarme, sé que no tendré posibilidad de escape y no soy ningún imbécil para pensar que puedo escapar airoso. Si decide conservarme, no crea que seré un esclavo o que podrá chantajearme con lo acontecido atrás. Soy el que decide qué hacer. Esté bien o esté mal... téngalo en cuenta, no soy hombre acostumbrado a bajar la cabeza por más que intente amedrentarme con sus artes oscuras - la última calada consume el cigarrillo y como es costumbre, éste es asesinado al caer al piso y ser destrozado por el calzado del humano.


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Mensaje por Sabah Vie Abr 06, 2018 10:06 am

Si había decidido dar un paso al frente y dejar que los haces platinos de la luna iluminaran mi cuerpo para que él pudiera verme no había sido por otra cosa que la simple y basta curiosidad que se extendía sobre aquel hombre, una curiosidad que bien podría definirse como “cautivadora” aunque no en el sentido total de la palabra. Porque mientras lo contemplaba parado a unos cuantos pasos de distancia de donde yo me encontraba, ignorando el menudo cuerpo de la niña a la que había matado con aquella barra de hierro, no podía más que recordarme al hombre que conocía hacía ya muchos siglos pero que incluso así había perdurado en mi memoria. Era su vivo retrato, era su viva imagen... una que con el paso del tiempo jamás se había desvanecido de mi memoria y que había guardado con cierto recelo aquellos momentos que había pasado con el hombre que recordaba, con lo que habíamos vivido, con lo que yo le había enseñado. Porque sí, en mi afán egoísta por encontrar una diversión mayor que barriera de un plumazo el tedio que acompañara a la inmortalidad había encontrado un hombre, un joven espécimen, al que le había cogido cierto cariño y al que le había enseñado los placeres oscuros, y ocultos, que albergaba la noche. Él nunca llegó a ser un vampiro o al menos no lo fue por mucho tiempo, pero sí gozó de privilegios que yo le otorgaba sobre los demás “juguetes” que tenía para amenizar mis noches, y le había enseñado un mundo secreto lleno de placeres donde ambos nos fundíamos y nos divertíamos; la sangre había sido siempre el principal elemento de dichos actos y se podría decir incluso que lo moldeé a mis gustos y a mis deseos para que pudiera cumplir con cada uno de mis caprichos, cada petición que formara de mis labios para que me complaciera. Con él había sido más fácil sacar mi parte sádica y retorcida que llevaba dentro porque él también amaba esa parte, al igual que pensaba con el hombre que tenía frente a mí y que tanto me recordaba a él en se sentido, incluso en su apariencia física... pero bien sabía que no podía ser el mismo porque las traiciones es algo que yo no llevaba demasiado bien, no me gustaba ser traicionada y tener algo que se me escapara de mis dominios y de mi control era algo que odiaba firmemente. Él osó traicionarme después de todo lo que yo le había dado, incluso la belleza infinita y la vida eterna, para darme la puñalada por la espalda o intentar hacerlo. Sonreí recordando como había sufrido al producirle su muerte, incluso con todo lo que había “sentido” por aquel hombre no dudé en que pagara muy caro por su traición... pero amor jamás sentí por nadie, yo despertaba pasión, lujuria y un deseo enfermizo de ser consumido... pero nunca amor.

Eso es lo que había hecho que me acercara intrigada por ver cómo era aquel hombre, y oh, podía jurar firmemente que había cumplido más que con las expectativas esperadas al ver lo que le había hecho a la niña sin un ápice de remordimiento, sin culpa, incluso me atrevería a juzgar que había disfrutado al hacerlo y que no había sido la primera vez que lo hacía, por el trabajo limpio y pulcro que había realizado. Ahora tocaba bailar un vals entre ambos por ver quién era el que dominaba en esa partida, por ver quién de los dos era más diablo aunque sin duda alguna esa era yo. Podía ver la forma en la que me miraba con sus ojos azules repasándome por completo como si me estuviera evaluando y analizando, algo que bien debía de hacer porque yo no era una mujer normal y corriente, podría parecer frágil pero solo me bastaba de un simple y grácil movimiento para rebanarle el cuello y dejar que su deliciosa sangre copara el suelo y manchara los adoquines mezclándose con la sangre de la niña. Él no era tan ingenuo como para pensar que era una mujer más, sus ojos delataban lo que estaba pensando pero además era gracias a mi poder que sabía lo que pensaba sin necesidad de que él lo dijera... y sonreí, lo hice cuando afirmó que si los cien francos  era porque buscaba algo más y en efecto así era; lo estaba poniendo a prueba. Hacía muchísimo tiempo que no encontraba a alguien como él por el mundo, un espécimen fascinante e interesante que parecía se había dejado llevar por la oscuridad de su interior, ¿no era eso hermoso? Soltar los demonios que llevábamos dentro y dejar que tomaran el control y nos guiaran... eso es lo que él había hecho con aquella niña, eso es lo que más había disfrutado. Decía que todos tenían un precio pero se equivocaba, cuando vivías por más de tres milenios las cosas materiales dejaban de tener importancia, tenía terrenos, casas por todo el mundo, joyas por doquier, más oro del que él pudiera ver a lo larga de su mundana vida... no, claro que no había entendido lo que yo quería porque esto no era nada material, sino que simplemente se reducía a él.


-Entonces, ¿está diciendo usted que lo ha hecho por la pobre niña que ahora yace muerta bajo los golpes que usted mismo le ha propinado? –Pregunté observándolo y evaluándolo como él estaba haciendo conmigo, claro que yo a diferencia de él podía ahondar en sus pensamientos y descubrir si me proponía sus más oscuros pensamientos, deseos y anhelos... pero no quería que la diversión terminara tan temprano, así que simplemente me limité a extraer la información más superficial para ese momento que estábamos teniendo. Dejé que diera los siguientes movimientos en aquella partida concediéndole ese pequeño regalo aunque él no lo supiera, si realmente era como yo pensaba tenía grandes planes pensados para aquel hombre ya que quizás, y solamente quizás, hubiera encontrado una diversión mucho mayor y más amena con la que disfrutaría enormemente. Porque sí, estaba pensando en retomar algo que hacía siglos no hacía: enseñar a un humano lo que era ser un verdadero demonio de la noche. Mostrarle aquello que podría hacer estando a mi lado, guiarlo por los senderos más oscuros y retorcidos, disfrutar de la libertad que yo le proporcionaría bajo mi mando para que cometiera actos como el que había presenciado sin necesidad de temer por ser vistos, sin necesidad de pagar... bañarnos en sangre, actos morbosos que a muchos les haría perder el juicio pero que seres, como él y como yo, disfrutaríamos más que ningún otro. Reí colocando en su lugar el anillo que llevaba en uno de mis dedos de mi mano derecha, una joya de color roja como el mismo vestido ajustado que llevaba esa noche, como el mismo color de la sangre. Francamente me resultaba interesante la forma que tenía para dirigirse a mí y llamarme, sutilmente, que era una parca cuando no se equivocaba en lo más mínimo- Oh, no lo tomo por estúpido si es lo que se piensa... pero me gusta saber hasta qué punto es perceptiva la otra persona, hasta qué punto se deja en revesar por mis palabras y por mi apariencia, hasta qué punto la inteligencia queda mermada por una simple mirada y una sonrisa –sonreí de forma ladina- le estaba poniendo a prueba señor, me gustan los hombres inteligentes que no se quedan con la simple apariencia de una mujer frágil a la que deben de proteger, como bien ha dicho, soy algo así como una parca –miré hacia la niña un segundo y después mis ojos se clavaron en los azules del hombre- “los mejores venenos vienen en frascos pequeños”, como se suele decir... aunque mi mordida no lo envenenaría, sí podría matarlo, pero de querer hacerlo ya estaría muerto sobre el suelo bañando con su sangre los adoquines igual que la niña –me gustaba despertar ese instinto de supervivencia en los hombres incluso en los de apariencia más ruda, porque es fácil ver que su postura está rígida y en una posición tanto defensiva como ofensiva, quizás porque se pueda esperar un golpe por mi parte o que incite a un combate pero nada más lejos de la realidad.

¿Qué placer hay en ganar una pelea que no duraría ni dos segundos? Oh no, mis placeres eran más morbosos y sádicos que el combatir cuerpo a cuerpo. No hacía falta más que mirarlo de forma detenida para ver el aire que desprendía, el aura tan fuerte que lo rodeaba y que me gustaba porque me hacía ver que era un hombre que no se dejaba doblegar ante nada, su gesto rígido y firme, su cabeza alzada denotando una actitud de vanidad y de ego que me hacen pensar que su voluntad es fuerte... ah, y yo disfruto en demasía quebrándolas. También percibía por sus palabras que sabía sobre la existencia de un mundo sobrenatural, quizás por eso su cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa esperen mi movimiento como si fuera un ataque aun cuando le había dicho que me era fascinante y una vía de escape al tedio de mi eternidad. Me basta con hondear un poco en sus pensamientos para darme cuenta de que piensa que no soy una mujer normal, que soy peligrosa y letal así también como que no se dejaría engañar por mi apariencia que es capaz de cautivar a cualquier hombre para llevarlo a mí terreno, y no se equivocaría de pensarlo, mis armas de mujer es lo primero que aprendí a utilizar para lograr mis metas y mis propósitos pero junto a mis poderes... es un arma letal en toda regla. Reí de nuevo porque pensaba que no podría saber nada de él pero estaba muy equivocado porque, en ese sentido, ya iba un par de pasos por delante de él ya que no sabía nada sobre mí, ni siquiera mi nombre y yo el suyo sí lo sabía. Además como vampira que era tenía el don de hacer que los humanos –especialmente hombres- fueran cautivados por mi belleza de tal forma que hicieran lo que yo les dijera anulando su capacidad de raciocinio pero, ¿debía de decirle que podía hacerlo o lo dejaba creer un poco más que sobre el incidente con la niña era algo sobre lo que tenía el control? Ah, dejaría que lo pensara durante un tiempo más hasta que supiera realmente la verdad.


-Se sorprendería saber lo que puedo llegar a hacer, señor Moncrieff –sonreí de forma ladina al pronunciar su apellido dándole a entender que sí sabía quién era, aunque por motivos que no adivinaría- no solo soy una parca y un frasco cautivador con el que envenenar a mis presas, poseo muchos más “ases” que quizás algún día le llegue a contar –me mordí el labio mientras la distancia entre ambos iba desapareciendo- ya le dije que no tenía nada que temer, de quererlo muerto ya lo estaría pero no es eso lo que busco en vos, he visto algo que no muchos poseen en esta ciudad y me siento fascinantemente cautivada e intrigada. Alégrese, a muy pocos les he dado la oportunidad que quiero brindarle a usted ya que como verá somos bastante... parecidos –me invitó a alejarnos de allí para no caer bajo miradas indiscretas, para mí eso no era un verdadero problema pero entendí que para un humano como él si lo fuera. Llegamos a la parte que me interesaba saber; qué había sentido al arrebatarle la vida a esa niña. Me deleité con sus palabras y con la falsa identidad de que lo hacía por el bien de la niña cuando seguramente fueran sus propios demonios internos los que necesitaban ser alimentados y saciados, reí por ello porque en el fondo era tan oscuro y sádico como hubiera deseado que lo fuera aferrándome más a la idea de que con él podría hacer muchas cosas y podríamos disfrutar mucho juntos, como demonios nocturnos hambrientos- así que ¿creéis que habéis tenido un acto de piedad con la joven niña al matarla, librándola de todos los males que podrían acecharla en un futuro? –Di un paso hacia él y contemplé esos ojos azules mientras fumaba frente a mí llenando el aire con aquel olor del tabaco, manchando sus pulmones con aquel aire contaminado- ¿qué os hace creer que la habéis salvado? ¿Qué sabéis vos del futuro y del porvenir? Nada, absolutamente nada. Habéis actuado como si fuerais un “dios” quien tiene la potestad y la voluntad de decidir quién vive, y quién muere. Habéis pensado que su futuro no sería más que miseria y pobreza sin pensar que quizá esa niña, en unos años, pudiera tener una vida mejor dedicándose a la música –sonreí de forma retorcida y mi mano fue a su mentón para que su mirada se clavara en la mía al ser él un poco más alto de lo que yo lo era- no, señor Moncrieff, habéis actuado bajo un egoísmo narcisista con el único afán de saciar al demonio que lleváis en vuestro interior y que os consume por dentro, que os carcome cuando no se es saciado... y eso es algo que me encanta –sus últimas palabras hicieron que lo mirara de forma fija y que riera entre dientes por ellas al dejarme claro que no era un hombre que se doblegara ante nada ni ante nadie, esa promesa de un desafío me gustó en exceso porque si algo pensaba hacer era precisamente eso: someterlo a mí. Yo no le pondría un pie en el cuello, le pondría un collar aunque de forma simbólica pues siempre sería libre o al menos tendría la sensación de serlo- ¿qué pienso hacer con vos? No voy a entregaros a la policía porque tengo una oferta mejor que ofrecerle –acorté de nuevo la distancia quedando a escasos centímetros, sentía su cálido aliento impactar levemente contra mi rostro mientras sus ojos contemplaban los míos- venga conmigo señor Moncrieff, tome mi mano y déjese tentar por el demonio que soy.  Le mostraré todo aquello que me rodea y lo sumergiré en un mundo lleno de sangre, de violencia, de sadismo y de pura diversión donde podrá rendir cuenta a sus deseos y anhelos más oscuros –mi mano fue a su pecho y la dejé sobre su corazón que latía con fuerza- ¿lo que ha hecho con la niña? Será un simple aperitivo para lo que podríamos hacer juntos, si tan solo se dejase guiar y me dejara mostrarle todo aquello que puede llegar a ser –hice una pausa y me mordí el labio- sea mi compañero por las noches –mi dedo se fue al centro de su pecho- no será mi esclavo ni le pondré un collar en su cuello, será libre si así decide serlo en todo momento aunque siempre intento imponer mi voluntad, ¿quieres luchar por mantener la tuya? Bien, será una partida interesante por ver quién de los dos gana –sonreí de lado con malicia- le ofrezco ser lo más parecido a un demonio que un humano puede ser, libre de carga, libre de tener que buscar a niñas para saciar su sed de sangre... venga conmigo y ya no tendrá que pagar por ello, yo le mostraré cómo hacerlo juntos. No puede negarme que está tentado en aceptar mi oferta –susurré en un tono más seductor, como una promesa de placer velada en mis palabras- vayamos a otro lado, hablemos y expongamos nuestros puntos... y ya veremos qué ocurre al final de esta noche que puede ser, sin duda, el principio de muchas.[/color]
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Mensaje por Charles Moncrieff Vie Abr 06, 2018 12:18 pm

Todas las alarmas se disparan cuando ella pronuncia por primera vez su apellido. Maldeciría en voz alta de no ser conveniente hacerle notar con fidelidad cuánto es lo que le saca de balance. Se obliga a permanecer estoico, ella ha dado la pauta para que disfrute de su vida. Su propia curiosidad le marca y pone a Charles en posición privilegiada. Su pellejo está a salvo en tanto la tenga entretenida. Y para lo que su voz ha emanado, el inglés tiene una gran ventaja. Tiene que evaluar todas las posibilidades para elegir las más certeras. Para salir de ésto lo más ileso posible y volver a su hogar sano y salvo. Lo último es dudoso, si ella ya conoce su nombre ¿Qué evitará que le siga hasta su mansión?

La voz de la fémina y el roce de su piel contra la barba del humano invita a sumirse en una fantasía multicolor donde el pensamiento se esfuma y las necesidades físicas se satisfacen. Su cercanía, cual canto de sirena, incita al marinero para adentrarse en su mundo hasta que el horror y la desesperación sean lo que lo despierte a la realidad. Los ojos subyugantes de la vampiresa se antojan para alargar la mano, tomarla de la cintura y poseer toda su esencia, esa que grita la oscuridad y los pecaminosos deseos que serán satisfechos. Por un instante, el inglés se olvida de todo, se deja llevar por el embrujo de ese cántico, de esas notas de soprano que nublan su mente y cordura. Desearía llevar la mano para rodearla y probar de esos labios rojos los placeres que prometen. Su diestra hormiguea con la sensación, con el anhelo de cumplir los caprichos de su libido hasta que las sábanas queden manchadas de ambas esencias mezcladas. Donde ese vestido escarlata terminara en el piso de su habitación destrozado por la desesperación de sus manos para alcanzar la piel marfileña y perderse en las promesas que esa boca de fresa anuncia.

El viento frío le devuelve la cordura, aletea golpeando sus mejillas al unísono que extiende el bajo de su abrigo en una incitación a retroceder. A la mente vuelven todas las palabras de la fémina, se combinan con la de otro ser que conociera en Irlanda. "Presence" ha sido activado de forma inconsciente por la vampiresa y es cuando la reconoce. Vampiro. Esto resulta mucho más peligroso que estar caminando al lado de una licántropa. Al menos la última es capaz de contenerse. A su mente llegan las palabras que Cinder dijera el día que se conocieron "el vampiro joven suele estar acostumbrado a ir acompañado a algo que se llama Sire... que suele ser el que los ha convertido, y esos, amigo, son con los que hay que andarse con ojo". Gloriosas palabras vertidas por alguien que conoce bien de la situación.

Y para rematar, su memoria fotográfica le atrae una advertencia más "Quiero que sepas que yo no cazo vampiros con una edad que pase los 100 años, incluso con 90 tendría mis dudas, cuanto más edad tengan mas posibilidades tengo de perder miserablemente, y no es algo que me seduzca". Y esta fémina seductora, envolvente y acuciante es, seguramente, alguien más vieja que el propio vampiro que le ayudaba en Londres. Ese vástago con quien Charles podía hablar sin sentirse sumido en una vorágine de deseos abruptos e instintivos. Sin tener su miembro en leve erección y la perenne necesidad del arrebato por morderla y dejar que hiciera lo mismo en su cuello. Peligroso es un adjetivo muy nimio para lo que este ser sobrenatural significa en la vida del humano.

Y por arte de magia, vuelve su mente equilibrada, su ego ha sido golpeado en lo más bajo, por lo que arremete sin tregua y vehemencia en la voz - ¡Por supuesto que soy Dios! Soy el único que controla mi existencia, mis decisiones son eso, ¡Mías!. Si decidí por mi ego narcisista deshacerme de ella porque satisface mis demonios más profundos, ¡Está en lo correcto! Y no se equivoque, que ella hubiera sacado la cabeza de la mierda en que estaba ahogándose era sólo una oportunidad en miles. No tenía el carácter para escapar de su sino. Si piensa que justifico mis actos, también se equivoca. Conozco a las personas, me jacto de ello, de observarlas y saber, por experiencia propia que en la vorágine de esta existencia, de esta realidad sumida entre tantos seres como usted y como yo, no podría sobrevivir ilesa. Le hice un favor, sí, ¡Soy Dios! ¡Y como Dios, arrebato la beatitud de los ángeles y la llevo al cielo! - su voz ha sonado arrogante, su postura lo demuestra sonriendo ególatra, sacando el pecho todavía más y alejándose emocionalmente de ella. De su rostro, de su tacto, mostrándose cuan semidios ante una simple vampiresa que puede quemar con su simple presencia.

El fuego enciende otro cigarrillo en su ansiedad bucal que está tornándose incontrolable. Que la vampiresa indique que tiene una mejor oferta qué hacerle, le saca de sus cabales. ¿Qué diablos puede querer una súcubo de él? Y la respuesta lo deja anonadado. ¿Quiere que se introduzca en un mundo de sadismo y sangre? La mano fría contra su pecho quema, le hace ansiarla de nuevo, de poseer lo que a sus ojos le es ofrecido sin tapujos. Los blancos dientes presionando el labio inferior le invitan a repetir el gesto por sí, que sean sus propias perlas dentales las que aprieten hasta el hartazgo al punto de que su vitae impregne su cavidad bucal y... sacude la cabeza alejándose de ella, si no puede estar cinco segundos sin querer tocarla, mucho menos podrá retirarse a otro lugar para ver qué ocurre al final de esta noche y las venideras. El corazón late desbocado llevando la adrenalina a todas partes de su ser, sobre todo a la cabeza donde, intoxicante, le forja más osado y temerario.

Cuatro pasos le llevan a una distancia segura, donde su cabeza puede pensar de nuevo. En donde su pensamiento lógico le lleva a atacarla sin piedad, vulnerado en sus cimientos, el ataque para Charles, es la mejor defensa - no, gracias, no quiero casarme, estoy demasiado joven para ir a con el juez y firmar un papelito donde seré su esclavo toda la vida por más que me diga que no es su intención. ¡Porque eso es justo lo que usted quiere! No es la primera vampiresa que me encuentro en la vida. Estuve más de catorce años con uno, aprendí su modus vivendi, sus costumbres y una de esas era prometer no hacer lo que exactamente haría. No deseo ser un monstruo porque ya lo soy, si fuera más precavida, si se metiera más en mis pensamientos vería de lo que soy capaz de hacer por mis propios instintos. Sabría que mis negocios me trajeron a París para evitar a la policía - plaga su mente con las últimas cacerías programadas en Londres.

Donde una doncella fue apuñalada desde su virgo por una estaca hasta que sus gemidos se apagaron y sus ojos perdieron el brillo de la vida y Charles disfrutaba en tanto el humano hacía lo que había pagado: demostrarle a la mujerzuela que con el conde no se jugaba, que cuando pidió, ella debió entregarse a sus placeres más bajos. Donde un hombre atlético fue cazado por sus dos clientes, atravesándolo con lanzas y luego, atado de pies, manos y cabeza para jalar con cinco caballos en direcciones opuestas y resquebrajarlo en seis pedazos en medio de alaridos y gritos aunados a la visión del inglés que sólo fumaba un cigarrillo y se movía de lugar para no ensuciarse los zapatos con el líquido carmesí.

De la mujer que ataron a una viga, la cortaron con cuchillos largos hasta que en la tina debajo de ella se acumuló su sangre y en ésta, la mujer de cuarenta y largos años se daba un baño para después, el propio Charles ingresara en la tina para poseerla hasta el hartazgo ensuciando su propia piel con el líquido carmesí. - Quiero ver qué tiene que mostrarme poruqe me parece, mademoiselle, que para la clase que usted me brinda, yo ya me gradué y con honores - se mofa de la milenaria fémina. Pone su siniestra sobre la cintura masculina en franca posición de desafío entreabriendo las piernas en tanto el viento le da a su apariencia una nota de poderío. En un gesto chulesco, aprieta el cilindro de papel entre sus labios dando una larga calada - me ha dicho dos veces que no quiere ponerme el collar en el cuello, que no quiere un esclavo. Me parece que, en realidad, es lo que busca. Sé que los personajes como usted tienden a hacer por atrás lo que el humano confía que no. Son ustedes traicioneros, llenos de podredumbre. ¡Tenga claro que conmigo no se juega! Si usted busca traicionarme, lo haré de igual forma y prometo que buscaré la manera de que sea mil veces peor. Si usted es sincera en sus palabras, seré igual. No me gustan las traiciones porque soy incapaz de una. La verdad es lo que prima, la sinceridad lo que vale. ¡Y usted no es de valía! - escupe un poco de saliva al piso denotando que, por más señor que puedan anunciar sus ropas, en realidad tuvo una vida propia de un común.

De un hombre que basa sus principios en los actuares de los demás. Uno con la objetividad real y cristalina. Su sinceridad aturde, sus verdades enloquecen. Si alguien no puede soportarlo, que se largue de su vida porque no va a cambiar. Cuando no quiere algo, no lo hace. Cuando no puede cumplir algo, no promete. Así es Charles. Nadie va a cambiarlo, ni siquiera Caronte con vestido de color escarlata. - Váyase por donde vino. Si no va a matarme, no me quite el tiempo. Si va a hacerlo... - se sonríe de lado al pensarlo. Si ésta es su muerte, bienvenida, pero le arrebatará algo. Sus pasos se tornan violentos, decididos y temerarios, la toma del cabello jalándola hacia el suelo lo suficiente para alzar su rostro y caer como ella cual cobra, aprisionando los labios de la fémina con los suyos. "Si ésta es mi última acción, haz que valga la pena" , piensa en tanto sus colmillos aprietan la superficie de la piel de la vampira sin hacerla sangrar, en tanto su lengua invade cual bárbaro en plena expansión, la cavidad que se abre para él.

La paladea, la disfruta, se llena de ella, se intoxica en su aroma. Su siniestra la toma de la cintura pegándola a su cuerpo. Le provocó durante todo este tiempo, así que deja salir sus más bajos instintos. El semidios cae bajo el tacón de la parca, no sin antes llevarse una buena tajada.


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Mensaje por Sabah Sáb Abr 07, 2018 12:48 pm

Todo lo que rezumaba aquel hombre era sobre todo orgullo, vanidad y soberbia que lo caracterizaban por encima de todo lo demás, su gesto tenso dejaba entrever que no estaba del todo “seguro” frente a mi presencia y aunque no me mostraba ni profesaba el miedo que muchos humanos hacían cuando me tenían delante, sí me dejaba ver que estaba preparado para todo aquello que aconteciera en aquella noche, en aquel callejón oscuro y apartado donde la muerte ya se había cobrado la primera víctima y el olor de la sangre de la niña bañaba mis sentidos incitándome a cometer el mismo acto que había hecho el humano, arrebatar una vida aunque no sin antes disfrutar un poco de esa cacería hasta que me hartara de tal modo que bebiera toda la sangre sin dejar una gota que derramar y que desperdiciar. Conocía a los hombres que eran como él, sabía de qué pasta estaban hechos y eso era algo que llevaba buscando por mucho tiempo, algo de diversión, alguien con el que poder compartir mis noches de cacería y disfrutar de los horrores y peligros que albergaba la noche, cobijarnos bajo las sombras y dejar que los demonios que llevábamos en nuestro interior salieran a la luz y disfrutaran con el festín que cada noche los humanos sin querer nos regalaban. No solamente estaba el recuerdo de aquel hombre que hacía acordarme de una vida pasada, de unos momentos ya vividos y que no volví a repetir porque las traiciones se pagaban muy caras, un precio alto y elevado que no muchos tenían el lujo de permitirse... pero él me había hecho recordar algo que ya tenía por olvidado, revivir viejos recuerdos enterrados en las arenas del tiempo que habían permanecido ocultas sin ser evocadas pero que ahora mirándolo y tras contemplar lo que había hecho sin remordimiento alguno en aquel callejón habían vuelto a la superficie, cobrando la vida al estar al descubierto. Oh, por supuesto que ya había trazado en mi mente planes para aquel humano que algo me decía sería una diversión asegurada y garantizada, además de que su comportamiento me dejaba en claro que no sería un fiel corderito que seguiría al pastor sin rechistar o sin poner resistencia... y eso era algo que me excitaba, que se doblegaran, que lucharan por el yugo que los mantenía presos mientras yo como una reina disfrutaba deleitándome de sus inútiles y vanos intentos por liberarse, sabiendo que la soga la tenían alrededor del cuello y que la cadena estaba atada en corta por mí mano.

Oh, pero cuán encantador podía ser el escuchar decir al humano que era como un Dios al que le había hecho un favor al matar a la niña librándole de una muerte segura en un futuro, ¿no era eso sumamente maravilloso? Que un humano, débil y sin poder alguno, se creyera que era como un Dios y que encima lo defendiera con tanta vehemencia e ímpetu frente a una vampira que bien con tan un chasquido de dedos podía matarlo no era más que la demostración de cuán había tocado su orgullo, de cómo había hallado esa yaga y había hecho mella en ella hasta que se vio tocado... no había sino lo que había estado buscando; sus puntos débiles. Porque como un hombre con ese porte que tanto conocía sabía, por la forma de mirarme y de plantarse frente a mí, que su orgullo estaba por encima de todo lo demás. Él mismo me había confirmado que no podía soportar que nadie estuviera por encima suyo, que le mandaran y que ejercieran poder sobre él ¿y a mí de qué me daban ganas? De retarle a una batalla en la que ambos intentáramos sobreponernos por el otro, dejaría que él moviera las piezas sabiendo que mi velocidad así como mi fuerza eran más fuertes que las de él para poder someterlo cuando a mí me placiera, para deleitarme de ver como el humano frente a mí que luchaba por mantener su orgullo intacto y a flote caía... como habían caído el resto. Incluso tras aquel breve discurso tras golpear su ego me di el lujo, irónico, de aplaudir un par de veces mientras me reía ante su palabrería y la forma en la que se había llamado Dios, así también como la forma en la que tenía la potestad de mandar a la pobre niña al cielo como si él fuera quien decidiera sobre vida o muerte. Dejaría que lo pensara, al fin y al cabo, ¿por qué privarle al humano de ese pensamiento que parecía hacerle feliz? Por el momento dejaría que disfrutara de ello, solamente porque me había encantado ver cómo mataba a esa niña y cómo parecía tener experiencia en ello. Pero no era lo único que notaba en él, como vampira antigua que era con el paso de los milenios había aprendido a ahondar en los pensamientos de los humanos y sabía, perfectamente, en lo que estaba pensando ahora mismo y lo que pasaba por su mente: había caído en mis redes. Aunque se resistía a dejar se llevar por el embrujo que ejercía sobre los humanos, a dejarse seducir y tentar del todo por mi voz, el tono que empleaba, mis labios y mi cuerpo... me deleité en la imaginación del humano en que se imaginaba arrancándome la ropa, mordiendo mi labio y acabar en la cama saciando su deseo.



-Cuidado señor Moncrieff, a veces los deseos se tornan en realidad y quizás me esté planteando concederle lo que anhela –claro que sabía, perfectamente, a lo que me estaba refiriendo y sonreí ladina cuando tuvo que dar ese par de pasos hacia atrás para tomar distancia con mi persona- ¿me teme, señor Moncrieff... o es que no puede evitar la sensación de restar la distancia y dejarse tentar por un súcubo como yo? –Ladeé la sonrisa, ah, era tan fácil adentrarse en los pensamientos de los humanos que a veces no lo hacía simplemente porque no presentaban ningún desafío ya que eran  como libros abiertos. Reí por sus siguientes palabras para luego pasear mi lengua sobre mi labio inferior observándolo, estudiándolo, analizando a mi presa como el depredador que era y que era innato en mí- qué divertido es usted, ¿acaso me ve con la intención de atarme a usted? No se confunda, mi propuesta solo se remite a ser compañeros por las noches, no hay nada más allá de eso –aseguré cruzando mis brazos bajo mi pecho escuchando sus palabras haciéndome saber que sabía lo que era y que además había estado con otro vampiro y sabía de las costumbres que teníamos. Lancé una risa corta sin decir nada al respecto, ¿por qué tendría que hacerlo cuando él ya se figuraba algo que no era? Sí, los vampiros éramos sobre todo sibilinos que decíamos aquello que la otra persona quería escuchar, tergiversábamos nuestras palabras para llevarlo todo a nuestro terreno y además actuábamos en las sombras... pero él se equivoca, aun cuando había descrito lo que un vampiro solía hacer con un humano. No terminó de hablar cuando su mente ya estaba proyectando aquellas imágenes sobre las últimas cacerías que había hecho, sin duda alguna, una obra maestra para alguien que se preciara sobre lo oscuro, lo macabro y lo sádico... sí, me deleité e incluso me excité con el hecho de ver cómo había actuado, de verlo en esa bañera plagada de sangre tomando el cuerpo de la mujer por mero capricho hasta que simplemente se hartó- sin duda alguna sus pensamientos son, como lo que ha hecho esta noche, maravillosos... pero está equivocado sin duda alguna –y fueron sus siguientes palabras las que hicieron que mis ojos brillaran en advertencia por no solo el tono empleado, sino lo que había dicho sobre mi persona- cuidado señor Moncrieff, hasta ahora me estaba comportando de forma civilizada y educada... no querrá ver usted la furia que puedo llevar a provocar y a desatar. No se lo recomiendo tampoco –mi tono había bajado siendo uno más bajo, más oscuro y peligroso que lograría ponerle los vellos de punta y que le haría saber que corría peligro de seguir por aquel camino, mis ojos se tornaron momentáneamente de un color rojizo como advertencia también de que no se sobrepasara- ¿Traicionarme, usted? –Me reí ante aquellas palabras en las que me moví rodeando al humano como el tiburón que acechaba a su presa-¿de verdad cree usted que podría vengarse de alguien como yo? Le retaría a intentarlo, un insignificante y débil humano que se cree un “dios” y que ahora cree que podría vengarse de una vampira milenaria que cuenta con más de tres milenios a sus espaldas cargadas de sabiduría, de experiencia en todo tipo de situaciones, incluso de traiciones... no, querido señor Moncrieff, usted ni siquiera podría llegar a vengarse porque antes de que intentara hacerlo yacería muerto bajo su propio charco de sangre, quizás incluso hasta lo destriparía, o resquebrajaría cada capa de esa piel tan débil y fina que posee para que se vea expuesto... nunca mejor dicho –sonreí de lado siguiendo bordeándolo hasta que con la velocidad que me caracterizaba me acerqué a él quedando frente a su cuerpo, mi mano fue a su cuello y lo apreté un poco para que viera la fuerza que podía ejercer- apenas estoy haciendo el amago de apretar, ¿cree que podría hacerme algo? No, tan solo es un humano más con aires de grandeza –solté su cuello y resté la distancia mientras lo observaba desde todos los ángulos- pero se equivoca en algo, ya tengo esclavos que satisfacen mis necesidades y cumplen con todo lo que sale de mis labios... y no busco eso –me paré quedando frente a él a unos pasos- busco diversión señor Moncrieff, busco algo que suba mi adrenalina y que otorgue algo que borre el tedio que es la inmortalidad. Busco el poder compartir noches cargadas de oscuridad y de malicia, llenas de sangre, de dolor, de pura maldad combinadas con el placer que puede provocar dichos actos... digamos que busco un “cómplice”, alguien con quien pertrechar mis más oscuros deseos y anhelos, que no se asuste por la bestia y el demonio que moran en mi interior –hice una pausa- usted cree que ya lo sabe todo pero, realmente, solo ha arañado a la capa más superficial que porta en su interior... porque puedo verlo, apenas ha rozado lo que realmente puede llegar a ser y todo lo que aún le queda por descubrir –sonreí de lado- conmigo podría adentrarse mucho más en esa oscuridad demoníaca que porta en su interior, podría aumentarla y liberarla cosa que por su propia cuenta jamás lograría hacerlo. Aparte, ¿qué puede perder por intentarlo? ¿Acaso me tiene miedo de que no logre estar a la altura de mis expectativas, que por eso es tan reticente a aceptar cuando sabe que todo su cuerpo desea seguir mis palabras y acometer estos actos que le estoy describiendo? –Reí entre dientes- lo tomaba por alguien más valiente, y más atrevido, sin temer a nada en absoluto pero como usted me ha dicho hace escasos segundos: “no es de valía” –sonreí de lado mordiendo mi labio inferior para luego enarcar una ceja- ¿matarlo? No, espécimen como usted no se encuentra todo los días y creo que podría ser mucho más divertido dejarlo con vida y caminar por la noche como los demonios que somos –mi propuesta ya está lanzada, no soy una mujer de pedir las cosas demasiadas veces pero algo me dice que el demonio que habita en él también quiere lo que le propongo y que, al final, aceptará porque mujer como yo con esos mismos deseos no se encuentran por París con frecuencia.

Yo podía abrirle un mundo a lo desconocido pero solamente él puede decidir si entrar o no, francamente, esperaba que lo hiciera por su propio pie. Observé cómo se acercó con paso firme restando la distancia que nos separaba, cómo su mano rauda fue a mi pelo y lo aprisionó en su puño elevando mi rostro tirando de mis mechones, podía haberlo apartado en ese momento con mi fuerza y con mi velocidad más quería saber qué era lo que pretendía hacer el humano, aun cuando ya sabía de lo que se trataba. Su rostro restó la distancia con el mío y sus labios, rudos, tomaron los míos haciendo presión sintiendo sus dientes morder mi labio. Como si de un bárbaro se tratase con esa forma ruda que lo caracteriza, su lengua se hacía el dueño de mi boca en cuanto logró traspasar la frontera de mis labios, deleitándose con mi esencia, dejándose envolver en lo que yo ya sabía que había caído en mis redes y en mi trampa, en esa que siempre utiliza la parca para obtener a sus presas. Su brazo me pegó a su cuerpo, firme y duro, mientras le concedo aquel pequeño momento de gloria en el que se hace momentáneamente el dueño de mi boca, mi lengua luchaba contra la suya por hacerse el control enredándose una contra la otra, su cuerpo cálido contrastaba con el mío mucho más gélido y mi mano se enredó en su pelo en tanto la otra la dejé en su corazón, sintiendo cómo latía con fuerza, como bombeaba la sangre a todo su cuerpo y esta me llamaba para que la tomara, para que mis colmillos presionaran su lengua o su labio hasta hacerlo sangrar y probara el líquido carmesí que podría decirme tanto sobre aquel hombre. ¿Por qué no dejar que sintiera que tenía el poder, cuando en realidad era yo quien controlaba absolutamente todo? Ahora estaba indefenso al haber caído ante la tentación pecaminosa que representaba, atrevida y descara como yo sola era me di el lujo de proyectar imágenes como si fueran flashback, cortos de apenas un par de segundos, en su mente de imágenes más que reales sobre ambos en una enorme cama desnudos, las sábanas manchadas por completo de sangre, nuestros cuerpos salpicados con restos de sangre de algún pobre infeliz que se hubiera cruzado en nuestro camino, los jadeos y los gemidos se mezclaban en la habitación en lo que mi mano bajó por su pecho hasta llegar a presionar su miembro por encima de la ropa, notándolo duro y excitado. Fue cuando separé con mis dedos en su pelo su rostro del mío, mordí su labio inferior dejando que mis colmillos ejercieran presión aunque no la suficiente para hacerle sangre y, haciendo gala de mis poderes, le infligí una descarga de dolor que lo hizo retorcerse frente a mí.


-¿De verdad se creía que podía ejercer como un dios frente a mí?
–Lamí mis labios tras aquel beso contemplándolo, deleitándome al ejercer ese control que quizás él ni se lo había esperado y que lo dejaba quieto sin poder moverse, leves descargas que se sucedían por todo su cuerpo, no lo suficientemente dolorosas pero sí para mantenerlo quieto- no señor Moncrieff, aquí no es usted el que indica el cómo y el cuándo –resté la distancia y mi lengua lamió su labio inferior con deleite en una lenta y sensual pasada- ¿disfruta de esas pequeñas descargas? Oh no se preocupe, simplemente es una advertencia de que no debería de jugar conmigo... apenas estoy ejerciendo una décima parte de mi poder y de todo el dolor que le puedo hacer, y agradézcame que no le haya tumbado al suelo y le haya puesto mi precioso tacón en su cuello para presionar sobre usted –sonreí de forma ladina- dice que ha estado unos años con vampiros, ¿también ejercía el control que ha intentado conmigo sobre ellos? –Mis manos subieron por su pecho en lo que las descargas cada vez eran menos y más débiles- ¿ha probado alguna vez la sangre de vampiro? ¿Sabe lo que llega a provocar cuando se consume? Seguro que no, de hacerlo su demonio clamaría por más sangre y más inocentes que matar para saciarse... –mis manos se cernieron en el cuello de su camisa y como si no costara nada, como realmente era, lo llevé hasta la pared del callejón presionando mi cuerpo contra el ajeno aprisionado entre la pared y mi cuerpo- ¿sabe de lo que tengo ganas, señor Moncrieff? De saber cómo sabrá su sangre, de qué secretos me contará cuando la pruebe. Sé que la parte más oscura de usted me desea, mi pregunta es ¿a qué le tiene realmente miedo? Si es a que sea mi esclavo o al compromiso déjeme decirle que me gusta ser libre e ir sin ataduras, que ya tengo esclavos y que lo que busco es precisamente lo que le he dicho... y lo que le he mostrado. Una oferta que no encontrará en muchas más mujeres en París, porque la oscuridad no es algo por el que todos se dejen tentar por muy vampiros que sean –mis labios fueron a su cuello donde lamí este en una lenta pasada como si fuera a beber de su sangre, mas luego subí mi rostro para contemplarlo con el tono rojizo en mi mirada hasta que apresé su labio inferior entre mis dientes, presioné con mi colmillo hasta hacer una herida de la que succioné no dejando que se desperdiciara ninguna gota. Cerré los ojos y paladeé el carmesí hasta sonreír de lado- tan oscuro como pensaba. Le voy a dejar decidir qué quiere hacer solo para que vea lo magnánima que puedo llegar a ser, porque si quisiera que fuera mi esclavo anularía su voluntad... sin embargo, es su oscuridad la que me atrae y con la que quiero hacer cosas.
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Mensaje por Charles Moncrieff Sáb Abr 07, 2018 4:23 pm

Es un tigre dientes de sable contra un ratón. Las habilidades de la vástago son inmensas y Charles está en una franca desventaja física. Las sensaciones que le provoca, la subyugante fragancia de su cuerpo, el llamado de su voz aturden sus pensamientos. La mente fría va derritiéndose por la lava volcánica que desprende la fémina. Letal, voraz, cautivante. Juega con él, se regodea enroscándose a su alrededor para mostrar los colmillos letales supurando veneno gota por gota. Atrae como aquella cambiaformas que fuera una cobra real, expandiendo la capucha en tanto los ojos negros hipnotizan por tal belleza antes de atacar. No hay una sola oportunidad de salir indemne de este encuentro.

Es un estira y afloja que se tornará interminable si es que Charles sigue pensando que puede evitar su muerte y ella siga empeñada en hacerlo su compañero. ¿Cuál es entonces el problema? ¿La lucha de voluntades? ¿El demostrarle al otro que es mejor? ¿La supremacía? ¿El decir la última palabra? El inglés debe encontrar rápido el punto medio antes de que ella lo desbalancee más de lo que ya hizo en el transcurso del tiempo que han pasado juntos. ¿Qué es lo que hay en ella para que saque el pensamiento racional y utilice entonces el pueril instinto de supervivencia? En parte su respuesta está dada por la mortífera presencia de la otra, aunada a esos ojos escarlata tan diferentes de los de Cinder que sí, es una licántropa, pero tiene más humanidad, por eso es que se llevan tan bien.

¡Es eso! Hablar por hablar, creer que todos los vampiros son iguales -ya ella dijo que no y que le respetará la vida-, ser un mísero mortal cuya oscuridad es para ella un brillo rojizo que le alumbra para despertar de su letargo milenario. Un ente que ha pasado los años sin encontrar algo que realmente la motive, que la haga despertar a las sensaciones humanas de satisfacción. Cuando se vive por tanto tiempo, no queda nada más que el hastío. Incrementa a la balanza el poderío que tiene, esas artes oscuras para dominar a los demás y pisotearlos dejando sólo huesos y pedazos de piel y órganos hechos papilla. Aumenta el aburrimiento de ver pasar el tiempo sin que haya una real solución a su dilema: morir o seguir esa no-vida.

Todos esos aspectos los desconoce Charles, sólo se ha elevado como con los otros humanos y sobrenaturales que ha conocido donde la balanza se equilibra a su favor. Igualdad, no es lo mismo que ahora experimenta con la abrumadora presencia de la vástago. Ya lo indica, milenios de sabiduría, de vivencias y de traiciones. ¡Traiciones! Algo que el propio inglés detesta. Si encuentra un punto medio para aligerar la carga de todo ésto, tendrá la solución. En cambio, se ha comportado como un león protegiendo su territorio. Imponiendo su presencia. Su inmadurez se refleja en sus actuares y palabras. ¡Mal hecho! No puede ser rival para la leona basta y bien entrenada que es la vampiresa. Debe dar un giro de tuerca a la situación.

De momento, todos los diálogos de la sobrenatural caen como lozas pesadas contra la endeble espalda del hombre que con titánico esfuerzo las sostiene. Su mente está trabajando a toda velocidad, procurando hacerse espacio entre lo que su espectro autista entiende y su alfabetismo emocional no. El humano está cayendo aplastado, elevado por la fuerza de la mano de una vampira que lo levanta como si fuese de papel. Haciéndole notar esa diferencia de fuerzas, de poderes ocultos que ella sí tiene en su haber y de los que el otro carece. El autista toma el puñal para acercarse a espaldas del humano para hacer mella en su coraza y emerger. No es sólo una doble personalidad, es la mente quebrándose para obtener la solución que le permitirá seguir avante.

El clímax de la parte humana se ciega cuando toma sus labios, en el instante en que se entrega desesperado a su muerte. El autista observa calculando, sabiendo el resultado antes de que se haga realidad. Y cuando sucede, sólo entrecierra los ojos. Como si del Mar Rojo se tratase, la psique de Charles se divide. Se abre en dos, una que se queda obsesionado con la fémina, pensando en ella en su cama, una visión que nunca más podrá borrarse. Tomarla, abrir sus piernas hasta que su miembro penetre la vagina de la otra y atraviese las barreras sanguinolentas hasta llegar a su centro y entrar y salir en un vaivén incontrolable. Donde la sangre sea la protagonista que brille en esa danza pagana. El cuerpo obedece los instintos, bombea el vital líquido por venas que inflaman la virilidad que al momento de ser tomada por el vástago, casi, por poco, le hacen eyacular.

El dolor para toda excitación, es el dique que contiene la vorágine de emociones hasta que lo mantiene en un insoportable sufrimiento en el que todas sus arterias, órganos, músculos y huesos exigen una liberación. Es ese shock eléctrico el que le da el vigor al autista que toma del cabello a la emoción y la baja de golpe hasta el piso haciéndola chocar sin consideración. Absurdo es seguir por este camino de rebeldía. Inútil y fútil es el desgaste de fuerzas para conseguir qué: la nada. Lo que Charles no quería, lo que sus emociones dictaban, terminaron sentenciándolo. Haciéndolo ver lo que en realidad es: un humano encabritado que sólo se golpea la cabeza contra la pared una y otra vez. La quietud de los miembros es la victoria para el autista que observa con aburrimiento lo acontecido.

Las necesidades de todos son la premisa que obedece a su pensamiento, a su accionar. ¿Qué hay de sus propios requerimientos? ¿De la ayuda que debería tener cuando lo necesita? No hay un viejo aliado vampírico aquí, no hay una Cinder. ¿Qué hay entonces? Está él. Desde lo profundo de su ser, emerge para analizar al detalle la situación y buscar soluciones, no acciones. Su espalda golpea la pared, el firme sostén que la detiene de evitar ir al piso. El humano emite un gemido cuando su piel es atravesada por los filosos colmillos de la vampiresa dejando caer un par de gotas que son robadas con rapidez por la hambrienta dama. El placer del beso, la mordida vampírica, podría hacerle llegar a un orgasmo y lo hace. Otro gemido emerge como la única señal de quien desmaya y quien se queda, es alguien que permite absorban parte de su esencia. De su propia personalidad.


La brutalidad de un acto sin consecuencias emocionales es otorgado. La oscuridad de un alma sin arrepentimientos es brindado. El sentido sádico de los actos que puede cometer aunado con la nula misericordia hacia el prójimo es entregado. El cuerpo del inglés empieza a tener el control que el dolor cede en su huida, pero ha dejado estragos. Una mente fragmentada y aturdida ha sido torturada y en la negra noche, la luna ilumina los acerados ojos azules que van tornando a un gris metálico. La expresión masculina se torna no emocional. Es pues, el autista el que ha decidido emerger por quinta vez en estos treinta y dos años de existencia. Es quien toma ambas manos de la vampiresa para alejarlas de su cuerpo. No soporta el contacto físico a menos que sea necesario. Necesario para él, por supuesto. Un brillo interrogante llena los ojos grisáceos, la cabeza se ladea estudiándola. En un espacio buscado, sus pies responden yendo hasta donde el sombrero yace en el suelo del lugar.

La mano izquierda se alarga para tomar el objeto, lo lleva hasta él, lo estudia con pasmosa lentitud, saca el pañuelo para liberarlo de la suciedad, cuando está satisfecho con el resultado y ha quedado lo más limpio posible, lo coloca sobre su cabeza inclinándolo sobre sus ojos para observar lo necesario, evitando una confrontación visual. - Basta de escenas magnánimas - el idioma cambia a un inglés marcado, escuchado por las altas esferas londinenses, casi un susurro inaudible para los hombres con un tono más barítono. - para representar sus benéficas acciones no es útil la fuerza ni la brutalidad. He comprendido a la perfección su requerimiento - camina un par de pasos hasta llegar al bastón que también perdió durante la afrenta.

Su mano izquierda lo levanta como si fuese un objeto incalculable. Lo limpia con el mismo pañuelo antes de dejarlo estático contra la pared y doblar con cuidado el lino para guardarlo de nuevo. Ahora sí, cumplido el cometido, camina hasta la vampiresa con el objeto golpeando el piso, emitiendo un sonido rítmico - me parece que el punto es el siguiente. Después de que ha intentado someter la voluntad del otro, no le quedó otro recurso que utilizar la fuerza y las artes que la engalanan. He de advertiros que ha perdido la afrenta. No hay más que presionar en el punto indebido para que la sangre mane a tal velocidad que muera la oportunidad. Ha fallado, mi lady - elimina del traje una basurilla con un pase de su mano derecha. La izquierda sigue apoyada firme en el bastón.

Sus ojos recorren la figura femenina desde sus cabellos hasta sus pies. - Es correcto, su belleza enaltece las necesidades fisiológicas de mi cuerpo, mas es su inequívoco pensamiento el que le hace pensar, como es lógico tras miles de años a cuestas, que puede hacer entender a un humano que le quiere consigo en tanto le aplasta con la basta anormalidad de sus poderes. Debería recordar lo que sintió cuando era una humana y vio a su Sire. Qué pensaba en tanto su mente no inmortal le miraba ejecutar sus actos. No supongo que tuviera el comportamiento de un ángel visto el monstruo que usted se considera que es y que él creó. Si quería a Charles, le recomiendo vuelva a empezar y darle la sinceridad que el emotivo sujeto considera que necesita. La traición de sus pares es algo que ha visto a lo largo de su vida, ¿Qué le hace pensar entonces que un inmortal puede darle seguridad? Nada en absoluto. El creer siquiera que Charles va a brindarle el placer de su compañía por su sola belleza es esperar que un perro sirva su comida y luego, lave el plato - es tan sencillo observar el comportamiento humano y predecirlo que es aburrido.

De un bolsillo extrae un cigarro, lo enciende -porque eso sí lo comparten- y da la primera aspiración con calma pasmosa - el otro vástago era un pan de Dios como dicen algunos. Consideraba que el despliegue de sus poderes era innecesario. No los ejerció con Charles en ningún momento. En cambio, era su mente la que le permitía compaginar con el otro. El duelo de intelectos, de demostrar que a pesar de sus habilidades no humanas, era capaz de ser mejor sin la obtusa utilización de su magia oscura o como desee llamarlo, my lady. Eso daba a Charles la romántica idea que eran iguales. Compartían las noches y el otro le cuidaba en el día. Si quiere tener la lealtad de Charles, deberá comprender que éste no es el método. Lo único que provocará es el suicidio. Antes o después, sólo basta el transcurso del tiempo para que, al sentirse inferior e impotente, llegue a la conclusión de que todo lo ha perdido, porque ya tuvo algunos golpes en su niñez, otros más en su juventud y lo único que le quedó fue su fuerza de voluntad y su empeño en sacar la cabeza y brillar. Lo ha hecho bien ¿No cree? Aunque en ocasiones tenga esos arrebatos provocados por su abandono en la niñez que le obliguen a considerarse Dios y tenga que liberarlos de una forma salvaje. ¿Tiene alguna otra pregunta o ya puedo retirarme? El monstruo tiene una debilidad y en ella recae su mayor fortaleza - lleva el cilindro de nuevo a sus labios. Aspira con profundidad dejando que la punta se ilumine cual lava.

Lava que era la fémina y ha quemado hasta los cimientos al hombre, haciendo que la bestia asome de nuevo a otear. - Me parece, my lady, que pelear con una mano rota, no tiene la misma satisfacción que hacerlo en igualdad de condiciones. Puede guardar el dato para la posteridad - es la última frase que emite antes de que el humo salga de sus labios ascendiendo al cielo.


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Mensaje por Sabah Dom Abr 08, 2018 1:03 pm

La noche se había tornado en un giro divertido e inesperado, un giro en el cual había encontrado lo que hacía ya muchos siglos había perdido y que jamás creí que volvería a recuperar, la emoción que representaba una noche cargada de adrenalina, algo que le diera sentido y un subidón a la vida tediosa que llevaba como vampira en la cual nada había que me fascinara, que me sorprendiera o que ya no hubiera experimentado con anterioridad. Quizás es que los milenios pesaban sobre los hombros y encontrar algo fascinante y cautivador, como había encontrado en esa noche, era algo que solo podía suceder una vez en un millón... porque quizás había dado con la única persona en todo París que podría estar a la altura de una vampira como yo o al menos a la altura de la maldad y del demonio que habitaba bajo las capas de mi piel, esperando siempre por salir al acechado, esperando siempre por poder emerger y disfrutar de los rincones más oscuros en donde se crecía y ejercía como un demonio salido de las profundidades del averno, devorando, destrozando, disfrutando. Eso es lo que había buscado por tanto tiempo pero los humanos eran débiles, no solo de mente, sino que también lo eran a la hora de cometer las atrocidades más morbosas y perversas que mi mente retorcida ansiaba por hacer constantemente. Podría hacerlo por mí cuenta cualquier noche que quisiera salir de caza, pero todo era mucho más divertido cuando había alguien que compartía esa misma oscuridad contigo, cuando no tenía miedo de que los demonios salieran para vencer a su domino y se dejaran llevar... Eso es lo que había encontrado y lo que había visto en aquel hombre; además de que el recuerdo que evocaba sobre alguien que había conocido en mi pasado y con el que había compartido momentos llenos de oscuridad, de perversión y de atrocidades conocidas me había hecho creer por un momento que quizá había encontrado la piedra angular de todos mis deseos y caprichos. El humano seguía pensando que lo que quería era ponerle un collar en el cuello y convertirlo en mi esclavo, aunque no era del todo cierto porque ya tenía demasiados esclavos que obedecían mi voluntad y que cumplían con todos mis caprichos, ¿por qué arrebatarla la libertad cuando era mucho más divertido que me desafiara, que intentara imponerse sobre mi persona? Ah sí, los humanos siempre con el mismo afán de querer sobreponerse y anteponerse por encima de todos los demás que les rodeaban, el poder y el placer que se obtenía por ello... jamás iban a cambiar en ese aspecto y aquel humano, sin duda alguna, me había demostrado con creces que era exactamente así y que no dejaría que nadie lo doblegara.

Pero no era más que un cordero enfrente de un lobo feroz y despiadado que ansiaba en apresarlo entre sus fauces y saborearlo, no para matarlo desde luego, pero a un depredador que estaba en lo más alto era bastante complicado que le dijeran que se contuviera cuando no había nada que pudiera pararlo, ¿por qué hacerlo cuando se tenía el control absoluto de todo? Ah, era mucho más divertido hacer que los demás cayeran y cedieran bajo mi control, incluso que se postraran ante mí, pero no era eso lo que quería del humano, no era otro esclavo más que obedeciera sin rechistar lo que quería... sino más bien la oscuridad que albergaba en su interior, el demonio que pugnaba por salir a la superficie y que no entendía por qué lo retenía de esa forma, ¿por qué contentarse cuando podía hacer que se expandiera y se liberara? Yo tenía la llave que él andaba buscando y juntos, como dos demonios que caminaban por el infierno de la noche, podríamos causar estragos allá a donde fuéramos, dejar que nuestra mente más retorciera tomara el control y se alimentara a su placer y a su criterio. Lo había dejado claro en cuanto a lo que quería, yo no deseaba atarme y por más de tres mil años jamás lo había hecho a nadie ¿por qué hacerlo de él? No, yo amaba demasiado la libertad como para ponerme un grillete que me anclara a alguien y me privara de mi libertad, en ese sentido era algo que tenía más que claro y que no cambiaría por nada del mundo. Ya había experimentado una vez la amarga sensación del amor cuando era humana, aún incluso tras los milenios que habían pasado recordaba a la perfección el dolor que había sentido tras la pérdida, las lágrimas que cayeron de mis ojos cuando todo se terminó, ¿por qué iba a querer sentir que me ahogaba de esa forma por alguien? El amor nos hacía débiles en todos los sentidos, el amor nublaba el juicio y nos hacía parecer como unos verdaderos imbéciles... así que no, no buscaba atarme a nadie por muy oscura que tuviera su alma, por mucho que encerrara demonios en su interior. Pero sí disfruté enseñándole de lo que era capaz, apenas era una décima parte de todo el daño y el dolor que podía hacerle, de lo que podría sentir si llegara alguna vez a traicionarme porque odiaba la traición en todos sus efectos. Él se creía que era un Dios pero sin embargo se daba cuenta de que, frente a mí, no tenía demasiado que hacer porque no era como el resto de sus presas, no era débil para que me doblegara y me manejara a su voluntad. Podía sentir la excitación que lo recorría, su miembro presionando mi cuerpo cuando lo encarcelé contra la pared y, cómo no, el orgasmo que le sobrevino después dejándolo inconsciente sin que terminara de responder a mi pregunta. Lo que no esperé, para nada, es que después de eso fuera como si hubiera activado una parte de él que había permanecido oculta y agazapada esperando el momento de actuar, porque en cuanto sus manos se posaron en mis brazos para apartarme supe que me encontraba ante una persona que, aunque en apariencia era la misma, en mente distaba bastante de que lo fueran.



-Así que ahí estabas, escondido y agazapado esperando al momento oportuno en que uno se quebrara para poder salir –dije mientras lo contemplaba y él me apartaba, más bien, dejaba que lo hiciera para comenzar a alejarse y recoger el bastón que había caído al suelo cuando restó la distancia para besarme en aquel acto que él tildó de suicida. Aquel al que tengo delante es diferente al hombre que hacía unos minutos tenía enfrente, su mente es diferente en todos los sentidos y yo que podía ahondar en sus pensamientos es algo que notaba con bastante facilidad, me crucé de brazos apoyando mi espalda contra la pared en la que había estado el humano y sonreí de lado observándolo con el rostro ligeramente ladeado hacia un lado- se equivoca señor, no he utilizado la fuerza para convencerlo en ningún momento... he utilizado una parte de todo el poder que ostento para hacerle ver que no podía doblegarme a su voluntad, que no era otra de sus víctimas que tenía bajo su control porque no soy como el resto –hice una leve pausa- aunque también le estaba mostrando lo que podría hacerle en caso de que decidiera traicionarme. Si quisiera matarlo, si quisiera destruirlo o hacerle daño ¿no cree que ya lo hubiera hecho? No, se equivoca señor, pues no era mi intención en ningún momento matarlo o hacerle pensar que era la parca que lo visitaba para llevarlo conmigo al otro mundo –sonreí de lado- además, soy una mujer que lo que quiere lo toma por la fuerza y a él, en todo momento, le he dado la oportunidad de libre elección cuando han sido muchos los que no tuvieron esa opción. Yo no quería aplastarle, de querer hacerlo hubiera descargado todo mi poder contra él y, de haberlo hecho, hubiera estallado su cabeza en miles de pedazos salpicando las paredes del callejón en el que nos encontramos... no, simplemente le hice saber que ante una vampira como yo no se podía imponer como lo había hecho, tomar la libertad de decidir cuándo y cómo porque no le había otorgado tales beneficios y tales privilegios –lo contemplé de manera fija observando la diferencia que había entre uno y otro, el primero algo más irracional mientras que este era más analítico y reflexivo. Gruñí cuando hizo mención a mi Sire y lo que había sentido cuando era humana, hacía ya demasiado tiempo, y en todo lo que me hizo mientras jugaba con las demás sacerdotisas que había encontrado como si fuéramos muñecas de trapo que utilizaba a su antojo. Mis ojos volvieron a tornarse del color carmesí y me alejé de la pared donde había estado apoyado acercándome a paso lento sin apartar mis ojos, cual llamas, de sus azules- ¿qué sabrá usted de lo que sentí cuando yo era una humana y me encontró mi Sire? ¿Qué sabrá usted sobre lo pasó mientras yo lo veía campando a sus anchas y observábamos lo que hacía sin que nadie le parara? Cuidado señor con lo que dice, apenas he mostrado al monstruo que dice que soy, y que le afirmo sinceramente que soy, pero está jugando las cartas que pueden llevarle a que lo vea de primera mano y lo que cree que he hecho... apenas sería una caricia en comparación –acabé a unos pasos observándolo- en comparación con mi Sire déjeme decirle, ya que lo ha expresado, que de haber sido como él no hubiera ofrecido posibilidad alguna de elegir un camino u otro, lo habría mutilado, habría jugado con su cuerpo, lo habría poseído mil veces hasta la saciedad y después lo habría desmembrado lentamente hasta convertirlo en un amasijo de piel y huesos –susurré en un tono amenazante observándolo, porque mi Sire había hecho cosas demasiado horribles a las sacerdotisas y yo quien parecía lo había cautivado, me había librado de muchos horrores que otras padecieron. Escuché de nuevo sus palabras y me reí por ellas observándolo cuando me pedía que llevara algo más de “cuidado” porque no lo había hecho bien y había estado errada en mis actos, de ahí que hubiera salido aquella personalidad opuesta que ahora me hablaba como si tuviera todas las claves que necesitaba para cumplir o más bien, para obtener lo que deseaba de aquel hombre- ¿me pide que sea buena cuando usted mismo ha dicho que soy un monstruo? Menuda contradicción, ¿no le parece? A un monstruo no se le puede exigir algo de lo que no es o no tiene realmente... y yo no soy buena ni magnánima, pero sí le he dejado claro qué era lo que quería en todo momento –volví a contemplarle y enarqué una ceja por sus palabras- entonces que me está diciendo, ¿qué debo de pedirle las cosas con un “por favor” tras ellas? –Reí de nuevo negando con la cabeza- ¿me ve como una mujer que pida así las cosas? No, porque no es algo que esté en mí forma de ser. Fui clara y concisa en lo que quería en todo momento, le dije que no pretendía ponerle un collar porque esclavos tengo de sobra, pero no quien pasear por las noches como dos depredadores al acecho de dejar salir nuestros demonios para que puedan disfrutar libremente... yo pido las cosas una vez, no ruego ni imploro por nada –sin embargo lo único que me hacía quedarme en aquel lugar, lo único por lo que quizás estuviera dispuesta a “ceder” al tenerlo era el hecho de que su recuerdo me provocaba, me impulsaba a no poder dejarlo pasar porque sabía que oportunidades como aquella sucedía una vez cada miles de años. Había esperado demasiado por tener a alguien así con el que poder sacarme el tedio que llevaba en mi larga existencia, pero era una mujer demasiado orgullosa que no daba su brazo a torcer ante nada ni ante nadie. Era una mujer que no tenía escrúpulos, que no miraba lo que estaba bien o lo que estaba mal y al que no le importaba más que mi propia existencia. Elevé mi rostro en un gesto de vanidad y de orgullo contemplando al humano que había frente a mí, mordí mi labio y enarqué una ceja tras sus últimas palabras en las que además me preguntaba si tenía alguna duda a lo que negué con la cabeza- la única duda que tengo es qué debo de hacer para que te esfumes y vuelva el humano con el que estaba hablando hacía unos minutos. No soy una mujer estúpida, he entendido todas las cosas que me has dicho aunque debo volver a repetir que mi oferta estaba más que clara, y lo que crees que he utilizado como “artes oscuras” no ha sido más que la propia proyección de mi mente ante un acontecimiento que bien podría producirse en un futuro –sonreí de lado- no es “contigo” con quien deseo hacer un pacto, así que vuelve a las profundidades de su recóndita mente de las que has salido para que pueda... ¿cómo has dicho? Ah sí, volver a empezar siendo sincera con lo que él necesita escuchar y que, al parecer, no había escuchado de mis palabras con anterioridad. No es a “ti” a quién deseo –concluí repasándolo con la mirada porque aunque era la misma persona, mentalmente, eran muy distintas.
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Mensaje por Charles Moncrieff Lun Abr 09, 2018 11:15 am

Analizando posibilidades, el cerebro es una computadora en todo su esplendor en el momento en que colocas todos los datos precisos y le das las condiciones adecuadas para trabajar. Procesos sencillos tienen menor tiempo de respuesta. Los complicados, es necesario darle un lapso mayor de temporalidad. Si hay alguna oportunidad de que la presencia femenina sea satisfactoria para el crecimiento del sujeto que está enfrentado a ella, entonces es preciso dar la pauta para que el otro tenga una convivencia equilibrada a sus gustos. Ese es el dilema a razonar, la premisa básica es que la mujer tiene tantos años en su haber que no está acostumbrada a que se le niegue algo. Confía en el peso de los años que cae a sus espaldas. Exige resultados inmediatos. En tanto que el masculino tiene en desventaja la juventud contrastada a los milenios de la otra, la necesidad de tener el control de la situación y la perenne búsqueda de evolucionar hasta tener un lugar en la cadena humana que le indique su triunfo.

Pisoteado en el pasado, el humano es contrario a seguir teniendo relaciones donde sea el inferior. En un universo donde no hubiera algún sobrenatural, triunfaría. En éste, donde cada sujeto es un factor que desestabiliza la fórmula, hay error constante. Algunos tienen solución, un giro de tuercas que permita la sincronización. En otros, es un fracaso. ¿Cómo hacer que vampiro y humano convivan y forjen una línea futura de compañerismo? Es el enunciado en el que él está sumido. - Incorrecto. Al instante de levantarlo del piso, utilizó su fuerza para concretar la actividad. Es correcto, no es usted como el resto de las personas a las que el otro está acostumbrado, el despliegue de capacidades ciega el raciocinio que le caracteriza a Charles por lo que intenta hacer lo que todo humano al ver a un ser de su especie: retirarse. En el otro, no es por cobardía, es para centrar la mente en todo lo que él necesita. Frialdad en el cerebro es igual a un pensamiento lógico, medido, donde las palabras que emite su interlocutor sean captadas, digeridas y por lo tanto, evacuadas. Error, él ya dijo que no le traicionaría, que odia la traición debido a hechos de su pasado que son innecesarios repetir. Hacerle ver lo que le sucederá si le hunde una daga en la espalda, es sinónimo de rotunda negación a una intercomunicación y el relacionarse con su persona no es opción. Es correcto, si quisiera, Charles estaría muerto. Incorrecto, no es que usted tenga que demostrar ser una parca, es que él, sus instintos primarios, ya lo notaron. Ya le advirtieron lo que se le avecina, por lo cual, debe permitirle un espacio para tranquilizar sus instintos y que la mente gobierne - permanece estoico, plantado como si fuera una estatua en una aberrante ilusión del futuro. Un ente sin emociones es igual a una máquina con pensamiento propio. No hay misericordia, sólo datos enunciados y razonados.

El viento alborota su abrigo, - Es correcto, puede hacer todo eso y más, estallar su cabeza, sus vértebras, sus órganos, sólo hay un aspecto no valorado en usted y es lo que produce su propia presencia. La incitación banal al sexo. Inhibe los pensamientos, incrementa el libido. Es por eso que los hombres son seres racionales, se diferencian de los animales porque pueden evitar caer en la cópula. Hay restricciones sociales que son respetadas en ciertos círculos o situaciones. Si Charles quiere cogerla y penetrarla hasta el hartazgo y usted lo sabe y, al contrario, le incita. Es su error. No permite que él se concentre en los aspectos que usted indica. Sólo está centrado en las emociones. Miedo, soberbia, lujuria, irreflexible valentía - la rabia de los ojos rojos es apreciada como un papel en la mesa. Hay interés en el caballero, ningún otro músculo se mueve, ni siquiera con el miedo irreflexible de la presencia turbada y herida de aquella vampiresa que expone sus razones.

- Es correcto. Desconozco lo que le sucedió con su Sire y son datos innecesarios para mi juicio. Incorrecto, no aludo a su humanidad para que se sienta atacada y piense que le hago un reproche, si no para que recuerde en su mente cómo es que veía a su Sire y se ponga en la mente de Charles. Le dé una oportunidad para tomar el control de sus decisiones sean éstas o no adecuadas para usted. Dice que le da libertad, pero al mismo tiempo, es su libertad, no la que Charles querría tener. Todo lo limita usted. Todo lo comprime a su satisfacción y capricho. ¿Dónde está entonces la libertad? Hablemos en este lugar de una limitación de la misma. Él puede hacer sólo lo que usted indica, eso es una falta de libertad. La tiene o no la tiene. Si la tiene dentro de los límites comunes de la sociedad, entonces él lo acatará. Si la tiene sólo dentro de los límites que usted le fija, eso no lo acatará - este ente puede ser muy aburrido si no se le tiene la paciencia, para él todo está en base a la posibilidad y en su mente, ya tiene todos los resultados. Está en ella escuchar o dejarse llevar por su soberbia.

Seres de oscuridad primados de unos dones soberbios, mismos que les derrumban en su banal existencia buscando razones para seguir existiendo. - Incorrecto, no es una contradicción. Es usted un monstruo, parafraseo lo que en voz alta enunció. Todo monstruo es un ser pensante, por lo que my lady, en su monstruosidad, es un ser analítico y que busca respuestas antes de atacar. Ha usado su intelecto y lo ha demostrado. Son sus actos los que han fallado. Su subyugante presencia lo que la ha traicionado. Es correcto, le dejó todo en claro, le repito que la ha traicionado su sensualidad y sexualidad. Ambas en conjunto, hacen de un hombre un amasijo sin que lo toque. Eso ha pasado con Charles que, abiertamente sexual, ha luchado y perdido ante su belleza y el intoxicante deseo de proporcionarse una satisfacción al probar sus labios y, por qué no, hasta sentir el Beso de nuevo. Porque él ya ha sentido eso. Ha ofrecido su sangre a su aliado, sin tapujos ni complicaciones. Es esa actitud la que ha estallado inclusive su bisexualidad. Es correcto, voy a esfumarme como usted desea. Veo que la situación está controlada. No hay necesidad de seguir aquí. Sus artes oscuras, son ese aire de hembra en celo que necesita a un macho para domarla, en una expresión más propia de Charles. Así que tómelo en cuenta, no es que usted utilice sus artes para dominarlo, es que usted misma es el arte que lo domina. Y eso, no le gusta. Me retiro, es un placer hablar con usted y llegar a un buen acuerdo. También que no me elija porque eso complicaría la existencia de Charles. No tenga preocupación, me encargaré de dejar en la mente el mensaje correcto para que actúe por el camino que ambos deseamos. Sí, es buena opción que esté con usted. Así que le apoyaré a ello, cualquier cosa que necesite, sólo llámeme - hace una reverencia con la cabeza antes de trasladarse a donde estaba, contra la pared acomodándose contra ésta. Se quita el sombrero y lo deja caer a donde estaba, en perfecto estado. Igual hace con el bastón y sólo se desvanece.


Frío, el viento baja la temperatura de su cuerpo. Un escalofrío le recorre de pies a cabeza, el resquicio del dolor sufrido y que a los músculos le ha parecido un improperio del tamaño de Roma. Los ojos se abren, el gris metálico da paso al azul cobalto. Sacude la cabeza con violencia dejando crujir las vértebras al tiempo que parece marearse. ¿Qué ocurrió? A su mente vuelven los recuerdos aglomerados, como una multitud intentando escapar de algo y que pisotea a los demás en su fútil intento de ponerse a salvo. Las piezas caen en el lugar correspondiente en ese gigante rompecabezas que es su memoria. El cerebro se une dejando fisuras que atraviesan la capa más superficial para quedarse implantado en la memoria a corto plazo. - Es suficiente - su voz adquiere de nuevo el matiz grave que la caracteriza.

La rigidez del cuerpo vuelve a adoptar esa posición ataque-defensa que le engalana esta noche de descubrimientos y acontecimientos sin control que le han caído encima como una locomotora a toda velocidad. Se lleva una mano a la cabeza - ¿Libertad? Sólo es una falacia. Estoy supeditado a tus deseos, sin obtener a cambio más aquello a lo que estoy acostumbrado. ¿Qué tienes que ofrecerme a cambio de mi compañía en tus episodios sádicos y sangrientos? ¿Qué puede interesarme para darte mi tiempo? Tus palabras acompañan ese aire intoxicante de perfume plagado de feromonas que enloquecen mi mente, obligan a mi cuerpo a seguirte y soy yo el que no quiere hacerlo. No me ofreces nada que pueda interesarme, nada que no me proporcione por mi propia mano. ¿Por qué he de estar contigo si sólo pareciera que me quedará la esclavitud? La obsesión y adicción a tu vitae, a tu beso y tu cuerpo, pero de ello, puedo encontrar en cualquier lado. Si ni tu nombre me entregas, ¿Qué puedo hacer para que entiendas que no hay algo que ilumine ese sendero que quieres que acompañe? ¿Qué ofreces para que, al final, pueda aceptarte? - las palabras han salido como un río embravecido sin un dique que las contenga.

La debilidad del encuentro se marca en su rictus, el rostro es un lienzo del esfuerzo que hace para recuperarse y salir lo menos golpeado posible. Su mano se desliza por su labio inferior revisando el guante para asegurarse de que no sangra, pero lo hizo. La mancha en su ropa interior es clara muestra de ello. Se restriega el rostro con las manos exasperado antes de pasarlas por su cabello hasta la nuca que ya se ha recuperado de una lesión reciente. Sus orbes se marcan en los de la vampiresa - negras promesas cargadas de un anhelo incandescente. Tu cuerpo ofreces a cambio de acompañarte. Tu visión de la oscuridad puede ser más experimentada que la mía, pero repito: ¿Qué más hay para que quiera seguirte? ¿Acaso en tu eternidad no alcanzas a comprender que para mí, ésto no es una derrota, si no un anhelo por entender qué puedo ganar? Sí, soy un hombre para tus ojos, pero a los míos, soy el único Dios que importa en mis creencias. En mi resquebrajada mente, soy el que decide y me gusta seguir a los demás o seguir en su compañía porque sé que hay algo lógico para ello. Cuando no existe una razón, el vínculo se debilita. ¿Quieres que esté a tu lado? Deja de provocar a mi cuerpo, deja de volverme loco con el deseo de poseerte. Permite que mi mente piense, acepte, dialogue e incluso discuta el por qué. Porque para mí, eso lo es todo. Esas son mis condiciones. Si las aceptas, estaré contigo, seré compañero, aliado, protector. Porque eres débil de día, cuando yo soy fuerte. Y no niego mi ayuda a los que considero de mi propiedad. Mi propiedad basada en que si los pierdo, algo de mí no existe. Entenderás que no soy fácil de entender. Comprenderás que necesito comprender. Aceptarás que necesito razones para aceptar. Así soy. Esclavo y amo de mis propias determinaciones y de mi sentido lógico de la conveniencia. Todos quieren algo. Tú me quieres a mí. Yo quiero saber qué obtendré a cambio - se recarga contra la pared para buscar un cigarrillo, encenderlo y aspirar.

La nicotina le devuelve la fuerza perdida. Los pensamientos lógicos, ignorante es Charles, de que la mayor parte de las palabras fueron dictadas por su interior. Por su propia naturaleza que auxilia a la conducta para seguir adelante.


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Mensaje por Sabah Jue Abr 12, 2018 5:50 am

Era hasta incluso interesante el hecho de que hubieran dos personalidades distintas fluyendo y conviviendo en una misma persona, interesante porque parecía que una no tenía demasiado conocimiento sobre la otra, y eso era de lo más intrigante teniendo en cuenta que la actitud y las acciones eran completamente diferentes en uno y otro momento, así como las posturas que mantenía e incluso la forma de hablar. Era como si aquel hombre, o la parte de este mismo, fuera mucho más analítico y no fuera tan “suicida” como había sido el otro al lanzarse a por mí, como si escuchara cada una de mis palabras y las analizara de forma íntegra sacando cada posible resultado para procesarlo y, de ahí, tomar un camino que mejor le fuera conveniente para no sufrir daño alguno y pudiera salir ileso, era como esa voz en la consciencia que le decía qué estaba bien y qué estaba mal. Había cambiado la actitud completamente y era muy diferente al que había conocido en un principio, mantenía las distancias observándome como si me analizara aunque su verborrea no había cambiado en absoluto porque seguía con el mismo don de la palabrería. Escuché lo que tuvo que decir por si algo de todo lo que mencionaba me servía para cuando volviera su otro “ser” que era el que había captado mi atención, como si fueran dos personas distintas o dos personalidades distintas bailando en un mismo recipiente humano. No era demasiado difícil ver que no aprobaba de ninguna de las maneras el hecho de que mi actitud para con él no era la más adecuada ni la que tenía que tomar para que finalmente cediera a lo que yo quería, era como si me estuviera dando una guía que marcaba unos pasos y unas pautas para que acabara complaciendo lo que yo quería aun cuando debía de ser su decisión el que me siguiera o no, pero yo tenía muy claro que al final acabaría cediendo porque sabía que mujeres como yo en París escaseaban, y sobre todo, que tuvieran ese lado oscuro que caminara por el mismo seduciendo todo aquel que pensara lo contrario, dejando que el demonio actuara por las noches y saliera a dar rienda sueltas a sus deseos más profundos... porque eso, en parte, es lo que hacía también aquel humano cuando caía el velo de la oscuridad sobre la ciudad; daba rienda suelta a ese demonio que lo poseía y lo mantenía anclado a esa oscuridad que se percibía en él pero que sin embargo apenas había arañado la superficie de lo que podía ser en realidad... y yo deseaba ver hasta dónde podría llegar aquel humano mientras en mi cabeza la imagen de aquel a quien él se parecía tiraba de mí como si no pudiera dejar pasar aquella oportunidad que me brindaba la noche, quitar el tedio de mi larga inmortalidad con aquel humano que podría dar esa chispa que necesitaba y que anhelaba por mucho tiempo. ¿Sería capaz de estar luego a la altura como, quizás, lo había estado su sucesor? Oh, algo me decía que aquel humano lo superaría con creces en apenas un par de noches, y yo relamía mis labios simplemente con la idea de lo que podíamos hacer juntos.

Era también más que claro que no me gustaba la “presencia” de esa personalidad que había salido a flote como si fuera el salvavidas en una situación de vida o muerte, quizás para un humano no era fácil comprender que muchas veces los vampiros no es que impusiéramos el deseo en ellos ni los incitábamos, muchas de las veces no lo hacíamos porque era un rasgo distintivo en todos los vampiros, era como el cebo que atraía a nuestras presas para que cayeran finalmente en la bella trampa que resultábamos ser para ellos. Sí, muchos me habían tildado como una súcubo que seducía a sus presas, las engalanaba y las conducía por donde ellos querían dejándoles en la falsa creencia de que tenían el control, de que me deseaban y su cabeza tan embotada apenas podía pensar en algo que no fuera tomar mi cuerpo... pero que no se equivocara, porque yo siempre sin siquiera utilizar mis poderes desprendía eso que a los humanos los volvía locos. No era de extrañar que me dijera que dejara de hacerlo y aunque reconocía que había implantado imágenes en su cabeza sobre lo que podría pasar tras una noche de diversión, no era nada más también que lo que el en sus más profundos deseos sentía. En cuanto al beso yo no tuve nada que ver, era mi naturalidad ser la seductora parca que atraía a los incautos y a los ingenuos a su propia muerte, algo arraigado en mi personalidad y forjado en el momento en el que renací convertida en una hija de la noche condenada a vagar por la eternidad bajo su pálido y oscuro manto, castigada sin poder volver a ver la luz del sol que iluminaba el sendero de la humanidad. No podía culparme por ejercer algo de lo que era natural e innato en mi persona, aunque tomé cuenta de que a aquel humano debía dejar que cayera por su propio peso porque el deseo ya estaba implantado en su cabeza y solo debía de esperar a que germinara por sí solo. Me mordí el labio observándolo tras sus palabras en las que, sinceramente, no tenía mucho más que añadir porque tampoco quería alargar su presencia más de lo estrictamente necesario. Aunque sí concluyó en algo; que estaría dispuesto a implantar en su cabeza las ideas justas para que cediera y aceptara mi compañía pero a cambio yo debía de hacer algunos cambios, unos que otros ni siquiera hubieran pensando pero ¿podían culpar a la araña que tejía sus redes para que cayeran sus presas? Sonreí de lado pensando que era el primer humano que veía la trampa antes de aceptar caminar a mi lado por las noches, otro rasgo más de lo interesante que resultaba aquel humano. Mis ojos rojizos contemplaron como volvía de nuevo a esa posición en la que había surgido dejando el sombrero y el bastón de nuevo en el suelo tal cual habían quedado, una última reverencia pidiendo que lo llamara de nuevo en caso de necesitarlo y tan pronto como había aparecido... se esfumó. Dejó paso al hombre que me había topado en el callejón y que ahora, sorprendido y algo aturdido por lo que había pasado, se reponía mientras su mente intentaba juntar las piezas que al parecer se le habían escapado como si fuera un puzle que debía de volver a montar de nuevo. Una vez recuperado con ese tono más grave que el de su otra personalidad, me preguntaba qué era lo que yo tenía que ofrecerle para que aceptara finalmente mi compañía aunque claro, no sin perder la libertad de la que su otra parte había hablado.


-No es tu esclavitud lo que quiero y lo que me interesa de ti, ya tengo demasiados esclavos que cumplen con mis caprichos y con mis deseos gustosos de ayudarme y de satisfacerme... no, lo que quiero de ti es algo completamente diferente que ninguno de ellos podría darme –sonreí de lado acortando lentamente la distancia que nos había restado al quedar de nuevo contra la pared, aunque su actitud rígida no había cambiado en un ápice en un afán por protegerse pero a la vez de atacarme de ser necesario, algo que no lo era en absoluto- no puede culparme señor Moncrieff de desprender aquello que usted llama “aire intoxicante” pues es algo innato en mi persona y en mi condición de vampiro, soy un súcubo prepara para tentar y seducir a mis presas atraídas por el canto de una sirena, una araña que teje sus telarañas entorno a su presa para poder devorarla más tarde –mis ojos lo recorrieron por completo en una lenta pasada dándome el lujo de hacerlo- pero le prometo una cosa, que no implantaré imagen alguna como hice hace unos minutos de ambos desnudos en su cama –no porque, al final, él caería sin necesidad de que yo hiciera absolutamente nada así que dejaría que fuera él mismo el que trazara el camino que lo llevaría inevitablemente a ese deseo oscuro y escondido que guardaba en su interior. Me preguntaba qué podría ofrecerle y yo sonreí de lado divertida en cierta manera con aquello que me decía el humano, podría acabar con su vida en un chasquido de dedos, podía arruinar su existencia si así lo deseara y sin embargo me preguntaba qué tenía que ofrecerle- ¿ofrecerle? Quizás usted no lo vea pero podría ofrecerle muchas más cosas de las que se piensa, inclusive, de las que pueda ver en estos momentos –mordí mi labio tentada por la idea de sacar toda esa oscuridad que envolvía a aquel hombre, una que parecía querer salir con fuerza y que de alguna forma era como si él mismo contuviera como si temiera perder el control de hacerlo- poder, no un poder como la distinción entre clases sociales... sino poder de verdad. Soy una mujer con muchos milenios a mis espaldas, ¿cree usted que no tengo influencia a lo largo de todo el mundo? Pues la tengo, podría tirar de los hilos necesarios si así lo deseara, pero sobre todo le ofrezco protección –lo miré de forma fija durante unos segundos- usted no sabe realmente los peligros que albergan la ciudad de París, más incluso de los que se pueda llegar a imaginar... esta ciudad es como un hervidero a punto de estallar en miles de pedazos –ladeé la cabeza con cierta sonrisa cínica, porque en parte yo misma quería causar que estallara todo para contemplar algo de acción y ver cómo se desenvolvían las cosas, pero era cierto que la actividad era más fuerte en esa ciudad que en ninguna otra de las que había estado- si quisiera podría hacer que su pasado, su historial, pudiera ser borrado de la faz de la tierra y que no hubiera ningún delito sobre usted, la policía dejaría de perseguirle y volvería a ser un hombre libre de culpa y de carga. Le puedo otorgar inmunidad señor Moncrieff, inmunidad para cometer aquello que desee sin opción a poder ser atrapada y juzgado, sin nada ni nadie que restringa sus movimientos ni le vigile –hice una pausa en lo que reí entre dientes cuando dijo que dejara de volverlo loco con la idea de poseerme, aunque bien sabía que al final acabaría cediendo a sus propios deseos guiados por ese instinto- además de hacer que su demonio interior salga a la luz y no lo deje tan escondido pues apenas ha arañado su superficie, le ofrezco mi protección... y créame, podría necesitarla. No dudo en que usted sea capaz de defenderse por sí mismo y de acabar con la vida de cualquier persona que se le ponga por delante, pero la cosa cambiaría demasiado si fuera un sobrenatural al que se enfrentara. La noche es oscura y alberga muchos horrores señor Moncrieff, yo entre uno de ellos, pero no soy la única que camina bajo una falsa apariencia de lo que no es. Conmigo podría estar protegido en todo momento y aunque usted piense que no es algo que necesite cambiará de parecer porque sí, lo hará cuando se encuentre con alguien como yo que no piense en mantenerlo a su lado, sino que desee torturarlo desangrándole hasta la última gota, y ¿quién sabe? Quizás incluso hasta decida convertirlo en lo mismo que le hizo aquello. Soy poderosa señor Moncrieff, en cada uno de los términos que pueda imaginar que albergue la palabra “poder” –mordí mi labio inferior observándolo- acepto sus condiciones y sus términos, los entiendo y por ello mismo es que acepto lo que usted dice –además de porque algo en mí me impulsaba a aceptar, a mantenerlo a mi lado... quizás el recuerdo de aquel hombre al que tanto se parecía- no influiré en su mente para que tome la decisión que yo quiera, dejaré que sea usted el que por sí mismo tome la decisión que crea es más conveniente para usted –retrocedí un par de pasos para que viera que no ejercía ningún influjo sobre él- libre elección señor Moncrieff, aunque debo decirle que esta ofertan o durará eternamente y que mi paciencia es algo de lo que nunca fue una virtud –aparté un mechón de mi pelo que caía sobre mi rostro aunque no aparté mis ojos de la figura masculina- Sabah, mi nombre es Sabah –ese que pronunciaría cuando cayera la noche buscando por saciar sus más oscuros y retorcidos deseos.
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Mensaje por Charles Moncrieff Jue Abr 12, 2018 5:05 pm

"Una vez más, bienvenido a mi casa.
Ven libremente, sal con seguridad;
deja algo de la felicidad que traes"
Drácula of Bram Stoker

Las campanas de la iglesia anuncian las tres de la mañana, la hora en que los demonios utilizan como burla de la Santísima Trinidad para vagar por las calles desiertas y penetrar en sus formas incorpóreas las paredes erguidas como una mísera barrera protectora de los hombres. Invaden los cuerpos indefensos para hacer de ellos, durante los instantes de la posesión, los actos más repulsivos y desquiciantes a ojos de quienes los padecen en instantes efímeros para el que posee, eternos para la víctima. ¿Qué sucede entonces cuando el poseído quiere que acontezca dicha toma de cuerpo para que emanen sus instintos más básicos y regodearse en la sangre y la miseria de los que en sus manos caen? No hay una respuesta y quizá por ello los hijos de Satán no tienen la menor intención de atrapar sus almas. ¿Para qué, si al morir irán directos al infierno? Son más sabrosos aquéllos inocentes que se aterran ante los descuartizamientos o las violaciones de su mente y creencias. Son esos, los objetos de deseo y dominio.

Entonces, Charles, con su aura veteada de manchas negras, es un desperdicio al esfuerzo de los demonios, así que en lugar de éstos, aparece una dama vestido de rojo sangre, con ojos subyugantes y labios que exigen al tiempo que ofrecen. Es el fruto prohibido del Edén, no la manzana como ha hecho creer el Vaticano, sino de un fruto con semillas como el albaricoque o la pera. ¿Quién diría que la iglesia no es más que una arribista que busca obtener sólo beneficios y que flagela a sus feligreses obligándolos a trabajar en tanto ellos sólo los arrean cual ganado para recoger las ganancias? Muy pocos en esta época. Muchos en el futuro. Es parte de la causa, esas mentiras y la violencia que el Vaticano y su séquito ejerció sobre su rebaño que las ovejas se tornaron lobos y la masacraron. ¿Sucederá lo mismo con esta mujer que ahora susurra palabras dulces al oído del inglés que le encandilan? Poder, grandeza, superioridad. Si Charles fuera un pecado, sería la soberbia. La libertad que tanto pugna no es más que el disfraz en el cual su verdadero deseo aparece: lo quiere todo, ser señor y amo de todos, que absolutamente nadie se atreva a levantar un dedo en su contra.

Su igualdad entonces, es una desigualdad propia vestida de finos ropajes, que usa sombrero y bastón para ocultar a la Inquisición que en su cuerpo anida. Donde es capaz de torturar, matar y robar en su propio beneficio. Es capaz de hacerlo todo con la expresión confiable, sólo aquéllos que le traicionan y se salen de sus cánones pueden apreciar su verdadero rostro. La inquisición tiene forma humana y reside en el interior de Charles, no en el Vaticano. Si no en un inglés al que le quitaran su destino y por el cual ahora exige se le devuelva con el poder, el dinero y los nimios escrúpulos. Si no gana, arrebata. Es el Dios que tanto ha clamado, es el único con la esencia divina para hacer con su vida lo que guste. Hasta que esta mujer, esta sobrenatural le ha salido al paso denotando su inferioridad. Echándole en cara lo que en lo profundo de esta bestia masculina tanto ha temido: son inútiles los esfuerzos por llevarle la contraria y hacer de ella lo que quiere.

Pobre bestia. Mírala revolcarse en el piso. Arrastrarse intentando que los tacones femeninos no le alcancen. Y por gracia divina -nadie dijo que fuera un milagro del cielo, porque si Dios es misterioso en sus designios, Lucifer es mil veces peor-, es su apariencia, su propia conducta lo que le salva de perecer en el piso cual vulgar animal y ascender inexplicablemente hasta donde ella le eleva. Su ego se infla, su bestia se doma. Tiene lo que quiere, no ser un esclavo. No tener grilletes en las manos, en la mente y ¿Qué hay de su alma? Como un inocente niño, está acercándose a la gigante araña que teje sus hilos a su alrededor para atraparlo y luego, después del agotamiento de tanto luchar, succionar lo que busca hasta el cansancio hasta dejarlo seco.

Sueña, sueña dulce angelito. Cierra tus ojos y ten sueños felices donde seas el protagonista de tus aventuras sin ver que los hilos atraviesan la piel hasta el cartílago y se afianzan en tus manos y pies apretando hasta que no puedas soltarte y tu titiritera juegue contigo hasta el hartazgo. Mientras, tu mente pensará que vives, haces y matas a tu deseo. Cuando es una voz en tu oído que te lo incita, te lleva a cotas tan altas de la decadencia hasta que tú mismo, con tu propia mano, cortes de un solo tajo el cuello de tu hermana hasta que la sangre manche los adoquines como lo hizo con aquella que dejaste en aquél callejón. No, no te preocupes, sólo sueña. No tengas pesadillas, esas serán cortesía de un cuerpo que exuda lujuria y unos labios que te perderán en el mundo de los sueños.

La luz del fuego ilumina el lugar, el cigarrillo forma ondas de humo que ascienden al cielo. Reconfortada la ansiedad oral, el humano asiente con la cabeza - de acuerdo. Si no es uno de sus poderes y sólo es su propia presencia la que provoca tal actitud indebida en mi persona, tendré que acostumbrarme a ella. Me parece correcto que no implante más imágenes en mi cerebro, mis propios impulsos me son una carga sin necesidad de un aliciente mayor - va controlando el cuerpo, el cerebro sigue su marcha meditando cada palabra. Es el otro el que ha detenido todo en Charles sin que éste se dé cuenta. Es su frialdad la que se ha hundido hasta sus huesos. Por un momento, quisiera tener encima la capa aparte del abrigo de la frialdad de sus músculos y extremidades sufren. Una nueva aspiración y el humo oculta el rictus del hombre. No pierde atención de que sus propios adjetivos a la fémina ahora son devueltos: súcubo, sirena e inclusive, aumenta uno más: araña. Sus siguientes palabras implantan en la mente del hombre una idea enloquecida.

Desquiciada y aún así, razonable para quien busca tener el control de la situación en todo momento por lo que es, deseada y anhelada. ¿Querría ella sucumbir a los deseos de tan soberbio humano?

Poder, protección, sabiduría, conocimiento de siglos quizá, todo ofrecido por un parecido con alguien a quien Charles agradece en silencio. De no ser así, no quiere seguir el derrotero de esos pensamientos. - No es necesario eliminar mis antecedentes con la policía de Londres, ya tengo gente que lo está haciendo. Sin embargo, lo demás me interesa. ¿Cuánto tiempo hace que pisa la tierra? Por su poder y magnificencia estoy seguro que cientos, quizá miles. Toda esa sabiduría y sapiencia es para mí un cofre de oro. Me gusta saber qué hay en el mundo, de quiénes puedo y de quiénes no, defenderme. Y sé que los sobrenaturales pululan en París como hormigas en el jardín. Los he visto con mis propios ojos, he estado alerta en algunas ocasiones y como usted indica, sé que no tengo muchas oportunidades de encararlos si sucediera algo fuera de mi control - va cediendo.

La codicia es otro de sus males. Tenerlo todo, poseerlo, ser amo y señor. La inmunidad es otra de las ofrendas que va a tomar sin consideración alguna. En tanto ella siga prestando su atención en su persona, aprovechará cada parte de su benefactora ayuda para impulsar su negocio y su propio ser al infinito. Si después se aburre, espera haberla complacido lo suficiente para que sus pasos le lleven lejos y él permanezca existiendo. - No soy un iluso, por más protección que un sacerdote tenga, si no hay fe en él, he visto cómo pueden descuartizarlo en su propio juego del rezo y pido a dios. Ni los crucifijos pueden evitar ese sino - el resto de las palabras son sólo un refuerzo para saber que la elección es correcta. El nombre entregado en labios rojizos es acariciado en la mente del inglés en tanto recarga la espalda de nuevo contra la pared y se termina el cigarrillo dejándolo caer para matarlo con la suela del zapato.

Destrozado y sin vida, el cilindro que le diera satisfacción le observa con reproche, para el inglés, ha hecho su función y ahora debe morir. ¿Será lo mismo para Sabah? Y por inercia, su instinto de supervivencia aflora - aceptaré con una condición más. Nada indica que, si se aburre de mí, terminaré muerto. Que cuando su interés se esfume cual estrella fugaz caiga a la tierra y me haga pedazos. Quiero un recuerdo de todo ésto. Anhelo algo que usted tiene, aparte del poder, la protección y sus enseñanzas. Si acepta, - sus dedos se deslizan hacia la corbata que luce y cubre su cuello, deshacen el nudo con facilidad pasmosa dejando ambos extremos muertos en sus hombros, desabrocha el único botón para dejar su piel bronceada a la vista de la vampiresa.

La yugular late con vehemencia, en un llamado de sirena que ahora, se ha tornado en contra de Sabah - si acepta, sea mi sangre quien cierre el pacto. Si ha salido a la noche, es porque está hambrienta. Sea entonces mi vitae la que le alimente. Mi propuesta es que al final, cuando haya atisbos de que se está aburriendo, me transforme y enseñe cómo sobrevivir al vampirismo. Quiero ser su progenie, puesto que si tan grande es, estoy seguro que pocos podrán tocarme. Seré suyo, su child. ¿Acepta? - alza la barba dejando la vena principal expuesta, latiendo, remarcando su presencia con la presión que él ejerce sobre sus músculos. Visible y anhelante.

Charles lo quiere todo, sin medias tintas. No será un hombre lobo porque detestaría perder el control en noches de luna llena y eso del Don de Gaia y aprender a controlar a la bestia interior no van con él. No puede entonces, esperar tanto tiempo y vagar por el bosque como Cinder esperando que no haya un cazador o inquisidor tras sus huellas. En cambio, siendo vampiro, tendría el control sobre su mente. Sabe que hay una bestia hambrienta de sangre, en tanto la mantenga satisfecha... él será su propio Dios.


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La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21 Empty Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21

Mensaje por Sabah Vie Abr 13, 2018 1:02 pm

Como todos y a todos solo hacía falta tocar el punto débil de cada uno para que de una forma u otra, quizás alguna más sutil que otra, cediera ante los deseos y designios que rondaban por mí cabeza y que habían sido el pretexto perfecto para que el humano frente a mí cediera a la idea de que cada noche fuéramos como “aliados”, dos demonios que caminaban bajo el manto oscuro que era el cielo plagado de estrellas como única iluminación de nuestros pasos, guiando un sendero que sería marcado por el caos, la destrucción, la sangre, la muerte y el placer. Nada como implantar en la mente de un humano la idea de que podía conseguir aquello que más ansiaba y necesitaba para que finalmente terminara por aceptar algo que aunque por un principio pensara que lo había decidido él, había sido yo quien implantó dicha idea que tomó fuerza germinando en su mente para finalmente aceptar lo que yo quería de esa noche: a él. Ah, cuán fácil podía ser la mente de un humano hasta el extremo de manipularla y moldearla a mi antojo, quizás él pensara que había sido decisión suya aunque esa otra mitad que guardaba con recelo en su interior también había sido el motivo por el cual había su mente poco a poco iba cediendo a la idea, entre ambos habíamos implantado algo que no pudo ignorar pero yo sabía que lo que lo había determinado a aceptar mi propuesta habían sido exactamente mis palabras, esas que él había ansiado y necesitado escuchar como el canto de sirena que era atraído para acabar muerto bajo las aguas del mar. Ah, cuán frágiles y predecibles eran los humanos... él solamente pensaba que yo podía ser una súcubo con mi apariencia y con mi presencia, mas se olvidaba de que mi voz y mis palabras podían ser ese canto, esa melodiosa voz o la misma y propia telaraña que atrapaba a la presa en las redes para que al final, como siempre, terminara cayendo en la trampa. Sí, mi apariencia y mi condición de vampira imponía a los humanos y los hacía caer en la gracia y belleza etérea que poseíamos, atraídos como las polillas a la luz eran incapaces de permanecer alejados y al final acababan acercándose para caer rendidos ante la evidencia más relevante; que eran manejados por unos hilos invisibles que ellos no veían y que tampoco sentían. Era una estupidez pensar que solo con mi aspecto físico podía hechizar a un humano, pero algo más fuerte que la misma apariencia eran las palabras que peligrosas y dichas en el momento y tono adecuado podían ser una firme condena para quien las estuviese escuchando... y para mí él me había dado todas y cada una de las claves que necesitaba para que acabara cediendo y aceptara. Porque sí, no solamente el hecho de ahondar en sus pensamientos había sido factible para que mis palabras salieran con firmeza, sino que además con todo lo que me había contado desde que nos habíamos encontrado había bastado para hacerme una idea de cómo era ese hombre, y qué quería para que aceptara mi propuesta y caminara a mi lado.

Muchos decían que los hombres eran predecibles pero aquel en especial distaba mucho de serlo, porque no quería lo que muchos y la mayoría deseaban sino que sus ansias por el poder eran mucho más grandes que las de cualquier otro hombre, y esa en parte había sido su sentencia. Había conocido a demasiados hombres a lo largo de mi existencia como para saber diferenciar a los tipos de hombres que eran como él, aquellos a quienes el poder les llamaba pero que querían estar sobre todo por encima de los demás incapaces de aguantar que alguien les mandara, con la autoridad suficiente como para hacer y deshacer a su antojo... y eso era exactamente lo que yo le estaba mostrando, lo que yo le ofrecía. No quería otro esclavo más que esperaba mis órdenes y mis deseos para complacerme, quería rodearme de alguien que fuera capaz de entender el demonio que llevaba dentro y con el que pudiera jugar cada una de las noches sin que tuviera que pensar que quizás era demasiado para soportarlo. Porque su demonio interior pugnaba por salir y podía sentirlo, anhelante de mucho más que solo lo que él le daba quizás por miedo a que se le escapara de las manos... pero conmigo no tenía nada que temer, porque como le había dicho era una mujer demasiado influente que podía llevar los vientos a mi favor aun cuando estos estuvieran en mi contra y soplaran con fuerza. Miles de años te daba para hacerte hueco en el mundo de los hombres y labrar un lugar y un poder con el que muchos soñarían poder tener, pero que sin embargo muy pocos ostentaban. Conmigo no tendría miedo, conmigo podría ser cuanto quisiera sin temer que nada ni nadie pudiera pararle los pies, ¿acaso no era eso lo que él más ansiaba de todo? Lo libraría de sus cargas policiales, eliminaría su expediente y nadie podría imputarlo por nada porque estaría bajo mi manto protector... pero le ofrecía mucho más que sabía que él aceptaría porque me había dado la clave que necesitaba para ellos. Es más, conforme le estaba hablando podía ver cómo su cuerpo podía ir relajándose como a poco y cómo en sus pupilas se notaba el cambio apenas perceptible para los humanos pero sí para los vampiros de que iba a ceder, de que las palabras eran como la llave que abría todas y cada una de sus puertas porque aceptaría... y sí, aceptó absolutamente todo lo que tuve que ofrecerle. Le había prometido que no implantaría más imágenes en su mente y eso es lo que haría, en parte, porque bien sabía que no haría falta de tales cosas y que mi sola presencia bastaría para que él mismo las pensara... porque es lo que provocaba un vampiro en un humano, y sobre todo lo sería aún más cuando cometiéramos esas atrocidades juntos y saciara al demonio que llevaba en su interior. Lo miré de forma fija cuando dijo las siguientes palabras y eso era algo que, sencillamente, no había esperado por parte del humano y que me llevó a recorrerlo por entero durante un par de segundos dándome el lujo. Decía que había algo más que anhelaba obtener de mí además del poder, de la protección y el conocimiento. Mis ojos observaron como sus manos deshacía el nudo de su corbata para luego abrir varios botones de la camisa dejando así parte de su pecho y su cuello al descubierto, latiendo con fuerza. Quería sellar aquel pacto con sangre y yo no me iba a oponer en lo más mínimo cuando ya había probado esta aunque fuera solamente un par de gotas que manaron de sus labios al presionar mi colmillo en su carne, notaba la vena latir bajo su piel, su corazón bombear la sangre por todo su cuerpo y aunque ya me había alimentado, ¿quién era yo para negarme ante los designios de aquel hombre?



-Deberías de llevarte cuidado, humano, con los ofrecimientos que haces
–sonreí de lado dando un paso en su dirección mientras lamía mi labio inferior observándolo a los ojos. Porque, ¿quién le decía que una vez aceptara... luego cumpliera con mi parte de la palabra? Nadie podía garantizarle tal opción y lo cierto es que ni siquiera yo podía hacerlo... pero en algo sí tenía razón: que en cuanto me aburriera lo suficiente me alejaría sin más igual que había llegado, quizás lo matara o quizás no lo hiciera dependiendo de sus acciones cuando estaba conmigo y también del hecho de si me había traicionado o no... el anterior que había ostentado dicho lugar a mi lado acabó muerto no porque me aburriese, sino porque no soportaba las traiciones y creyó ser más listo que el propio diablo, al final acabó muerto de una forma lenta y agonizante tremendamente dolorosa... el castigo impuesto por su traición. Ahora aquel humano me pedía que cuando me cansara de él no lo matara, sino que lo transformara porque querría ser un vampiro y vivir su inmortalidad como tal por el resto de su existencia... y eso me planteaba un problema, uno que no sabía si estaría dispuesta a lidiar con él porque en mis largos milenios jamás había convertido a nadie en vampiro por raro que sonara. ¿El motivo? Yo era una mujer libre que vagaba por doquier sin atarse a nadie, convertir en vampiro significaba que un lazo nos uniría de por vida... y yo no quería lazos, ni lastres, que me ataran por mis largos milenios- respondiendo a tú pregunta sobre mi edad, algo que no debería de preguntar nunca a una dama, le diré que he hollado más de tres mil vidas de hombre en la tierra –sonreí de lado de una forma ladina ante la reacción de aquel hombre- el saber y el conocimiento es poder Charles, y yo podría enseñarte muchísimas cosas... como por ejemplo soy muy antigua y soy tremendamente peligrosa, por lo que le propongo que nunca se atreva a jugar conmigo ni a pasarse de inteligente porque desde ya le advierto que el diablo es demasiado listo como para no saber de traiciones, y ante eso, juro que no dudaría en acabar con su vida –hice una pequeña pausa- querer ser vampiro es más complejo de lo que pueda imaginar pero ¿quién soy yo para juzgar lo que usted debe o no de hacer? Si quiere condenarse por toda la eternidad entonces está hablando con la mujer adecuada –elevó su rostro de forma que dejó su cuello más al descubierto como si estuviera tentándome aún más a que lo mordiera, mi dedo se paseó por su cuello cuando estuve frente a él y subí mis ojos de un tono rojizo a los suyos- cuidado Charles, ofrecer tu sangre a una vampira por muy milenaria que sea puede traerte graves problemas –mis labios subieron hasta la piel de su cuello dejando que mi nariz la recorriera aspirando el olor que desprendía, notando el latir de su vena que era bombeado por su corazón e incluso ante la presencia de una vampira que de un chasquido podría perfectamente partirle el cuello... su pulso era firme y fuerte- vaya, ni siquiera estás un poquito nervioso por esto –ladeé la sonrisa y mis labios recorrieron la zona de forma leve que él me ofrecía para que bebiera de su cuello, mi mano subió por su pecho hasta que la pasé por su nuca siguiendo elevándola para finalmente acabar enredando mis dedos en su pelo- ¿acaso quieres tentar al demonio que soy Charles? ¿Crees que con sangre es la única forma que tienes de hacerlo? –Mi risa impactó contra su piel por unos segundos antes de elevar mi rostro, con mi cuerpo ya pegado al suyo sintiendo la calidez que desprendía incluso a través de su ropa, hasta hacer que agachara ligeramente su cabeza para que pudiera estar su rostro a la altura del mío- decías que habías estado con un vampiro con anterioridad, por lo que ¿tengo que deducir que sabrás qué es lo que pasa cuando un vampiro te muerde? –Mis labios rozaron los suyos dejando que mi gélido aliento impactara en ellos, sintiendo el suyo cálido dar contra los míos en una mezcla de fuego y hielo constante, una tentación el roce de mis labios pero que tal y como había prometido no hice nada para no incitarlo, aun cuando mi sola cercanía para él debía de ser una tentación más que suficiente- asumo que, si lo sabes, acarreas con las consecuencias que esto va a provocarte –mis dientes dejaron un pequeño mordisco en su labio inferior y los llevé de nuevo a su cuello para lamer la zona en la que lo mordería- me pregunto si debería de complacer tus deseos cuando lo haga, o por el contrario querrás que me aparte mientras te vuelves loco de deseo... –no dejé que me respondiera porque, tras lamer la zona, mis colmillos perforaron la piel de su cuello en lo que mi mano aferraba su cuello ladeando su rostro para darme un mejor acceso, y mi otra mano pasaba por su cintura y subía hasta media espalda como en un “abrazo”, ese mismo que hacían los vampiros cuando convertían a los humanos salvo que, esa vez, nadie sería convertido. Su sangre estalló en mi paladar haciendo que gruñera por el delicioso saber que sentía al beber de su sangre, daba tirones de una forma fina y controlada sin desperdiciar ni una sola gota que manaba de su herida, el líquido carmesí era demasiado preciado como para derrocharlo. Cerré los ojos y bebí de su cuello mientras sabía que su cuerpo reaccionaba a mi mordisco, que se iba calentando y encendiendo poco a poco, su corazón bombeaba con algo más de rapidez mandando más sangre de la que poder beber de su vena. Oh, placentera y satisfactoria sensación que calmaba mis sentidos mientras podía notar lo que provocaba en el humano, pero lejos de haber sido influenciado por mí, había sido él mismo quien lo había pedido... y yo, como diablo que era, ¿cómo negarme a que un humano cayera en la tentación y en la trampa del demonio?
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Mensaje por Charles Moncrieff Sáb Abr 14, 2018 7:53 am

El subyugante aroma de la perdición se enrosca cual anaconda alrededor de los dos entes, el diablo juega los dados tirándolos y ver el resultado de los mismos ganando en ambas partidas. Hombre y mujer, humano y vampiro, ¿Hay diferencias? Al término de sus existencias él cobrará el premio. Una se cree más poderosa que el otro, lo es. El otro cree que es más astuto que la primera, lo es. La diferencia no recae en lo que cada uno piensa, si no en lo que el demonio les ha introducido en sus mentes, cuales cuchicheos nocturnos, palabras imposibles de ignorar hasta que el inglés se abre la camisa dejando a la vista su cuello ancho, las venas que palpitan por la ansiedad de ser probado una vez más, de sentir el beso en todo su esplendor.

Ahí está el punto medular, este humano ya ha tenido el privilegio de sentir cómo su cuerpo se tensa un instante para el siguiente, temblar incontrolable por la punción de los colmillos seguida por cada succión lenta o acelerada, la sensación es la misma e ignorante, es ahora presa de una necesidad propia de un esclavo. La vampiresa le lleva ganada la partida en este instante con el poderío que no sólo su presencia le provoca si no por la simple razón que basta un solo mordisco para que el mortal caiga a sus pies dejándose hacer sin tapujos ni remedio. Incluso, sin arrepentimientos.

Es el drogadicto recuperando su adicción favorita, la que más prefiere entre todas, la que más ansiedad le provoca. Es Charles, entonces, adicto a ese desgarre de la carne y el músculo hasta llegar a la vena principal del cuello donde el esperar por la succión es acuciante. Todo su cuerpo en tensión está, las terminaciones nerviosas se energizan en movimientos vibratorios que podrían terminar en un temblor de no ser que el propio mortal lo evita. Lucifer observa con las garras extendidas acariciando al helldog en tanto sonríe con maldad absoluta. Para él, no hay puntos medios. Estás con él o en contra. Y el inglés, en estos momentos de locura total, está en favor del señor del infierno. Que arda su alma por la eternidad si con ésto logra recuperar lo que en Londres quedó atrás. El vampiro no siguió los pasos del mortal, por una ínfima centésima de segundo, el inglés quiso oponerse, sus razonamientos no cambiaron la férrea voluntad del no-vivo. Así entonces, perdió su fuente de placer.

Y ahora, por los caminos del mal, la recupera en un envase mucho más hermoso y suculento. En una fémina mucho más retorcida que su otrora compañero de especie. Que le ofrece poder, inmunidad y, si bebe, el más preciado don: la inmortalidad.

El diablo mueve la cola al cambiar de posición para, entre los fuegos eternos, observar a la vampiresa cuyo bocado está ofrecido tan ciegamente que pareciera que las escenas anteriores no existieron. Que al darle lo que él busca, será la ama y señora de tan interesante mortal. ¿Será todo tan fácil? El maligno jamás jugará sin tener una mano ganadora. Ella tiene la forma de salir airosa, su glotonería es la que le perderá en el abismo que evitó durante toda su existencia. Las cadenas de metal forjado en el infierno están listas para apresarla en el momento en que tome la vitae que se le ofrece con tal sumisión.

Todo se resume a una acción: dejarse comer y caer. Morder y perder. Los hilos con los que el mortal piensa obtener su preciado premio son menos fuertes que los de la vampira que pretende que le acompañe en una existencia insulsa. Y encima de ambos, Lucifer tiene los hilos dorados que va colocando muy poco a poco para unirlos, apretar hasta que en las carnes de ambos se introduzcan y después de ello, aseguradas las presas, llevárselos al infierno.

Una basura recorre el callejón hasta golpear contra el zapato de Charles quien mantiene la posición erguida con el cuello visible observando cómo la vampiresa está tentada a darle lo que busca al tiempo que se lo niega con palabrerías. Ansía ya la conocida sensación del desgarre de su cuello para entrar en el paroxismo de las sensaciones otorgadas por el Beso. - La diferencia es que sé con quién desnudar mi piel y con quién no. ¿Acaso lo hice en cuanto me conoció? Primero debo saber que obtendré algo a cambio y después, cederé en ésto que para ustedes es sagrado - puesto que la vitae no es algo que se tome a la ligera para los vampiros. Es su sustento y su obsesión. Las dos caras de la moneda. Les salva y les pierde.

Más de tres mil años les distancian. Es sólo una pequeña mariposa apoyada en el robusto cuerpo del lince que ha vivido tantas existencias y que ha tenido demasiados insectos en su vida y sin embargo, es su decisión arroparlos o bien, destruirlos con un simple garrazo. Es la subyugante presencia y los movimientos felinos los que atraen a la mariposa para quedarse a su lado. Sintiéndose protegida aunque su instinto sea el de volar muy lejos de su vera. - No intente asustarme con la traición, soy demasiado firme en mis convicciones y un hombre de valía, no estoy por hacerle una jugarreta. Si bien usted indicó que hay demasiados sobrenaturales en París, lo sé de primera mano. Estoy al lado de una licántropa que me auxilia en menesteres pequeños y me es de utilidad. Aprendo de los hombres lobo con ella y es tan mezquina que es capaz de ir en contra de su especie por un acontecimiento en su historia que no vale la pena repetir. No voy a mandar a la loba tras sus pasos, Sabah, hacerlo sería perder a mi aliada, pero tampoco quiero que usted vaya tras ella porque de día no puede defenderme contra cambiantes o cualquier otra amenaza y ella sí. Entienda que le hace un favor de forma indirecta, le conviene a usted que ella esté conmigo puesto que así, podré asistir a las reuniones nocturnas a su lado y aprender lo que quiera enseñarme - claro como el agua, tranquilo como la superficie de una charca.

Las confesiones se entregan sin dudar, - atacarla sería traicionarme. Mandarla tras usted sería traicionarla. Ninguna de las dos opciones tiene cabida en mi cabeza. No se harán porque yo no quiero. No soy capaz de perder a ninguna de las dos porque me conviene tenerlas a mi lado. Como le dije, todos queremos algo y yo las quiero a ambas - su voz es tenaz, aguerrida. Pelea por lo que quiere, haciendo entender por qué es que lo necesita. Si no hay lógica en su conversación, Charles no tiene la capacidad de acompañar a los demás. Debe basar todo en la fría convicción de la conveniencia porque los sentimientos no tienen cabida. No cuando se le traicionó en su tierna niñez. - Hay demasiado por ver en el mundo, que la condena a la sangre es poco precio por pagar. Si ser un maldito es la única forma de no perder mi conciencia, lo haré. No seré un hombre lobo porque no quiero pasar el tiempo aprendiendo a tener conciencia durante las transformaciones. Y para cambiante, debí nacer así. Quiero alargar mi existencia lo más que pueda y a mis treinta y dos años, ésto ya empieza a preocuparme - porque no vivirá por siempre y le gusta su apariencia. Desearía ser así de joven por la eternidad aunque ésta sean sólo dos siglos o dos milenios. No importa en lo más mínimo el tiempo.

La falange acaricia la acalorada piel de su cuello que está ansiosa por ser tomada, un escalofrío le recorre. Es la anticipación por tener lo que busca, - no... - un suspiro ahogado emana de sus labios al sentir la nariz helada contra la febril coraza de epidermis - no dudo que sea peligroso ofrecerla así, pero ¿De qué otra forma sellaríamos nuestro pacto, Sabah? ¿Se te ocurre que con un apretón de manos estarías satisfecha? Además, sé que si tomas de mi vitae, el simple hecho de probarla y tenerla contigo, es un lazo entre nosotros. No importa a dónde vaya, estarás ahí. No importa dónde me encuentre, sentiré tu presencia - sus labios quedan lubricados cuando su lengua pasea por ellos. Son signos de su propio nerviosismo, no por el miedo que pueda sentir, si no por la ansiedad.

Su risa quiebra el silencio del lugar, su cuerpo se mueve de arriba a abajo presa de las convulsiones propias de esa explosión de alegría - ¡Por supuesto que estoy nervioso! No porque piense que vas a dejarme desangrado. Anticipo el placer, quiero sentirlo de una vez por todas - su voz es un llamado a la acción. Una orden subliminal de que lo haga para dejarse llevar. Los labios femeninos recorren la epidermis supra sensible mandando descargas a todo el resto del cuerpo. Una mano varonil se sujeta de la única tabla de ¿salvación? en la cintura de la inmortal con fuerza. - No mientas. Ya estás tentada desde el momento en que me viste. Tu anterior prueba de mi vitae es muestra irrefutable de tu deseo. Ya te dije que no me parece prudente sellar un pacto con un apretón de manos, aunque si consideras que esa es la mejor forma... - calla, calla al escuchar su provocación y su pregunta - conozco el proceso, ansío tener tus labios pegados a cada parte de mi cuerpo, tus colmillos perforando mi tierna piel en tanto el líquido que tanto ansías se derrama y recorre cual gotas de agua mi epidermis hasta que tu golosa lengua los tome y absorbas mi esencia dándote poder. Porque ésto es un toma y daca, tú me das placer, yo te alimento y me gusta la idea de que mi sangre sea la causante de que tu cuerpo y tus poderes tengan fuerza por mí, para mí... - suena posesivo. Lo es, comprende qué tanto puede enloquecer a la bestia en su interior con esas palabras.

Entrecierra los ojos con el ligero roce de sus labios, el contacto gélido contra su febril piel es otra forma de complacerle. La diferencia entre ambos es basta, más la acepta. Sus pliegues bucales se estiran con sorna, un jadeo profundo emana de su boca al sentir que le mordisquea el labio inferior. Si hay algo que excite sobremanera al mortal, es juguetear con esa parte de su anatomía. Morderla y succionarla hasta el delirio en tanto su cuerpo busca conquistar el centro más íntimo de una fémina es su postura preferida en el sexo. - Ya basta de palabrerías, ambos sabemos que lo quieres. Ambos sabemos que lo quiero. Ambos sabemos que la necesidad por el otro es urgente, que nuestros cuerpos piden a gritos el contacto. ¿Por qué no dejas de hablar y lo haces? Si no, ten por seguro que presionaré hasta que conquiste mi anhelo o que, a tus ojos, pierda mi libertad - la mano en la cintura femenina se reafirma alzándola unos centímetros del suelo, pegándola a su cuerpo y, como resultado, ella lame su cuello. Lo último que pronuncia le genera un gruñido bestial desde lo más profundo de su ser.

- Hazlo ya - ¿Fueron ambos los que lo exigieron? ¿Fue el otro quien volvía para aleccionarla de nuevo? Ahora, en el éxtasis de sentir cómo los colmillos laceran su piel, nada importa. La mano que la sujeta y la eleva por el aire, se mantiene firme. El cuerpo se tensa ante la multitud de sensaciones que, como una estampida, recorren su ser en dirección a su centro más erógeno. Cada parte de él está consumido en la concentración de disfrutar y paladear lo que ella produce. Un gemido profundo se eleva, su otra mano sujeta los cabellos oscuros acariciándolos a la vez que los aprieta con vehemencia. - Ah - le brinda la satisfacción de saberlo excitado. Por instinto, sintiendo que no podrá mantenerse en pie, la lleva a la pared apretándola contra ella con su propio cuerpo sumido en el placer de lo que pudiera ser un orgasmo, que con cada acompasada succión se mantiene - s-sí - golpea las caderas contra ella en una urgente necesidad de satisfacer su miembro excitado hasta el máximo.

Por eso se hizo gay, algunos encuentros con el vampiro fueron tan arrolladores como éste, por lo que su necesidad debería ser física y el inmortal la complacía dejándose desnudar y ser penetrado hasta que, por fin, la cordura volvía a Charles. Las acometidas durante el Beso eran devastadoras. El vampiro bebía de su muñeca en tanto el inglés penetraba una y otra vez su ano, apretándole de las nalgas, arqueando la espalda hasta que un grito escapaba y con ello, culminaba su satisfacción de la misma forma que ahora, en el presente, hacía. El sonido brutal de la mortalidad complacida, más no saciada, golpea los tímpanos de la vampiresa. Una mancha se forma entre sus pantalones en señal de cuán bien lo está pasando. Es adicto a esta sensación, no se lo niega. No lo oculta en brazos de la vampiresa. Lo deseaba desde hace mucho. Por eso también la provocó.

Y cuando todo termina. El agotamiento del orgasmo se implanta en su cuerpo que queda tembloroso. - Diablos... sí... ah - se aleja de ella para acomodar la espalda contra la pared intentando recuperar sus fuerzas. Con el cuerpo sensible de tal muestra de locura. Se muerde el labio inferior dejando una marca que se desvanecerá en el transcurso de la hora siguiente. Sus manos quedan inertes a los lados de su cuerpo. La respiración agitada demuestra cómo late su corazón desbocado y, cuando por fin empieza a remitir, abre los ojos mirando la luna, su único testigo de tal pacto endemoniado. - De-de acuerdo. ¿Qué sigue? - su risa enloquecida resuena por todo el lugar. El monstruo está listo para salir - ¿A quién hay que matar ahora? Y la mejor pregunta de todas es ¿Cómo quieres que muera para complacerle, my lady? - ladea la cabeza para mirarla con la ceja arqueada y la sonrisa de medio lado. Está listo para la siguiente contienda. Mientras más perversa, mejor.


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Mensaje por Sabah Lun Abr 23, 2018 10:56 am

Era algo cierto que todos teníamos no solamente un punto débil, sino un precio con el cual podríamos caer ante las tentaciones más oscuras y peligrosas, un arte que no a muchos se le era otorgado y que precisamente debía de ser entregado con cuidado y con precisión pues no todos eran dignos de ser tentados por el lado más oscuro que había sobre la faz de la tierra. Las pequeñas tentaciones no eran nada comparado con lo que yo le estaba ofreciendo a aquel humano, algo que por muchos siglos me había negado como si el mero recuerdo quemara como lo pudiera hacer los rayos del sol abrasando sobre mi tersa, suave y pálida piel. Quizás por ese hecho había encontrado fascinante dar con un ejemplar como el que tenía enfrente, aunque debía de admitir que la similitud con aquel con el que compartí tanto hacía tantos siglos pudiera haber sido un factor que jugara en su favor, mas cierto era que haber visto cómo había arrebatado la vida de esa pobre niña que ahora yacía en el suelo manchada de sangre bastante olvidada había sido el detonante perfecto para proceder con mi intervención, para pedirle y otorgarle algo que él mismo me había ofrecido como si me pusiera la llave que me llevara hasta él en bandeja de plata. Ah, cuán agradable sensación era cuando se conseguía lo que se andaba buscando y después de tantísimo tiempo me apetecía más que nunca salir a jugar por la noche, encontrar ese macabro y tenebroso placer que por tiempo me había negado quizás porque no soportaba las traiciones y la que recibí en su momento fue dolorosa como una estaca a través de mi inerte y frío corazón. Él pagó sus consecuencias y yo me encerré con la firma idea de que nadie volvería a jugármela y a traicionármela y sin embargo me encontraba con aquel humano en un encuentro casual –aunque bien sabía que el destino era una perra desgraciada que jugaba con todos disfrutando del destino que les deparaba- que había abierto de nuevo una veda que hasta la fecha había permanecido cerrada. ¿Cómo negarme ante la posibilidad de tentar a alguien que cayera en sus más bajos y oscuros deseos? No podía hacerlo porque la simple idea de pensarlo hacía que mi cuerpo vibrara de anticipación con un calor que, ni de lejos, poseía en todo mi cuerpo. Yo era el demonio hecho carne en un cuerpo de mujer capaz de tentar a cualquiera que se pusiera en mi camino, no solo con mi cuerpo, sino con palabras achacando al lado que más deseaba sacar a flote, explorando de formas que nadie más podría hacer para que acabara cediendo.

Y él mismo se había condenado, en el mismo instante en que había empezado a desabrochar la corbata mientras sus ojos me contemplaban supe que estaba firmando su sentencia de muerte, su alma sería mía por toda la eternidad y aunque en un futuro hipotético nuestros caminos se separan él jamás podría borrarme de su memoria, no al ser perfectamente bello, inmortal y letal que le había arrebatado su alma por muy oscura que fuera. Una huella imborrable sería para el humano aunque él mismo no se diera cuenta de la magnitud de sus acciones y de sus palabras, condena que él mismo me estaba sirviendo en bandeja de plata y ¿qué demonio no sería yo si la rechazara? No podía hacerlo, entre otras, porque sentía la punta de mis colmillos deslizándose por mi lengua ante la sola idea de saber que acabaría mordiendo al humano no porque yo se lo pidiese, sino porque él lo necesitase como si firmáramos aquel pacto entre ambos. Admitía que ansiaba hincar mis colmillos por su suave piel y beber de su dulce sangre, néctar que me daría la vida aunque ya me hubiera alimentado pero eso era algo que él no necesitaba saber ni conocer al respecto. Tomaría de su sangre lo justo y necesario para dejarlo activo por el resto de la noche, además sabía lo que mi mordisco le ocasionaría a su cuerpo y en cierto sentido el pensar en tenerlo al borde del orgasmo solo por mí era algo que me gustaba bastante. Podía notar su sangre fluir a través de su vena con fuerza, con ritmo, en un pulso fuerte aunque no acelerado mientras mis labios se deslizaban por su cuello en una lenta caricia sintiendo el calor que desprendía contrastando con mi tacto gélido. Mis ojos de color rojizo subieron a los suyos para mirarlo cuando me habló sobre una loba que al parecer había conocido, una que había tildado de “socia” y que me había pedido que no atacara siendo algo que provocó mi risa contra la piel de su cuello, erizándola a mi paso sabiendo que él deseaba tanto como yo que lo mordiera, ansiaba sentir mis colmillos hundirse en su piel y yo me regocijé en esa sensación. No me importaba en lo más absoluto lo que pudiera hacer o no con aquella loba, era una mujer que tomaba lo que quería y por esa noche había conseguido tener al humano para cometer por las noches las más retorcidas ideas. Los lobos, igual que los inquisidores y los cazadores era algo que me aburría aunque debía de decir que detestaba a los lobos y a los inquisidores, encontraba divertido impartir justicia sobre ellos aunque los lobos hacía mucho que habían dejado de preocuparme, no era fácil que uno acabara con un vampiro milenario y por norma general muchos no eran los que se planteaban siquiera un encuentro con un vampiro tan antiguo, no si seguían conservando el buen juicio.



-¿Crees que no tengo mejores cosas que hacer que ir tras la loba esa de la que hablas? –Pregunté deslizando mi dedo por su cuello pasando mi índice por la nuez de su garganta en un camino hacia abajo que se perdía justo donde terminaba de estar abierta la camisa que él llevaba, solamente lo suficiente para darle movilidad y dejar su cuello al descubierto- poco me importa lo que hagas con esa loba y te aseguro que no tengo interés en ella. Cuando llevas más de tres milenios en el mundo hay cosas que dejan de aburrirte bastante y que encuentras tediosas, los licántropos llevan mucho tiempo caminando entre los hombres y aunque al principio fuera algo fascinante ahora lo encuentro de lo más tedioso y aburrido –mis ojos lo contemplaron- no tienes que temer que vaya tras la loba y créeme, si es lista e inteligente no hará nada por venir a buscarme porque tiene muchas posibilidades de acabar perdiendo la vida. Que sea indulgente contigo, Charles, no significa que lo sea con lo que te rodea si vienen a joderme... eso quiero que lo tengas claro –sonreí de lado- aunque sí te pediría una cosa, antes de venir conmigo cada noche preferiría que te lavaras a conciencia porque ni con tantos siglos he podido aguantar y soportar la olor de los licántropos, por lo que no me gustaría olerla en ti –una condición en la que no iba a claudicar bajo ningún concepto. Poco me importaba quién fuera esa loba siempre y cuando se mantuviera al margen de lo que hiciéramos juntos, y algo me decía que a la loba no le gustaría en absoluto que él hubiera tomado la decisión de que lo convirtiera en vampiro porque no quería ser un lobo, algo que seguro ella se lo tomaba como una ofensa aunque poco me importaba- tengo claro Charles que tú muerte, llegado cierto momento, me pertenece y es mía... al igual que tú alma aunque tú todavía no lo sepas –una sonrisa ladina se extendió en mis labios de tan solo pensarlo. Además el hecho de que él quisiera preservar su vida de esa forma no era sino una muestra del poder que quería obtener en su vida, de alargarla cuanto pudiera y siendo lobo al final un día acabaría encontrando una muerte mientras que siendo vampiro, si llevaba cuidado, podía vivir miles de años.... eso es lo que diferenciaba a alguien con ansias de poder, con ganas de comerse el mundo y que se postrara a sus pies. Y en algo tenía razón también, ¿hubiera aceptado otro método para sellar dicho acuerdo que no fuera su sangre? Por supuesto que no, aunque solamente se produciría una “unión” si yo le daba de beber aunque fuera unas gotas de mi sangre y eso, por el momento, era algo que me tenía reservado para más adelante cuando la ocasión lo mereciera. No alargué más el momento y tras unos breves intercambios de palabras, y una súplica por su parte, acabé lamiendo la zona de su piel para luego dejar que mis colmillos la atravesaran notando la sangre dulce invadir mi boca, dulce néctar que me regalaba la vida una noche más.

Podía sentir lo que el mordisco provocaba en el cuerpo del humano, cómo su corazón se aceleraba y eso provocaba que fuera mucho más dulce beber de él, más delicioso mientras no desperdiciaba ninguna gota de su sangre enredando mi mano en su pelo para mantener una postura fija y firme que me permitiera beber con calma. Su mano fue a mi melena donde enredó sus dedos pegándome más a su cuello para que siguiera succionando, los jadeos y gemidos comenzaban a oírse en aquel callejón mientras bebía de su sangre y sentía su cuerpo calentarse a la par que el mío lo hacía por beber de él, alimentándome. Ya no habría vuelta atrás para él y acababa de firmar su propia sentencia a muerte, nunca mejor dicho, siendo esa parca que una vez me había considerado él mismo y que siempre había sido aunque de distintas maneras a lo largo de los milenios. Su sangre era extremadamente deliciosa y noté su cuerpo ardiendo, su miembro duro presionar contra mi cuerpo sintiendo que él disfrutaba mientras bebía de él y no fue demasiado complicado ver incluso algunas imágenes que habían pasado por su cabeza confirmando sus propias palabras de que había bebido de otro vampiro, y sí, había visto cuán estrecho había sido el vínculo con aquel hombre. Sus caderas se movían haciendo que su miembro presionara contra mi cintura que moví para chocar en cada encuentro e incluso por un momento me vi en la tentación de llevar mi mano a su miembro para deslizar mis dedos por su tronco mojado y duro, pero no lo hice porque supe que su adicción por la sangre vampírica iba más allá de lo que había pensado en un simple momento y sonreí mientras succionaba con algo más de avidez sabiendo que, como si estuviéramos en mitad de un encuentro sexual, el clímax llegaría pronto con el brazo de él rodeando mi cuerpo pegándome más a él incapaz de contener los gemidos que salían de sus labios, entregado y completamente extasiado. Un grito es cuanto me hace falta para saber que ha alcanzado el orgasmo, su cuerpo comenzaba a relajarse hasta finalmente caer vencido contra la pared con su respiración agitada en lo que yo último los últimos sorbos de su sangre y cuidadosamente limpio su cuello no dejando que escape una sola gota. Nuestro pacto quedaba sellado con su sangre y ahora él era tan mío como yo era suya en la noche, caminando juntos para dejar salir al demonio de nuestro interior y perdernos en nuestros más oscuros deseos. Lamí mis labios limpiando la sangre de ellos con una sonrisa en mis labios al escuchar su risa, sus ojos se posaron en los míos cuando ya estaba algo más animado para continuar en la noche como si hubiera llevado tiempo esperando y necesitando por algo como aquello, y no pude evitar preguntarme si en algún momento el vampiro le habría dado de beber de su sangre, algo que era tremendamente personal e íntimo y que sumado con un mordisco haría que él ansiara que lo tomaran, no bastaría con el mordisco para alcanzar el orgasmo como lo había hecho en ese momento.


-Anhelabas demasiado por un demonio que se topara en tu camino, que te hiciera volver a sentir aquello que habías perdido –no era una pregunta, era una confirmación de lo que había pasado en aquel callejón entre ambos- ¿alguna vez has probado la sangre de vampiro, Charles? –Quería saber hasta qué punto había sido de íntima la relación que tuvo con aquel vampiro que le había enseñado ese mundo aunque al parecer no de forma tan oscura y macabra como pensaba hacer con él a partir de aquella noche- la próxima vez que te muerda te aseguro que no serás el único que culmine, me tomarás golpeando en mi interior con fuerza y te correrás entre mis piernas –no era una amenaza, tampoco una advertencia, más bien la certeza de lo que ocurriría en un futuro ante el mismo acontecimiento del callejón salvo que sería en un lugar más cómodo e íntimo, un intercambio que se realizaría creando de alguna forma una confianza plena y mutua entre ambos, algo que por ese momento había dejado pasar solamente porque la ocasión lo requería de esa manera. Parecía que frente a mí tenía otro hombre diferente que se prestaba, gustoso, de entrar en el juego perverso y macabro que acababa de proponerle y yo no pude sino más que sonreír de forma ladina al tiempo que mi dedo se deslizaba por su mejilla, repasando su mandíbula y terminando por dibujar el contorno de sus labios- tengo algo planeado para esta noche, mon petit diable –dije terminando por acortar la distancia con su rostro y rozar mis labios de una forma tentadora- ven conmigo –susurré como el mismo diablo susurraba para atraer a sus presas y que cayeran en la más profunda tentación sin posibilidad de dar marcha atrás, dejé un pequeño mordisco en su labio inferior y me separé esperando a que me ofreciera su brazo para salir de aquel callejón como si ninguno hubiera matado a la pobre niña cuyo cuerpo frío e inerte reposaba en el suelo manchado de sangre, dejando atrás aquel pequeño arrebato que le había dado a Charles para marcar los pasos de una noche que seguiría a muchas. Salimos del callejón como si no hubiera pasado absolutamente nada dejando atrás un cadáver del que no podrían encontrar un culpable y, de ser necesario, yo misma haría porque no lo encontraran o incluso pondría a alguien de chivo expiatorio. Aquella noche no había salido por mera y pura casualidad sino que había planeado un encuentro “inesperado” con alguien que ni siquiera sabía con quién se había metido- verás mi pequeño diablo, tenía planeada una visita a un hombre que está entorpeciendo las labores de una de mis criadas y aunque ella no me lo haya dicho sus pensamientos lo gritaban tan alto que era imposible no escucharla. Verás, tiendo a cuidar y a proteger lo que es mía ya sea una simple criada como el más sumiso de mis esclavos que utilizo para alimentarme o para satisfacer mis necesidades... todos cuentan bajo mi protección y hacerles daño a ellos, indirectamente, es hacerme daño a mí. Molestarles es molestarme a mí porque, verás, no soy buena y en mi egoístamente visión altruista y narcisista que poseo no me gusta que interfieran en mis propios beneficios e interfiera con lo que yo espero de ellos –hice una leve pausando conduciéndolo para llegar a una zona residencial de la ciudad ya que me había informado bastante bien de dónde vivía dicho individuo- que interfiera en sus labores es algo que no me gusta en absoluto y menos si es provocado por terceras personas, todos saben que cuando decidieron a entrar bajo mi mando yo los protegería y los cuidaría pero que también yo era la única que podía decidir si vivían o morían... y que alguien intente arrebatarme dicho poder es algo que no me gusta en absoluto –mis ojos resplandecieron con un tono burdeos, en una clara señal de amenaza y advertencia sobre mi enfado- ese hombre la maltrató, le pegó para después violarla y, no contento con ello, intentó matarla de no ser porque otro de mis criados acudió en su ayuda dándole tiempo a que él se marchara. No creas que lo hago por ella, lo hago porque nadie se mete con lo que es mío y juega con algo que me pertenece y sobre lo que tengo un pleno y absoluto derecho –nos paramos ante la puerta de una casa y lo miré con una sonrisa endiablada, los ojos brillando de un tono burdeos con fuerza y la anticipación recorriendo mi rostro- esta noche me presentaré en su casa y haré lo mismo que le hizo a ella, pero la gran y enorme diferencia es que yo sí lo mataré a él entre terrible dolor y sufrimiento, tanto que él mismo suplicará por mí muerte. Lo llevaré al infierno y lo rescataré tantas veces que no quedará resquicio de él con cordura antes de matarlo, pero pretendo que sufra –mi mano subió por su pecho en una lenta caricia quedando frente a él- así que enséñame de lo que eres capaz, pero antes de matarlo quiero que sufra y que sepa por qué he decidido condenarlo al infierno –sonreí de lado antes de girarme y de una simple patada hacer que la puerta se abriera de golpe, pillando desprevenido al hombre que en su lecho dormía y que con mi rapidez conseguí inmovilizar en lo que Charles venía a su paso humano encontrándose conmigo encima del humano que quedaba boca abajo mientras cogía su brazo y lo doblaba de tal forma que al final logré sacárselo del sitio con una facilidad pasmosa haciendo que gritara, mis dedos en su pelo lo levantaron para estamparlo contra la pared y dejar que el humano se saciara mientras yo, como la reina que era, ocupaba el mejor sitio para ver todos los acontecimientos en lo que él preguntaba quiénes éramos y por qué le estábamos haciendo eso- soy el demonio que te llevará a rastras al infierno... eso, cuando acabe contigo y te despiece de tantas formas que ni recuerdo quede de tu presencia en este mundo.
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Mensaje por Charles Moncrieff Mar Abr 24, 2018 11:53 am

¿Quién dice que tras una entregada de culo al demonio no queda la satisfacción al final de la noche? Las personas que expresan esos pensamientos asustados de las consecuencias, no saben lo que significa en realidad entregarse a un ser de la noche sin reserva alguna. Sumergirse en la profundidad de la inmortalidad hasta después emerger para alargar los dedos y casi tocar a la luna que es ese ente todopoderoso. La música de los gemidos aunados a la succión, la sensación de perderse en la inmensidad de las sensaciones hasta estallar ha sido mejor que el sexo compartido con cualquier otra fémina. No hay más deseo en su ser que seguir teniendo los colmillos clavados en cada parte de su cuerpo. Tenerlo al borde de cada orgasmo y al final, al alcanzarlo, sentir esa relajación total de su ser. Quien dice que el diablo es peligroso está en lo correcto. Quien ha tenido una orgía con él, sabe qué es lo que ahora siente y piensa Charles.

Sí, en lo más profundo de su ser, anhelaba volver a encontrarse con un vampiro y repetir cada actividad para no seguir suspirando por retroceder en sus pasos y dirigirse a Londres de nuevo. Los seres de la noche son caprichosos, se consideran únicos en el mundo y cada uno tiene la cabeza hecha un muladar en su ego y su ficción de ser la máxima figura. La soberbia los destroza y los hace presa fácil. El problema no es el pecado en sí, es lograr acercarse lo suficiente para que lo demuestren. Mueve en círculos los hombros, los brazos, las rodillas y tobillos para recuperar la fortaleza que se llevó con esos tragos. Olvidaba también cómo se sentía de débil. Tendrá que alimentarse adecuadamente para seguirle el paso. El vampiro inglés tomaba de su vitae cada dos veces por mes. No se permitía más. No sabe qué es lo que Sabah acostumbra.

La pregunta le hace entornar los ojos que se opacan ante la sospecha y al mismo tiempo, la culpabilidad. - tomé dos veces de su vitae. Cuando lo conocí hace ya diecisiete años fue la primera vez, la segunda hace diez. Me explicó que te esclaviza. Que te seduce hasta hacerte perder la razón y al saber que me niego a ello, entonces no volvió a hacerlo - no habla de los episodios del por qué la consumió. No le dirá de la última ocasión y espera que no pregunte. Decirle cuan débil fue le disgusta en extremo. Se sonríe de lado con el pensamiento del siguiente Beso que compartan. - Lo estaré esperando ansioso - no duda en demostrar lo que piensa y siente. Ya no. El llamado a continuar la velada es atendido. Se arregla el traje ocultando las marcas de lo acontecido. Colocándose bien la camisa, la corbata y procurando que el abrigo cubra las manchas de su pecado.

El sombrero y el bastón son colocados en su lugar antes de ofrecerle el brazo a la vampiresa avanzando como si absolutamente nada hubiera ocurrido en ese lugar y fueran una pareja desde hace mucho tiempo. Sus pies avanzan sin dudar, acoplando su paso al de ella, como lo dicta la etiqueta. En tanto salen del sitio, medita que no tendrá entonces problemas con Sabah y Cinder. Si bien la segunda se sentirá ofendida o bien, humillada porque Charles no quiera ser un licántropo, le ha explicado hasta el hartazgo sus razones. Si no lo quiere entender, entonces que se aleje de su camino. Ni el sexo compartido es suficiente para borrar las esperanzas que tiene de subir los escaños necesarios para ser el gran señor que siempre ha soñado. El vampirismo es la respuesta a sus plegarias. No será una loba las que las destroce. Por supuesto que toma nota de que no debe tener olor a Cinder, así como tampoco olor a Sabah cuando se encuentre con la otra.

El olfato de ambas lo delatará como si de un índice se tratase. Mejor será espaciar las visitas entre una y otra procurando asearse adecuadamente y perfumarse aunque eso no le llame tanto la atención. La voz de Sabah le disuelve los pensamientos y lo introduce en su propia psique. Comprende ahora que la vampiresa es como él. Lo que es suyo, nadie lo toca. No le haces daño a alguien, laceras al propio Charles porque inutilizas sus instrumentos para alcanzar sus fines. Asiente con la cabeza consciente de lo que ella indica, es bien compartido por él. Es una filosofía mutua  - lo entiendo perfectamente, soy igual. No hay nada que pueda salir de mi control. Si alguien falla por un tercero, será castigado y el tercero eliminado. Nadie distrae a mis empleados, ni a mis sirvientes. Si los que se consideran mis amigos son tocados, cortaré el dedo con el que les rozaron. No por amor, si no porque nadie toca y nadie maltrata lo que es mío. Sólo yo - al llegar al lugar, entorna los ojos pensando qué van a hacer.

No porque tenga miedos o esté nervioso por la situación. Quizá haya un poco de adrenalina fluyendo por su cuerpo por una simple razón: ansiedad por empezar. Quiere ver hasta dónde la vampiresa es capaz de hacer y el dolor que puede infringir. Y como giro de tuercas, ella le deja la batuta para dirigir a la orquesta como le plazca. La puerta golpeada, se sale de sus goznes quedando partida por la mitad. El hombre en el diminuto lugar es minúsculo aún al ver la presencia de la vampiresa y su poder en parte de su esplendor. Ella llegó mucho antes que Charles y más porque él se entretenía buscando algunos objetos en la cocina y luego, tomaba unas cuerdas para dirigirse a la habitación donde ya estaba ella empezando a disfrutar de la tortura habiéndole dislocado el hombro a un sujeto que ahora está gritando de dolor.  - Y eso que apenas empezamos - aprovecha el agarre de la vampiresa para tomar una silla y atar manos y pies de la víctima contra ésta, sentándolo a horcajadas con el respaldo del mueble contra su pecho. Por más que intente soltarse, los nudos de Charles son mucho mejor y sólo apretará más sus ataduras.

Se pone en pie cuando termina, le desgarra la ropa de la espalda en tanto toma otra de las cuerdas y mira a Sabah  - en su honor, representaré la obra de mi autoría a la que titulo "Tocas lo mío, tocaré donde más te duela". Espero le guste - su voz pareciera la de cualquier presentador en una obra de teatro en tanto se quita el sombrero, coloca el bastón en una esquina y luego, se desprende del abrigo, el saco y la camisa dejándose el tórax al descubierto. Toma la cuerda afirmándola entre sus manos. El primer azote contra la espalda es dado dejando marcas en la piel rojizas. El segundo es más brutal, esta vez logra rasgar un poco la piel. Al quinto, ya tiene gotas de sangre resbalando por ésta. Charles niega  - creí que duraríamos un poco más. ¿Qué fue lo que hiciste? - toma un bote del cual saca un polvo blanco para untarlo en las heridas. Es sal, al contacto con ésta, el hombre grita de dolor  - claro, le pegaste a una mujer que no puede defenderse. Luego de ello, la violaste ¿No es así? - su músculo bucal recorre el labio inferior en tanto el otro gruñe enloquecido  - ¿Qué pasaría si te violaran a ti? ¿Si te metiera el bastón por el culo hasta que lo sacaras por la boca? - la víctima abre los ojos como platos.

Mira a uno, a la otra, empieza a negar con la cabeza. Charles se hinca para atarlo esta vez de forma diferente contra la silla. El culo está expuesto en todo su esplendor, el hombre tiene atadas las manos contra el asiento y el respaldo del mueble y los pies contra las patas delanteras. La cabeza se golpea contra el respaldo en su fútil intento de escapar. El inglés le palmea el culo con violencia  - me gustan más redondos, me tendré que conformar contigo. Culo flácido seguro - le desabrocha los pantalones. El otro aúlla rogando e implorando. El cinturón es separado, le sigue el botón y la cremallera. La tela cae al piso dejando los calzones de la época al aire. - Si te orinas, te perforo el pito. Si te cagas, te meto el cuchillo por el culo y le daré giros para herir todo y después, te meteré el bastón sin dudarlo - le corta la tela que le cubre sus vergüenzas.

Le da tremenda palmada en las nalgas, que las deja rojas. Mira a Sabah ladeando la cabeza  - ¿Qué dices? ¿Bastón, el tubo o se la meto? Yo no tengo problemas, además, me encantan los cerditos, mientras más se las meto, más chillan - le toma al hombre por los cabellos para obligarlo a mirarlo - ¿Qué dices? ¿Te gustaría ser violado como lo hiciste con aquella chica? Así sabrás lo que es tener una buena verga en tus entrañas, nenaza - le abofetea sin consideraciones rompiéndole la boca. La sangre empieza a caer en tanto Charles vuelve a mirar a Sabah. Que ella decida.


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La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21 Empty Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21

Mensaje por Sabah Lun Abr 30, 2018 10:11 am

Desde hacía tiempo que no encontraba algo tan interesante como me había pasado esa noche al encontrarme con Charles, un humano que encerraba mucha oscuridad en su interior y cuyo demonio parecía estar a mitad de camino de querer salir, con un aura tan oscura que podría parecer algo más que humano con un solo vistazo de su alma... pero no era así, era un humano que no tenía ningún tipo de poder más allá que el que su propia oscuridad quisiera otorgarle, alguien que no se dejaba llevar ni encarcelaba lo que anidaba en su interior sino que más bien le daba rienda suelta para que saliera a jugar y ambos se divirtieran. ¿Cuánto había esperado poder encontrar algo así que animaran mis noches tan tediosas? El ser un inmortal y llevar tantos milenios a las espaldas hacía que no fuera una tarea fácil encontrar algo que diera emoción a nuestras vidas y que causara algo que nos quitara el sopor y el tedio que nos solían acompañar noche tras noche, algo que sobresaliera por encima de los demás y que tuviera la promesa de ser lo que marcara noches que darían un nuevo giro a nuestra existencia... y yo había tenido la suerte de cruzarme con Charles en el camino. Tras tantos siglos había aprendido lo que cada hombre y mujer querían de alguien como yo, más bien, había aprendido a saber y a leer entre líneas qué es lo que necesitan como una forma de ligarlos a mi persona sin que ellos mismos se dieran cuenta, como tantas otras veces había sido él mismo quien me había dado las claves necesarias para que quisiera estar a mi lado y poder satisfacer mis deseos y caprichos más oscuros sin duda alguna, aquellos que convertirían nuestras noches en una explosión de caos, de dolor y de muerte plagadas de sangre mientras los protagonistas absolutos éramos nosotros, ¿había algo mejor que conducir aún más a un humano por el camino de la perdición? Y además de todo ello saber que su muerte me pertenecía, que yo era la dueña absoluta de su vida y que en algún momento se la arrebataría quedándome con su alma, con un trozo de él que por siempre sería mío aun cuando él eso no lo hubiera pensado... yo me convertiría en su parca y le otorgaría algo que muchos ansiaban: la vida eterna. Vivir por miles de años para dominar el mundo y es que era ese, y no otro, lo que más movía al humano que me acompañaba esa noche y sus ansias de poder eran tan altas que no me hacía falta leer sus pensamientos para saberlo porque él lo “gritaba” con su forma de hablar y con sus gestos, con las aspiraciones que tenía... y yo de ahí era de donde había aprovechado para hacer un pacto con él, un pacto que él había firmado con el diablo y que ya no tenía vuelta atrás porque hiciera lo que hiciera su alma ya tenía mi nombre escrito... tan solo había que esperar el momento para reclamarla.

Sabía que con Charles podría sacar ese lado que había estado durmiendo durante muchos siglos, uno que no había encontrado en los humanos con los que me había encontrado y sabía que él podría ser el que pusiera un punto de diversión y entretenimiento en mi estancia en París. Era interesante cuando lograbas conseguir algo así y sabías que estaba a tu entera disposición, y es que como le había dicho yo no quería esclavos porque de esos ya tenía bastantes, quería alguien con quien compartir noches oscuras y cometer los actos más atroces que se nos pudieran imaginar a los dos juntos. Poco me importaba lo que tuviera con esa loba que había nombrado porque yo no lo quería para nada más que eso, derrocar el tedio que acompañaba a todo inmortal cuando se vivía lo suficiente y nada lograba sorprenderte. Él no era mío y yo no iba a ser suya así que una vez los términos estaban claros y tras beber de su cuello como firmando aquel pacto llegaba la hora de ponernos en marcha y ver qué podía hacer el humano y cuán de oscura era su alma, un alma ya corrompida pero que igualmente quería seguir corrompiendo a toda costa. Me había dicho que había probado la sangre de vampiro en un par de ocasiones y que le habían advertido de lo adictiva que era, para los humanos junto con el opio era una de las drogas más adictivas que había y que les hacía mover cielo y tierra para conseguir un poco más. Los vampiros a veces éramos demasiado cabrones y les hacíamos adictos a nuestra sangre para luego negársela, solamente por el placer que nos provocaba ver cómo nos rogaban y nos pedían por más viendo lo que llegaban a hacer por una mísera gota. En cierto sentido sí que quería que él bebiera de mi sangre, de esa forma mi vínculo con él sería mucho más estrecho, pero por el momento tendría que ganarse el derecho a que yo le diera de mi sangre... a ver de qué era capaz el humano y es que tenía curiosidad así que me venía perfecto para el plan que quería llevar a cabo esa noche; dar una lección a un humano que se había metido en arenas movedizas y que al final acabaría muerto entre terribles sufrimientos o eso es lo que yo esperaba. Quería darle una lección por haber tocado lo que era mío, mis sirvientes siempre contaban con mi protección y ese hijo de puta se había atrevido a tocar a una de mis sirvientas en plena luz del día donde yo no había podido ayudarla, pero que le haría pagar caro por lo que había hecho. Mis motivos y mis intenciones habían sido expuestos mientras andábamos por las calles parisinas como si fuéramos una pareja más que aprovechaba la buena noche que hacía para dar un paseo, mis ojos lo observaron de reojo tras sus palabras que coincidían conmigo sobre hacer daño a lo que considerábamos era “nuestro” y aquel hombre iba a recibir la peor lección y el más doloroso de los castigos a nuestra mano, porque quería ver qué es lo que hacía el humano ante eso y cómo procedía para dar una merecida justicia que se había buscado con sus actos.



-No soporto que otros toquen lo que es de mí propiedad y lo que es mío, todos cuentan con mi protección y no me gusta faltar a mi palabra. Ese hombre le hizo daño cuando yo no podía defenderla y por ello se merece su justo castigo... quiero que sufra, que sepa que no debe de meterse con ella ni con nadie más, que se vea tan impotente por lo que le están haciendo que no tenga escapatoria. Quiero que sienta el miedo y el temor recorrerle su cuerpo, que no sepa si lo vamos a matar o lo vamos a dejar con vida... quiero que se vea justo como ella se sintió cuando la atacó y la violó –un tono oscuro y peligroso salió de mis labios al hablar sobre lo que tenía pensando hacerle al hombre esa noche pero también quería ver lo que hacía Charles así que cuando llegamos ni siquiera esperé demasiado y de una forma sencilla con una simple patada la puerta se abrió sorprendiendo al ocupante de su interior que no se esperaba aquella intromisión, rápida con mi velocidad lo alcancé antes de que pudiera alejarse y dislocarle el hombro fue el principio de su sufrimiento, me regodeé de su grito de dolor pero sabía que a lo largo de la noche gritaría más y mucho más fuerte a manos del humano que para cuando me giré traía consigo varias cosas que me hicieron sonreír de lado. Le pasé al humano para que lo atara a una silla poniendo su pecho contra el respaldo y yo me senté contemplando el espectáculo que haría, observé cómo rasgaba la camisa dejando la piel de su espalda al descubierto, las ataduras de Charles son fuertes y aunque el otro suplica porque no le hagamos nada su suerte ya está más que escrita para esos momentos. Mis ojos recorrieron a Charles tras sus palabras y una sonrisa macabra se extendió por mis labios, observé cómo se quitaba el sombrero y el bastón dejándolo en una esquina, después el abrigo que deja doblado cuidadosamente en una silla y para finalizar la camisa dejando su pecho al descubierto. No me era difícil notar su sangre fluir con velocidad por sus venas, su corazón bombeando con fuerza en su pecho quizás por lo que está a punto de cometer... es una delicia en todos los sentidos y mi lengua repasa mi labio inferior en una lenta pasada para ver cómo coge la cuerda y... el chasquido del primer azote en la espalda resuena en la estancia, los músculos de su brazo se tensan igual que los de su pecho para dar el golpe, la espalda del otro humano se contrae por el dolor y yo disfruto de la visión que eso representa. Las marcas rojizas en la piel se suceden en cuanto Charles le da con la cuerda con fuerza, es al quinto donde abre la piel y su grito de dolor se alza sobre el chasquido de la cuerda.

Una sonrisa malvada y ladina se extiende por mis labios al ver cómo cuando la herida se ha abierto por el golpe él coge un pequeño bote que sé lo que contiene; sal. Sin esperar demasiado lo echa sobre la piel del humano en la herida que tiene abierta y oigo sus gritos de dolor ante lo que debe de picarle, se revuelve e intenta soltarse pero es incapaz de hacerlo porque él lo tiene bien amarrado con la cuerda y cuanto más se intenta soltar más se ciñen estas contra su piel. Las palabras de Charles solo hacen que afirmar que es el indicado y el adecuado, aquel con el que sé que nuestros juegos más perversos y macabros se harán realidad y con el que disfrutaré mis noches en París, de eso ya no tengo la menor duda. Le dejo hacer porque quiero saber hasta dónde es capaz de llegar, para mí torturar al humano es demasiado fácil y aburrido porque su condición física es pésima contra un vampiro, con mi fuerza podría quebrarlo con facilidad pero es el dolor mental el poder que sin tocarlo más daño puede hacerle, reí entre dientes divertida al ver la expresión de asombro y de miedo del humano cuando él le dice lo que piensa hacerle por violar a mi sirvienta. Sentada sobre aquella mesa tengo la mejor de las vistas para aquel momento, veo su espalda pero también veo su rostro porque estoy justo en medio y eso hace que pueda disfrutar de todo cuanto vaya a suceder en aquella estancia. Charles lo vuelve a atar de una forma diferente donde esta vez sus nalgas quedan más expuestas y sé lo que pretende hacer, mis piernas cruzadas elevadas sobre el suelo se mueven a la espera de lo que tiene pensado y no defrauda, disfruto con sus palabras y con la forma en que lo trata, las ideas macabras que tiene para el humano y es cuando le da un azote en sus nalgas ya expuestas dejando su piel en un tono rojizo cuando gira su cabeza en mi dirección, me ha dado tres opciones y quiere saber qué es lo que quiero que le haga al humano... mi sonrisa se ensancha más y es en el momento donde bajé de la mesa y me acerqué a él deslizando mi dedo índice de hombro a hombro mientras observaba la espalda del humano hasta quedar apoyada en su perfil.



-Oscuro y perfecto... sabía que no defraudarías –mi nariz rozó su cuello para luego pasar delante del humano que me suplicaba un perdón mientras algunas lágrimas caían de sus ojos, sonreí de forma ladina y alcé su rostro del mentón para que me mirara mejor- ¿perdón? ¿El mismo que tú tuviste con mi sirvienta cuando la golpeaste y la violaste sin piedad alguna? A cuantas más no le habrás hecho lo mismo –y eso podía saberlo con facilidad si quisiera, adentrarme en su mente y buscar lo que había hecho a más mujeres si es que se había dado el caso. Mis dedos se enredaron en su pelo y tiré hacia atrás su rostro de un movimiento brusco que le hizo daño- no mereces perdón alguno y tampoco que seamos indulgentes contigo, no, por supuesto que no lo seremos... quiero que sufras el más terrible de los dolores y que pagues tu castigo, nadie aquí va a perdonarte –sonreí de lado- tú golpeaste y violaste, lo más justo es que ahora nosotros te hagamos lo mismo para que veas lo que sintió cuando tú se lo hiciste. No... esto apenas ha comenzado –mi mano se estampó con fuerza en su rostro haciendo que por el golpe incluso algunos dientes saltaran y su boca se llenara de sangre mientras él se quejaba, lo bordeé y sin necesidad de ningún utensilio pues mis uñas eran afiladas como cuchillos clavé mis manos en cada omoplato, hundiendo mis uñas en su piel con profundidad como si fueran pequeños cuchillos perforando en su piel mientras él gritaba de dolor, después de forma lenta comencé a descender haciendo una herida grande en su piel mientras la sangre goteaba y él gritaba por el dolor retorciéndose, así hasta que llegué a media espalda y decidí parar porque no quería matarlo antes de tiempo. Aparté mis manos viendo el surco profundo de su piel en su espalda y lleve uno de mis dedos para lamerlo tomando la sangre de aquel hombre- cuanto más miedo sienten más deliciosa es su sangre... –cogí un trapo que había por allí para quitar parte de la sangre de mis manos y me acerqué a Charles- quiero que sufra primero antes de matarlo, la idea del bastón es demasiado tentadora como para pasarla por alto, pero quiero que sienta lo mismo que sintió ella mientras la violaba así que voy a decirte qué es lo vamos a hacer; quiero que lo tomes tú. Que sienta lo mismo que ella sintió mientras le enseñas lo que es que te tomen sin tu consentimiento, puedes disfrutarlo tanto como quieras –sonreí de lado pasando mi mano por su pecho- después de eso no habrá terminado todo, buscaremos algo para que haga de tapón y que se acostumbre a esa sensación de tenerlo dentro, tu bastón no se merece ser manchado por alguien como él, y mientras tanto quiero que le des una paliza... podría hacerlo yo pero me temo que no me duraría ni un asalto. Después de eso y cuando ruegue por su muerte será cuando le vaya arrancando el alma, trocito a trocito.
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Mensaje por Charles Moncrieff Jue Mayo 03, 2018 5:46 am

Las instrucciones fueron sencillas para alguien como Charles: "quiero que se vea justo como ella se sintió cuando la atacó y la violó", y sus deseos eran órdenes para él en este plano astral donde la decadencia y la brutalidad son las armas que esgrima el joven inglés. Joven porque comparado a su hoy mentora, es sólo un crío recién nacido y sin embargo, su oscuridad puede igualarse a la de muchos vampiros que habitan en este mundo podrido y vacío donde los egoísmos y la auto satisfacción son la base del movimiento social. Las mentes de los humanos se han ido degenerando al paso del tiempo, algunos como Charles, han usado sus habilidades en pos del sufrimiento de los demás. Sus espectáculos son la clave principal de este rasgo. Donde puede dar rienda suelta a sus oscuros deseos y aún más. Que ella esté cual demonio susurrándole al oído, sólo espolea más a su bestia que quiere emerger cual criatura creada de lo más profundo de las pesadillas.

La distancia vampiro-humano se acorta, la falange fría se desliza por el hombro del inglés paseándose al otro en tanto él sigue a la espera. De pie, con los brazos echados a los costados y los hombros firmes, sus ojos sólo observan a la mujer. El pliegue de su labio se estira a la derecha formando una sonrisa torcida cuando ella le roza con la nariz. Sigue su andar hacia el desgraciado aguardando. El golpe que le revienta el rostro haciendo que las piezas dentales salgan al aire, le parece inapropiado. Se voltea hacia la vampiresa cruzándose de brazos. Él quiere que ésto dure. El reloj anuncia las dos de la mañana, con campanadas que resuenan en todo el tétrico lugar. El otrora hogar de este miserable, ahora se ha convertido en su propio salón de tortura. Las uñas son tan letales cual cuchillos abriendo la piel como mantequilla. Por la profundidad, el inglés le da como tres cuartos de hora de vida. Es demasiado poco para lo que tenía planeado. Y con la pérdida de sangre, no va a durar demasiado su conciencia. Se les va a escapar en un desmayo.

Las cejas buscan unirse por en medio formando arrugas en la parte superior del tabique nasal. Golpetea los dedos contra el bíceps marcado haciendo cálculos. La observa tomar un trapo para limpiarse las manos en tanto se le acerca. Si fuera el humano que ahora está atado, tendría pavor, más es otro monstruo en la vida de Charles. Uno como él, con formas femeninas y un cabello largo, negro y ensortijado que le incita a tomarlo para acercarla en pos de volver a probar sus labios. Mas se contiene. Las palabras son una calca de los pensamientos del humano. La mano que recorre su firme tórax es bien recibida por la diestra humana que le acaricia en tanto va deslizándose hacia el sur. Son sus palabras lo que le hacen decidir. Otra sonrisa torcida, un brillo de astucia en los orbes antes de buscar con la mirada. El que busca, encuentra. - That's right - su idioma vuelve al natal. Se aleja de ella para tomar una copa que trajera de la cocina con anticipación.

Sus pasos le llevan a Sabah ofreciéndole la copa - te diré lo que va a suceder. Esa herida que le provocaste hará que tengamos tres cuartos de hora como máximo, para disfrutar todo lo que nuestras mentes imaginen para hacerlo sufrir. Sin embargo, en treinta minutos o menos, este malnacido se refugiará en la inconsciencia. Va a desmayarse y perderemos la oportunidad de seguir demostrándole que sus acciones fueron equivocadas. En veinte minutos, él dejará de concentrarse en el dolor porque su cuerpo va a estar ya en el ir y venir de la inconsciencia, así que no tendrá sentido apresurarme a darle el dolor que no soportará y que, si presiono demasiado, hará que se desmaye antes. Todos esos tiempos se reducirán a nada, my lady. ¿Quieres que él resista? Sangra para mí en esta copa. ¿Quieres que él tenga la fuerza para soportar más dolor? Dame de tu vitae. Una vez que le suministre este rojizo néctar, su cuerpo sanará para darnos más oportunidad de seguir jugueteando con él. Te lo digo por experiencia - así lo había curado su aliado vampírico cuando lo encontró casi muerto tras haberse deshecho de los guardaespaldas del señor Appleby.

Se queda esperando a que ella lo entienda, deja la copa en una superficie plana para acercarse a su abrigo y buscar dentro una caja donde saca un cigarrillo para encenderlo, tiene una ansiedad oral que paliar. Apenas da la primera bocanada, se acerca al hombre para mirarlo con diversión - la violación en un hombre es mil veces peor que la de la mujer. ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados a meterla. No a que nos la metan. Es impensable ser la puta de otro hombre ¿Verdad? - la víctima lo mira con ojos aterrados - piensa que serás mi puta, malnacido. Será tu orificio el que recibirá mi verga para que te la tragues toda y se te abra el culo hasta donde no creíste jamás que podrían llegar tus deditos cuando te toqueteabas - el hombre sacude la cabeza ante el pensamiento - por eso es que las violaciones masculinas son tan aterradoras. Cuando una mujer es vejada, en el fondo sabe que es parte de su naturaleza ser penetrada. Cambia el escenario y pon a otra mujer a violarla. Será para ella antinatural. Ahora, piensa como hombre, como todo un macho que reafirma su masculinidad violando féminas. Que otro varón te toque, que te haga sentir mujer, es anormal. Es impensable. Por eso es que un acto así es mil veces peor que cualquier otra tortura. Es por eso que me gusta follarme a los hombres. Sólo por torturarlos - está tan hablador porque está poniendo en la mente de la víctima todos estos conceptos.

Sabe que Sabah reconoce lo que significa el acto. El otro no. Para él es impensable. Sus gemidos y ruegos, sus gritos cuando se acerca a su culo para toquetearlo reafirman que ha dado en la diana. Está tan enloquecido, que la sangre sigue manando sin parar - a eso me refiero con que no nos va a durar - le muestra con un ademán la sangre que destila - sangra para mí, Sabah. Sangra para nuestra diversión - durante toda su plática el cigarrillo ha estado consumiéndose dejando una capa de ceniza en forma cilíndrica. Charles la disminuye con un rápido golpe contra el culo del hombre, lo justo para que dicho excedente se marque en la piel y el fuego le queme sólo un poco. - La tortura requiere tiempo, me temo que te has olvidado en tu condición, de que los humanos son tan frágiles que una herida nimia es capaz de acortar tu tiempo de satisfacción - da otra calada al cigarrillo con toda naturalidad. Esperando que ella reaccione y él tenga la posibilidad de seguir jugueteando. Los gritos del hombre aunados con sus súplicas, son la música de fondo que todo monstruo disfruta. Que un ente como Charles, espera escuchar durante todo el día.


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Mensaje por Sabah Dom Mayo 20, 2018 6:42 am

Desde hacía mucho tiempo que no iba a torturar junto a un humano a otros humanos única y exclusivamente por mi placer y por mi deleite, había olvidado en parte lo que era tener a un humano indefenso y atado suplicando porque lo dejáramos en paz y no lo matáramos... me había acostumbrado a una rutina en la que era difícil y complicado encontrar algo que llenara de emoción y de adrenalina una vida larga y milenaria como la que yo llevaba desde hacía más de tres siglos y medio. Las noches se convertían en algo tedioso cuando no se tenía nada por hacer y todo era absolutamente lo mismo, no importaba en qué lugar del mundo estuviera o quién tuviera a mi lado... así que encontrar pequeñas joyas como lo era Charles era algo más que una bendición que no todos podían darse el lujo de tener o permitirse. Lo cierto es que cuando salí esa noche no esperé encontrar a alguien tan afín, un rostro que me recordaba a un vampiro que tuvo el lujo de compartir un tramo de mi su existencia conmigo y en el que llenamos de sangre y de dolor nuestras noches, alimentándonos de los gritos de desesperación, de los ruegos que nunca llegaban a cumplirse porque el final estaba ya más que escrito en esos momentos... me alimentaba más de eso que de la sangre que pudiera beber. Encontrarme a Charles y tener la oportunidad de revivir viejas glorias era algo que no había pensado sucedería cuando salí de la mansión en busca de algo como lo que había encontrado, mejor incluso de lo que había pensado. Sabía que Charles por la oscuridad que ostentaba en su interior era el candidato perfecto para pertrechar los actos más atroces en la oscuridad de la noche, actos que muchos no se atreverían a hacer por miedo a lo que se pudiera pensar de ellos, sin embargo él se había entregado de una forma bastante rápida porque había visto en mí algo que él también había estado buscando quizás de forma inconsciente; alguien que alimentara al demonio que llevaba dentro. Podía decirse que mi oscuridad había permanecido calmada hasta la búsqueda de alguien como Charles, alguien con quien compartir ese tipo de noches y supe que en cuanto le dijera el plan que había hecho que saliera de mi mansión esa noche iba a gustarle demasiado. Y no defraudó, no hacía falta leer su mente para darse cuenta de que el hombre disfrutaba con el pensamiento de lo que quería hacerle al hombre que había golpeado y violado a mi sirvienta, sus ojos brillaban con cierta oscuridad y su sonrisa era más que evidente de lo que su mente estaba pensando. Aquel pobre desgraciado no sabría lo que le esperaría esa noche pero la lección que le daríamos bastaría para que se acordara el resto de su miserable vida.

Disfruté como hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una noche como esa, si no hubiera sido porque Charles me acompañaba aquel humano hubiera durado apenas un asalto para todo lo que tenía pensando hacerle, para todo lo que quería que sufriera debido al hecho de que no podía soportar que otros tocaran lo que era mío, que hicieran daño a la gente que me pertenecía y que eran de mi propiedad... pensaba hacer un “ojo por ojo” con aquel hombre pero mucho más satisfactorio dejar que fuera él quien ejecutara aquella pequeña venganza, ese castigo merecido por haberse metido con la mujer equivocada porque sería mucho más doloroso y denigrante que él lo violara y le hiciera sentir lo mismo que sintió ella cuando la violaron. Sabía que Charles no defraudaría y cuando me aparté del humano tras haber incrustado mis largas y afiladas uñas en su piel haciéndole una herida en la espalda en la que disfruté del dolor y de los gritos que pegaba, supe que él tenía razón en ese sentido. De haber ido yo sola el humano no me hubiera durado todo lo que pretendía que durase, todo lo que pretendía que sintiera dolor mientras estaba consciente, debía de reconocer que él había visto esa parte que a mí se me había pasado por alto olvidándome del pequeño detalle de que el humano podía perder la consciencia incluso antes de comenzar con lo realmente divertido. Una carcajada algo siniestra y con un tinte oscuro resonó en el lugar cuando él me lo dijo mientras mi mano se paseaba libremente por el pecho del humano, sintiendo la piel caliente bajo la yema de mis dedos, escuchando el latir de su corazón que bombeaba con fuerza pero no acelerado con miedo, más bien estaba expectante por lo que fuera a pasar en esos momentos y yo sonreí de lado dejando ver mis colmillos, la sonrisa de la misma muerte. Miré al humano para ver cómo de su espalda caía y manaba la sangre de mis heridas, Charles tenía razón en que me había olvidado que podría perder el conocimiento pronto y que no disfrutaríamos de todo el espectáculo si él no estaba despierto. Quería verlo sufrir, quería oírle gritar cuando él lo tomara y le mostrara lo que era ser violado, quería mantenerlo despierto así que me aparté ligeramente cuando él volvió a ponerse frente al humano para explicarle, con todo lujo de detalle, lo que le haría para que sintiera lo mismo que sintió mi sirvienta esa noche en la que él decidió tomarla en contra de su voluntad, de propinarle aquella paliza que de no haber aparecido otro de mis sirvientas habría acabado muerta... él no moriría, no porque no quería que su sufrimiento fuera demasiado corto, quería que recordara ese momento. Mordí mi labio observando a Charles con la cabeza ligeramente ladeada, sus palabras incitaban a que sería un espectáculo digno de contemplar y del cual disfrutaría con lujo de detalle, también despertó un apetito que nada tenía que ver con la sangre y con alimentarme... me excitaba ver cómo había entrado en ese “modo” que quería y que necesitaba para esa noche, como se entregaba y dejaba llevar por la oscuridad que anidaba en su interior. Tomé la copa que me había ofrecido mientras el hombre, aterrado por las palabras que le ha dicho suplica porque no le haga nada, un mero roce en sus nalgas y su cuerpo tiembla porque sabe lo que le esperará cuando él empiece con su tortura. En mis dedos la copa que me había traído vacía a la espera de que la llenara con mi sangre para que el hombre sanara sus heridas y se recuperara, sus heridas manaban manchando su espalda mientras enloquecido se movía sabiendo lo que le esperaba de dos monstruos como éramos los dos.



-Tienes razón Charles, por eso mismo me alegro aún más de haberte encontrado esta noche de camino aquí, para tener una visión que yo perdí hace demasiados siglos y de la que a veces me olvido –comenté con un ligero tinte de diversión, mis heridas sanaban por sí solas y a veces me olvidaba de los frágiles y sencillos que eran los humanos, lo sumamente fácil que resultaba matarlos y quebrarlos, romperlos en miles de partes- no quiero que sea algo corto para él y que pierda la consciencia, se merece estar bien despierto para que sienta todas y cada una de las cosas que quiero que le hagas, que quieres hacerle –bajé de la mesa en la que estaba sentada con la copa en mis manos, vacía todavía, mientras me acercaba a él quien se terminaba de fumar aquel cigarro con el cual había dejado una pequeña marca cilíndrica en la piel de una de las nalgas del hombre. Un rápido vistazo hacia su espalda para ver la sangre que manaba de las heridas de mis surcos y supe que tenía razón, ¿qué sentido tendría que se desmayara justo cuando comenzaba lo mejor?- Por supuesto que no quiero que la diversión se acabe en media hora, quiero que dure tanto como queramos y si por ello debo de darle de mi sangre para que aguante mucho más y sea todo más divertido mientras él sufre ni siquiera tengo que pensarlo –tomé el cuchillo que había sobre la mesa y acorté la distancia hasta Charles para entregárselo- ¿no querías que sangrara para ti? Entonces hazlo –dije extendiendo mi brazo expuesto para él mientras sujetaba la copa con la otra mano a expensas de que me hiriera y comenzara a manar la sangre, un jadeo brotó de mis labios al notar como la herida que me había hecho a lo largo del antebrazo comenzaba a manar sangre que caía en la copa que sostenía entre mis manos, hasta que fue suficiente cantidad para que se recuperara y aguantara, llevé mi antebrazo a mis labios para limpiar la sangre que manaba y con una sonrisa ladina acorté la distancia hasta su rostro- que sepas que lo he hecho porque no quiero que se desmaye tan pronto, y para nuestra oscura y retorcida diversión... de lo contrario él no sería digno de tomar de mi sangre, siquiera probarla –mi labio manchado con mi propia sangre rozó su labio para mancharlo brevemente antes de acercarme al humano y tirar de su pelo hacia atrás elevando su rostro, de un movimiento rápido hice que abriera su boca- bebe –ordené con mis ojos rojos puestos en los del humano que vencido por mi poder no pudo más que tomar él mismo la copa y beberla mientras yo sonreía de forma ladina- eso es, deja que mi sangre cure tus heridas, que llegue hasta lo más profundo de ellas para darte la fuerza que necesitas, el aguante que vas a necesitar que soportar todo lo que vamos a hacerte, ¿sientes eso, verdad? La euforia que beber de mi sangre significa, el poder que sientes crecer en tu interior como un torbellino, lava líquida que fluye por tus venas y que te quema en el proceso... así, eso es –dije para ver cómo se terminaba la copa que cayó al suelo rompiéndose en pedazos, su cuerpo comenzó a temblar y un gemido de placer salió de sus labios cuando mi sangre comenzaba a hacer el efecto deseado. Me aparté acercándome de nuevo a Charles y le sonreí para ver como las heridas que le había hecho con mis uñas en la espalda comenzaba a desaparecer cerrándose, la sangre se secaba a su espalda mientras su piel se regeneraba como si no le hubiera hecho aquellos profundos y largos surcos en su espalda hasta dejarla como estaba, incluso su brazo volvió a sanar de nuevo- ya tienes a tú juguete nuevo para hacer con él lo que quieras, ahora nos durará mucho más y podrás hacerle justo lo que te he pedido que hagas, yo controlaré que no intente desatarse –beber sangre de vampiro siempre conllevaba un estado de frenesí y un poco de locura- solo espero que el espectáculo sea tan digno como creo que va a ser, así que Charles por favor disfruta con tú nuevo juguete y hazme disfrutar a mi también de lo que vayas a hacerle.
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Mensaje por Charles Moncrieff Sáb Mayo 26, 2018 7:48 am

¡Oh, claro que sabe que Sabah iba a felicitarlo por su desempeño en estas lides! Es perfecto en lo que hace, acostumbrado que está en sus espectáculos a dar consejos para que la presa dure un poco más y no termine muerta en instantes para después quedarse con las ganas del "hubiera". Porque eso es inconcebible una vez que la última exhalación deja el cuerpo inerte. Ya las ganas de hacerlo gritar, de que responda a los más decadentes actos es inútil. Si les dice a los mortales cómo actuar ¿Por qué sería diferente con la vampiresa que tiene centenares de años a las espaldas y ha olvidado lo que es ser humana? Porque eso es visible, es latente, es tan tangible como el cigarrillo que lleva a su boca para dar una fuerte succión llevando a su interior la nicotina y demás elementos que le serenan. - Y es por eso que me elegiste, es por eso que estoy aquí, Sabah, mi futura sire - lo último es dicho con orgullo, con ansiedad en la voz. Eso quiere Charles, transformarse en un vampiro y después de eso, seguir acumulando poder hasta el hastío. Cuando haya calcinado todo lo que toque, entonces podrá decidir si continuar o bien, largarse por fin.

En tanto sea humano, la mortalidad es un aspecto que le aterra. Ha vivido experiencias muy intensas para sus treinta y pico de años. De algunas casi muere, como los Appleby, como el cambiante oso en los bosques de Irlanda. Debe seguir adelante para asegurar que su vida sea mucho más difícil de cegar, que la parca se aleje de él y el tiempo se congele para continuar existiendo como un hombre joven. Es la edad perfecta para ser transformado. Si tiene que desperdiciar algunos años para esperar a que la vampiresa se canse de él, lo hará, más no pasará de los treinta y siete años antes de exigir su transformación. No será paciente en eso. La vida eterna es para él indispensable y ahora que puede tenerla al alcance de la mano, evitará a toda costa que se le escape. Si para ello tiene que torturar, matar y dañar, lo hará con gusto porque eso es parte de su propia natura y su psique exige en muchas ocasiones los instantes que, como ahora, está obteniendo con la mirada del hombre que le observa con pánico.

El consentimiento verbal de la vampiresa llena de orgullo a Charles, orgullo hacia ella que es una bestia como él, consciente y pensante, distante a las que ha visto que sólo se dejan llevar por sus impulsos. Que esté de acuerdo con él, le da el poder de saber que sus palabras serán oídas, va a tener el respeto de la vampiresa de ahora en adelante tras esta solicitud aceptada. Lo sabe y eso le hace sonreír con petulancia. Está al nivel de ella mentalmente, lo físico será cuestión de tiempo y aunque jamás pueda alcanzar su poder debido a los años que ya le lleva, sí se regodeará alimentando su propia monstruosidad hasta que sus poderes sean temidos y reverenciados por los mortales. Toma el cuchillo ofrecido con sonrisa ladeada al tiempo que toma el brazo extendido para besar ahí, donde las venas de su muñeca están visibles. El olor de la piel de la inmortal le embriaga. Por instinto muerde con sus dientes humanos el lugar en una forma de venerarla para después, dar un beso suave sobre ésta. - Sea entonces, mi sire. Acepto su contribución a esta empresa - lleva el filo del cuchillo hasta dos centímetros contados de la muñeca hacia arriba.

Encaja la punta ahí para presionar con ligereza a sabiendas del filo que posee la daga, como una caricia oscura deja que la piel se abra para que la sangre se vierta colocando la copa bajo ésta para acumular la cantidad adecuada para hacer de ésto una vorágine sin fin de tortura y decadencia. El olor a la sabrosa vitae provoca que el pecho del inglés se hinche al aspirar su poder, él mismo se muerde el labio inferior con ansias sintiendo cómo su cuerpo se estremece al pensar en lo que significaría tomar la copa y beber de ésta. De reojo observa al hombre que tiembla cual hoja al viento, - bastardo de mierda, no sabes el manjar que te llevarás a la boca. No eres digno de éste, todo sea por complacer a mi sire - su voz suena celosa, envidiosa. En cuanto la copa llega a la mitad, el propio Charles ayuda a Sabah a llevar su antebrazo a su boca para que lama la herida y ésta quede sanada.

Su cuerpo tiembla de anhelo por algunas gotas que resbalan, alcanza a tomar una con el dedo índice, los labios se entreabren de la ansiedad por llevar tan pequeño elixir de poder a su boca, más el trayecto es contrario. Lo introduce en la cavidad oral de la vampiresa, aún tembloroso por la ansiedad, para que ella lo consuma - lo sé, mi sire. Este desgraciado no merece una sola gota de su vitae, en cuanto a mí, ya tendré que mostrar mi valía para obtenerla - sí, el haber devuelto esa poderosa ambrosía a su lugar de origen le demuestra el respeto que tiene por ella. La paciencia que puede tener el inglés para ganarse su propia sangre. Más hay algo que exige cuando ella se acerca para rozar su labio dejando una gota de esa vitae que le entrega como premio por su paciencia. La diestra mano atrapa la nuca de la vampiresa para besar bien sus labios al tiempo que absorbe esa minúscula gota de poder que le excita sobremanera. Atrapa su lengua con la suya, hambrienta, desesperada, posesiva. Gime contra su boca antes de soltar lento sus cabellos mirando sus ojos. Las pupilas masculinas están dilatadas por el placer, por el anhelo - tan adictiva como mortal, tan bella como oscura. Mi Sire - susurra con reverencia antes de mirar de reojo al hombre.

La vampiresa lleva la copa con el maldito elixir en ella, Charles tiene que apretar las uñas contra las palmas para contener los deseos de matar a este bastardo cuando llegue a beber. Y lo hace, el contacto de la vitae en su cuerpo le dispara el primer y potente orgasmo. El inglés les da la espalda para rechinar los dientes intentando contener todos sus impulsos. Siente que suda, las gotas van bajando por sus sienes resbalando por sus mejillas hasta perderse cuando caen al piso. Algunas pocas acarician su garganta hasta perderse en su tórax. Inhala fuerte hasta toda la capacidad de sus pulmones para soltar el aire audible. Echa la cabeza atrás en tanto ella sigue dándole de beber su sangre. El sonido del cristal haciéndose añicos es su señal. Se voltea de inmediato queriendo darle una lección al bastardo.

El botón de sus pantalones es desprendido, después la cremallera baja para dejarlos caer al piso quitándose la prenda con los pies antes de tomar uno de los extremos de la tela con el pie diestro para elevarla en el aire atrapándola con la siniestra. Los sacude con parsimonia antes de doblarlos para dejarlos sobre la mesa. Con la ropa interior aún puesta, se acerca un par de pasos antes de que Sabah lo intercepte dando indicaciones. Su cuerpo está por completo en tensión, sus ojos la observan antes de tomar su nuca de nuevo para comerle la boca a besos salvajes y pasionales. En cuanto la suelta, exhala con frustración - eso voy a hacer, voy a hacerle pagar a este cabrón por tocar lo que es tuyo y de paso, por beberse lo que es mío - escupe las palabras antes de bajar el elástico de su cinturilla para dejar a la vista su miembro sin importar que ella esté presente. Lo acaricia un par de veces acortado la distancia con el hombre - porque ese poder está reservado para mí, no para tu boca de cerdo. Porque ese orgasmo que sentiste me lo robaste, porque ese placer que sentiste es todo mío - cada palabra emerge con rabia antes de tomar bien sus caderas para mantenerlo quieto - y voy a demostrarte cuánto me hace rabiar que te lleves ¡Lo que es mío! - brama para empujar su pene en su entrada anal sin contemplaciones.

Sin siquiera una preparación, la piel se desgarra con la brutal entrada, el propio Charles siente cómo lo repele más eso lo hace enrabietar mucho más. Agarra de los cabellos de la nuca al bastardo jalando hacia él para que sienta el dolor de estar así, en esa tensa posición en la que no hay misericordia alguna. Al mismo tiempo empuja la cadera para que se trague la mitad de su virilidad entre alaridos y súplicas porque se detenga - ¿Te detuviste acaso cuando la violabas? ¿Te detuviste acaso mientras bebías la sangre que es mía? ¡MÍA, ESTÚPIDO! - termina de meterle el pene en el ano sintiendo el líquido en éste. Las paredes están duras más eso en lugar de detenerle le provoca mayor enojo. Saca un poco su virilidad para meterla de golpe. Inicia un vaivén agresivo, fuerte, petulante, soez, sádico en tanto gruñe y mantiene la posición del hombre bien tomado de los cabellos para que no se suelte.

En un instante, la presa se le escapa quedando en sus manos gran parte de sus cabellos. Brama de coraje para tomar sus caderas con ambas manos para darle más y más fuerte - vas a aprender que no se toca lo que no es tuyo. Que se respeta, que no hay consideraciones para un abusivo como tú, cuando debes estar en la posición que te corresponde, con los cerdos. Sigue chillando cerdo, sigue chillando, me encanta cuando chillan así en tanto me los follo, porque eso estoy haciendo ¿Lo sientes? Te estoy follando como la marica que eres - da acometidas más violentas en tanto observa que su miembro sale con marcas de sangre, eso lo enloquece más para seguir bombeando hasta sentir que va cediendo la presión. Que si bien el tipo no entiende qué pasa, el inglés sí y se ríe a carcajadas - ¡TE ESTÁ GUSTANDO, HIJO DE PUTA! - es hilarante porque continúa fustigando un punto en particular.

Esa próstata es tan sensibilizada por sus acometidas, que el hombre empieza a jadear sorprendido por sus propios actos. Es como una mujer en plena violación. Es cierto que tarde que temprano le gusta porque el cuerpo es cuerpo. Si sabes dónde tocar, esa mujer que se rebela terminará teniendo un orgasmo. Y es esa impresión la que les marca la psique. Como el propio Charles hace con este desgraciado que está gritando su placer y su horror a partes iguales hasta que su pene está tan tenso que siente el orgasmo muy a punto. Algo que el inglés no va a darle. Sale de éste para ponerle una santa nalgada que le deja todos los glúteos rojos - te encanta que te den por culo, bastardo. ¿No que tan macho? ¿Te has mirado la verga? Estás que te corres por mis penetraciones, puto - se le acerca por el frente para que vea su miembro manchado por la mierda de su ano y sangre a partes iguales - y ahora me la vas a limpiar. ¿Quieres un orgasmo? Ve ganando mi aprobación, cómete mi verga y cuidado con que me muerdas porque te la iré cortando parte por parte e iré curándote como viste que podemos hacerlo ¿Entendiste? - cuando el hombre asiente, Charles no tiene piedad.

Le toma con las falanges por los cachetes para abrirle la boca empujando su miembro para que él lo limpie, con las heces fecales y la sangre - más te vale que lo dejes bien limpio, puto. Odio el olor a mierda de tu culo - le mantiene la cabeza alzada al haber tomado sus cabellos para obligarlo a que le mire en tanto le folla la boca. El placer que le produce esta violación es inconmensurable. ¡Salve Sabah, tu súbdito te aclama!


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Mensaje por Sabah Mar Jun 19, 2018 11:39 am

Encontrarme con Charles en aquella noche era lo mejor que me podía haber pasado en muchísimo tiempo, un humano con un alma tan oscura y retorcida como la que yo llevaba desde hacía tantos siglos, milenios incluso. No era fácil encontrar alguien afín de esa forma y era como un regalo que los dioses me habían concedido para sacudir el tedio de mi vida y que por fin pudiera disfrutar de noches pasadas donde la sangre, la oscuridad y el placer habían sido el centro y plato principal de la noche. Las oportunidades que se me brindaban con Charles eran demasiado comparadas con las de un humano normal y corriente, más cerrado en mentalidad y personalidad que no sabían ver más allá de lo que yo podía ofrecerles. Poder, eso es lo que el humano quería y si se sabía dónde tocar era más fácil hacer que alguien te siguiera por su propia decisión y no fuera algo impuesto como la mayoría de los vampiros hacían, dominándolos con sus poderes para hacerlos súbditos pero de una forma totalmente diferente que no era tan agradable como cuando se entregaban por completo. Lealtad, una palabra que no todos sabían interpretar y mucho menos actuar acorde a lo que tenía por significado, sin embargo en Charles podía ver esa lealtad que profesaba porque solo había que ver sus acciones para darse cuenta de que el humano estaba más entregado en apenas unas horas de lo que había estado alguien más en muchísimo más tiempo del que llevaba él conmigo. Porque cuando se encontraba alguien tan afín a ti, alguien tan oscuro y retorcido el abanico de posibilidades era amplio y no había miedo a ser “juzgado” porque se compartían los mismos intereses, los mismos ideales. Él había demostrado que era digno merecedor de ese puesto cuando lo había visto en el callejón y por la enorme experiencia que tenía en ese campo sabía que no defraudaría, que cuando le dijera que debía de impartir el castigo impuesto lo haría porque yo así se lo había pedido y daría un digo espectáculo, de eso no tenía duda alguna. Podía ver su aura y con el paso de los milenios una sabía diferenciar cuando alguien era potencialmente útil a cuando no servía para nada, y Charles entraba en la primera categoría en un puesto que encabeza la lista en apenas el tiempo que lo conocía y que estaba con él. Porque ya en la casa del hombre cuando me paró haciéndome ver algo que, con mi condición olvidando lo frágil y débil que era un humano, habría pasado por alto él me había hecho ver que un humano distaba mucho de un vampiro. Le había concedido la razón porque la tenía, para eso estaba él allí; para ver las cosas que yo como vampira había olvidado en una vida antigua y enterrada bajo la arena. La joven que un día fui, la sacerdotisa que había sido en Dendera adorando a la diosa Hathor había muerto para dejar paso a Sabah, la cruel vampira que martirizaba a los humanos como diversión por el simple placer de hacerlos sufrir. Muchos me habían llamado Sekhmet, la temible. La diosa que había bajado por órdenes de Ra para matar a aquellos que osaron levantarse en su contra para castigarles, bebiendo de su sangre y matándoles de forma cruel y violenta... como si fuera la reencarnación de la mismísima diosa que era temida por todos.

Mi sangre no era algo que regalaba de la nada, mi sangre era un bien más que preciado y que escaso que quien quisiera beber de la misma tenía que demostrar que era merecedor del líquido carmesí, que merecía beber de mi sangre para ensalzar los lazos que nos unirían y que fortalecerían el vínculo. Pocos habían sido los que habían tenido ese honor y ahora mi joven acompañante me pedía que le diera mi sangre al humano para que así aguantara más la tortura, sabía que tenía razón y por eso mismo le había permitido que tomara lo que necesitaba. Le di el cuchillo para que él fuera quien tomara mi sangre abriéndome una herida en el brazo, nada más manar la sangre pude notar sus pulsaciones acelerándose, el deseo que lo recorría ante la sensación y el deseo de probar lo que caía y goteaba al vaso como si no pudiera resistir la tentación de probarla. Lo estaba poniendo a prueba, sabía que había consumido sangre de vampiro y sabiendo lo adictiva que esta era quería saber si era capaz de controlarse o por el contrario tomaba lo que él quería pensando que era suyo. Había pasado la prueba y con creces, es más, se había dado el lujo y el enorme atrevimiento de llamarme “sire” cuando nadie había tenido el honor ni el placer de hacerlo porque yo nunca quería a nadie bajo mi tutela y bajo mi cargo, pero admitía que el humano se estaba ganando enormemente el puesto y sobre todo por sus acciones, por la forma de comportarse que tenía para conmigo en la que incluso cuando terminó con la sangre él mismo alzó mi brazo para que lamiera la herida que me había provocado con el cuchillo, incluso así con la gota que tomó en su dedo no bebió sino que fue él mismo quien la llevó a mis labios para que lamiera su dedo dejando un pequeño mordisco en su yema haciéndole ver que me gustaba la actitud que había tenido. Él en sus palabras dejó entrever los celos y la envidia que tiene hacia el humano por ser digno de tomar mi sangre, él es consciente de la importancia de esta y la atesora como lo que realmente es; un regalo divino. Incluso ante su propia necesidad con su cuerpo temblando ligeramente había aguantado las ganas y se había contenido, es más, había tenido claro que para beber de mi sangre debía de ganárselo y eso hizo que esbozara una enorme sonrisa por ello contemplándolo porque entendía mejor que muchos la importancia del intercambio de sangre, lo que en verdad representaba y significaba. Su respeto y su dedicación eran admirable y lo hacían ganar puntos de una forma exorbitada, porque no tenía que aleccionarle... ya estaba aleccionado. Quería recompensarle aunque fuera brevemente, mi labio manchado con la sangre que había limpiado de la herida presionó su labio manchándolo para que él mismo probara mi sangre de esa forma, no sería lo mismo que beber directamente pero al menos era una pequeña compensación por lo bien que había aguantado y cómo se había comportado. Su otra mano atrapó mi nuca acercándome a él para profundizar el beso, su boca buscando la mía atrapándola en aquel baile demencial hasta que se separó con las pupilas dilatadas y anhelantes, podía verlo con total claridad. Sabía que le haría pagar al hombre y una vez le di mi sangre no pude sino observar cómo él se daba la vuelta, su respiración se tornaba pesada y profunda como si le costara sostenerse y fue inevitable sonreír por ello, sus acciones decían mucho más de lo que él se pensaba. Frente a Charles las últimas indicaciones sabiendo que estaba listo y preparado, su mano en mi nuca volvió a acortar distancias besándome de una forma salvaje para mirarme una última vez y confirmar lo que ya sospechaba.

Tomé posesión sentándome para observar aquella escena y lo que vendría a continuación, Charles desnudo estaba tras el humano que suplicaba y rogaba porque se detuviera y no hiciera nada pero ya era tarde; el castigo estaba impuesto y mi ejecutor preparado para realizarlo. Su mano en su miembro recorriéndolo y mis ojos observando cómo se preparaba para lo que acontecería, sus palabras demostraban la rabia, la ira y los celos por haber bebido de mi sangre cuando era para él y eso provocaba que su furia creciera más contra el hombre y su castigo fuera más duro y más severo. Su cadera se mueve y su miembro empala el ano del hombre que grita por el dolor, pero Charles no se detuvo ahí sino que aferrando sus caderas siguió adentrándose haciéndose hueco, casi llevaba ya la mitad en su interior cuando el humano comenzó a gritar, a pedir que parara y piedad para él pero no lo habría porque él tampoco la había tenido cuando se la pidieron. ¿Acaso no era justo dar lo que él mismo había dado? Tratarlo de la manera en que había tratado a mi sirvienta, golpeándola para luego violarla sin su consentimiento dejándola casi al borde de la muerte... sí, era justicia divina que ahora él estuviera sintiendo lo mismo por mi querido verdugo. Charles se movía implacable embistiendo con furia y con rabia dándole todo lo que tenía mientras yo observaba con una sonrisa ladina en mis labios por verlo de esa forma, por ver cómo actuaba y no tenía consideración con él por mucho que este gritaba y pedía clemencia. Le dejé hacer porque, como le había dicho, era su juguete y yo poco podía hacer en ese momento más que no le hiciera él, mayor humillación que esa yo jamás podría hacerle y disfruté enormemente. Incluso me reí, alto y claro, cuando Charles anunció que le estaba gustando y al observarlo bien efectivamente me di cuenta de que su miembro estaba alzado y duro, riéndome de forma irónica y sarcástica por todo aquello. Además de toda esa mezcla, observarlo actuar así... me ponía demasiado, ver que no tenía escrúpulos y que le daba igual con tal de dar el castigo que yo le había pedido me encendía, mordí el labio por ello mientras lo dejaba hacer para que él disfrutara. Llega un punto en el que el hombre empieza a gritar a partes iguales; dolor y placer por lo que está haciendo, es cuando me levanto del sitio para acercarme y elevar el rostro del humano que grita porque le gusta, pero al mismo tiempo le horroriza lo que le están haciendo como mayor humillación que hay para él.



-¿Lo notas, humano? ¿Ves lo insignificante que eres en estos momentos, que tú voluntad se ha visto a merced de un hombre mucho más fuerte y grande que tú para complacer sus instintos y sus ganas de follar? –Mi mano fue a su mandíbula tomándola con fuerza sintiendo los embistes que el propio Charles daba en esos momentos mientras mi mano no dejaba que el hombre abriera la boca y gritara como lo estaba haciendo hacía apenas unos segundos- Ahora sabes lo que se siente, ¿verdad que sí? El no poder hacer nada, el que tus súplicas no sean escuchadas y no seas más que un trozo de carne cuyo agujero es única y exclusivamente para satisfacer una necesidad fisiológica impuesta por alguien más grande y más fuerte que tú que doblega tu voluntad y la anula por completo. Dime, ¿te sientes horrorizado por lo que te está pasando? No tanto como le hiciste a ella, aún ni siquiera hemos empezado con tú castigo para que veas que cuando alguien te dice que no, es que significa no –mi mano voló dándole un guantazo aunque medí mi fuerza para que no supiera ningún contratiempo observando el espectáculo digno de un circo de los horrores, la pesadilla de cualquier hombre, la justicia de un violador que no había tenido piedad con su víctima. Reí de nuevo cuando le hizo ver que le estaba gustando que se lo follasen, ladeé la cabeza cuando le pidió que le limpiara su miembro manchado por sangre y heces y que el castigo sería impuesto si no lo complacía, separó sus labios abriendo su boca y empujó su miembro que se lo metió para que comenzara con sus indicaciones. Sabía que debía de dejarlo hacer y sin embargo ahora que Charles me daba la espalda me acerqué a él para pasar mi brazo que mi mano acariciara su pecho, mis labios fueron a su cuello donde dejé un beso, una lamida a su piel y un mordisco dejando una leve marca en esta antes de subir al lóbulo de su oreja acariciando con mis manos su pecho, sus músculos definidos- sabía que no ibas a defraudarme Charles, sabía que ibas a cumplir con mis objetivos... has cumplido con mis expectativas... y es por eso mismo que estás ganando ser merecedor de un premio cuando terminemos con esta escoria –dejé un mordisco en su lóbulo con diversión para luego pasarme frente a él, tras el humano que lamía su miembro y él movía sus caderas embistiéndolo- despacio, no tengas prisa, muévete más despacio –pedí en lo que cuando lo hizo busqué por la habitación hasta encontrar con algo que me sirviera para lo que quería hacer, cuando lo encontré me puse al lado de Charles para mostrarle lo que llevaba en la mano- ya que vamos a darte una lección que sea con conocimiento de causa. Esto no se puede comparar con lo que tienes en la boca pero también puede cumplir su función –sonreí de lado y acercándome a su espalda mi mano fue a su cintura para posicionarla, en mi mano una vela que había encontrado por la estancia, estaba a medio consumir pero para lo que la quería cumpliría con lo pensado. Separé una de sus nalgas y ante su negativa moviéndose fue Charles el que le paró los pies antes de que yo hiciera nada, pero sin compasión alguna acabé metiéndole parte de aquella vela que no era igual de gruesa que la polla que lo había desvirgado, pero al menos notaría la presión que era la idea mientras le follaban la boca. Alcé mi cuerpo y sacudí mis manos mientras observaba la escena, preguntándome cuántas veces quizás no habría forzado a alguna jovencita a que le hicieran una mamada, cuántas veces no habría abusado de su fuerza para ello- vamos a hacer una cosa aprovechando esta situación, ¿me dejas guiarte? –Subí mis ojos a los suyos con una sonrisa ladeada en mi rostro- saca tú miembro de su boca –pedí mirándolo para ver si lo hacía, ni siquiera dudó cuando se separó dándole un pequeño respiro que iba a ser eso; pequeño. Aprovechando cómo estaba en la silla moví esta hasta dejarla justo pegada a la mesa que había en el lugar, lo suficientemente alta como para sentarme yo en el borde y que mis piernas quedaran a cada lado de los hombros del humano, a la misma altura que él podría seguir torturando su boca pero pudiendo tener nuestros cuerpo más pegados, como si él no tuviera importancia- ahora voy a ser yo la que te guíe, pero primero vuelve a metérsela en la boca –pedí indicándole que se acercara para estar como antes- quiero que te muevas a un ritmo normal pero constante, por el momento no quiero que corras –mi mano fue al pelo del humano y elevé su cabeza para que él tuviera un mejor acceso y se moviera mejor- seguro que él ha jugado también a follarse las boquitas de jóvenes, ¿por qué no le enseñamos también lo que se siente? Hacerle ver lo que sentimos cuando nos fuerzan a hacerles una mamada, igual que le obligaste a ella ¿no es así? –Si pensaba que se iba a librar estaba muy equivocado- quiero que se la metas entera y que la dejes dentro durante unos segundos para que experimente la sensación, la sensación de ahogo que produce y la dificultad al respirar, las arcadas.... oh, y mucho cuidado con siquiera intentar vomitarle –quería que sintiera lo que ella sintió con eso, humillarlo de esa forma tratándolo como una vulgar puta- así Charles, deja que se sienta puta por una vez en su miserable vida –mis manos recorrían su pecho mientras le daba varias indicaciones, le variaba el ritmo para que se moviera más o menos rápido, más o menos duro- si te corres en su boca no pasa nada, también estaría bien que sintiera eso que seguro él ha hecho muchas veces y que le ha dado mucho placer –era más bien un pequeño juego, pero que igualmente le degradaba tratándolo como una puta sin valor alguno. Mi rostro se inclinó hacia el de Charles sabiendo que quizás estuviera próximo al culmen, de hecho quería que se corriera en su boca y mis labios rozaron los suyos- imagínate que es mi boca la que envuelve tú miembro, si fuera así qué le harías a mi boca, muéstramelo –pedí mordiendo su labio inferior tirando de este con diversión por lo que estábamos haciendo.
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