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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Argenta Chambers Dom Feb 18, 2018 5:03 pm

Sweet sixteen:

En la mansión Chambers todos empezaban a recoger para retirarse a sus alcobas, todos menos la joven Argenta, cuya alergia al sol le impedía disfrutar del día como al resto de jóvenes de su edad y, por tanto, sus ocho horas diarias de sueño las cubría cuando el sol estaba en lo más alto, pasando el resto del tiempo despierta, ya fuera estudiando, leyendo, conversando con sus nuevos padres, jugando al ajedrez con el mayordomo o cepillando a los caballos en el establo. Aquella noche, la muchacha tenía planes concretos, pero debía esperar a que todos durmieran ya para poder llevar a cabo su plan. Le dio las buenas noches a sus padres y se retiró a su recámara como si fuera a dedicarse a leer durante toda la noche, cosa que ni de lejos se asemejaba a lo que tenía pensado hacer.

Esperó cerca de una hora y cuando estuvo convencida que ya nadie estaría despierto, salió de la habitación descalza, con las botas de montar en la mano y bajó la escalinata hasta el vestíbulo. Usó la puerta de atrás, más cercana a los establos y pequeña, por lo que haría escaso ruido al abrirse, yendo a buscar a su yegua para prepararla y montar. Tenía un destino marcado y nada se interpondría entre ella y su objetivo. Salieron al paso para no alarmar al resto de animales y una vez lejos del terreno propiedad de los Chambers, inició el galope con dirección al rancho Blackbird. Se había enterado al escuchar hablar a uno de los del servicio al que le gustaba mucho apostar, que allí se celebraban timbas ilegales todos los viernes y sábados por la noche. Obviamente, no era una de aquellas noches, pues lo que Argenta buscaba no era dejarse el dinero en una mesa de juego, aunque seguramente tampoco se lo permitirían dada su condición de mujer y su escasa edad, por muy irregular que fuera todo allí, había cosas que nunca cambiaban. A medida que Graciella, su elegante pura sangre inglés color azabache, se acercaba más a la zona de las llanuras a las afueras de París, menos convencida estaba la chica de que su plan funcionara o, más bien, más claro tenía que su plan no estaba terminado. ¿Qué haría una vez allí? ¿Cómo pensaba presentarse ante los dueños del lugar? ¿Les diría que deseaba formar parte de lo que ellos tenían? La tomarían por loca seguro… Además, después de tantos siglos, ya no vivirían los mismos Blackbird que ella había conocido. Tal vez los actuales herederos nada tuvieran que ver con su sueño, su anhelo. Las ganas con las que azuzaba a la yegua iban menguando, pero lo único que eso hizo fue que dejaran de galopar para avanzar al trote. Sus manos seguían aferradas a las riendas, su cuerpo ligeramente inclinado hacia delante y su cabello trenzado y recogido en un pequeño moño justo a la altura de la nuca, seguía soltando poco a poco algunas hebras castañas que ondeaban con el viento. Para cuando se quiso dar cuenta, las luces, seguramente lámparas o antorchas, que iluminaban la entrada al rancho, ya estaban a unos cien metros de distancia. No era momento de echarse atrás, de recular. Algo se le ocurriría, era una mujer lista, siempre lo había sido.

Se adentró en el sendero con Graciella, reduciendo el ritmo al paso y cuando estuvo ya cerca del porche principal, desmontó a la yegua, sacó las riendas de la cabeza del animal y als sostuvo con una mano, tirando suavemente de ella hacia la puerta. -¿Hola? ¿Hay alguien?- Se veía luz en el interior, pero no sabía quién podía haber, quién saldría a recibirla, o si lo haría alguien siquiera. Aguardó varios minutos, pero no hubo respuesta, ni movimiento. No vio ninguna silueta a través de las ventanas ni escuchó ningún sonido con su agudizado oído, a parte del que generaba el ganado en el establo. Claro que, tal vez, estuvieran allí reunidos los dueños también. O durmiendo. A aquellas horas lo normal era que todo el mundo estuviera ya descansando. Pero no le cuadraba que en un lugar e el que se celebraban apuestas ilegales se tomaran muy en serio los horarios parisinos. Decidió amarrar a la yegua junto a un abrevadero y se encaminó hacia la casa que, desde el principio, había sido su primera opción. Si llamando nadie salía a su encuentro, ya se tomaría la molestia de probar en otras ubicaciones del terreno. Subió el escalón de madera, fijándose en la extraña disposición de todo allí, tan distinto a lo que ella conocía. Jamás había visto un lugar semejante y lo de rancho, ya de por sí, le sonaba raro, era una granja, pero sin campos de cultivo y con demasiada arena. Empezó a acomodarse el vestido cuando, de pronto, tuvo una idea. Se llevó ambas manos a la cabeza para revolverse el pelo, al tiempo en que se alejaba de la puerta y buscaba alguna zona con algo de barro. No le costó mucho, alrededor del abrevadero estaba lleno. Se agachó, hundió los dedos en el fango y empezó a embadurnarse con él por la cara, el vestido, las botas… y, obviamente, luego le tocó el turno a Graciella, pues era ilógico que ella estuviera sucia y su yegua impoluta. Una vez consideró que ambas daban el pego, en vez de subir despacio, corrió hacia la puerta y la golpeó con fuerza y desespero, al tiempo en que gritaba. -¡Socorro, necesito ayuda! ¿Hay alguien? ¡Por favor, ayúdenme!
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Mar Mar 27, 2018 11:27 am

Rancho Blackbird. 24:02 de la noche.




La noche era cerrada cuando la luna en su punto mas alto se encontraba, rodeada de tímidas nubes que apenas parecían tenue niebla conformando su voluminoso y luminoso cuerpo de color pálido, amada por tantos seres y odiada por otros tantos. Los caballos estaban durmiendo todos en su lugar, las vacas y los demás animales del Rancho Blackbird también hacían lo propio. Dentro de la gran mansión, en su totalidad de madera, cuya pared exterior estaba adornada con un cartel que casi se había despegado al completo por el paso del tiempo. Un cartel de color piel con una imagen en su centro, una imagen y un nombre bajo el “DEAD or ALIVE”. Aquél nombre era el de Jesse Clay Blackbird, un temido forajido del Nuevo Mundo, allende en los mares tras el pacífico y muy lejos de Francia y de Inglaterra.

En el interior de la casa se escuchaba una agradable melodía entonada en un piano, de gran sonido. Un piano de cola, enorme y elegante. Las velas titilaban haciendo que la madera cogiera ese color tan acogedor de otra época que cada vez se estaba perdiendo más y más en la incontable corriente, imparable, del Tiempo. Todo estaba tranquilo, tal y como al dueño del Rancho le gustaba que fuesen las cosas pero algo turbó aquella armonía y paz con golpes en la puerta de madera cuyos pomos tenían la imagen de dos cuervos.

Caminó hacia la entradita y abrió la puerta con mirada seria, sombrero en la testa y su puro en el lado izquierdo de la boca. Se lo pasó al lado derecho y masticó, pensando. Clavó su azulada mirada en los orbes de la niña que había delante de él, dándose cuenta de inmediato que clase de criatura era aquella.

No la delataría, por ahora no. Parecía encarnar un  papel, un teatro, y Jesse adoraba el teatro. -Pase dentro, chica. Ahí fuera se va a helar y yo no tengo todo el día. La yegua se queda fuera. -Dijo de inmediato, echando la vista al animal. Luego de nuevo a la chica. -Se que quiere contarme lo que diablos haya pasado, pero lo primero es pasar dentro. Cuéntemelo con una taza de te.  -La hizo pasar dentro de la mansión, llevándola por aquellos pasillos largos que parecían no tener final hasta que llegaron al salón donde una gran chimenea se llevaba toda la atención posible dejando absolutamente todo lo demas relegado a un cuidado segundo plano. -Ahi puede calentarse, si es lo que busca. -Dijo, como siempre, cargado de doble sentido. Fue a la cocina, donde su perro dormía, se llamaba Jack el Guapo. Sonrió lanzandole un trozo de salchicha para cuando despertara. -Buen chico.

Preparó el brebaje y con forma cuidada volvió al salón, el piano que sonaba en un principio seguía sonando como si fuera por arte de magia. Encima de la chimenea había una enorme cabeza de lo que parecía una especie de Toro, pero estaba claro que esa especie no era de este lugar si no del Nuevo mundo. De America. Arriba, tenía dos revólveres, solo de adornación. Se sentó junto a su joven invitada, esperando a que empezara a hablar y dijera lo que quisiera que estuviese buscando en un lugar tan peligroso como lo era el Rancho de Jesse Clay Blackbird, el Forajido.



En una de las paletas que tenía para mover la leña de la chimenea ponía con letras doradas: It’s High Noon.
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Mensaje por Argenta Chambers Miér Mar 28, 2018 5:17 am

En cuanto la puerta se abrió se topó con aquel sombrero, porque aquello fue lo primero que vio, el ala de cuero viejo cubriendo parte de un rostro maduro con tupida barba y un puro prendido que se movía de un lado a otro de la boca de labios finos y prietos. Se quedó ligeramente desconcertada por el atuendo que el hombre portaba, ropajes que no había visto nunca antes, botas terminadas casi en punta, pantalones con los bajos ligeramente anchos y una especie de manta con un agujero que le caía por encima de los hombros. La jovencita sacudió la cabeza de manera casi imperceptible, pero fue suficiente para que su mente se centrara de nuevo en lo que se traía entre manos. De lo que sí se percató de inmediato fue de la condición cinita del sujeto, por lo que él tal vez supiera lo que ella era también. No solía relacionarse de manera amistosa con vampiros, así que jamás había preguntado si ese poder para discernir seres sobrenaturales era algo que tenían todos o como con el resto de ventajas de su raza, algunos desarrollaban unas y otros, otras. Decidió que ya lo averiguaría más tarde. -Muchas gracias, noble señor.- Hizo un breve gesto con la cabeza y pasó al interior de la casa, observando todo a su alrededor. La decoración era muy escasa, acostumbrada como estaba a las mansiones de París y sus cuadros, estatuas y muebles hechos a mano. Allí todo se veía muy rústico, aunque cuidado. Minimalista, pero manteniendo una estética uniforme, al menos en las zonas por las que paseó su mirada.

Una vez se detuvieron, se quedó de pie cerca del fuego mientras el hombre marchaba, seguramente a prepararle aquel té que le prometía. Acercó una de sus manos a las llamas y vio como la luz que proyectaban se recortaba a través de sus dedos al ascender hacia sus orbes que, por un instante, centellearon rojizos. No le prestó mucha atención al hecho de que el piano sonara solo, ya había visto organillos que emitían música sin nadie los tocara. Fue al escuchar los pasos del desconocido, que a pesar de todo, rezumaba ser un Blackbird por todos los poros, que giró sobre los talones y recibió con una sonrisa la taza, fingiendo una respiración algo agitada, cuando sus pulmones no eran más que dos negras pasas. -Es usted muy amable...- Desvió la mirada como si no se sintiera segura, obviamente lo fingía, porque a su edad ya solía presentir el peligro sin esfuerzo alguno. Regresó sus ojos color miel al rostro ajeno e hizo un gesto de inclinarse para intentar verle la cara entera, aquella que parecía medio ocultar bajo su sombrero vaquero. -Verá, Graciella, mi yegua, se ha perdido mientras regresábamos a casa de ir a ver a mi abuela... Y cuando creí que no encontraría a nadie que pudiera ayudarme, vi de lejos las antorchas del porche de su casa y me sentí muy aliviada.- Se tocó el pecho con una mano para darle más énfasis a sus palabras. Luego retomó la taza entre ambas y le dio un breve sorbo. A diferencia de muchos inmortales, Argenta seguía disfrutando de la comida y la bebida, aunque no la nutrían para nada, pero sí notaba sus sabores, igual que podía sentir el de la sangre reavivarla. -No era mi intención importunarle con mi presencia… Mas si pudiera dejarme descansar aquí esta noche, se lo agradecería.- Puso su mejor cara de cordero, dejando que sus grandes orbes claros y sus labios carnosos, ligeramente entreabiertos, además del vestido sucio y algo roto, hicieran su trabajo y provocaran cierta lástima en un ser que, por normal general, no solía sentir nada. No estaba nada segura de que, esta vez, el truco le funcionara.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Sáb Abr 28, 2018 5:09 am





Rancho Blackbird. 24:02 de la noche.






Jesse no esperó a que su prematura invitada se acabase lo que le acababa de preparar, ni esperó a que acabase de hablar. Él no habló, mas si que la inspeccionó desde arriba hacia abajo, inclusive su corazón que no latía en el interior del pecho. Observó sus ojos, las pupilas y los iris, también inspeccionó de pasada su dentadura, el color que ésta presentaba y las perfecciones así como imperfecciones a su misma vez. Sonrió de medio lado a la vez que daba una de sus famosas caladas a su puro, situado en la comisura derecha de su boca. Simuló que la escuchaba, y en parte así fue, pero no era lo importante en ese momento, no para alguien como Jesse Clay Blackbird. Tras eso y finalmente se levantó, de forma suave sin cambiar el marcaje que había en su rostro en aquella ocasión.

-De modo que su abuela, ¿Ehm? -Dijo en una especie de gruñido, pero no de enfado si no, los gruñidos que a veces lanza a la vez que conversaba. Dio la espalda a la pequeña inmortal y se ajustó el ala delantera del sombrero fijando la vista en la puerta del fondo, adornada por una enorme piel de Puma extendida de forma que abarcaba todo el alto de la madera. -Sígueme chica. Justo me pillabas que iba a entrenar mi puntería. -Mientras decía eso, la derecha acariciaba a conciencia el mango del revolver que tenía a la vista de cualquiera, y no era para menos. El mango era de oro puro con remaches de plata y de cobre, era precioso a la vista. Los detalles, perfectamente perfeccionados y bañados en bronce hacían el dibujo de un sinuoso cuervo y una serpiente. Miró hacia atrás con el rabillo del ojo, contemplando así que la posibilidad de seguirle seguía en pie mientras él caminaba sin prisa hasta su destino.

Llegó a la puerta, apartó parte de aquella piel y giró el pomo de bronce hasta abrir de par en par la puerta mostrando en el interior de la oscuridad que se desvanecía cada vez más una amplia sala cuya mitad estaba al aire libre y hacía algo de frío. El fuego de las dos antorchas danzaba y titilaba al son del sonido del viento y los árboles tanto cercanos como lejanos. Esperó con paciencia a que la chica entrase, la miró, esta vez directamente a los labios, era una chica hermosa que no le engañaría, pues no tenía la edad que aparentaba y estaba seguro que si se maquillaba, incluso parecería la mayor Puta de Lujo que jamás hubiese conocido. Lo mejor de la apariencia de una niña con lo mejor de una Puta llena de lascivia. Al pensar eso, el pantalón casi le reventaba, pero no era eso a lo que venía, no ahora por lo menos. Subió de nuevo la mirada a la ajena y sonrió mientras simulaba un mordisco en su puro a la vez de una calada. Sonó el estruendo de un disparo y uno de los peleles cuya cabeza tenía una diana dibujada, pronto pasó a ser poco mas que un escombro de paja quemado en la cabeza. Aparentemente, aquél hombre no había movido ni un músculo, sin embargo de la casaca de su revolver salía humo. Había disparado casi sin apuntar, dando en el blanco sin pestañear y sin moverse. Sin dejar de mirarla.

-No tienes abuela. Ni eres una cría. No se que pretendes quedándote esta noche en mi casa, en mi rancho. Ni se si estás segura de saber a que Familia pertenezco ni siquiera de quien soy. No me importa, a decir verdad. Pero si tu intención es ser hostil y hacerlo como una serpiente, sin levantar sospechas y así cobrar mi recompensa, simplemente.. Me gustaría que supieras que no soy alguien a quien puedas. Se lo que eres. -La agarró en ese momento y preciso instante por la cintura, como un caballero no obstante, pues no podía evitarlo. La miró a los ojos. -¿Y bien, Pequeña? ¿Que va a ser?.
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Mensaje por Argenta Chambers Sáb Abr 28, 2018 6:14 am

Cuando el vaquero le indicó que la siguiera que iba a practicar su puntería, el ceño de Argenta estuvo a punto de fruncirse de manera instintiva, pero recordó que no la interesaba mostrar enfado o descontento por no obtener la respuesta que deseaba y relajó el gesto, a su modo. Siguió al hombre hacia la puerta decorada con el enorme pelaje de un felino, una especie que desconocía, pero que le recordaba a una leona en cierto modo aunque, a su vez, fuera algo distinto.

Se quedó parada un segundo justo antes de cruzar el umbral y sentir el viento azuzar su melena parda. Entornó la mirada justo antes de que los orbes oscuros del americano se clavaran en los suyos y volvió a dedicarle una sonrisa. Debía mostrarse agradecida por la ayuda. Aún sujetaba la taza entre sus dedos, ya que la había traído desde la sala en la que se la ofreció hasta aquella estancia extraña. Tal vez no viera el gesto o la bala, pero pudo oír el gatillo al ser presionado por el dedo, el girar del tambor y el silbido del proyectil al cortar el aire, antes del impacto contra el muñeco lejano y de que la cabeza quedara agujereada. Pensó que era un alarde de arrogancia, mas cuando las palabras ajenas salieron de la boca que sostenía el humedecido y prendido puro, la máscara de la chica se fue deshaciendo. Ya no le importaba aparentar y la frustración de no salirse con la suya pesaba demasiado para una vampiresa convertida en plena adolescencia.

Arrugó la falda del vestido con ambas manos tras dejar a un lado el contenedor del té. Su cabeza quedó gacha y la mirada fija en las solapas de la chaqueta que aquel tipo llevaba incluso dentro de la casa. Las cejas se inclinaron por el centro, su nariz se arrugó y los carnosos labios de la joven se apretaron con enfado. Sus dientes rechinaron mientras la rabieta que en su cabeza se desataba se iba calmando para dar paso a sílabas que se formaran de manera entendible en su garganta. Alzó poco a poco sus ojos hasta volver a fijarlos en los dos pozos oscuros que la observaban bajo el ala de aquel sombrero. -Sé a qué familia pertenece, aunque no sé exactamente quién es usted. Y no sé qué diablos dice sobre una recompensa, pero no me interesa.- Agarró las muñecas de aquel vaquero y las apartó, haciendo que soltara su cintura. Dio un par de pasos atrás sin dejarle de mirarle fijamente. -Tengo mucho dinero.- Atajó a decir y su vista se desvió involuntariamente hacia el pelele, cuya cabeza humeaba en la distancia. -Y aunque sepa lo que soy, podría seguir siendo una niña. Siendo niña me convirtieron y no sabe cuánto tiempo haga de ello, ¿no?- Elevó el mentón con orgullo al haber rebatido la supuesta sabiduría del americano y se cruzó de brazos por debajo de los pechos. -Me interesan los Blackbird de una manera concreta y no es para echarles a los perros.- No le iba a decir más, con eso tenía suficiente y dejaba claro que sabía parte de quién era. Pecaba de querer hablar con alguien, de estar en esa eterna fase en la que los secretos eran excitantes, pero más aún compartirlos. -¿Qué va a ser? No sé cuál era la otra opción, sólo que no iba a poder cobrar la recompensa por su cabeza actuando como una serpiente…- Para haber sido acorralada, se mostraba muy tranquila. Aunque eso no quitaba que estuviera enfadada por no haber logrado que su plan funcionara del modo en que quería. Pero tenía casi mil años, había aprendido a adaptarse a distintas situaciones, aunque obviamente ella prefería ganar a la primera y no tener que esforzarse en una segunda.

Apretó el labio inferior con los colmillos, un gesto que, de conocerla, sabría que delataba su estado de ánimo. Si bien los vampiros solían ser fríos, ella seguía teniendo una mentalidad de una quinceañera que ni con cal viva lograría sacarse de encima. De poder elegir, hubiese preferido convertirse siendo ya adulta, teniendo mejor cuerpo y sin la edad del pavo rondándole la cabeza. Pero era lo que era y como era. No tenía solución conocida y llevaba siglos apechugando con su sentencia: Eternamente adolescente.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Mar Jun 26, 2018 4:40 am

Rancho Blackbird. 24:09 de la noche





Durante unos segundos las miradas quedaron cruzadas y el silencio se adueñó de aquellos campos como si el diablo hubiese pasado por ellos  calcinándolos en una película muda. Por parte de Blackbird, admiraba aquellas crisálidas aun sin convertir que anunciaban algo mucho, mucho más poderoso. Unos labios que avecinaban lo mas ambicioso y avaricioso que recordaba en años. Pasó su puro de un lado a otro de la boca, masticándolo y recargando el revolver para guardarlo en una elegante acrobacia de mano hasta que éste quedó sepultado en su funda.

Finalmente, Jesse sonrió de medio lado acariciando la mandíbula ajena con la zurda de forma caballerosa y masculina, mostrando cada callo que tenía en la superficie de la palma de su mano. Se acercó con ahínco al rostro de ésta y finalmente, besó los labios de la niña, un pico apenas, sonriendo, casi con ternura podría decirse. -Eso significa que me fío de ti, pequeña. Mas no te hagas mas ilusiones que esa. Estoy fuera de liga. -Dijo casi medio en broma, pero con parte de cierto. Si bien aquella chica era muy guapa e iba bien maquillada, él no era fan de acostarse con críos aunque éstos tuvieran siglos de edad. Hace ya mucho que su epoca de ligón pasó, o eso pensaba él en aquél momento.

Dio la espalda a la pequeña, caminando con decisión propia. -Tengo interés en tus intereses, pequeña, quizá hasta podamos hacer negocio. Pero no hablaremos aquí, si no en un restaurante. ¿Tienes hambre? Vamos a ir al mas caro de Paris. -Se dio la vuelta, solo la mitad y se acomodó el ala del sombrero, sonriendo de perfil. -Tengo un “amigo” que visitar. -Dicho ésto tendió la mano a la espera de que la vampira se acercara y aceptara la invitación. Se moría de ganas por saber que quería ella de los Blackbird, y más aún de un Blackbird tan a “Su bola” como lo era Jesse, pues su época de magnate de la familia hace ya mucho que pasó, antes incluso de irse a America, lo que significaba o bien que quería utilizarle a él para acercarse a los cuervos, o realmente le buscaba a él para algo más... Concreto. Pero, ¿El qué? No conseguía descifrar eso de la mirada de aquella misteriosa niña que llamó a su puerta a altas horas de la noche.
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Mensaje por Argenta Chambers Mar Jun 26, 2018 5:52 am

El silencio era algo que a la vampiresa no le gustaba. Vivía rodeada de mutismo y eso la exasperaba. Tenía toda la eternidad por delante y habían transcurrido ya siglos, ¿por qué todo el mundo se empeñaba en callar? Ella ansiaba saber, conocer, descubrir. Deseaba escuchar conversaciones ajenas, aprender de lo que se decía, evolucionar con el entorno, con las palabras. Pero la gente parecía sumirse en un sopor prematuro siempre que ella estaba cerca y no comprendía el motivo. No asustaba a nadie, al contrario, sabía que con su aspecto despertaba ternura y todas esas tonterías que hacían las niñas buenas. Sí, ella de niña no tenía más que la pinta y las hormonas, pero sabía jugar bien sus cartas para aparentar más de lo que era o, mejor dicho, aparentar menos. Apretó los labios, intentando no resoplar por el enfado que le estaba produciendo aquel prolongado silencio, cuando el americano enfundó su arma y llevó la mano a tocarla. La mirada de Argenta descendió a aquellos dígitos que sostuvieron su mentón, aunque obviamente no podía ver más que los nudillos. Sus orbes ascendieron de nuevo hasta el rostro foráneo, observando como éste se aproximaba al suyo propio. Abrió desmesuradamente los ojos ante el contacto de los belfos del vaquero contra los de ella y cubrió éstos con la yema de los dedos de su diestra cuando las cabezas de ambos se separaron. Porque su cuerpo era incapaz de generar algo como el rubor de las mejillas, sino, en aquel instante, arderían. Podía tener casi mil años, pero era la primera vez que alguien la besaba y se sentía confusa. Lo que le dijo a continuación carecía de sentido para ella, ¿qué decía de una liga? Ella no usaba cosas de esas, ¡aparentaba dieciséis años!

El hombre se dio la vuelta y emprendió camino, dejándola a ella parada en el porche, parpadeando como una tonta. Intentando reaccionar, se pellizcó ambas mejillas a la vez para regresar la lógica a su mente. No podía descentrarse ni perder el hilo de su interés. Sacudió un poco la cabeza, ahuecando las mejillas contra las palmas. Presionó con ellas mismas para detener el movimiento y centrarse una vez más en el Blackbird del puro. -¿Ir a un restaurante para saciar el hambre?- Los dos eran vampiros, aunque ella comía de todo, algo extraño para su raza, lo que le sorprendía era que él pensara en comer cuando, como era de esperar, ellos sólo deberían alimentarse de sangre. Ladeó el rostro, observando la mano que le tendía y alargó su zurda para, delicadamente, posar sus dedos sobre las callosas palmas foráneas. -¿Es esa su manera de hacer negocios? ¿Fingir que va a comer?- No entendía nada y por ello preguntaba. La chica era curiosa y aunque a veces comedida, solía hacer lo que se le antojaba sin demasiadas florituras. Ahora deseaba saber por qué confiaba ese hombre en ella de repente, cuando minutos atrás no lo hacía. Seguro que el americano tramaba algo y ella descubriría lo que era.

Los dos le daban vueltas a lo mismo, intentando descifrar lo que rondaba la mente ajena. Suspicaces y poco acostumbrados a confiar en nadie, los cainitas solían ser seres solitarios. El problema de Argenta era que ella, como adolescente, deseaba la atención de los demás. Fervientemente ansiaba que la admirasen y cumpliesen todos sus caprichos sin rechistar. Bueno, si rechistaban un poco tampoco era malo, sería aburrido que obedecieran todos sin más.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Mar Jul 24, 2018 9:58 am

Rancho Blackbird. 24:29 de la noche






-Así es. Esa es exactamente mi forma de… ¿Cómo lo has llamado? Ah, si. Hacer negocios. -Sonrió de medio lado cambiándose el puro de lado y se levantó haciendo camino hacia el vestuario, llevando a la pequeña de su mano, claro. Había un armario enorme cuyo final era la cabeza de un búfalo blanco y de nuevo, un póster de se busca propio. Abrió el utensilio de madera buscando en su interior, no había mucha ropa y la que había, olía bien, si, pero era un olor extraño aquí en Francia, era un olor muy… De américa. Se despojó de su camiseta de pijama la cual era raída y antigua dejando ver así su torso al completo, lleno de cicatrices pasadas. Algunas de ellas, muy muy profundas. Sus ojos se posaron en la pequeña vampira mientras remangaba la camisa que iba a ponerse.

-¿Te gusta lo que ves, pequeña perversa? Más te gustaría tocar. -Preguntó puesto que la chica no paraba de mirarle. Claro que a él aquello no le causaba ningún atisbo de molestia, si no todo lo contrario pues aquél Blackbird ya era muy cascado y viejo, al menos, eso pensaba él, así que un poco de deseo femenino y más, viniendo de alguien tan “joven” pues, no era más que un caramelo para él y su autoestima, así que movió sus pectorales, sí, él sabía mover esos músculos.

Luego dio paso a sus pantalones, eligió unos de campana que no se llevaban nada por aquí pero se la venía sudando bastante al Cowboy de modo que eligió unos al azar y se los puso. Ahora tocaba elegir cinturón, tenia varios, todos colgados del perchero pero eligió uno con cabeza de toro en oro macizo. -¿Te gusta? Meh, que sabrá una niña sobre gustos americanos. -Lo dijo no obstante sonriendo y con cierto mimo, pese a que no era un hombre muy hablador, con aquella niña lo hacía, ¿Por qué? Pues ni él mismo conseguía hallar respuesta a esa pregunta que ahondaba ahora mismo por su cabeza. Terminó de ponerse el cinturón y se miró al espejo. Su postura era con las piernas abiertas, la cadera ligeramente echada hacia delante y el mentón bien alto, lo mas importante: La barbilla alzada. Masticó su puro, dio una calada y sonrió poniéndose bien el sombrero. -Perfecto. ¿Nos vamos? ¿O quieres vestirte de algún modo tu, chica? Tengo ropa de mujer. -Le acarició suavemente la piel de los labios, le había gustado ese tacto, y se moría por besarla, pero no era ningún asaltacunas. Aunque si ella lo hiciera.. no diría que no.



Eso desde luego.
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Mensaje por Argenta Chambers Mar Jul 24, 2018 12:49 pm

This boots are made for walkin':
 
Siguió al hombre por inercia, porque había sido educada con un protocolo y sabía que si el anfitrión de una casa te invitaba a ir con él, debías hacerlo o marcharte del lugar por no faltarle al respeto. Sin embargo, cuando vio que, sin pudor alguno, éste comenzaba a desnudarse, se quedó paralizada y confusa. Era la primera vez que veía a nadie quitarse la ropa, la primera vez en casi novecientos años. Podía ser una cainita, pero no dejaba de aparentar dieciséis años y, siguiendo con lo que su aspecto proyectaba, seguía siendo pura de vista y segundas intenciones. Por ello mismo, el comentario del vaquero hizo que frunciera el ceño. -¿Por qué iba a querer tocar?- No comprendía lo que pretendía diciendo aquello, ella no ansiaba tocar nada allí, porque todo parecía cubierto por una capa de polvo viejo y rancio como el propio americano y su puro.
 
El hombre no respondió a su interrogante y siguió cambiándose de ropa, eligiendo prendas que ella, ni loca, dejaría que llevara ninguno de sus sirvientes. Los hombres del otro continente tenían un gusto pésimo si todos vestían como ese. Arrugó la nariz, negando ante la visión, pero en cuanto éste giró la cabeza y sus ojos se encontraron, el gesto de su rostro se veía completamente normal.
 
Ante la pregunta ajena, se miró su vestido manchado de barro y roto, algo que ella misma se había hecho en el intento de parecer más vulnerable. Salir así a cenar no era una idea que le agradara, de hecho, la aborrecía, pero temía que las ropas de mujer que ese americano tuviera en un armario, fueran tan horteras como las que él vestía. Ladeó un poco la cabeza, apretando y torciendo el gesto de la boca. -¿Puedo ver esa ropa antes de elegir si me la pongo o no?- Según lo que tuviera, tal vez, preferiría salir pareciendo una pordiosera que una fulana cualquiera.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Dom Ago 19, 2018 6:49 am

Rancho Blackbird. 24:49 de la noche









-¿No sabes lo que es una pregunta retórica? -
Se preguntó el cowboy, pues aquella chica era extraña. Destilaba poder, lo que significaba que tenía cierta edad. En cambio su comportamiento.. su gesticulación, todo era absolutamente de niña, de niña como ella aparentaba ser. Pronto sus pantalones marcaron un bulto en el centro, cosa que él mismo no entendía y trató de quitar fuerza al asunto y disimular, ahuecando la copa de su sombrero y aclarándose la garganta. Tras eso, se encendió nuevamente el puro de su boca, el cual, nunca le faltaba.

Ante la pregunta foránea, la miró de reojo y con altivez clara. Masticó el cigarro y sonrió. -Si. -Dijo sin mas, en apenas un gruñido que parecía aquello. Admiró durante unos mudos segundos los ojos azules de la infante antes de llevarla al armario de su difunta mujer, hace mas años de los que él recordaba. Al abrirlo lo recordó y mostró una mueca de desamparo que pronto se borró de aquella faz dura y con ciertas arrugas por el paso del tiempo y de haber estado ante un desierto. -Aqui tienes, chica. Puedes mirar, tocar y probarte todo. Con una única condición. -Dio una calada larga y tendida llenando de humo la habitación mientras se sentaba al pie de la cama con las piernas abiertas de la forma mas chabacana posible. Recordó cierta palabra que le encantaba a Jhada… “Arte”. Aquella chica lo era. -Cámbiate delante de mi. Frente a mi. Justo ahí, donde estás. De cara -Sonrió de medio lado mientras el ala del sombrero tapaba de forma suave su rostro dejando únicamente al alcance de los azules ojos de la chica, la nariz y los labios. Labios que ya había besado. ¿Le habrá gustado? Se preguntaba el Maduro de los Blackbird. ¿Por que me pregunto esto? Daba vueltas y vueltas a su cabeza. Finalmente, clavó la mirada en ella, a la espera.



Con deseo.
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Mensaje por Argenta Chambers Dom Ago 19, 2018 12:05 pm

Trick or treat:

Tuvo la imperiosa necesidad de contestar a aquel interrogante que el vaquero hizo sobre la retórica, mas se mordió la lengua y pensó durante una fracción de segundo, convencida de que la mejor respuesta era no dar ninguna. Se tomaría aquella pregunta como una “retórica” que no requería de ninguna réplica.

Siguió al hombre frente al armario y en cuanto éste le dijo que mirara, tocara y eligiera lo que quisiera, alargó un brazo para tocar las telas con la yema de sus dedos. Hacía mucho tiempo que aquellas ropas estaban allí, olían un poco a naftalina para evitar que se la comieran las polillas, pero eso hizo que la vampiresa arrugase la nariz. Por suerte, en las alforjas de su caballo tenía algunas cosas siempre por si acaso, entre ellas un pequeño frasco de perfume, porque a ella los olores solían incomodarla bastante. Mientras meditaba sobre eso, llegó la condición que ponía el americano para que ella pudiera cambiarse y ponerse algo que no estuviera raído ni manchado de sangre. Alzó las cejas al girarse para mirarle. -¿Es usted un viejo verde?- Inquirió. Aunque ella no tenía demasiado que esconder, tenía aparentes dieciséis años, por lo que aunque ya tenía curvas, sus pechos no habían llegado a crecer demasiado. Era menuda en estatura y sus caderas un poco anchas, aunque no demasiado. No le parecía una idea nada sensual el desnudarse con el cuerpo que tenía, así que, tal vez, el interés del hombre fuera distinto al que ella se había imaginado por cómo había sonado su petición.

-Está bien.- Accedió y se giró de nuevo para elegir alguna cosa que le agradara. Había cosas muy pasadas de moda y otras excesivamente recargadas para su gusto. Al final eligió una blusa gris claro y una falda burdeos de cintura alta y larga hasta casi los tobillos. Dejó ambas prendas en una silla y se dio la vuelta, encarando al extranjero, comenzando a desabotonarse el frontal del vestido que portaba en esos instantes. Una vez abierto, sacó un brazo, seguido del otro, dejando un pequeño sostén color beige al descubierto. -¿Esperáis encontrar algo de interés viéndome?- A lo mejor buscaba cicatrices previas a la conversión o marcas de nacimiento. Lo cierto era que no tenía ni idea de lo que esperaba descubrir el vaquero. Soltó los corchetes del lateral de la prenda, aquellos que la obligaban a amoldarse a la cadera. En cuanto apartó las manos, el vestido cayó al suelo y Argenta dio un paso al lado para salir del centro de atavío. Ladeó un poco la cabeza, observando cómo Jesse la miraba, con ese dichoso puro que iba de un lado a otro de la boca sin cesar y que empezaba a ponerla un poco nerviosa. -¿Ya me puedo vestir?- Quiso saber.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Sáb Sep 15, 2018 9:14 am

Rancho blackbird: 01:10.





Los ojos del Forastero de París no se quitaban de encima de aquella vampiresa con traje de inocencia, pero menuda inocencia. Pudo apreciar que aquellos pechos eran turgentes y se mantenían con juventud que ya él había olvidado hacía ya muchos años. Se levantó, de forma tranquila y sin nada de inquietud, masticando su puro como si tuviese absolutamente todo el tiempo del mundo a su entera disposición.

Se dispuso a acariciar la espalda de Argenta, quitándole el sostén, acto seguido pasó sus dedos por el dibujo de sus pechos, con muchísima delicadeza, apenas presionando. No. Únicamente tocando. Palpando. Llegó a los pezones, marcaban una suavidad que en la memoria del Vaquero, no yacía. Sonrió. -Espero encontrar algo viéndoos, muchacha. Espero encontrar aquello que perdí, aquello que el tiempo no perdona ni siendo de mi condición. Tengo la eternidad a mis pies y sin embargo, no recordaba lo que era acariciar a alguien tan joven y tersa. -Masculló casi en enteros gruñidos. Su sonrisa se borró como la memoria de la fuente joven en su mente y se volvió a sentar, marcando su sombrero y llenando de humo la estancia. -Ya podéis vestiros, si.





Caminos parisinos. 01:34.


Tras esperar a que se vistiese, el trayecto fue tranquilo. Llevaron a uno de sus caballos hasta bien entrado el pueblo a uno de los costados de la grandiosa París. -Soooo… -Inquirió con suavidad al animal que enseguida le mostró respeto y acató su orden. Tras bajarse, bajó a la chica carmesí al suelo. Asintió ante sus vestimentas, pensó que había elegido muy bien pero no lo dijo, se mantuvo en silencio durante el resto del camino.

Caminaron durante un cuarto de hora hasta llegar a un local, con la puerta encajada. Parecía intentar emular lo que era el “Oeste” y su música. Pero se quedaba en eso, una imitación. Sobretodo la música, que pareció chirriarle a Jesse. Entró, no había ruido mas allá de la repetitiva melodía que sonaba en el piano, era tocado por una chica de reputación dudosa. El camarero limpiaba los vasos y algunos borrachos ya estaban durmiendo la mona en el lugar. En el fondo había varias partidas de cartas con algunas mujeres desnudas de arriba y prominentes pechos para dar jugo a las apuestas.

No medió palabra, la sangre salpicó la pared pintada de azul y beis, el sonido de las visceras y el del cañón del revolver del Vampiro llegaron después. La música paró. -¿Cuantas veces te lo voy a decir, Aarón? No pongas esa mierda de música, ya te dí las partituras de la buena música que has de poner en este cubo de mierda malholiente y sin futuro. -El camarero se puso frío. Tragó lentamente, casi pareció una eternidad. -S-señor Blackbird. N-no le esperabamos… -Lo sé. Haz a tus zánganos trabajar en la cocina y haz que una de tus bellezas toque el piano mi canción.







Taberna El Buen Dolar. 02:02



Varios minutos después, todo estaba hecho a pedir de la boca de el del puro. La chica, vestida de galas elegantes y un sombrero, tocaba la canción insignia de Jesse Clay Blackbird, junto al cadáver de la anterior y las teclas manchadas de carmesí. Él se sentó en una lujosa mesa y miró al camarero, parecían hablar únicamente con las miradas, no le esperaban, pero ahora.. el Camarero parecía.. Incluso tranquilo, aliviado por que haya Blackbird llegado. Y finalmente sonrió, a lo que Clay respondió con un saludo de sombrero y una sonrisa de medio lado. -Pronto llegará nuestra cena. -La observó durante sordos segundos. Finalmente inquirió de nuevo. -Tu nombre.
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Mensaje por Argenta Chambers Sáb Sep 15, 2018 11:57 am

Las cejas de la chica se elevaron al ver que el americano se levantaba de la cama para acercarse. No tenía nada claras cuáles eran sus intenciones, así que cuando la tocó, se tensó. No sintió un escalofrío porque su condición la limitaba en ciertos aspectos como aquel, pero de haber podido, lo hubiera hecho sin duda alguna. Despegó los labios para decir algo, sin embargo, sin saber por qué, no salió palabra alguna de su boca. La cerró de nuevo y tragó, innecesariamente, saliva.

En cuanto el vaquero se retiró de nuevo, atrapó las prendas y se vistió a toda prisa como si fuera un ratón que hubiese visto las orejas del gato asomarse al otro lado del jardín. No entendía lo que ocurría ni por qué, pues ella no había sentido inseguridad desde que perdiera su humanidad. ¿Tal vez era porque se trataba de un Blackbird? Sabía que eran seres poderosos, que algunos habían cruzado la línea de lo posible, de lo recomendable, de lo peligroso.

El trayecto hasta la ciudad fue silencioso, demasiado incluso. Únicamente el repicar de los cascos del caballo y los mordiscos que le daba el americano al puro, rompían el mutismo que se habría creado en el ambiente. Argenta no era una charlatana, precisamente, pero tampoco era santo de su devoción estar callada tanto tiempo. ¿Pero qué decir? Seguía confusa con su propia reacción y no deseaba que se notara la incomodidad que había experimentado, así que aparentaba tranquilidad y rectitud al montar erguida y muda sobre el corcel.

Una vez frente al local que estaba destinado a ser el final del trayecto, la joven bajó del animal y se acomodó las ropas que había elegido. Aguardó a que Jesse Clay emprendiera camina y se situó a su lado, pero un paso por detrás. Por mucho que lo evitara, los protocolos seguían arraigados en ella, pues el que la siguieran adoptando ricachones insensatos dependía de sus maneras y sus dotes para convencer a todo el mundo de la maravillosa jovencita que era.

En cuanto entraron en el lugar, lo primero que se escuchó fue el estallido sordo de un disparo. Argenta abrió los ojos con sorpresa, viendo como los sesos de la chica que estaba sentada en la banqueta frente al piano, se desparramaban por la pared que tenía al lado. Segundos después, el cuerpo caía hacia atrás, inerte. Un parpadeo de la cainita y su cabeza giró hasta quedar observando el perfil del vaquero. ¿Qué demonios estaba haciendo? Por cómo reaccionó el que parecía ser el mandamás del local, ya conocía al vampiro Blackbird y respondía ante él. Tal vez, lo más seguro, fuera el propietario de aquella taberna, restaurante, bar… lo que sea que fuera.

Tomó asiento, aún sin comprender lo que hacían allí. Negocios, había dicho, pero ¿qué deseaba negociar con ella? A vista de todos no era más que una chiquilla, ¿qué podía ofrecerla que no pudiera conseguir de cualquier otra manera? Dejó de mirarse las manos que reposaban entrelazadas sobre la mesa. Los dedos jugaban entre ellos a cruzarse y separarse continuadamente. Alzó la vista, encontrándose con aquel maldito sombrero y una mirada medio oculta bajo el ala de éste. -Me llamo Argenta. Argenta Chambers.- Aquel era el último apellido que había adquirido tras la adopción por parte de aquella pareja que ya hacía unos meses que había fallecido. Mientras le durara la fortuna, seguiría portando aquel segundo nombre, mas cuando el dinero se acabara, renunciaría a éste y volvería al orfanato.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Dom Sep 30, 2018 9:45 am

Taberna El Buen Dolar. 02:02








P
or unos segundos, uno de los ojos del Blackbird pareció cubrirse de rojo con tonos naranjas, como si estuviese hecho de lava de un volcán, pero fue durante apenas unos segundos. Por vez primera, su puro se acabó y lo apagó en el cenicero que había en la mesa. Masticó algo inexistente y mostró de nuevo sus colmillos. Aquella mirada agresiva, seria y avara, su sombrero, todo parecía tan diferente en aquél hombre como familiar a la misma vez. -De modo que.. Chambers. -El cuervo parecía haber escuchado ese apellido en alguna otra parte, y sonrió de medio lado, de forma casi inaudible. -Ya veo. Sin duda.. eres lista, y esa cualidad es algo que me gusta de ti. Me recuerdas a mi. -Él no recordaba ni le interesaba recordar si le había dado su nombre, aunque sabe de sobra que ella, ya lo sabe. -Jesse Clay Blackbird. Puedes llamarme Jessy. -Le guiñó el ojo acto seguido.

La analizaba, empezaba a vislumbrar ciertos remanentes de lo que podía querer la chica, más no le importó. Siempre y cuando, aquella vampira se lo trabajase bien. Trajeron un Jabalí asado y dos vasos del mejor Whisky del Norte de París. El de Jessy, con doble de Hielo. Éste bebió un trago, notó el carraspear en su garganta y suspiró de puro placer al notar el fuerte alcohol. -Si quieres ser como yo, tendrás que aprender a como hago yo las cosas. -Dijo, sin lubricante ni nada, pues aquél viejo grajo no se andaba con chiquilladas, su mirada se tornó inquisitiva, deseosa de poseer algo que tenía aquella niña de apariencia adolescente. Cerró los ojos por un momento y volvió a abrirlos, de nuevo, aquél centello infernal en el lado izquierdo de su rostro apareció junto a una fugaz imagen de.. algo ¿Atroz? Algo distinto, algo.. ajeno al Blackbird pero que a su vez, estaba con él. -Pero antes que nada.. Quiero oírlo de tu boca, de tu voz y de tu avidez, pequeña Chambers. ¿Que buscas de mi? Hay mas Blackbirds en la ciudad, pero fuiste hacia mi. Hay mas familias nobles a las que extirpar el apellido, pero fuiste a por los Blackbird, en concreto, hacia mi. Quiero saber el por qué, de forma sincera y sin pelos en esa bonita lengua. Si deseas ser como yo, puedes empezar ahora mismo por mi petición.
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Mensaje por Argenta Chambers Jue Oct 04, 2018 11:33 am

La chica se fijó en aquel pequeño detalle, porque ella era así, porque cuando a uno le sobraba todo el tiempo del mundo, cuando la eternidad le arropaba cada nuevo día, aprendía a apreciar las cosas más nimias como algo interesante, algo con lo que entretenerse y pasar las horas muertas. Vivir para siempre podía ser muy aburrido si uno no se las arreglaba para encontrar cosas con las que pasar el rato. Por eso ella se sumía en los mundos fantasiosos de los libros, en la sabiduría de los números, en los diarios de médicos o las bitácoras de los piratas. Salir de la monotonía era imprescindible y excitante al mismo tiempo. Así que no, no le pasó desapercibido aquel extraño efecto en el orbe izquierdo del vaquero.

Fue la llegada del mesero la que desvió su atención, logrando que los claros ojos de la joven se centraran en los dos vasos. Arrugó la nariz de inmediato, sensible como era a todos los olores, pues el aroma fuerte del whisky era excesivo para alguien como ella. El americano parecía muy convencido de lo que Argenta andaba buscando, sin embargo, aunque no iba del todo desencaminado, sí erraba completamente en una cosa. -No voy a beberme eso.- La muchacha era sumamente caprichosa y quisquillosa hasta el infinito. Si quería algo lo conseguía, tardara lo que tardara, costara lo que costara... Y si algo no le apetecía, no lo hacía ni aunque intentaran obligarla. Levantó la mano e hizo un gesto con dos dedos para llamar al camarero. -A mí tráigame una copa del mejor Borgoña que tenga, gracias.- Regresó la mirada al hombre que la observaba con una ceja alzada. -Me pareciste el más accesible. de los Blackbird.- Aseguró sin morderse la lengua y ladeó un poco la cabeza al asomar a sus delicados y rosados labios una sonrisa un tanto pícara. -No deseo ser como tú. Te faltan modales, siempre estás con ese puro maloliente en la boca y andas manchando las paredes con sangre sin ton ni son... Yo deseo ser una Blackbird, pero con clase.- Pecaba de avariciosa y de no medir sus deseos, pero él le había pedido sinceridad y ella se la estaba dando con todas las consecuencias.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Vie Oct 19, 2018 10:05 am

Volvió a beber un trago de su fuerte bebida observando como ella pedía otra. Tragó con cierta dificultad y la miró clavándole la mirada. Algo en él parecía romper en carcajadas, algo que no era él. Sin embargo, él permanecía serio al completo. -De modo que el más accesible.. Eso ya lo veremos, mientras tanto. No te equivoques, pequeña Chambers. -Se acercó casi a la altura de sus labios, ella podía oler ese característico olor a… azufre. Ahora sí, sonrió. Algo en aquél ser era realmente espeluznante y hacía que los bellos de la nuca se erizaran. -Quieres ser como yo, una Blackbird. La clase o las demás cosas, son secundarias que vienen con el tiempo adecuado. ¿Que buscas? ¿negocios propios?

Lo dijo, cortando la carne, sin pestañear. Volvió a su sitio y comió el primer trozo. -La prefiero más.. cruda, pero no está nada mal. -Dijo para sí mismo. Los tick-tack de un reloj de cuco cercano, pondrían de los nervios a cualquier ser normal, pues el silencio en el lugar era atroz y realmente absorbente, ni siquiera los que jugaban a las apuestas se les escuchaba ya. Tan solo el piano, al lado del cadáver. -Respecto a manchar la pared.. No me gusta repetir las cosas, con una vez, pienso que basta y que sobra, de modo que.. has de dejar claro un mensaje, en el idioma universal. El único universal y real. La violencia. El temor. El respeto, Chambers. -Siguió comiendo. “Vienen esos idiotas” dijo algo dentro de él que solo él escuchó, o almenos, esa era la teoría. Abrió los ojos. -Comienzan los Negocios, señorita Chambers. Le recomiendo que si sabe sacar dientes.. Es el momento.

Una explosión se hizo eco afuera, y acto seguido, la puerta reventó, astillando la carne de algunos de los presentes, pero no la de Argenta. Pues el cuerpo de Jessy se puso delante, interceptando las balas que habían sido disparadas con intención a matar. El la observó. -Vaya, incluso me pongo romántico. -Ahora su voz era mucho mas grave, seria, y a su vez.. tenía tonos agresivos y ácidos. El olor a azufre se hacía mas y mas presente y la chica, pudo por entonces observar, que la sangre de aquél individuo… ¡Ardía! Como si fuese magma, fuego del mismisimo infierno. Lo que vio después, nadie podría dar crédito a ello si no estuviese delante..

Jessy se había convertido en toda una vorágine de Odio y de Agonía, era un tornado en sí mismo, girando sobre él, disparando a boca jarro con sus dos revólveres. Cayeron uno, dos.. hasta seis de los maleantes, pero eran meros peones en aquél juego de cuentas pendientes. Los cristales se rompieron, y del techo cayeron varios en forma de Crinos. -Fauces de la Luna… Veo que han reclutado, y no se han cortado en ello. -Pero en menos de un segundo, algunos de ellos, apresaron a la Vampiresa niña, metiéndola en el carromato que usaron para venir, comenzando a huir. Los ojos de Blackbird se fijaron en su objetivo, apuntó, y mató a dos de los secuestradores en el acto. Montó en el mismo caballo que usaron para venir, pero esta vez.. aquél animal parecía distinto, como si una oscura fuerza se hubiese apoderado de él, y el cabello ahora era ceniza, y su piel.. Piedra de magma. Su relinche eran los aullidos del Infierno. Una pesadilla que corría sin parar, persiguiendo lo que le habían quitado dejando a su paso una estela de ascuas y ceniza.





Argenta se dio cuenta entonces.
Aquél hombre no era un vampiro. Aquél hombre era el Diablo.
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Mensaje por Argenta Chambers Jue Oct 25, 2018 1:14 pm

El vaquero se empeñaba en juzgarla, en decidir lo que ella buscaba, en hacer oídos sordos a las explicaciones que la chica le daba. ¿Para qué preguntaba entonces? La testarudez adolescente de la joven Chambers hacía presencia en el gesto fruncido de sus labios y frente, disgustada por la manera en la que aquel americano la trataba. Ella sabía lo que quería y él no la conocía de nada como para negarle una realidad a la que llevaba siglos aferrándose. De hecho, se mordió la lengua con tanta fuerza que los colmillos cortaron el músculo y pronto la ponzoña empezó a teñir su paladar e incluso la parte interna de sus labios. Los mismos que despegó para reclamar que le dejara a ella creer lo que se le antojara, exponiendo su sinhueso manchada, pero no llegó a decir nada, porque justo en aquel instante el Blackbird se llevó el primer trozo de carne a la boca.

Se echó ligeramente hacia atrás y lo observó el contenido de su plato algo confusa. Jamás en su vida había probado una carne como esa, de hecho, la única presa que había probado era el conejo y la perdiz, así que una pieza tan grande y de color tan oscuro, le resultó de lo más extraña. Se acercó un poco al guiso y aspiró brevemente. No olía mal, aunque sí bastante fuerte. No sólo por el animal en sí, sinó por las hierbas y el vino tinto en el que había sido guisado a fuego lento. -¿Qué es esto?- Preguntó, elevando sus dos mares azules hasta el rostro foráneo. La respuesta fue un prolongado silencio, lo que hizo que la muchacha frunciera de nuevo el ceño. -Respeto sería que respondieras a mis preguntas.- Espetó con desagrado, mas de pronto vio el cambio en el rostro del vaquero y supo que algo estaba ocurriendo.

No tuvo tiempo de decir nada más que un estruendo la sobresaltó, logrando que girara aún sentada en su silla. El americano se levantó de repente y se colocó tras ella, recibiendo varios impactos por cómo le vio sacudirse y los estallidos que se escucharon momentos antes, unos que reconoció como disparos. En París no era muy habitual el uso de armas de fuego, pero ella era una mujer vivida, a su manera. La inmortal se levantó justo antes de que uno de aquellas bestias saltara sobre la silla que ella había estado ocupando hasta entonces. Abrió la boca, siseando y mostró sus colmillos crecidos de manera amenazante. Se sentía acorralada y aunque cogió lo primer que pudo y que estaba a la mano para defenderse, deshacerse de un licántropo con un cuchillo para carne no era lo más apropiado.

Por el rabillo del ojo pudo ver el brutal cambio en Jesse Clay, la piel del hombre se había enrojecido y agrietado, pareciendo desprender calor, arder en sí misma. Le recordó a los dibujos de los volcanes que había visto en un viejo libro sobre pueblos indígenas del nuevo continente. Eso la distrajo lo suficiente como para que entre dos hombres lobo la apresaran y la arrancaran de aquel lugar a rastras mientras ella gritaba, daba rodillazos, arañazos y mordiscos a aquellos monstruos. Pero sabían mal y la sangre de éstos parecía quemarle en la lengua y la garganta, creándole llagas y úlceras. Quería soltarse, liberarse, pero nunca en su vida había tenido que pelear por mantenerse a salvo de nada ni nadie.

La metieron en un carro y en cuanto se cerró la puerta, le aproximaron una especie de cirio humeante. No supo qué fue aquello que aspiró, pero a pesar de no tener necesidad de respirar, perdió de inmediato la conciencia.
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Mensaje por Jesse Clay Blackbird Jue Nov 15, 2018 9:14 am

Los cascos del caballo resonaban por todo aquél valle en la mas profunda de las noches. La oscuridad reinaba, tan solo opacada por la luminiscencia de aquél carro y del fuego que dejaba tras de sí en su paso por el camino de aquél caballo, un caballo en llamas. El rostro que lo montaba era el rostro de un Demonio, mitad hombre mitad llamas, la mitad derecha era la de Jesse, serio con su semblante, pero el lado izquierdo.. Era un lado carbonizado y con una horripilante sonrisa que no paraba de destilar sombras. Los disparos eran sonoros, pero Clay los esquivaba como si estuviese totalmente vinculado con dichas balas y supiera su trayectoria de ante mano.

-¡Ve a por él, maldito! -Gritó alguien de aquél carro mientras acariciaba las piernas de Argenta hasta llegar a su sexo, el cual, se aventuró a tocar una y otra vez a la maniatada. Al que gritó lo lanzó al suelo y antes de que pudiese reaccionar, solo escuchó una horripilante risa a carcajada pura y el caballo llameante lo arroyó, dejando la mancha de la explosión de carne, sangre y vísceras a lo largo y ancho de aquella pedregosa carretera. -¡Yiiiiipi yai eeeeh! -Gritó, pero no la voz de Clay, si no.. Otra, que venía de su interior. Su brazo izquierdo, totalmente negro con finas lineas rojas de magma agarró uno de los lazos, la cuerda del Caballo y comenzó a vapulearla de un lado a otro para coger impulso. Sonrió con la mirada puesta en aquél carromato. -Yipi yai oh. -Dijo esta vez la voz de Jessy (La cual, era mas tranquila, calmada y seria), lanzando el lazo al Carro y enganchándolo así con fuerza, acto seguido, él fue lanzado por el impulso hasta quedar de pie con dificultad en el automovil que no paraba ni aunque quisieran. Pronto recuperó la compostura y puso sus dos manos en la cintura, cerca de la hebilla que ponía “WANTED”. Sonrió al ver lo de dentro. -¿Nadie te ha enseñado a no tocar lo que no te pertenece?

-Ella no es tuya. Además, eres tu quien nos ha jodido, Demonio. -Al menos sabes usar los ojos. -Sigo sin saber.. que eres. -No hubo mas palabras antes del disparo que acabó con la vida de aquél bandido, dejando su cuerpo inerte en el suelo del carromato. -Esto es por la vida de Billy. -Dijo, casi con asco el cowboy, tras eso, lanzó el cuerpo del muerto por la borda a su suerte y desató el cuerpo de Argenta, pero varios le seguían en caballos y comenzaron a disparar a bocajarro contra el carro, Jesse frunció el cejo.

Si aquello seguía así, las balas podían dar a Argenta y eso no le gustó. Agarró parte de la capa de su gabardina, gabardina que había aparecido ahora, pues.. Dejó de ser el hombre para ser totalmente aquella.. “Cosa”. Su sombrero había cambiado, y parecía que la ropa estuviese en constante ascuas, las puntas andrajosas despedían fuego. Tras voltearse, saltó por la borda quedando suspendido en el aire y agarrando ambas armas que le pertenecían, una en cada mano y comenzó a acribillar sin distinción, en una maniatica carcajada, diabolica, demoniaca, susurrante. Sonriente. Disparaba y disparaba, mientras todos caían. -¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! -Gritaban agonizados, mientras que en cuanto las balas de aquél Diablo les alcanzaba, los cuerpos se calcinaban y los caballos quedaban libres. Jessy seguía suspendido en el aire, disparando hasta que el último de ellos cayó a la vez que el sol, comenzó a salir.




En el alba.


Cuando Argenta despertó del todo, estaba cómodamente puesta en el regazo del Caballo, regresado a su estado natural, y frente a ella, una hermosa salida del Sol y todo una generosa visión desde el alto peñasco en el que estaban, junto a Jesse Clay Blackbird. Estaba silente, observando el horizonte.
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Mensaje por Argenta Chambers Jue Nov 15, 2018 1:39 pm

Todo ocurría a su alrededor sin que ella se percatara de nada, o eso hubiesen pensado todos, pero aunque el cuerpo de la cainita había quedado completamente inmóvil, con los párpados cerrados, sin embargo, el resto de sus sentidos estaban todos alerta. Pudo escuchar los gritos en el exterior y sentir el asqueroso toqueteo de aquel cuyas ásperas manos rozaron sus virginales muslos con total descaro, convirtiendo en blasfemia la inocencia de la vampiresa. En su mente estaba gritando, pero ni siquiera las cuerdas vocales respondían a las órdenes que mandaba su enfadadísimo cerebro. Aquello era peor que una pesadilla, sobre todo cuando llevaba siglos sin tener ninguna, porque cuando entraba en letargo no soñaba nunca.

El ajetreo del carro, los disparos, las carcajadas, los alaridos de dolor y las súplicas que pedían que el demonio perdonara sus vidas. Mas él no lo hizo, no tuvo ningún tipo de piedad con ninguno, ella lo supo aún cuando no podía ver nada. Olía la muerte, el azufre y escuchaba el sonido de los estallidos y como los gritos se iban apagando tras un breve eco.

Cuando todo terminó y, al fin, pudo abrir los ojos, se sobresaltó ante la imagen que apareció frente a ella, porque el sol salía en el horizonte y si a algo le temía Argenta, era a morir calcinada más que a que le clavaran en el corazón una estaca. -¿Estás loco?- Gritó ella, intentando zafarse, escurrirse de aquel abrazo que la tenía rodeada y, en cierto modo, sometida. Sin embargo, él le chistó para que callara y la cubrió con la capa para que supiera que no iba a ocurrirle nada. El rostro de la joven quedó oculto contra el pecho foráneo, porque aunque la ropa la tuviera tapada y protegida de los rayos del astro rey, ella seguía asustada y hasta temblaba como si fuera una humana, aferrada a la cintura ajena. Había pasado de intentar escapar a resguardarse en el cuerpo de Jesse Clay Blackbird.
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