Recuerdos de nuestra familia

por **Laura Tejada Luna** Miér Nov 15, 2017 10:51 pm

Luba, despertó temprano en mañana, El tibio sol, se deslizaba por la habitación, iluminando con una luz distinta, aquella habitación que desde hacía un mes, ya no era solo suya, sino de ambos, pues ahora era una mujer casada. Se desperezó, bostezando de forma tan femenina, como solo ella podía hacerlo, y tras pestañear varias veces, su mirada se quedó prendida en el blanco paisaje que se extendía mas allá de la puerta que daba al balcón. Allí, no muy lejos de ella, la primera nevada de la temporada, cubría con una fina capa, todo aquello que había estado a su paso. Inclinó su cabeza, - ¿Ya comenzó la época de nieve? - se preguntó, mientras dejaba el lecho y tomaba una bata mas abrigada para no sentir aquel frío que poco a poco se colaba por los intersticios de la vidriera.

Su mano fue descubriendo el paisaje invernal, al tiempo que quitaba lo empañado que se había formado en el cristal. Sonrió, alegre y dichosa, pues aquel paisaje, significaba que en pocas semanas, la época navideña invadiría la ciudad, los arreglos y decoraciones, en la calle, en los comercios y en especial en las diferentes construcciones. Pensó en su pequeño niño, quien con tan pocos meses de vida, podría disfrutar de una hermosa y colorida navidad, se sentía tan bendecida por el altísimo, ya que no solo gozaba del amor y el cuidado de su amado Lisandër, sino que ahora, un hijo le permitía vivir la vida de otra manera, mas serena, mas perfecta, tal vez. Era verdad que no le había parido, que su esposo había salvado de las garras de la muerte al pequeño y que tras verle allí en el horrendo orfanato, el corazón de Luba, había suplicado que le permitiera convertirse en la madre del pequeño. Pero a pesar de no ser su verdadera madre, ella le amaba como si le hubiera cuidado dentro de ella, durante los nueve meses de gestación. Pensar en el pequeño, le hizo necesitar tenerle entre sus brazos, ¿como podía ser que una criatura tan pequeña, significara tanto para la rusa? ella no lo sabía, pero no podía negar que desde que le cargara en mitad de aquel cuarto deslucido y mohoso, la paz entró a su vida.

Un tanto inquieta, se apresuró a vestirse, pues solo podía pensar en apretujarle contra su pecho y decirle cuanto le amaba, cuanto le amaba su padre, ese inquisidor que era el centro de la vida de Luba, su alfa y su omega. Podía pensarse que aquella afirmación era un sacrilegio, y tal vez no estaban equivocados, pero, para la bailarina, su amado vampiro lo era todo, sabiéndole cerca, podían acontecer mil tragedias, pero a su lado, serían mas llevaderas. Con paso firme, se encaminó a la habitación de su hijo y abrió con cuidado, intentando no hacer ruido, pues el niño había pasado una noche bastante angustiosa, pues los dolores de panza, tan frecuentes en los infantes, habían comenzado, lo que hacía que el niño se sintiera molesto, debiendo pasar parte de la noche a su lado, o pedir que la niñera se quedara velando el sueño del pequeño, para llamarle cualquier cosa.

En puntas de pie, se dirigió donde la cuna del bebé se hallaba y tras comprobar que dormía plácidamente, se dedicó a contemplarle, con gran arrobamiento. Suspiró en silencio, mientras su mano derecha acariciaba la rosada mejilla, para luego intentar peinar aquellos rubios cabellos que comenzaban a poblar la cabecita del niño. Sonrió pensando que se parecía a Lisandër, y aunque eso era imposible, supo que de alguna manera, el niño se asemejaba a los dos, para ser verdaderamente una familia, que a simple vista, nadie pudiera decir que no era hijo de ambos. Sonrió con suma ternura, cuando se inclinó sobre la cuna del bebé para besar la coronilla del infante, - duerme mi niño, no debes preocuparte de nada - susurró, mientras daba suaves y delicadas palmadas en la espalda del infante - Papá y mamá, siempre estarán para ti, cuidándote y protegiéndote -.

por **Laura Tejada Luna** Dom Sep 23, 2018 7:49 pm

Aquella mañana había amanecido un poco mas fría que la anterior. Lentamente, el otoño iba dando sus primeros pasos sobre París. Luba, despertó muy temprano en la mañana, pues no había trasnochado, como solía hacer, cuando su amado se encontraba en la mansión. Pero como tantas veces, la inquisición ponía distancia entre ellos, mandando al inmortal, a una de las tantas redadas que se realizaban en toda Europa. Suspiró mientras se levantaba del lecho, para dirigirse hasta el cordón que al tirar de él, hacía que una campanilla sonara en la sala de las doncellas, informando que la dueña del hogar, ya había despertado.

No tuvo que esperar mucho a que su doncella personal se hiciera presente en la habitación, para preparar su baño y luego ayudarla a vestir, - ¿Saldrá la señora? - preguntó solícita, al ver que su ama elegía un vestido elegante para ponerse. Luba se giró, aun con el vestido en su mano, - no estoy segura... - contestó, un poco extrañada, pues un mal presentimiento había anidado en su corazón. Deseaba con toda su alma que Lisandër, regresara a casa lo antes posible. frunció el entrecejo, antes de preguntar -¿el señor ha dicho cuando volverá? -, su mirada se clavó en la de aquella joven, quien inmediatamente se ruborizó, ¿no se suponía que una mujer debía saber cuando volvería su esposo? probablemente si, pero bien sabía que su amado, no querría perturbarla, ni que sufriera esperándole mas de la cuenta, por lo que sería mas factible que dicho dato lo supiera el mayordomo y los sirvientes, que la señora de la casa. La joven bajó la mirada y negó con un suave movimiento de cabeza, - no señora, no sabemos nada -. Luba suspiró, rogando al cielo que él regresara con salud.

Tras terminar de arreglarse, decidió que desayunaría mas tarde, por lo que se dirigió a la sala de música y tocó la pieza de piano que más le recordaba a su amado, deseaba tenerle entre sus brazos, decirle cuanto le amaba. Lagrimas silenciosas mojaron las teclas del piano, - Amor mio... vuelve pronto ha nosotros... te lo suplico -, musitó.-

por **Laura Tejada Luna** Mar Dic 04, 2018 7:23 pm

Un año había pasado desde aquella mañana en que observara el blanco manto que cubría el paisaje de un París somnoliento. Ahora, ella se encontraba atareada, decidida a dar a su hijo, la inolvidable experiencia de una navidad, llena de luces, de adornos, de juguetes y por sobre todo de cariño, tanto de su amado como del suyo, a ese hombrecito que se había hecho carne de su carne y alma de su alma.

La nana del niño, le había levantado, y se ocupaba de darle un baño, mientras el desayuno se comenzaba a servir en el comedor principal. La madera ya ardía en la chimenea que engalanaba dicho lugar, y unos piñones de pino, daban un olor característico de esa época invernal. Luba, podía oler la navidad, y si cerraba sus ojos, se transportaba a esa infancia en la que había disfrutado de tantas navidades, al lado de sus padres y sus hermanos, allá en Rusia.

Aún no había decorado el árbol, aunque ya se encontraba colocado en una de las esquinas del salón, y los paquetes en que guardaba una cantidad de guirnaldas, de pequeños candiles, y esferas de cristal, que colgarían de las verdes ramas, se mantenían guardadas, a la espera del señor de la casa, pues Luba, quería decorar el arbol, junto a su pequeña y hermosa familia. Deseaba crear una nueva tradición, una en la que sus seres amados, disfrutaran de ésa época que tanto había amado toda su vida.

Tras esperar paciente a que su hijo apareciera, en el salón, se dedicó toda la mañana a enseñarle a decir nuevas palabras en ruso, y en francés, pues quería que su hijo fuera berlingue, como su padre. y como ella. Luego, almorzaron juntos, para después, pasear por el jardín de invierno, ya que la nieve no dejaba de caer y temía que el frío enfermara al pequeño, nada debía enturbiar esa primera navidad juntos.

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