Una nueva vida... un nuevo comienzo - Diario de Clem

Pensamientos, conversaciones mentales - Diario de Clemence

Aun temblaba, sentada en el banco de la plaza, se preguntaba una y otra vez, que haría con su vida ahora. Sonrió satisfecha, sus padres estarían orgullosos, por fin podría buscar un empleo mejor que el de sirvienta. No era que trabajar en la casa del inquisidor le molestara, pero ahora que era maestra, podía aspirar a una vida más acomodada.

Alisó la falda de su vestido, sonriendo y alegre con ella misma, porque desde ahora, no tendría que depender de nadie. Cuando le entregaron el título, en el despacho de la directora del establecimiento, porque no podría pagar las costosas colaciones que cada año la institución realizaba. Aquella mujer le había ofrecido además, hacerla parte de su propia institución, trabajando en el área de las pupilas y enseñando los rudimentos de la lengua y las matemáticas a las niñas más pequeñas. Aquello había sido tocar el cielo, pero todo fue superado cuando le entregó una suma de dinero que no esperaba, setecientos francos, que estaban depositados en una cuenta a su nombre, en el Banco, y de la que podría disponer  apenas cruzar la puerta de entrada, ya que había sido un regalo que su padre le hiciera con la complicidad de la directora.

Aquel recuerdo estuvo a punto de hacerla derramar las lágrimas, cuan dichosa y agradecida estaba a ese hombre que la había rescatado de las calles, cuidado, alimentado y luego dándole su propio apellido, para que pudiera ir con la frente en alto. Juró que ninguno de su familia sentiría jamás tristeza por una mala acción suya, haría que siempre estuvieran orgullosos de haberla considerado su hija.  Volvió a contemplar el detalle de la falda que llevaba puesto. Un elegante pero sencillo vestido de color celeste, con bordados en la falda y las mangas. Por un instante pensó que se había excedido al comprarlo, pero no podía vestirse como una criada, cuando ya no lo era, - ahora eres una maestra y como tal debes comportarte, tus modales deben ser los de una dama, aunque aún no esté acostumbrada – se dijo en voz baja, observando como una mujer de clase más acomodada, caminaba tranquila del brazo de un caballero, - ojalá algún día pueda tener esas maneras tan refinadas –, sin darse cuenta que toda su vida las había tenido, solo que era como un diamante al que le faltaba pulir, apenas unos toques para ser la pieza principal de alguna corona o diadema.

Suspiró pensando en su nueva residencia, un pequeño departamento en el tercer piso de un edificio coqueto y bastante céntrico, donde tenía su cuarto, enorme para ella sola, un pequeño cuarto que había acomodado para ser usado como estudio, biblioteca y lo que más amaba de aquel lugar, un pequeño balcón, en el que poner flores y sentarse en el suelo a contemplar el atardecer. Su rostro, levemente levantado, con la mirada fija en la nada, no podía mostrar que en verdad, su mente pensaba afiebrada en todos los arreglos que iría haciendo a su hogar, pero allí estaba ella, una joven que se había superado sola, - bueno, casi sola – susurró, estaba lista, para comenzar una nueva etapa de su vida, para ser una mujer con el valor de seguir superándose, día a día, sin ayuda de los convencionalismos, solo ella y su esfuerzo.