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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Papa Borgia Lun Abr 02, 2012 11:51 pm


“Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos. Claman los justos y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará Jehová. Él guarda todos sus huesos, ni uno de ellos será quebrantado."

Salmo 34:15-20

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Sentado ante su escritorio, Alejandro II mira una de las siete cartas que fueron entregadas a sus destinatarios con antelación, tantas como las personas que necesita para esta misión tan importante de la que, quiera Dios, puedan salir avante. Por primera vez se encuentra sin habla, sin pensamientos que busquen su propia satisfacción y cubran su ambición de poder. Reconoce que tiene entre las manos algo que se ha salido de control y que él mismo es causante en parte de ésto. No sólo él, todos los Inquisidores con sus cacerías desmedidas, su odio que atraviesa fronteras, utilizando todos los medios para la destrucción per se de lo que alguna vez les hizo daño, han protagonizado los más infernales episodios, los más sanguinarios encuentros con los sobrenaturales obligándolos a formar lo que ahora se alza como una de las amenazas más importantes que jamás en la historia de la Inquisición (y mucho menos tras la reestructuración que el actual Papa realizó), se ha erigido ante ella.

Toma la pipa y da una calada mirando hacia la ventana, hacia la luz del sol que ilumina todo el lugar con su magnificencia. ¿Existe Dios realmente? ¿Querrá ayudarlos a salir avante? Son preguntas que no puede evitar formular en su mente una y otra vez a pesar de ser el Sumo Pontífice es un ser humano y tiende en ocasiones a dudar de lo que no se ve, no se siente, pero sí se tiene fe. ¿Son ellos, los Inquisidores, los justos y los sobrenaturales los pecadores? Durante mucho tiempo siendo joven, se preguntó si no éstos eran solamente hombres y mujeres víctimas de una maldición que en ocasiones ni buscaron. Hijos de cambiaformas, brujos, gitanos... mártires que fueron mordidos por vampiros y hombres lobo. ¿Serían acaso inocentes? ¿Cuántos habrán sido destruidos al paso del tiempo en que él ha estado al frente de la Santa Inquisición? ¿Cuántos claman venganza por los que han perdido y que fueron simplemente daños colaterales de la lucha entre los Inquisidores contra aquéllos que en verdad son despiadados y causan tanto mal?

Suelta el humo de la nicotina y se pasa la mano por la frente para posteriormente, recorrer toda la superficie de la parte posterior de su cabeza, acariciando su cabello. Se levanta tomando una copa entre las manos, vino tinto de los viñedos de Lombardi y la observa con detenimiento. ¿Cuántas veces no hizo que muchos de ellos se volvieran en su contra por sus ambiciones? Inquisidores, sobrenaturales, hombres buenos. Muchos incluso muertos por las ansias de poder de Alejandro II. Suelta el aire y bebe un poco más de vino en tanto camina hacia la ventana observando hacia el exterior. Una calada más a la pipa, sus pensamientos se encuentran en un callejón sin salida. ¿Seguir siendo como es o cambiar? Dejar de ser un Borgia no solucionará la marejada que se les viene encima. Y sin embargo, tomar las riendas de la institución, de sus elementos para formar un nuevo grupo que pueda hacerle frente a esta secta que se avecina cual avalancha arrasándolo todo, es la mejor opción.

Alejandro II reconoce sus faltas ante la presencia divina, ante ese Dios que, ojalá, quiera darles el triunfo. ¿Cuántos fallecerán en el camino? Muchos de seguro. Cuando todo termine, nada volverá a ser lo mismo. Espera que al menos los Inquisidores aprendan esta lección, pero mientras tanto... mientras tanto él no dejará de ser quien ha sido. Quizá cuando todo finalice Dios le entregará su propio castigo. Flaquear ahora no soluciona absolutamente nada, todo lo contrario. Dejaría a la Inquisición acéfala y desorientada. Necesita a todos, pero fieles a la causa. Y hay una persona en particular de quien aún duda. Hoy, resolverá todas sus incógnitas. Hoy, la Inquisición sabrá qué ha acontecido y aunque algunos consideren ésto una afrenta personal y no mejoren sus actividades, sus pensamientos, sus sentimientos, su forma de reaccionar y de cazar, Borgia sabe que personas como el mismo Lorenzo a quien odia con el alma tanto como, muy en el fondo lo admira, pensarán y reflexionarán sobre lo acontecido.

Deja en el escritorio la pipa tras apagarla, la copa de vino para que un criado la limpie, toma la carta que sobra y se pone en marcha. Los años le pesan en las espaldas en tanto va recorriendo el camino hacia el Salón de los Arcángeles. La noticia que les dará a los Líderes de Facción será tan impresionante que cambiará la historia de la Inquisición. Aunque algunos lo sospechan, no están del todo informados de la realidad. No tienen todos los elementos que Borgia ahora mismo ha recopilado con ayuda de las Facciones. Hay que ser ecuánimes, rígidos, firmes. Y para eso tiene a su lado a una de las Condenadas que más podrá ayudarle. En las sombras, la siente caminar a su lado, en total silencio y con pies firmes, pero no por ello descuidados. Ella le dará al Papa las respuestas que busca. En ella confía, aunque de vez en cuando sabe que hace cosas a sus espaldas.

Ante él, las puertas del Salón de los Arcángeles por fin se vislumbran. Dos hojas de acero de gruesa manufactura, pesadas para ser abiertas con facilidad, puesto que se necesita de un hombre por puerta. Decoradas con la Escalera de Jacobo en el mismo material, una enorme escalinata con un efecto de profundidad en la que las almas caminan hacia el cielo, hacia el Paraíso. Una alegoría de lo que realmente hace la Inquisición: dar paz a las almas desorientadas y desquiciadas que han sido transformadas por la maldición de los sobrenaturales. A finales de cuentas, el trabajo de la Santa Inquisición no es tan malo. Son los métodos los que la pierden. Son los elementos los que la satanizan. Es el mismo Papa que no detiene ni da una sentencia a todos los desquiciados, quien es el culpable en parte de esta gran amenaza.

El interior está vacío. Siete sillas rodean la mesa redonda en la que el crismón le recuerda su labor. Sí, las razones no justifican los medios, pero el fin sí. Se acerca y acaricia el respaldo de uno de los asientos esperando a los Líderes y uno más... Traian Valborg. Le parece que, a pesar de su odio a los vampiros, será un buen integrante del liderazgo de esa Facción. A sus espaldas escucha la incomodidad de aquélla que debe permanecer en las sombras y niega con la cabeza. Tiene que ser paciente, para eso está ahí, para ayudarle a vislumbrar en el interior de aquél miembro del que, tras obtener toda la información necesaria, duda tanto. Lorenzo, Thorna, Yrina, Târsil, Juliet y Traian. Todos ellos son parte de esta gran reunión. Uno de ellos es el traidor. Dará una buena muestra de lo que él fue alguna vez: un inquisidor y no cualquiera, experto en obtener información. Un astuto hombre cuya maestría en la tortura lo hizo famoso en círculos muy bajos. Aunque claro, nadie lo sabe, no por nada Alejandro tomó el nombre de su hermano y usó durante todo ese tiempo una máscara. Desenrolla ante él un ejemplar de las cartas que fueron enviadas a los Líderes de Facción incluyendo a Traian Valborg y en silencio, la lee:



Hijo mío:

Dios ha querido darte un lugar en el Santo Salón de los Arcángeles. Necesito verte esta noche en punto de las 8:00. Faltar significaría perder el status que hoy tienes. Dios nos entrega una nueva misión y en nuestras manos estriba el llevarla a buen término.

Dios te bendiga.

Alejandro II Borgia.
El Papa




Aspira aire profundamente mirando el techo, esos ángeles pintados con maestría por Sandro Botticelli en la Capilla Sixtina fueron reproducidos magistralmente ahí por un Condenado. Uno que era fiel a la causa hasta que uno de los suyos lo mató. Aún Alejandro II recuerda haberle dado los santos óleos hace apenas unos meses. Sí, en ocasiones su conducta le pesa tanto como una lápida que carga a cuestas, pero ahora... pero hoy... hoy seguirá siendo Alejandro II Borgia, seguirá siendo El Papa. Y como tal, no cederá ni un ápice a esa nueva secta. Que los sobrenaturales rueguen al cielo y a todos sus santos, porque el representante de Dios en la tierra mandará a sus Jinetes a colapsar su mundo y crear el apocalipsis...

Así sea...


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Mensaje por Thorna Shapplin1 Mar Abr 10, 2012 12:28 am


"Uno de los grandes aprendizajes de la vida es el asumir de que a veces, las cosas no son como quisiéramos que fueran".


Un rotundo sentimiento de ansiedad me envolvió en modo abrupto de pies a cabeza en el preciso instante en que mi andar se pauso momentáneamente -y de manera casi involuntaria- sobre los marmóreos y alfombrados suelos dirigentes al Salón de los Arcángeles. Claramente, aquel manifiesto inconsciente era derivación directa de la intriga ya despierta en mí interior desde días atrás, cuando la breve y clara misiva de Alejandro II -por la que ahora me hacía allí presente- llegó a mis manos por parte de uno de sus mensajeros especiales.

Mientras en mi cabeza retumbaba el incesante sonido de las agujas del reloj, que segundo tras segundo avisaban de la cercanía al inminente encuentro, en el pecho los latidos del corazón se aceleraban notablemente a la par que los labios se resecaban, manifestando aquella palpable preocupación de la que siendo consciente, debía camuflar como cada día, como en cada ocasión frente a ojos ajenos.

Sí, había llegado el momento de tomar al caballo por las riendas. La hora de actuar con mayor firmeza y sin titubeos debía ser asumida. Cara a cara, unos frente a otros, la reunión de todos los Líderes de Facción junto al Papa solo podía significar una cosa; el comienzo irrevocable de una nueva etapa para la Inquisición y con ello, una flameante oleada de acciones a las cuales seguramente los sobrenaturales deberán enfrentarse por el mero derecho a la vida, misma que la Iglesia por tanto tiempo ha deseado erradicar completamente de la faz terrestre por el bien de la humanidad. O por lo menos, ese era el discurso que ocultaba las verdaderas intenciones eclesiásticas sobre un asunto que desde la antigüedad no ha podido ser resuelto.

Innegable era la impotencia que se anudaba en mi garganta al comprender que nada podía yo hacer para desviar aquella inminente realidad que afectaría a muchos de los que, secretamente, había de proteger.
¿Acaso sus mentes llegarían a comprender la situación en la que me encontraba? Cuan diminuta pieza en un rompecabezas meticulosamente armado por la rígida mano de Alejandro, así me sentía. Y pese a que mis labios callaron en muchas ocasiones obrando en beneficio de los condenados al ocultar informaciones valiosas para la Iglesia, sabía que tarde o temprano otro de los fieles servidores del Vicario de Cristo arribaría con datos que instantáneamente anulaban aquel estancamiento temporal que yo causé arriesgando mi propia vida, mi plan personal para con la Santa Institución.
No tenía mas que ponerme al tanto de los nuevos movimientos que El Papa tenia asignados para cada uno de los conformantes de la Inquisición y a partir de ahí, planear como y cuando accionar para no dejar en evidencia aquella silente y encubierta traición que lamentablemente, también cobraba la vida de muchos individuos involucrados, consciente e inconscientemente.

De todas formas, tenía presente que mi nombre estaba a salvo aún de sospecha alguna, sobre todo tras la orden impartida en cuanto a la ejecución de Amelhión Do Crucerois, destinado a arder en las llamas por lo que yo creía, era un bien mayor para todos y en especial, para mi.

Respire profundamente con intención de esclarecer mi mente por completo, anulando todo vestigio de agobio en mi persona, misma que ante otros siempre debía lucir impecable, irradiando serenidad y convicción intachables que, sin importar el asunto a presentarse, jamás proyectarían endeblez alguna. Afirmé la mano sobre el asa del sobrio y negruzco portafolios de cuero que repleto de documentos me acompañaba y fue así que, con la mente en blanco, me digne a retomar mi sereno andar.
En el trayecto hacia el inmenso pórtico que daba a la recamara en donde se daría el solicitado encuentro, mi mente no pudo evitar el cuestionarse -tras el vislumbrar de la detalladamente labrada Escalera de Jacobo- si en verdad éramos nosotros, inquisidores, los indicados para imponer con nuestros particulares métodos, el destino de aquellos que no resguardaban maldad alguna en su interior y que claramente no debían partir hacia el Infierno por algo que ellos mismos no habían decidido ser.
Paradójicamente, sonreí al notar que ponía en cuestión algo que en mi interior ya estaba claro desde hacía muchos años, cuando cada recoveco de mi ser negó rotundamente en creer tanto en la palabra de un Dios inexistente, así como en la de aquellos que le representasen en la Tierra, tergiversando a su conveniencia cada dicho, cada acto de a quien supuestamente adoran y sirven sin codicia alguna a cambio.

Abriéndose las inmensas puertas ante mi llegada, gracias a los dos escoltas guardianes del Salón, me adentré con lentos pasos en aquel hermoso espacio digno de respeto y admiración visual, pues la presencia del arte se encontraba excelsamente plasmada en cada rincón de la silente habitación que como epicentro cuenta con una mesa redonda, acompañada de siete silla entapizadas que apuntan hacia el centro de la misma, donde el crismón pareciese ejercer reminiscencia de aquella fe en Dios que enlaza a todos los miembros de la Inquisición.

Había sido la primera en llegar y por ende, la primera en acercarme hasta la presencia de aquel que había impartido la singular convocatoria que me tenia frente a su persona.
- Su Santidad - conferí firme, previo a tomar su mano derecha y besar delicadamente aquel distinguido anillo que le caracterizaba. Irguiéndome nuevamente tras aquella devota acción de respeto y fidelidad perfectamente fingida, caminé hacia uno de los lados, deteniéndome frente a una de las siete sillas vacías en torno a la mesa principal. Apoyé silenciosamente el portafolio sobre la misma y sin comentario alguno tome asiento, esperando con una serenidad inmaculada el arribo de los otros Líderes de Facción. Sabía que no me encontraba en mis mejores momentos con Alejandro II, así que cuanto menos espacio al intercambio de palabras, mejor, aunque internamente sentía la necesidad de cuestionarle sobre algo que desde mi llegada al Salón de los Arcángeles no paraba de percibir. Era como si alguien más estuviese junto a nosotros dos, observándonos, presenciando lo que acontecía en el reservado lugar, posando sus desconocidos ojos sobre nuestras nucas ¿Acaso el Vicario de Cristo había denotado sobre si aquella impresión también? Observe de reojo por encima de ambos hombros, tratando de ser lo mas disimulada posible y pese a que no observe nada fuera de lo común, algo no me dejaba evadir aquella peculiar corazonada de ser vigilada por alguien más ¿Paranoia quizás? No sabía con certeza que contestar…


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Mensaje por Yrina Stalevolova Miér Jun 13, 2012 3:22 pm

Sweet dreams are made of this.
Who am i to disagree?
Travel the world and the seven seas
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Mientras el carruaje se detenía fuera de las instalaciones, una sonrisa apareció en mi rostro, los guardias fieles hasta ahora a la inquisición acudían a la puerta para abrirla, suspire algo tranquila si Alejandro nos había llamado era porque algo le aquejaba, sabia o mejor dicho algo en mi me lo decía, ese sexto sentido del cual me había fiado por mis años era el mismo que me ponía no en alerta pero si me preparaba para lo que fuera a ocurrir. Pase saliva mirando a los guardias, tome mi bitácora, no la dejaba por nada y nada era impedimento para no acudir con ella, ahí guardaba mis secretos, los de mis pares y una que otra cosa de mas que siempre era útil para este tipo de casos, forrado en cuero con un grabado único tallado a mano una Y sobresalía, enrollado por unos cordones de cuero yo era su única protectora que ni en mis dulces sueños lo dejaba a la deriva. Mis pasos firme se escuchaban el sonido gracioso de mis zapatos iban acorde la seguridad que siempre me he tenido y no dejaría de tenerme. Me fiaba solo de mi y de su Santidad, a final de cuentas me sentía como si fuera una hija para él.

Mis pasos se opacaron cuando pise la gran alfombra que me dirigiría al Salón de los arcángeles, mientras avanzaba en silencio mi memoria trajo el vivo recuerdo de un pasado que tormentoso nunca había sido. Mi cabeza se giro hacia mi diestra, sonreí sola como una desquiciada, ¿A caso no lo era? Y las imágenes de cómo había llegado se aglomeraron ante mí. Cortos catorce años de vida tenía cuando me reclutaron o mejor dicho cuando me gane el puesto en la Santa Inquisición, ¿que vieron en mí? Siempre le pregunte a mi mentor mas siempre recibí la misma respuesta “Dios te ha escogió para una misión en esta vida” Fiel a esas palabras me deje entrenar como la fiera, terca y malévola pequeña que fui, enderezaron mi mente, mi personalidad más nunca mis actos, nunca nadie tuvo piedad de mi, y no la necesite. Las imágenes de los entrenamientos se aglomeraron, Diecisiete años tenía cuando me enviaron a entrenar con los mayores, no escatimaron en nada, fueron a matarme, más no los deje y con las habilidades que tenía ocupe mis propias armas que con dedicación y perseverancia había construido a base, de observación. Triunfante salí esa vez, con el orgullo en alto y con una nueva misión.

Mi cuerpo se detuvo de manera inconsciente cuando vi las puertas de aquel sagrado lugar, el refugio perfecto para las mentes más desquiciadas pero inteligentes del vaticano por ende de la inquisición misma. Yo, personalmente trabajaba en la oscuridad, hasta ahora no había ostentado nada, solo la perfección, pero era tiempo de un cambio tanto para mí como para todos, era un grito a voces entre pasillos lo que se venía, algo fuerte, la contra parte de todo poder ¿o acaso seria lo que nos mantendría en la balanza? Pase saliva apretando la bitácora, no era tiempo de pensar en el bien o el mal, mas mi trabajo siempre había sido proteger y hasta mi fin lo haría, el pacto silencioso con su Santidad era el que me hacia una de sus grandes devotas, humano, bien era mi silencio era el suyo, no confiaba en nadie ni en el mismo, pero él había sido que me había puesto al mando de mi facción ¿Por qué? Él lo sabia mejor que yo, la excelencia de mis actos no se medía en creces, ni ostentaciones sino más bien en la oscuridad de lo que no se pudiera ver. Leal y fiel eso siempre lo tendría de mi parte.

Los guardianes de la bellísima puerta hacían su trabajo mientras mi cuerpo se deslizaba al interior de aquel glorioso lugar, donde el ambiente nunca era el mismo y las energías estaban siempre cargas para un lado más que el otro, mi rostro mostro la típica seriedad que me caracterizaba para estos asuntos, lo primero que vi fue a la Señorita Shapplin, la había visto entre pasillos mas nunca había entablado con ella, sabia simplemente lo necesario de ella, o tal vez un poco más. Me Acerque en completo silencio mientras mi corazón dictaba una adrenalina feroz, que no podía explicar – A sus servicios, su Santidad – Una reverencia mientras mis manos buscaban la ajena para depositar el beso característico en el anillo Papal, una sonrisa suave mas con los ojos que con los labios mismos y me dirigí a una de las sillas, ni muy lejos ni muy cerca del papa, mire a la Dama y con un gesto de cordialidad salude a mi compañera. Tomando asiento deje mi bitácora frente mío, donde mis ojos la tuvieran al alcance. Esta reunión, prometía más de lo que ya había escuchado.




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Mensaje por Miklós Valborg Jue Jul 12, 2012 3:37 am

Tras haber leído la misiva – hace un par de días – había decidido, rápida y simplemente, ignorar la orden y la amenaza explícita en esas líneas. Se había inventado mil y una excusas para ser “perdonado” por su falta. Solo iba a acercarse una noche de esas ante el líder de su facción y explicarle – mentirle – que se había encontrado con uno de esos demonios camino al punto de encuentro. Casi podía escucharse decirle: “La muerte de más inocentes no iban a pesar sobre mis hombros… Tuve que actuar… ¿No habrías hecho tú lo mismo?” Sí. Era un plan perfecto. Una mueca de disgusto curvó su boca mientras sus pasos perezosos lo acercaban al Salón de los Arcángeles, donde suponía, ya se encontraban todos presentes. Recordó vagamente cómo había fallado su gran escape. Había estado sentado solo – como de costumbre – en una taberna de mala muerte, disfrutando de una botella del más barato alcohol para acallar las voces que jamás se iban de su mente, a sabiendas de que solo así podría burlar las pesadillas unas cuantas horas antes de ser lanzado a la cruda realidad. Si tenía suerte, caería sobre la cama y despertaría sin interrupción hasta que el sol amenazara con lanzar sus rayos. No era optimista, así que en cuanto su vaso se vacío, decidió que bebería de la botella para evitarse el esfuerzo que le suponía llenarlo de nuevo. Las voces de un grupo de cazadores – fanáticos, en su opinión – evitaron que otro gran trago bajara por su garganta. Uno de ellos invitaba una ronda a los pocos presentes, celebrando su triunfo. Había evitado echar un vistazo sobre su hombro para ver si alguno de esos imbéciles pertenecía a la Santa Inquisición, especialmente a los de su facción. Además, lo último que necesitaba era que su coartada se viese afectada. Como si el diablo hubiese decidido jugar con él, una mano cayó sobre su hombro con fuerza. ¿Qué imbécil se tomaba tal atrevimiento? No hubo tiempo para descubrir la identidad. Si algo odiaba era que lo tocaran. Nunca más, nadie iba a hacerlo sin su consentimiento. Esa era solo una de las muchas razones por las que se mantenía aislado de todo y de todos. En menos de lo que dura un parpadeo, se había levantado de su lugar para devolverle el gesto al desconocido; excepto que el suyo carecía de todo menos de violencia.

Un exagerado suspiro escapó de su pecho. Si no se hubiese encontrado con aquél inquisidor que sospechaba, pertenecía a su facción – no es que recordara todos los rostros, era malo para eso –, habría zafado de esta maldita situación. El Papa habría preferido no contar con su participación de saber que ir contra las reglas era su pasatiempo. Si no fuese por las ventajas que suponía ser un inquisidor, habría ido por su cuenta hacía mucho tiempo. Las armas y sobre todo la información que fluctuaba entre ellos para facilitarle las cacerías, lo mantenían siempre en alerta del asesino de su familia; así que suponía que se los debía. ¡Blasfemias! A Traian nunca le había importado usar a las personas. La frase “El fin justifica los medios”, se había tatuado en su mente mucho antes de unirse a sus filas. En su boca se formó una sonrisa de lo más cínica al observar a su líder. Tolerarlo le suponía todo un reto, lo cual, era sinónimo de imposible en su idioma. Siempre le había molestado que se creyera mejor cazador. No importaba que él hubiese llegado a Paris con un historial memorable pisándole los talones, el imbécil creía que podía ganar todas las partidas por ser la cabeza de una de las facciones. Arrastró los pies como un borracho – no es que lo estuviera, se necesitaba más de una botella para vencerlo – y finalmente el pasillo interminable llegó a su fin. – Pueden empezar. Dio un leve asentimiento con la cabeza hacia todos, incluido El Papa. Los protocolos le aburrían y aunque su cinismo no conocía límites, prefería mantener las distancias. Nunca se sabía cuándo había que actuar. Su ceño se frunció conforme se acercó a la mesa. Como segundo al mando, esperaba encontrarse con sus camaradas de las otras facciones. No cuestionó. ¿Para qué prolongar la agonía de esa reunión? – ¿Exigen mi presencia para mantener a límite tu ego? El sarcasmo en sus palabras – era un busca pleitos – estaba claro. Sin otra palabra se sentó al lado de su líder. Era el único con quien mayor trato tenía, así que si le tocaba estar de un lado, sería del suyo sin dudarlo.


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Vi en tus ojos, brillantes como la Luna, la imagen de un ser ya perdido para mí.

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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Jul 15, 2012 2:31 pm

Una felicidad siempre es opacada por una preocupación.


Dos anillos brillaban a la luz de la luna en tanto ella se mantenía aún en el sillón con las piernas flexionadas y la cabeza entre ellas. Aspiraba con profundidad, mantenía el aire, lo dejaba ir y esperaba unos segundos; aspiraba, mantenía, soltaba, esperaba. Así hasta que sintió que su cabeza por fin reaccionaba, su respiración se normalizaba la igual que el latido de su propio corazón. Abrió los ojos para mirar la carta sobre su escritorio, no ir significaría que Alejandro II no la perdonara, pero de verdad que no tenía fuerzas para llegar. De sólo pensar en la distancia entre su despacho y el Salón de los Arcángeles se agotaba. Gimió de nuevo al sentir la náusea y colocó la cabeza en la posición anterior, parecía que al feto tampoco le agradaba la idea de estar frente a su abuelo. Tenía ya dos semanas de que habían regresado de Florencia, de que su estado de gestación había quedado confirmado y aún su padre la miraba con cara de pocos amigos cuando sufría los síntomas propios del embarazo: mareos, náuseas, cansancio. Lorenzo estaba más que feliz con la noticia, pero aún así no logró que le permitieran ausentarse de la Santa Inquisición. Faltaba una hora y Juliet se contentó con tomar el paño ungido con alcohol y recostarse para esperar a que la molestia se evaporara como la sustancia que ahora entraba por sus fosas nasales.

Tenía que ir, pero con uno solo de sus compañeros que tuviera un aroma que no le agradara a su hijo, estaría perdida. Chasqueó la lengua y tras 15 minutos de reposo, se puso en pie, se arregló y quién sabe cómo llegó al despacho de Lorenzo. Entró como señora por su casa ignorando la mirada interrogativa de la mano derecha de su esposo. Se introdujo al sanitario que Lorenzo tenía para sí y buscó ansiosa suspirando de alivio al encontrar el frasco con el perfume de su esposo. Fue a echar unas gotas en su pañuelo y lo guardó en su bolsillo interno. Salió de la oficina con más fuerzas tras el tratamiento con la respiración, el alcohol y el perfume de Lorenzo y se dirigió al Salón entrando para hacer una reverencia a su padre y un saludo banal a demás a quienes miró con interés, su tez pálida y las ojeras denotaban su estado de salud, producto por el pésimo trimestre que llevaba. Fue a sentarse a donde siempre, la silla a la derecha de Alejandro, su lugar reservado y observó con interés a la Cobra ¿Qué rayos hacía él aquí? Alzó una ceja y sonrió levemente pensando que ya el Líder de los Espías necesitaba pilmama. Observó detrás de Alejandro a alguien que no podía evitar sus sentidos sobrenaturales ¿Qué hacía ella aquí? Tragó saliva al saber que algo preparaba el Sumo Pontífice.

Su mirada recorrió a Thorna, en quien no tenía la menor de las confianzas, una inquisidora que guardaba demasiados secretos bajo la manga y no sólo eso, a quien debía tener cuidado y recelar de todas las ocasiones en que se acercara a la cambiaformas. Sus intenciones hacían que su instinto bufara y Juliet jamás desoía esos llamados. Además de que algunos Condenados la ubicaban en lugares non gratos para una de ellos, rumores a finales de cuentas. Sus ojos pasaron a Yrina, la perfeccionista, la Inquisidora a seguir, pero todo modelo tiene fallas, así que ¿Cuáles eran las de esta mujer? Tenía un genio horrible, mucho peor que el de Juliet y eso ya era decir demasiado. Poca paciencia con la ineptitud. Era una sádica por lo que tenía entendido. Y cuando el río suena, es porque agua lleva. "La Sombra"... otro loco. Parecía que un requisito para ser Líder de Facción era la enajenación, la bipolaridad y la insanidad mental y todos caían en esos supuestos. Todos los presentes, porque Lorenzo era algo... muy bizarro y diferente. Sin embargo, "La Sombra" no es más que otro Inquisidor obsesionado por matar, matar, matar y matar. No obedece reglas, ni órdenes, está acostumbrado a hacer su maldita gana, a ir a donde sus pies le indicaran y a ignorar toda recomendación de prudencia. ¿Hablar de "La Cobra"? Era mil veces peor que "La Sombra". Tal para cual, por eso Líder y Mano Derecha. Discutían, se golpeaban, hasta se habrían de follar alguna que otra vez, pero no se dejaban. Eran del tipo: "Nadie toca a este puto porque para eso estoy yo" Al menos era así como Juliet los percibía. Y Lorenzo... bueno, de él no podía hablar porque estaba enculada por él por completo, nada que él hiciera mal podría ser visto por Juliet, al menos hasta hoy. Se acarició el vientre con suavidad al pensar en el padre de su hijo. Su único defecto era justamente ese sentido de ¿Justicia? Y de constante reto hacia Alejandro II que provocaba la ira del último y los enfrascaba en disputas que a la cambiaformas daban dolor de cabeza. Cierto, Lorenzo no había llegado y se preguntaba por qué, si él era muy puntual. Esperaba que no le hubiera pasado algo.


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Mensaje por Papa Borgia Dom Jul 22, 2012 8:33 am


"Haced con los demás todo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros"

Mateo 7:12


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Los codos sobre la mesa, las manos entrecruzadas, la frente sobre ellas ocultando el rostro mientras medita los pros y los contras de lo que va a decir ahora. Aunque esa sociedad resulta ser algo muy peligroso y todos deben saberlo, no basta con que sean Líderes de Facción si no que aparte, deben tener una fidelidad absoluta a los cánones de la Santa Sede. Una sola abertura y el agua se filtrará hundiendo el buque naval más importante que se alza en contra de los sobrenaturales. Uno a uno los mejores llegan y Alejandro les observa con curiosidad, desde la eficiente Thorna, la perfeccionista Yrina... el soberbio "La Sombra", el violento "La Cobra". La irreverente Juliet. Baja la mirada hacia sus notas y lo repasa todo de nuevo, necesita un grupo unido y sabe bien que sus próximas acciones no le granjearán el respeto de Lorenzo, pero sí les hará ver a los demás los riesgos a lo que se están metiendo. Atrás de él la sombra se mueve, puede sentirlo con esos sentidos agudos de quien alguna vez también fue un cazador. Es el momento, sobre todo porque el tiempo no es demasiado, sólo unas cuantas cuentas más y el Líder de la Primera Facción llegará y con eso todo lo que ha planeado se caerá.

- Buenas noches a todos - se pone en pie y camina entre ellos en silencio, manos en la espalda y pensativo la mayor parte del momento sabiendo que con eso incrementa más la curiosidad o incluso, en algunos como los Espías, la intolerancia. Necesita un estado de ánimos correcto para sus acciones. Una mano se coloca sobre su mentón sosteniéndolo y sus miradas se tornan intensas en el instante en que observa a "El Sombrío" - Les he convocado con la intención de deshacerme de toda la basura que existe en el interior de la Santa Sede. Inquisidores que dudan, pusilánimes, que sólo buscan su propio bienestar, que piensan que esta maquinaria sólo está para servirlos, que están en todo su derecho de utilizarla porque se creen indispensables y están equivocados - sigue avanzando hasta llegar a uno de los muebles empotrados a la pared y ver su interior con fingido interés, dejando que sus mentes caminen, entiendan y sí, se tornen nerviosas. Eso busca, que cada uno de ellos piense en sus fallas porque no saben a quién tiene en este lugar, quién es y para qué la trajo. Ladea la cabeza y sus ojos observan el reflejo de la habitación a sus espaldas analizando cada rostro, con excepción del de Juliet que le da la espalda por el asiento que eligió.

- A diferencia de las demás reuniones, ésta es una de las más importantes, así que quiero que atiendan bien a mis palabras porque son las únicas que vertiré. Quienes quieran seguir en la Inquisición serán bienvenidos quienes no, decidan de una vez, la puerta es muy grande y puedo hacer un escrito en el cual prometeré que les daré el tiempo para huir. Quienes no estén dispuestos a aceptar mis designios, entonces váyanse - camina de nuevo hacia la mesa ahora, para colocar una mano sobre el hombro de Juliet observando cada uno de sus rostros, -porque he descubierto traidores entre ustedes y les ordeno que no hagan exabruptos, cada uno de ustedes sabe quién fue el que mordió la mano que le dio de comer, por eso he llamado a "La Cobra", le he investigado y bien sé que aunque sus motivos no son suficientes para mantenerlo dentro de la cúspide de la Santa Sede, se acoplará al liderazgo de la Facción cuyo dirigente hoy saldrá escopeteado. Estoy muy decepcionado de los informes que me han llegado y que están aquí conmigo - alarga la mano y toma los papeles con los que entró para mirarles a todos. No es necesario que entre en más detalles.

Espera que salgan de ahí de una vez por todas, antes de que empiece a listar cada una de las traiciones que tiene entre sus manos, aunque sabe que algunos no lo harán porque eso de inmediato significará la sentencia de muerte que caerá sobre sus personas. Alejandro II ha prometido darles tiempo, más no librarlos de sus culpas. Para él, los traidores son más que una presa de cacería y en el momento justo, soltará a todos los sabuesos con una orden de parar las demás búsquedas para centrarse en aquél que otrora fuera un Líder de Facción. "La Cobra" tiene esa larga cola que le pisen, pero hasta el momento considera que no hay en él más que buenas referencias. Nadie es indispensable en la Inquisición, pero siempre se necesita de alguien en quien confiarle las riendas de las jaurías. Considera que él más que las demás Manos Derechas, tiene la determinación y la capacidad para hacer algo así. Oksana está a punto, pero hay algo que no logra convencer al Papa. Minerva acaba de regresar, aunque con muy buenas noticias que son la razón de esta reunión, no la quiere tan metida ahí. Siempre es necesario alguien a quien confiarle misiones determinantes y ella es idónea. Haydée está al acecho, coordinada con Lorenzo, así que no quiere más gente en su contra y en vez de darle el Liderazgo al novato Silver, se lo dará a un perro porque no tiene la capacidad. No, "La Cobra" es el indicado.

- Espero hayan reflexionado lo suficiente - deja los documentos a la vera de Juliet y vuelve a poner la mano sobre su hombro - ah, querida hija, me enteré de tu embarazo, mis felicitaciones a Lorenzo - miró a los demás - Por si alguien no lo sabía, mi hija Juliet y Lorenzo contrajeron nupcias hace poco y Dios ha de ser grande, porque en su noche de bodas concibieron a mi futuro nieto - sonreía mirándolos con tranquilidad fingida, preparando el golpe - ¿Nadie se va? Bueno, empezaremos entonces la reunión - saca de uno de los bolsillos de su túnica una campanilla y la toca. El mecanismo de las puertas cerrándose se escucha perfectamente al tiempo que Alejandro les mira con aburrición y al mismo tiempo un brillo desconocido para muchos, excepto para Juliet que por la posición del Santo Padre a sus espaldas, no logra vislumbrarlo. El hombre baja la cabeza y mete la mano a uno de sus bolsillos mirando a continuación a Thorna como si quisiera adentrarse en sus pensamientos. Unos largos segundos después, observa a Yrina quien parece tranquila, sonríe con cierta petulancia y sus orbes se posan en los espías... - Empezaremos pues el interrogatorio, he sabido que alguien se metió donde no debía, que hubo una irregularidad en el caso Do Crucerois y... - es más rápido que la reacción de la cambiaformas.

Una daga plateada se hunde entre los huesos metacarpianos sin piedad, hasta llegar a la superficie de la mesa. La reacción de Juliet es inmediata, dando un grito de dolor en el instante mismo en que al contacto con el metal, la piel hace reacción, tornándose de inmediato las venas cercanas a la herida negras, de la lesión emana un humo que todos reconocen y se descubre así la verdadera y oculta condición de la hija adoptiva del Papa: es una sobrenatural, de seguro cambiaformas u hombre lobo, aunque no cuadra lo último porque es famosa por sus cacerías contra los licántropos. - Vamos hija dímelo, ¿Por qué le diste ese frasco al brujo? Y ni te atrevas a decirme que no, fuiste la última en entrar a su celda para darle esas ropas que a él tanto le interesaban. Así que también le diste el frasco y más te vale decírmelo pronto, la daga estaba impregnada con una sustancia que Yrina creó para que la plata se distribuya rápidamente por todo el cuerpo. Recuerda a tu bastardo gestándose, si lo toca asistiremos a un doble sepelio. Habla y los demás, vuelvan a pensarse eso de que estarán en la Inquisición antes de que sean mis siguientes blancos - por eso empezó con Juliet, para que vean que no tiene el menor de las intenciones de ser "bueno". Si eso le hace a su hija adoptiva que tan fiel le es y tanto le protege ¿Qué no les hará a ellos que no le interesan un rábano?

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Mensaje por Thorna Shapplin1 Sáb Ago 18, 2012 9:29 pm

Tenerlos a ellos allí presentes, a todos y cada uno con sus peculiares características realmente generaba en mi cierto malestar, un asco algo complejo de explicar. Pero tras dicho sentimiento también percibía la seguridad que solamente podía nacer de tener presente el error ajeno. Grandioso el dicho que expone “Sobre un error, solo hace falta uno más grande para desviar la atención”. Eso era exactamente lo que pasaría en el majestuoso Salón de los Arcángeles y no tenia duda absoluta de eso, después de todo ¿Quién de los presentes había proyectado mayor fidelidad a Alejandro II que yo? Si quería ganarme la confianza del Sumo Pontífice, si anhelaba afirmarme a su lado para luego desbaratar sus designios sin vuelta atrás debía ser la inquisidora ejemplar, aquella que se caracteriza por no conocer de fallas, de carencias ni de titubeos. Lo que él ordenaba yo lo cumplía, a mi modo, pero finalmente lo hacia. Todo fuese por el bien de los que protegía secretamente, alimentando sus cimientos para hacerlos cada día mas fuertes, indomables frente a las riendas que la Santa Sede deseaba colocarles.

Los documentos sobre la mesa no promovían nada nuevo, por lo menos para mí. Si existía un documento escrito, era imposible que no estuviese al tanto de lo que le mismo contenía. La información, documentación y el manejo de datos corrían directa e indirectamente por la Facción que controlaba ¿Cómo no tener presente eso? Las palabras del Papa habían pasado a tornarse una canción repetida en mis oídos. Si hubiese desviado la vista al que tenía a mi lado, mi conocimiento al respecto del tema que estaba siendo tratado serio obvio, así que opté por mantener la vista al frente, sumergida en completa serenidad y concentración, pues no dejaba atrás la idea de estar siendo observada por algo que yo misma no era capaz de ver a simple vista. No me sorprendería si Alejandro estuviese usando a alguien bajo sus órdenes para que indagase en nuestras mentes, pero eso no era algo certero. De todas formas para mi, últimamente todo se trataba de “prevenir para después no curar”.

Fruncí levemente los labios, tal vez por no soportar la molestia que “La Cobra” fuese a ocupar un lugar en el que tanto esmero había abocado para que fuese de Oksana. Tenerla en la Facción de Espías seria algo completamente conveniente. Ella jamás me defraudaría por eso ubicarla en aquella línea hubiese terminado por ser algo excepcional, un paso seguro hacia el derrocamiento inevitable de la Iglesia. Pero no, aquel inadaptado social se había hecho con el cargo ¿Cómo era eso posible? Suspiré. Bajo la batuta de Alejandro II todo era posible, hasta lo inimaginable. Levantaría la voz para cuestionar tal decisión pero eso ya sería adentrarme en terrenos innecesarios, en los cuales tendría que explicar porque tras exhaustiva búsqueda no habia encontrado ningún documento que me revelase información comprometedora de aquellos dos, Líder y mano derecha de la cuarta Facción. Algo se ocultaba tras ese par de semblantes desagradables, desubicados en cuanto a protocolos y exigencias demarcadas. Yo me haría con ese secreto y no tardaría mucho, me lo había prometido en aquel preciso instante en observaba las hojas del Papa desparramadas sobre la mesa circular.

Y cuando menos lo esperaba, el caso Do Cruceiros volvió al tapete principal ¡Maldición! ¿Un interrogatorio? Mis ojos se exaltaron levemente ante la violenta acción del Vicario de Dios hacia su propia hija ¿En que pensaba? ¿Todo aquello simplemente se enfocaba en reflejar lo despiadado que podía llegar a ser el vejestorio con cualquiera de nosotros? Tensé la mandíbula para no pronunciar palabra alguna, mientras mi interior digería la idea de que Juliet era una sobrenatural ¡Era una noticia fabulosa! Y debía sacarle provecho como fuese. Bendito instinto el que me había dicho en repetidas veces que me acercara a ella como diese lugar. No me había equivocado en absoluto. Centré mis pensamientos, porque aquello requería de una actuación excelsa, donde no hubiese contrastes internos y externos. Quien percibiese algo, solo sería aquello que expresaría y nada más, absolutamente nada mas.

- ¡Por Dios. Es su hija! - exclamé irguiéndome de mi asiento automáticamente, sumergida en aquel simulado estado de preocupación por la cambiaformas. Un par de pasos rápidos y me encontraba al lado de Alejandro II, firme, sin titubeo alguno ante mi propio accionar. Afirmé los cinco dedos de mi mano en el antebrazo del veterano, exigiéndole que se detuviera - Está peligrando la vida de su propio nieto - adherí, impartiendo emocionalidad en el tono de voz con el cual me dirigía a la máxima autoridad de la Iglesia. Esperaba que Juliet notará aquello también, si ésta había actuado con Amhelión tal como lo informaba su padre eso marcaba con claridad que ambas podían incluso hasta llegar a ser aliadas. No por nada había enviado a incinerar al brujo, quería que éste se llevase a la tumba todos sus conocimientos antes de que lo obligasen mediante torturas a revelarlos. Había quemado una de las grandes ventajas con las que la Santa Sede pudo haberse hecho. Y todo bajo un telón de acciones necesarias, convenientes y sobre todo fieles a la Inquisición. Pero el error ahora estaba ni más ni menos que en la sobrenatural, quien lo diría.

Olvidé por un instante la presencia de todos allí, salvo la de aquellos dos frente a mí y la extraña sensación que vigilaba mi nuca. Pude sentir como clavaba mis uñas en los ropajes que cubrían el brazo del viejo, no cedería en absoluto y se lo estaba dejando muy en claro. No había temblor en mi extremidad y eso reflejaba seguridad en mi accionar, en aquel simulacro de preocupación y nerviosismo por el bienestar de una mujer embarazada.

- "Alabad al Dios de los dioses,
Porque para siempre es su misericordia.
Alabad al Señor de los señores,
Porque para siempre es su misericordia.
Al único que hace grandes maravillas,
Porque para siempre es su misericordia.
Al que hizo los cielos con entendimiento,
Porque para siempre es su misericordia." -

Recordé memorizar cada texto cristiano de pequeña. Desde aquellos tiempos nacía mi comprensión sobre que si deseaba engañar a la Iglesia debía lucir como la devota mas perfecta en todo sentido de la palabra.

Ni yo misma me creía la escena frente a mis propios ojos, recitándole salmos al mismo Papa para concientizarlo de que debía liberar a su hija de aquel sufrimiento que la estaba haciendo padecer en busca de la verdad, generándole también una complicación a su futuro nieto. Terminé siendo un ser mas desalmado de lo que esperaba, pero allí me encontraba, no velando por el bien de Juliet, sino por el mio propio, porque necesitaba tenerla de mi lado de la forma que fuese.


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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Ago 22, 2012 7:38 pm

Qué mejor que dar el ejemplo con tu familia.

Un hormigueo recorrió todo su cuerpo cuando Alejandro II comenzó la reunión sin que Lorenzo hubiera llegado. No parecía pues, su padre, enojado porque no estuviera el Líder de la Primera Facción, todo lo contrario, es como si lo esperara. Era raro. Muy extraño. Se lamió los labios con cada palabra vertida, cada una de ellas hablaba de una gran trampa que se cernía sobre los Líderes congregados esa noche al Salón de los Arcángeles sentados alrededor de esa mesa y con las puertas firmemente cerradas. Si uno de ellos desertaba de la Inquisición seguro que el Papa no haría nada por detenerlo, pero ¿Y los demás miembros del Santo Oficio le dejarían ir tan fácilmente? Por lo que hacía a la propia Juliet no cesaría hasta tenerlo en las mazmorras por lo menos. Sabían demasiado para que pudieran retirarse tan fácilmente a menos que la misma organización los cesara por su edad. Se rascó la frente para después acomodarse un mechón de cabello tras la oreja. Apretó las mandíbulas cuando su padre hizo público su enlace con Lorenzo. ¿A qué jugaba? No entendía tampoco el por qué decía a los cuatro vientos sobre su embarazo, pero sí le molestó. Nadie ahí tenía que saber sobre su vida personal. Absolutamente...

- Daaaaaghhh - aspiró profundo cuando vio el cuchillo en su carne, contuvo el siguiente grito apretando las mandíbulas con la boca semiabierta, sintió la opresión en el pecho y el dolor que la recorría ipso facto por toda su anatomía. Tragó saliva mirando con horror cómo de inmediato las venas se tornaban negras y la amenaza de su padre la obligó a verlo a los ojos. No sería ca... No, sí sería capaz de hacerlo. Las pupilas le temblaron y sacudió la cabeza conteniendo el dolor, no expresándolo porque si él se enteraba, se afanaría en hacerlo mil veces peor. Se pasó la lengua por los labios mirándolo fijamente haciendo acopio de su valor, de su fuerza, aunque algunas gotas de sudor recorrieron su rostro. - Yo llevé sus ropas, pero no sé... de qué frasco hablas... no le dí... absolutamente nada... más... - Dios, cómo dolía, sentía su efecto de inmediato subiendo por su brazo, llegando a su torrente sanguíneo. Tenía que deshacerse de esa daga rápido o tenía él razón: su pequeño y ella sufrirían las consecuencias. Le temblaron los labios no por el miedo, si no porque sentía cómo lento iba consumiéndose el oxígeno en la sangre. Maldita Yrina, menuda droga que había metido en esa sustancia. Alzó la barbilla sin titubear, pero sentía que iba faltándole el aire y jaló éste con mayor fuerza.

Su padre pareció dudar, pero cuando menos lo esperó Thorna hizo una maniobra que Juliet después le ¿Agradecería? Intentó que su padre la soltara, pero éste tenía los ojos bien puestos en los de su hija que si bien adoptada, no dejaba de ser una extensión de él. Un ser a quien el propio Alejandro II había forjado, a quien ella parecía obedecerle aunque por debajo del agua dejaba escapar todo aquél que, sabía, podría darle una ventaja al vejestorio. Al momento que Thorna tomó el brazo de su padre, éste movió la daga y el semblante de Juliet se tornó rosado, dolido, tenso. Ese tono rojizo fue levemente transformado conforme las venas se ennegrecían. He ahí uno de los efectos que todos conocían, pero que Yrina podía comprobar cuán efectiva era. El problema no era ese, era que justamente para que se detuviera el líquido había que darle demasiadas tomas de antibióticos y una sustancia que aún estaba en experimentación. No es que la Líder de la Facción de los Tecnólogos hubiera pensado en salvar a los cambiaformas a los que se le administraba esa arma. Punto en contra para Juliet si no se apresuraba a darle al Papa lo que quería.

- De verdad no sé de qué hablas, sólo le di sus ropas, deberías buscar en otro lado, ¡No - fui - yo! - se aseguró de sonar más que convincente, de mantenerle la mirada aunque sus ojos estaban volviéndose lentamente negros. Todo lo que su interior eran venas, sangre, se iba tornando de un color tan oscuro que iba demacrando su cuerpo, su piel, sus uñas. Iba causando un dolor y un ardor propio de las llamas del infierno. De eso trataba la sustancia: de inhabilitar con rapidez cualquier movimiento de los cambiaformas o licántropos y era usada por el Líder de la Inquisición sobre una de las más fieles de la organización. Tembló al sentir que todo su cuerpo iba perdiendo la fuerza, gotas gruesas de sudor recorrían su frente, pero aguantaba. Tenía que hacerlo, por Dios. - ¡Basta, padre, basta! Sabes mejor que nad... aggghhh - se apresuraba a decirlo, sentía cómo la garganta se le cerraba y con ello, se le iría toda oportunidad de salir avante, de que su hijo se lograra, de regresar con Lorenzo - Tú sabes que te soy fiel... tú sabes por qué... ¡No la arriesgaría así, no lo haría, por Dios!... - tenía que convencerlo, tenía que hacerlo. En juego no sólo estaban ellos dos... si no también... Tamina...
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Mensaje por Yrina Stalevolova Miér Ago 29, 2012 9:31 pm

Words like violence
Break the silence
Come crashing in
Into my Little world
Painful to me
Pierce right through me
Cant´t you understand


En cosa de minutos el salón de los arcángeles estuvo completamente lleno de todos los que Alejandro había combocado, mire a cada uno con la misma curiosidad que sentía el hecho de que nos llamaran a esa reunión especial. La cobra y la sombra, personas demasiado pedantes y llevados de sus ideas, no sabía mucho de ellos y no me interesaba en lo absoluto saber más de lo que pronto sabría. Líderes de facción, cada uno el mejor en su puesto, el Papa sí que sabia escoger con pinzas a sus aliados y o enemigos, era un grito a voces que en la misma inquisición l traición iba de la mano de cualquiera de nosotros, de ellos, del mismo alto mando, pase saliva cuando llego saliva, ella me parecía una persona que ocultaba más cosas y mas por el hecho de que era hija del papa. Tenía que investigar un poco más o simplemente esperar a que el sumo pontífice de la iglesia dijera el por qué de todo. Algo se traía entre manos y esperaba no ser la única en no saber lo que en realidad pasaba. No me metía con nadie por el solo hecho de que era demasiado reservada para mis cosas y trabajo. Una maquina me habían dicho alguna vez y tal vez si era aquello pero a mi simplemente no me importaba en lo mas mínimo que pensaran de mi.

El papa comenzó con su habladuría, torcí una sonrisa mientras él hablaba, sus palabras eran simples navajas de acero fundido que clavaba en todas las paredes del lugar, “Traidores” ya sabía yo que algo turbio había en esa simple junta. Mis manos estaban limpias y no pensaba ensuciarme por nada del mundo, sí, temía por mi vida pero sabía también que nadie estaba salvo en aquellas cuatro paredes. Todos algunas vez nos habíamos equivocado. Todo precia demasiado elaborado hasta que estallo la bomba y con ella mis ojos y mi sangre subió y bajo con gran rapidez, ¡Que mierda estaba haciendo con su hija!

Me iba a levantar para ir a su auxilio pero, Thorna se levanto antes de igual forma quede con las manos apoyadas en la mesa y con el cuerpo completamente erguido, “Lo que me faltaba, ganarme el odio de los presentes por hacer un puto trabajo bien”, escuche y no todo lo que decían, temía por la vida de la joven que la habían proclamado de cambia formas , sentí con todas mis ganas escapar de ahí, pero eso solo significaría la muerte y no mancharía mi honor, mis ojos inyectados de que sabe Dios qué cosa solo observaban a la joven como cambiaba de color, ni siquiera podía estar feliz de que mi ingenio y trabajo dieran frutos, aquello no era para darle a tu familia ni mucho menos a una mujer embarazada, no aguante, a final de cuentas era mujer y por algo dicen que entre mujeres se entienden y aunque no tuviera pito que tocar no cargaría con dos vidas inocentes en mis espaldas por un capricho de Alejandro, avance, ya había cruzado el rio si me ahogaba seria por una vida dos en este caso – ¡Ya le dijo que… que no intervino! – ahora si me había ganado el odio.

Pase saliva y tome el brazo de la joven preocupada – Necesitara el antídoto o sino morirá – para mi mala suerte no lo había probado en nadie y quizás podría traer complicaciones, sus vis respiratorias comenzarían a fallar lentamente, luego su sangre aunque ya tenía un aspecto bastante demacrado tenía que hacer algo, mire las puertas custodiadas si salía no volvería entrar - ¡Caerá inconsciente! – sabia los efectos teóricamente aun no lo había probado con mi propia mano, apreté el brazo ajeno, los nervios me invadieron pero no perdería el control, yo era la culpable de ese veneno letal… yo nadie más que yo. – Por Dios, necesita del antídoto ahora- si podía al menos salvar una vida en ese lugar lo haría, el feto en gestación traerá complicaciones si no hacia algo en ese momento, tome la primera cosa que estaba a mi alcance y comencé a echarle aire a Juliett, lo necesitaría.




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